Palestina y el Sáhara como monedas de cambio. Biden apuesta por el continuismo con las políticas de Trump

El 6 de diciembre de 2017, hace tres años ya, el mundo contuvo el aliento cuando el presidente Donald Trump anunció que reconocería oficialmente la ciudad de Jerusalén como la capital del Estado de Israel. Al sacar la Embajada de Tel Aviv rompió con décadas de política de fingida neutralidad de Estados Unidos (EEUU) en el conflicto palestino-israelí. Además, supuso el comienzo de una serie de catastróficas decisiones encaminadas a enterrar las aspiraciones del pueblo palestino y otorgar al Estado de Israel – su mayor aliado en una región desestabilizada por sus políticas imperialistas – todas sus reivindicaciones.

Diciembre de 2017: EEUU reconoce a Jerusalén como la capital de Israel

Lógicamente, al pueblo palestino le preocupó esta decisión, pues los designios del gobernante del país más poderoso del mundo tienen la costumbre de transformarse en realidad y si Jerusalén termina por convertirse, de facto, en la capital de Israel, la colonización de su territorio terminará por tornarse en irreversible. Por ello, el año 2017 concluyó con fuertes disturbios y protestas por toda Palestina[1].

La denominada “comunidad internacional” expresó, en su momento, su rechazo a la decisión de Trump. La ONU recordó que estas decisiones se deberían negociar entre Israel y Palestina[2]; varios países árabes “condenaron” la decisión, como así lo hicieron algunos países de Europa occidental; y la UE, por su parte, expresó su “preocupación” por la decisión. Únicamente apoyaron la decisión Israel – liderado por un Benjamin Netanyahu convertido en el fan número 1 de Trump – y varios países del este de Europa gobernados por la ultraderecha.

Donald Trump y Benjamin Netanyahu

Dentro de EEUU, la oposición (el Partido Demócrata) condenó la designación de Jerusalén como la capital y sus líderes boicotearon la fiesta anual de la Embajada de Israel en Washington de 2018. Era, al fin y al cabo, la decisión fácil: oponerse a la nueva barbaridad de Trump y la ultraderecha yanki e israelí, apostar por el camino moderado que se seguía anteriormente y ganar rédito político por la desestabilización generada por el presidente.

Dos años después, sin embargo, durante las primarias del Partido Demócrata, ningún candidato – ni siquiera los más progresistas, como Sanders o Warren, quienes habían atacado con mayor fiereza el cambio de Embajada – expresó que revertiría la política de Trump. El por entonces candidato Joe Biden, que sin duda buscaba ganarse el apoyo de ciertos lobbies, manifestó que mantendría la Embajada en Jerusalén, reconociendo su pertenencia a Israel, pero que buscaría entablar relaciones con Palestina en Jerusalén Este.

Enero de 2020: EEUU presenta un Acuerdo de Paz que favorece los intereses de Israel

En la pre-campaña electoral, la Administración Trump presentó su Acuerdo de Paz para la región. Éste comprendía la conformación de dos Estados: uno palestino fragmentado, conectado por corredores de conexión (algunos subterráneos) entre los centenares de microterritorios en que quedaría reducido. Otro sionista, con capital en Jerusalén y un nuevo trazado de las fronteras que concede a Israel el oeste del Valle del río Jordán, con lo que se anexionaría parte de Cisjordania, plasmando geográficamente las pretensiones originales de Israel de reducir Palestina a la nada social y política[3].

La propuesta, presentada por el yerno de Trump, era tan claramente proisraelí que nadie en la comunidad internacional se la tomó demasiado en serio. Un entusiasmado Netanyahu renombró un asentamiento situado en los Altos del Golán Ramat Trump en honor a su presidente favorito y la Autoridad Palestina, por su parte, cortó relaciones con Israel y EEUU.

Diciembre de 2020: Trump reconoce el Sáhara Occidental como un territorio bajo la soberanía de Marruecos

Un año más tarde, el 10 de diciembre de 2020 – habiendo perdido ya las elecciones de EEUU y con un pie fuera de la Casa Blanca –, Trump repitió una jugada muy similar y reconoció los territorios del Sáhara Occidental como pertenecientes al Reino de Marruecos[4]. De nuevo, el Emperador del Mundo decidiendo por los demás, al margen de la legalidad internacional y de las críticas dentro y fuera de su país[5]. Esto supuso un enorme paso en la dirección de normalizar la colonización marroquí sobre el territorio saharaui y modificó radicalmente la posición de EEUU en relación con el conflicto[6]. Por ejemplo, hasta ahora, el Acuerdo de Libre Comercio de EEUU y Marruecos no era aplicable en el Sahara Occidental, porque EEUU no reconocía la soberanía marroquí sobre el territorio.

A cambio de la nueva decisión del presidente de EEUU, el rey Mohamed VI aceptó entablar formalmente relaciones diplomáticas con Israel y normalizar la presencia del Estado sionista en el mundo árabe. De esta manera se ha dejado vendido al pueblo saharaui para poder rematar al pueblo palestino.

Explica el profesor de Derecho Internacional Público, Juan Soroeta Liceras, en Viento Sur que «Marruecos ha tratado de ocultar esta evidencia ante su opinión pública y ante la opinión pública internacional, porque oficialmente ha pretendido ser el principal valedor de los derechos del pueblo palestino. El establecimiento de relaciones diplomáticas oficiales entre estos dos Estados, “a cambio” del reconocimiento de la soberanía marroquí sobre los territorios ocupados, deja en evidencia el verdadero papel que ha desempeñado y está dispuesto a desempeñar la monarquía alauita en “defensa” de los derechos del pueblo palestino.

De hecho, la pretendida imagen de Marruecos de principal valedora en el mundo árabe del pueblo palestino ha sido la razón por la que los movimientos de liberación nacional palestino y saharaui no se hayan entendido ni se hayan unido para hacer un frente común a una violación del Derecho internacional prácticamente idéntica. Jurídicamente, la situación de Marruecos en el Sahara Occidental es la misma que la de Israel en los territorios ocupados palestinos«.

La decisión de Trump ha venido acompañada, además, del inicio de una guerra en territorios saharauis por la violación del alto al fuego de Marruecos. Una guerra que el gobierno marroquí se niega a reconocer y a la que nadie en Occidente la presta ninguna atención, pues Europa tiene fuertes relaciones comerciales con el régimen alauita[7] y cuenta con él para contener – violentamente – la inmigración que busca llegar a nuestras costas.

Añade Soroeta en su artículo que, «curiosamente, desde hace años, Israel se ha venido quejando ante la Unión Europea del desigual trato que ha venido dando la Organización a las ocupaciones militares israelí y marroquí. Y es que, en efecto, aunque tímidamente, la Unión Europea presiona a Israel para que respete los derechos de la población palestina. Así, por ejemplo, Israel se ha quejado de que para que los productos elaborados en los asentamientos coloniales en Palestina puedan ser comercializados en el territorio de la Unión Europea, deben ser etiquetados como “productos elaborados en un asentamiento israelí en los territorios ocupados palestinos”, mientras que los productos procedentes del Sahara ocupado entran libremente en la Unión Europea. Y lleva razón: la Unión Europea no mide con el mismo rasero las violaciones del Derecho internacional en Palestina y en el Sahara Occidental, pese a que jurídicamente son idénticas.

La decisión de Marruecos tiene una consecuencia clara: a partir de ahora ya no será considerado como un Estado que apoya la causa palestina. Queda retratado como lo que es: un Estado que, como EEUU, apoya la ocupación«.

Enero de 2021: Joe Biden se convierte en Presidente de EEUU

Unas semanas después y tras pasar por un asalto al Capitolio de EEUU liderado por grupos de extrema derecha[8], Joe Biden accedió a la presidencia. Y lo primero que hizo fue revertir las decisiones de Trump y apoyar a los pueblos oprimidos bajo ocupación militar. Ah no, disculpad, no hizo nada de eso.

Al contrario, el pasado 19 de enero Anthony Blinken, el nuevo Secretario de Estado de Biden, confirmó que Jerusalén seguiría siendo la capital del Estado de Israel a ojos del país más poderoso del mundo.

Joe Biden y Benjamin Netanyahu, en 2016

En cuanto al Sáhara, la Administración Biden no ha hecho ningún gesto que indique que vaya a dar marcha atrás en el reconocimiento de Trump. “Los primeros indicios indican que Biden proseguirá el camino marcado por Trump para lograr que Estados árabes reconozcan a Israel”, escribe Tony Iltis en Jacobin[9]. “Marruecos ha dejado claro que su reconocimiento de Israel se encuentra condicionado a que EEUU apoye sus reivindicaciones sobre el Sáhara Occidental”, añade.

Por tanto todo apunta, oh sorpresa, al continuismo. Tras hacer lo fácil, que es criticar a Trump – un ser torpe, autoritario, maleducado, con tics fascistas, que no genera simpatía – por jugar a ser Dios con la política internacional, por recrudecer conflictos y por apoyar a colonizadores y regímenes militares que violan sistemáticamente derechos humanos, el Demócrata en la Casa Blanca hace lo mismo que su predecesor Republicano. Una experiencia que nos recuerda al PSOE (y, ahora también a Podemos) cada vez que le arrebata el poder al PP.

No podemos decir que estas cosas nos sorprendan. Tras el gobierno del republicano George Bush padre (quien había iniciado las Guerras de Panamá y de Irak) le sucedió el demócrata Bill Clinton. Clinton endureció las sanciones sobre Cuba, lideró los bombardeos de la OTAN sobre Serbia y Bosnia y reformó las leyes penales en materia de drogas para perjudicar más a la población negra. Tras Clinton gobernó George Bush hijo, con sus desastrosas invasiones de Afganistán e Irak – que desestabilizaron todo Oriente Medio –, su pésima gestión del Huracán Katrina, su legalización de la tortura y su Ley Patriótica que tantos derechos fundamentales viola. Tras este gobierno tan devastador, Barack Obama ganó las elecciones con un mensaje de esperanza y conciliación. Su sueño, sin embargo, se convirtió en la pesadilla de millones tras iniciar las guerras de Siria y Libia, potenciar el programa de muertes selectivas con drones en jurisdicciones ajenas, no revertir las políticas de inmigración e inundar Oriente Medios de armas. Y tras Obama llegó Trump, sobre quien sobran los calificativos.

Cualquier presidente de EEUU ha gobernado siempre como un emperador mundial, como un rey absoluto, que toma decisiones sobre lo que sucede en cualquier parte del planeta, sin sufrir consecuencias. Y así, hasta que termine por destruir el mundo. Nos vienen a la cabeza las palabras de Calderón de la Barca: “Sueña el rey que es rey / y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando / y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe / y en cenizas le convierte la muerte (¡desdicha fuerte!) / ¡que hay quien intente reinar viendo que ha de despertar / en el sueño de la muerte!”.

Nosotras tenemos claro dónde nos situamos en cualquier conflicto internacional: del lado de las oprimidas; de quienes sufren el apartheid, la discriminación jurídica y la ocupación militar. Y eso, siempre, es del lado contrario a las políticas de EEUU e Israel.


[1] Sobre las protestas de finales de 2017 y principios de 2018 publicamos un artículo hace tres años titulado “Ahed Tamimi: símbolo de la resistencia palestina contra la ocupación israelí”.

[2] La postura oficial de la ONU es que la “solución” al conflicto es la creación de dos Estados. Ciertos sectores palestinos lo aceptan como un acuerdo de mínimos y una enorme concesión por su parte. El Estado de Israel, por su parte, nunca ha dado pasos serios en la dirección de permitir la creación de un Estado palestino y apuesta por la colonización completa del territorio y la asimilación del Estado de Israel, al margen de lo que establece el Derecho Internacional. Historiadores como Ilan Pappé consideran que la política israelí ha sido y es la de una limpieza étnica.

[3] Véase “El robo más grande jamás negado: fragmentar Palestina, fortalecer Israel”.

[4] Sobre esta decisión (y la historia completa del conflicto entre el Sáhara y Marruecos) publicamos hace tres meses un artículo titulado “La Guerra vuelve al Sáhara Occidental.

[5] En 1991 la Resolución 690 de la ONU decidió que se llevaría a cabo un referéndum sobre el futuro del Sáhara Occidental. Marruecos nunca ha permitido que dicha consulta se lleve a cabo.

[6] Véase el artículo “Las Consecuencias de la decisión de Trump de reconocer la soberanía marroquí sobre los territorios ocupados del Sáhara Occidental”, de Juan Soroeta en Viento Sur.

[7] Al respecto, recomendamos el documental Ocupación S.A.

[8] Véase «Causas y consecuencias del asalto al Capitolio«.

[9] Véase “After Trump’s colonial carve-up, Western Sahara has risen up. An interview with Hamdi Toubali”.

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