Veinte años de la Guerra de Irak. Segunda parte: Las terribles consecuencias de la Guerra

La decisión de un hombre resultó en la decisión absolutamente injustificada de invadir brutalmente Irak” – George W. Bush, en 2022, confundiéndose mientras se refería a Putin y Ucrania.

En febrero y marzo de 2003 se celebraron las manifestaciones antibelicistas más grandes de la historia en ciudades como Madrid, Barcelona, Roma, Londres y Nueva York[1]. Pese a estar la sociedad civil de varios países occidentales en contra de la guerra, el 20 de marzo comenzó invasión de Irak impulsada por Estados Unidos – con el apoyo de Reino Unido y España, entre otros – una guerra preventiva sin mandato de Naciones Unidas que se justificó con la mentira de las armas de destrucción masiva que al poco tiempo se desveló como falsa.

Han pasado 20 años desde el inicio de esta brutal guerra, pero sus huellas perduran a día de hoy. A continuación, vamos a mencionar algunas de sus consecuencias más importantes:

1.- Violencia y destrucción.

Los bombardeos estadounidenses resultaron en la muerte directa de varios miles de civiles. Cuenta la periodista Olga Rodríguez en un artículo reciente en eldiario.es que “los días siguientes a la ocupación, con el régimen ya derrumbado y el dictador en paradero desconocido –sería posteriormente ahorcado, tal y como Bush había deseado públicamente: “Saddam Hussein debería morir”– se produjeron saqueos en varias ciudades iraquíes, ante la inacción de las tropas estadounidenses. Tiendas, edificios públicos, palacios presidenciales o museos fueron objetivo de robos, abordados por masas de gente consciente del vacío de poder.

La Biblioteca de Bagdad, que albergaba algunos de los manuscritos más antiguos del mundo, ardió ante la mirada impasible de los soldados ocupantes. […] Cuando algunas personas les preguntaron si podían ayudar a sofocar el incendio, contestaron que tenían orden de no intervenir.

[…] Enseguida comenzaron los ataques indiscriminados a población iraquí, los arrestos arbitrarios, las intimidaciones públicas. A menudo los soldados estadounidenses entraban en viviendas privadas en plena noche, tumbando la puerta a patadas, para llevarse a alguien, que desaparecía durante meses, años o para siempre”.

Las fuentes más conservadoras cifran el total de muertes de iraquíes en 151.000, de los cuales al menos 34.000 serían soldados de Saddam y el resto civiles; otros cálculos cuantifican en 1.033.000 los iraquíes muertos por la guerra.

Mucho se podría escribir sobre la política de alianzas que Washington fue tejiendo o rompiendo, según el momento, con grupos enfrentados entre sí, contribuyendo al descontrol de las armas. “Primero favoreció a líderes chiíes, que controlaban el Gobierno del país, y dio cobertura a milicias policiales que sembraron el terror”, cuenta Olga Rodríguez. “Todas las semanas aparecían cadáveres en las calles con orificios de bala en la cabeza, pies o pulmones, huesos rotos, piel arrancada o signos de descargas eléctricas.

Posteriormente Estados Unidos creó en Irak un ejército paralelo al oficial, integrado por miembros de la resistencia suní principalmente. Les entregó armas y un sueldo mensual a cambio de luchar contra Al Qaeda, con la promesa -incumplida- de que posteriormente podrían entrar a formar parte de los cuerpos de seguridad iraquíes. Washington terminaría retirando su apoyo económico a esas brigadas y los integrantes de las mismas pasaron a operar con sus propios objetivos”.

2.- La desaparición de los derechos humanos.

La prisión de Abu Ghraib es uno de los símbolos de la Guerra de Irak. El centro de detención se volvió famoso cuando se filtraron varias fotos de los indescriptibles abusos y actos de tortura cometidos por la policía militar y agentes de la CIA en su interior. Únicamente dos soldados fueron condenados a 10 y 3 años de prisión respectivamente, pese a que la investigación reveló que lo tortura venía alentada por el propio Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld[2].

La prisión de Guantánamo y los vuelos de la CIA también fueron muy comentados en esta época. Y los crímenes de guerra, también. “Hubo matanzas y violaciones a mujeres cometidas por las tropas estadounidenses que fueron conocidas en todo el mundo, como la masacre de Haditha en 2005 perpetrada por marines, en la que murieron al menos 15 civiles, la mayoría mujeres y niños. La normalización de los abusos provocó una enorme reacción social”, explica Olga Rodríguez.

Otros crímenes de gran notoriedad fue la violación de Abeer Qassim Hamza al-Janabi, de 14 años de edad, por 5 soldados. Tras violarla, le asesinaron a ella, a sus padres y a su hermana de 6 años.

Varios soldados estadounidenses que han sido condenados, como John Hatley – un sargento a quien se le impuso cadena perpetua por ejecutar a 4 civiles iraquíes en 2006 – o cuatro miembros de la empresa/ejército privado Blackwater, condenados por matar a 17 civiles y herir a otros 20 en 2007, fueron indultados por Trump[3].

3.- La sectarización y el surgimiento del Estado Islámico.

En los centros de detención algunos presos se empaparon de las doctrinas más extremistas y desvirtuadas del Islam. En la cárcel bajo mando estadounidense de Camp Bucca, donde las torturas estuvieron a la orden del día, fue arrestado en 2004 Abu Baker Al Bagdadi, procedente de Faluya, ciudad iraquí duramente golpeada por las fuerzas de ocupación, que bombardearon viviendas, mercados, escuelas, hospitales y emplearon fósforo blanco, un armamento letal que abrasa la piel de sus víctimas. Tras su paso por esa prisión, Al Bagdadi se convertiría en 2010 en el líder del Estado Islámico de Irak (ISIS).

¿Cómo pudo el ISIS acumular tanto poder en Irak y Siria? Hay que tener en cuenta que tras la invasión, Estados Unidos prohibió el partido de Sadam Hussein – el Baaz -, con la esperanza de iniciar un proceso de desbaazificación imitando el proceso de desnazificación que se llevó a cabo en Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. En esta línea, expulsó a sus afiliados de sus empleos y desmanteló las estructuras del ejército iraquí y de la policía, sin contemplar una opción de futuro para más de 400.000 hombres con formación y experiencia militar que en muchos casos pasarían a engrosar las filas de la resistencia armada contra la ocupación.

En cuanto a su motivación, Olga Rodríguez la explica de la siguiente manera: “La ocupación, sus crímenes, el maltrato a la población y la llegada de decenas de miles de mercenarios de ejércitos privados y de contratistas que buscaban dinero fácil en la reconstrucción de lo recién destruido fueron el caldo de cultivo en el que surgió la resistencia armada iraquí contra las tropas extranjeras”.

En 2011, año en el que EEUU abandonó Irak y se inició la guerra civil siria – alentada por la Casa Blanca de Obama, que inundó la región con armas – el Estado Islámico iraquí envió una delegación a su país vecino en agosto de 2011, cuando la guerra civil siria ya estaba en marcha. Año y medio después, Al Bagdadi anunciaría la creación del Estado Islámico de Irak y Levante que en 2014 tomó varias ciudades iraquíes sin apenas resistencia. En sus filas confluyeron yihadistas y antiguos oficiales de las fuerzas del laico Baaz iraquí, unidos por un objetivo común. En ese año, EEUU retornó, a la cabeza de una coalición internacional, para hacer frente al ISIS. “Supuso otro capítulo más en la perpetuación de una guerra con ecos que llegan hasta hoy, y cuyas consecuencias afectaron a varios países de la región. Irak se convirtió en un territorio marcado por la corrupción y la violencia, plagado de milicias armadas y con una grave fragmentación social”.

4.- La Crisis de los Refugiados.

Consecuencia directa de desestabilizar la región, permitir que unos fanáticos provoquen genocidios contra kurdos, yazidíes y todo tipo de personas disidentes y responder bombardeando todo lo que se mueve, es que más de 9 millones de iraquíes se encuentran desplazados – y otros tantos sirios –, bien internamente, bien fuera de sus fronteras. Personas que huyen de los bombardeos, del sectarismo y de la represión, tienen que llegar a Europa arriesgándose la vida. Muchos, de hecho, la pierden. Cuando llegan a nuestras fronteras, se les reprime con brutalidad y se les reprocha no venir por “vías legales”, pese a que éstas no existen. Se les recibe a palos, con gases lacrimógenos, o dejándoles a su suerte en el mar.

5.- La islamofobia institucional y el avance de la ultraderecha.

Pese a la responsabilidad occidental a la hora de devastar la región tras saquear su petróleo, la llegada de iraquíes y sirios no ha generado una ola de solidaridad en nuestra región del mundo. Más bien al contrario, ha producido monstruos como Salvini, Meloni, LePen, Zemmour, Orbán, Abascal, Farage, Trump, etc. quienes han sabido difundir bulos y explotar el miedo a una supuesta invasión musulmana para aumentar su poder institucional.

Incluso en los países en los que no gobierna la ultraderecha se notan los efectos de su avance, pues desplazan el eje del debate hacia la derecha y desatan las pulsiones autoritarias de nuestros gobernantes. Por ejemplo, en 2003, 2010 y 2015 se reformó el Código Penal español para endurecer los delitos de terrorismo, todo ello bajo la justificación del peligro que supone el yihadismo internacional.

La islamofobia institucional se ha hecho notar en Francia – donde el Estado se encuentra en una cruzada por abolir el velo – y en Estados Unidos: por ejemplo, una de las primeras decisiones que adoptó Trump tras su llegada a la Casa Blanca en enero de 2017 fue dificultar la entrada de personas que provinieran de Irán, Irak, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen, así como prohibir la concesión del estatus de refugiado a sirios.

6.- La militarización del mundo.

Otra de las consecuencias de aquella invasión ilegal fue el aumento de la militarización en el mundo, con un llamativo aumento del gasto estadounidense en Defensa”, cuenta Olga Rodríguez. “Tras la fase de bombardeos, bautizada Operación Conmoción y Pavor, varios países -entre ellos, España- enviaron tropas militares a Irak en 2003 para dar apoyo a EEUU y Reino Unido, dedicando dinero, soldados, riesgos y esfuerzos. A partir de 2004 la OTAN como tal asumió su primera misión en aquel país ocupado de forma ilegal.

También en 2004 la Alianza Atlántica abordó la mayor ampliación de su historia, con la adhesión de siete países de Europa del Este[4]. En los años siguientes participó en el envío de más tropas a Oriente Medio y en nuevas guerras como la de Libia en 2011, cuyas secuelas siguen golpeando hoy día a la población local.

Washington, por su parte, amplió sus bases militares. Solo oficialmente el Pentágono reconoce más de 500 fuera de EEUU, repartidas en al menos 45 países. Tanto Estados Unidos como otros integrantes de la OTAN también proporcionaron armas a grupos involucrados en varias guerras de Oriente Medio y a países que violan los derechos humanos, como Arabia Saudí, que ha bombardeado a población civil en Yemen”.

Además de todo lo mencionado, podríamos hablar de otras consecuencias, como los atentados del 11-M en Madrid – como consecuencia de que Aznar nos pusiera en el punto de mira – o la pérdida de credibilidad de Estados Unidos en el mundo y el declive de su poder. La guerra de Irak es, probablemente, el evento que más daño le ha hecho a su reputación en décadas.

Por último, cabe mencionar que, aunque algunos de sus responsables han pedido perdón por el enorme desastre que han dejado tras de sí – el más notable de ellos fue Tony Blair, mientras que el pasado mes de febrero Aznar se chuleó diciendo que de perdón nada y que está orgulloso de su papel – lo cierto es que ninguno de ellos ha sido juzgado por sus terribles crímenes. Y esto sienta un precedente que sirve de excusa para justificar la impunidad de violaciones actuales.


[1] Para nosotras fue un momento fundamental en nuestra formación política. Se trataron de algunas de las primeras manifestaciones a las que acudimos y una ocasión para aprender que perdimos pese a tener la razón.

[2] Hay que tener en cuenta que tras el 11-S, el equipo jurídico de Bush se volcó en legalizar la tortura. El Jefe de los Servicios Jurídicos de la Casa Blanca, Jay Bybee, estableció que sólo constituían “tortura” actos físicos severos “que resultasen en la pérdida de un órgano, de las funciones motrices del cuerpo o en la muerte”, o los ataques psicológicos que resultasen “en secuelas que durasen años”. Por su parte, el Teniente Fiscal General del Estado, John Yoo, consideró que la Convención de Ginebra no es de aplicación en la Guerra contra el Terror, por no tratarse de una guerra convencional.

[3] Durante su primera campaña electoral, Trump se mostró muy partidario de instrumentalizar la tortura.

[4] En 2022, la OTAN aprobó un notable aumento del gasto en Defensa, entre otras cuestiones.

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2 comentarios en «Veinte años de la Guerra de Irak. Segunda parte: Las terribles consecuencias de la Guerra »

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