Entrevista a Erik Valenčič: «La principal lección que he aprendido en estos últimos 20 años es que no nos espera el bienestar que nos prometieron diversos falsos profetas del neoliberalismo al entrar en el siglo XXI»

Erik Valenčič (Eslovenia, 1979) es un periodista independiente, escritor, director y productor que a lo largo de su carrera ha informado desde zonas en crisis en Oriente Próximo, norte de África y Ucrania. En 2011 publicó su primer libro: El asedio de Gaza – Matando al pueblo palestino. Creó dos películas documentales de gran repercusión: La coalición del odio (2014), que investigaba los grupos neonazis y racistas de Eslovenia y recibió un reconocimiento especial de la CIRCOM Regional; y Los frentes del Kurdistán (2015), grabado durante los enfrentamientos más crudos entre los kurdos y el Estado Islámico y recibió el premio por logros especiales de la Asociación de Periodistas de Eslovenia. Ha realizado dos documentales sobre los cristianos asirios en Irak y el sureste de Turquía: Los tres santos (2017) y Los guardianes de la civilización (2018). En 2020 dirigió el documental Ver El Aaúin, centrado en historias de refugiados saharauis que viven en un campo de refugiados en el oeste de Argelia desde 1975. En 2023 ha lanzado Diferentes dioses, mismo infierno, en el que intenta mostrar las razones tras las migraciones masivas dentro y fuera del África occidental.

En 2015 publicó Sence ne gorijo (Las sombras no arden), publicado por la editorial Sanje en Eslovenia. En esta obra, que acaba de ser traducida al castellano y publicada por la editorial Descontrol, Valenčič llama la atención sobre una posible realidad futura: sus protagonistas son un grupo de amigos unidos por sus ideales en contra del sistema capitalista predominante, el cual viven como una dictadura “encubierta”. Son plenamente conscientes del retroceso en sus libertades, el hábil uso de las leyes represivas y el hundimiento del supuesto “brillante futuro” de los jóvenes. Se apoyan en la Internacional Situacionista de los años sesenta y sus tesis críticas que definieron “la sociedad del espectáculo”, en la que la economía global expande su influencia a través de la manipulación de las imágenes en medios de comunicación y la creación de “espectáculo”. La teoría de estos jóvenes activistas no hace más que acelerar la radicalización de sus posiciones y actos. Por eso, del sabotaje de un centro comercial (como templo del consumo) a la fabricación de bombas parece que no hay un paso tan grande…

Las sombras no arden es el primero de los dos tomos (siendo el segundo Muerte por Vida, 2017) que relatan una historia de radicalización de la sociedad occidental, narrada no solo a través de los ojos de una hipotética guerrilla urbana, sino también desde el punto de vista de activistas, de medios de comunicación, de políticos y de la policía.

Además de escritor y documentalista, Valenčič es director de la asociación cultural SAGAR y también es miembro del comité organizativo del Festival Internacional de Cine de Kranjska Gora desde hace cinco años. En los últimos tres años ha trabajado para el teatro Slovensko Mladinsko Gledališče como moderador de sus mesas redondas. En 2018 y 2019 ha trabajado a tiempo parcial como productor de campo para el programa Focus on Europe de Deutsche Welle. Desde 2020, colabora con el programa esloveno de la RAI italiana en Trieste. A parte de sus propios documentales, ha colaborado también en El peso de las cadenas (2010) y El caos del mundo (2014).

Valenčič vive en Liubliana (Eslovenia) con su compañera Alja y su perro Zulu. En su tiempo libre le gusta consumir hongos alucinógenos.

Todo por Hacer (TxH): Primeramente, preséntate libremente para que te conozcamos, y cuéntanos lo que consideres relevante acerca de tu trayectoria como periodista independiente y director de cine documental. ¿Cómo surgen tus inquietudes políticas críticas?

Erik Valenčič (EV): Soy periodista ya desde hace veinte años, pero empecé mi carrera de una forma un tanto atípica. Durante mi primer año de estudios en la Facultad de Ciencias Sociales de Liubliana me hice activista, inspirado por las movimientos globales contra la agenda capitalista neoliberal; estuve en las manifestaciones contra la cumbre del G8 en Génova (Italia) en 2001, entre otras. Todavía hoy considero estas manifestaciones como la primera guerra de la que tomé parte. Por otro lado, al conocer el activismo, más concretamente el anarquismo, me di cuenta de que en la facultad me enseñaban cómo convertirme en un tecnócrata sin crítica, una especie de criado del sistema capitalista bajo la protección de la Unión Europea, a la cual Eslovenia se estaba acercando en aquel periodo. Por ello, después de un solo curso, abandoné los estudios y me marché a Radio Študent, que es la radio estudiantil independiente más antigua de Europa y tiene una larga tradición de crítica social, librepensamiento y cobertura mediática de la cultura alternativa. Esta radio fue fundada en 1969. Yo pasé en ella siete años trabajando para la redacción política y luego continué con mi carrera en otros medios, casi siempre como periodista independiente. En los últimos años, entre otras cosas, he informado desde guerras y zonas en crisis, desde Afganistán, al este, hasta el Sáhara Occidental, en el oeste. También soy autor de varios documentales y libros.

TxH: En 2015 fuiste despedido de Radiotelevizija Slovenija (RTV Eslovenia) debido al documental La coalición del odio (2014) sobre los grupos neonazis en este país. Cuéntanos cómo elaboraste este documental, de qué manera viviste aquel suceso y cómo son las acciones y estructuras de vinculación con el poder que tienen los grupos ultranacionalistas en Eslovenia.

EV: La película La coalición del odio probablemente sea mi documental más conocido en Eslovenia y lo siguen poniendo en institutos y facultades, a pesar de haberlo hecho en 2014. Empecé a trabajar en él en 2013, cuando conseguí unos documentos clasificados de la agencia eslovena de inteligencia, Sova, que confirmaban mis sospechas de que Sova protegía a los neonazis. Resulta que entonces dirigía la agencia una persona que era la mano derecha del entonces primer ministro, el ultraderechista Janez Janša, quien había llegado al poder gracias a una crisis política. Con el documental puse al descubierto las conexiones políticas entre los neonazis y el SDS, el partido de Janša, la estructura interna y la organización de los grupos neonazis, los símbolos que usan y sus relaciones a nivel internacional. El documental desactivó por un largo tiempo su funcionamiento y reclutamiento.

Después de que el documental se proyectara por primera vez en enero de 2014, sucedieron un par de cosas: a petición de Sova, me enjuició un departamento especial de la Fiscalía del Estado, pero nunca revelé mis fuentes. En 2015 recibí en Irlanda un premio internacional de periodismo en la categoría de «periodismo de investigación», pero entonces en Eslovenia la derecha se hizo con el control sobre la televisión pública y no me renovaron el contrato de trabajo, por lo cual tuve que marcharme de la televisión. Pero que no quede ninguna duda: me fui con la cabeza bien alta. Al fin y al cabo, entendí el despido como una forma de reconocimiento a mi trabajo, lo que de nuevo tomo como un cumplido. Mientras tanto, mi trabajo periodístico independiente continúa y sigo revelando el funcionamiento de los neonazis.

TxH: Has estado en numerosas ocasiones informando como periodista desde conflictos internacionales, tanto en Oriente Medio como en el norte de África o en Ucrania. Coméntanos acerca de estas experiencias y qué lecciones globales has podido elaborar de estos conflictos en un siglo XXI en una perpetua crisis provocada por Occidente. 

EV: Estas crisis no las provoca solo Occidente. Acudo a los territorios en guerra porque analizo la geopolítica, por eso hay que ir donde esta geopolítica, entretejida a partir de diferentes intereses, entra en lucha directa. La principal lección que he aprendido en estos últimos 20 años es que no nos espera el bienestar que nos prometieron diversos falsos profetas del neoliberalismo al entrar en el siglo XXI. Lo que realmente está ocurriendo es lo siguiente: en el mundo se están desarrollando dos procesos. Por un lado, construyen muros y levantan fortalezas (UE, EE. UU., Rusia, China, Australia, Israel; también los copian pequeños países como Túnez y muchos otros) para aislarse de un caos que principalmente crean ellos mismos. Y sí, por otro lado, en el llamado tercer mundo, se expande un desgobierno que devora países y regiones enteros, desde Oriente Próximo hasta el norte de África y el Sáhel. Lo más chocante es lo poco que conocen los europeos de las zonas en crisis, las cuales nos rodean cada vez más. En fortalezas como la UE somos testigos del crecimiento de la extrema derecha, del autoritarismo, de la supresión de libertades en nombre de una seguridad ilusoria. Esta tendencia es comprensible: ante la falta de seguridad social y económica, la gente anhela cualquier tipo de seguridad, la política, y la llamada izquierda no tiene respuestas a estos retos y problemas. La izquierda europea principalmente vegeta a la sombra de su muerte ideológica y esto es una mala señal para el futuro.

TxH: En 2011 publicaste tu primer libro, El asedio de Gaza. Matando al pueblo palestino. En la actualidad se cierne posiblemente el mayor genocidio explícito contra la Franja de Gaza vivido en décadas por parte de la entidad sionista de Israel. ¿Cuál es tu análisis concreto sobre lo que está viviendo el pueblo palestino actualmente y la postura de la comunidad internacional? 

EV: No solo la Gaza de estos días, sino que Palestina lleva siendo todo el tiempo un espejo para toda la humanidad. En este espejo, en el cual nadie quiere mirarse de verdad, se refleja toda la miseria y toda la hipocresía tanto de Occidente como de los países árabes y Rusia y China como contrapeso de Occidente. Los palestinos son sacrificados como pueblo en el altar de la desconsideración humana situado bajo este espejo. Lo que está ocurriendo en Gaza no es un crimen contra la humanidad, sino un crimen de la humanidad contra los palestinos. Por lo que se refiere a Israel, mi opinión es que Israel es un Estado y una sociedad nazis, fascistas, racistas y de apartheid en el mundo moderno. Esto se puede inferir siguiendo las declaraciones de los líderes políticos, religiosos y militares de Israel, quienes llevan años describiendo a los palestinos como animales de dos patas y saltamontes a los que hay que exterminar. El actual ministro de Finanzas de Israel se define abiertamente a sí mismo como fascista, mientras que numerosos activistas humanitarios israelíes se ocultan en la actualidad a causa de las amenazas de muerte que les llegan por apelar a la paz. No nos olvidemos de ellos. Es mucho más fácil posicionarse a favor de los palestinos en Europa que en Israel.

TxH: También has escrito Las sombras no arden (2015) y Muerte por vida (2017), una historia ficticia en dos tomos sobre la aparición de grupos de acción de extrema izquierda en una sociedad del espectáculo y del consumo. Actualmente, la primera de estas novelas ha sido traducida al castellano y publicada por la editorial Descontrol. Háblanos de esta obra y sobre la necesidad de radicalizarse en un sistema capitalista que nos conduce al colapso.

EV: El libro fue escrito como una advertencia de lo que ocurrirá si las cosas en nuestra sociedad siguen radicalizándose de igual modo que en los últimos 15 años o más a través de diferentes crisis, comenzando con la financiera y económica del 2008 en adelante. En este contexto, el libro ni siquiera apela a la necesidad de rebelarse a tal sistema, sino que simplemente presenta cómo será (de nuevo) el escenario de ello. Mirándolo objetivamente, se trata de una cosa de lógica. Un sistema de injusticias sociales, en descomposición, de explotación masiva, de envenenamiento con propaganda chovinista y demás, tarde o temprano lleva a la rebelión: justo tal y como uno más uno «causa» dos. Nosotros, quienes muchas veces nos enfrentamos a los reproches de ser extremistas, podemos simplemente poner una sonrisa paternalista, pero luego debemos preguntarnos qué es realmente extremista en los tiempos actuales en un sistema global neoliberal. Ocho personas tienen en sus manos tanta riqueza como la mitad pobre del mundo; ¿acaso no es eso un ejemplo supremo de extremismo?

En 2011 los bancos internacionales y diversos fondos financieros ganaron inimaginables sumas de dinero especulando con los precios mundiales de los alimentos, empujando con ello directamente a decenas de millones de personas más a la carestía. ¿Es que eso no es extremismo? Menciono el 2011 porque entonces estaba como periodista en Sudán del Sur, en la provincia de Gok Machar, viendo cómo las personas morían de hambre. En nuestras sociedades, por su parte, entre los jóvenes se propagan la depresión y la ansiedad, porque cada vez son más conscientes de que han nacido en un mundo catastrófico y, a la vez, son obligados a contemplar a unos líderes mundiales envejecidos a quienes importa bien poco el futuro. Todo esto es extremismo.

Cuando me dirijo a los jóvenes, siempre les digo que cambien la depresión por la furia, puesto que tienen todo el derecho a estar furiosos, y, además, la furia puede ser constructiva, la depresión, nunca. Como ya he dicho, la novela Las sombras no arden sirve como advertencia, pero si las cosas de verdad llegan tan lejos como para explotar, entonces la novela también servirá como manual de guerrilla urbana.

TxH: Te dedicas a muchos más proyectos. Coméntanos qué otras obras documentales o libros estás preparando en un futuro.

EV: En estos momentos estoy escribiendo un libro sobre Ucrania, donde he estado cuatro veces en el último año y que en mis planes entra el volver allí. Desde marzo del año pasado en Ucrania he pasado en total dos meses y medio, primero como periodista y luego he llevado tres veces ayuda humanitaria, concretamente a Járkov (dos veces) y Jersón (una vez).

El libro, que aún no tiene título, narrará mis experiencias generales sobre la vida en las ciudades asediadas, haciendo hincapié en la red de solidaridad y ayuda internacional-ucraniana, formada por incontables voluntarias y voluntarios. Considero que en este mundo enloquecido debemos dar cabida a buenos ejemplos de apoyo mutuo, ayuda y humanidad.

Y hay otra razón por la cual escribo este libro. La gente me pregunta frecuentemente qué es lo peor para mí de la guerra. Lo peor es, al volver a casa, afrontar la incomprensión e indiferencia de mi propia sociedad. Las polémicas contradictorias y estériles, sobre todo entre los activistas de izquierdas, sobre quién es el culpable, cómo se ha llegado a la guerra en Ucrania y a quién hay que apoyar no solo me ponen de los nervios sino que también me duelen como ser humano. Estos debates me recuerdan a los borrachos que ven un partido de fútbol y en sus cabezas hacen de árbitro. Con este libro quiero acercar la guerra de Ucrania a la gente, para que realmente conozca qué es la guerra y qué sufrimiento causa a las personas afectadas por ella. Además, reflexiono sobre otra cosa más: cada guerra a la que he ido en las últimas dos décadas nos resulta más cercana geográficamente hablando. Esto me llena de preocupación, y la mayoría de la gente ni se inmuta.

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