Canarias es la nueva Lesbos: el infierno de Arguineguín

Se han instalado 7 grandes campamentos temporales de migrantes por distintos puntos de las Islas Canarias. Se trata de una estrategia, adoptada por el “gobierno más progresista de las historia”, que imita, aunque en condiciones y cifras diferentes, a la que se lleva practicando desde el 2015 en la isla griega de Lesbos (de un país actualmente gobernado por la derecha): crear una jaula para quienes alcanzan sus costas de manera irregular. Ésta está siendo la respuesta a la mayor llegada de migrantes por mar a las Canarias desde la denominada Crisis de los Cayucos de 2004, en la que sobrevivieron al viaje 31.500 personas: crear espacios de detención informal, carentes de derechos y faltos de recursos.

En lo que va de año, 18.300 migrantes han llegado a las islas en patera o cayuco, un 1.019% más que en 2019. No deja de ser menos de un 20% de la capacidad que tiene el Santiago Bernabéu y a pesar de ello se lo tacha de «crisis migratoria» o directamente de «invasión». La derecha no ha parado de extender bulos sobre una invasión por parte de soldados africanos en los últimos meses. Abascal, por ejemplo, viajó a Canarias y solicitó al Gobierno un «bloqueo naval» de las islas con las Fuerzas Armadas para impedir la «invasión inmigratoria». El diplomático Jorge Fuentes, por su parte, también habla de invasión, asegura «que nadie podría partir de las costas marroquíes o mauritanas sin el visto bueno de las autoridades magrebíes, de ahí la imperiosa necesidad de estar volcados en la negociación con nuestros vecinos del Sur» y afirma que «no es el momento de defender la justa causa saharaui exigiendo el referéndum sobre su futuro pactado por la ONU, como acaba de remover inoportunamente el vicepresidente Iglesias, un gesto que multiplicará automáticamente la salida de nuevas pateras«.

De los migrantes que llegan al achipiélago, el 65% llegan a Gran Canaria; el 20%, a Tenerife; y el 10%, a Fuerteventura.

Las personas que se bajan de la patera técnicamente no se encuentran privadas de libertad, pero a pesar de ello se les retiene en campamentos lejos del continente para evitar su tránsito por el resto de países de la unión y desincentivar más llegadas. Una estrategia, aplaudida por la denominada UE de las libertades, que pasa por hacinarlas (en noviembre el campamento del muelle de Arguineguín albergaba a 2.600 personas), entregar menos de un litro de agua por persona, tenerles sin duchas, luchando por un cartón sobre el que dormir y comiendo hasta dos semanas tres bocadillos diarios y zumos envasados. Y así, en el infierno, por tiempos de hasta 3 semanas, pese a que la ley impone un máximo de 72 horas.

Un día en Arguineguín

Como explica un artículo titulado «Un día en el campamento para migrantes de Arguineguín» (eldiario.es), «cuando pisan Arguineguín, se procede a su filiación. En un mismo paquete viene la hoja de registro y una pulsera. El brazalete incluye el número de la patera en la que han llegado y, en lugar del nombre y apellido de cada una de ellos, otra cifra. La pulsera es roja si la persona ha precisado atención médica en el muelle, y verde si se encuentran «bien». Después reciben asistencia médica. Una de las carpas del muelle funciona como pequeño hospital, pero las personas en un estado de extrema gravedad son evacuadas a los hospitales de la isla. Ambos están a más de una hora de distancia. 

El estado de salud y de ánimo de los migrantes aglomerados en el muelle va cayendo con el paso de los días. En algunos casos, sobre todo en el de las personas que viajan desde países subsaharianos, se desvanecen en cuanto pisan tierra después de haber estado hasta dos semanas en un cayuco. Tras recibir una primera asistencia, son ubicados en carpas, en las que no se pueden mezclar personas que hayan llegado en embarcaciones diferentes, como medida de prevención para contener la COVID-19. Cada una de las tiendas está bordeada por una valla amarilla. Cuando llega la hora del reparto de la comida, quienes se encuentran muy mal «apenas tienen fuerzas para levantarse y salir a recoger el bocadillo«. 

¿Una crisis migratoria o una crisis del sistema?

Como hemos dicho, los medios, de todos los colores (si bien con predominancia de los de derechas) no han dudado en tildar la nueva llegada de migrantes a Canarias desde agosto como una «crisis migratoria». Algunos van más allá; «Esto no es una crisis migratoria ni humanitaria. Esto es una invasión solapada en toda regla. Marruecos nos está invadiendo a diario«, publicó El Mundo el 19 de noviembre. Por su parte, el medio Confilegal (la web jurídica más importante de España) publicó una columna de opinión titulada «Inmigración irregular en Canarias, ¿invasión organizada?» en la que considera que Marruecos quiere recuperar las Canarias, que la llegada de migrantes se trata de una nueva Marcha Verde y que existen numerosos yihadistas infiltrados intentando llegar a nuestras costas.

Otras voces más sensatas, sin embargo, indican que realmente se trata de una crisis de acogida. Es importante que no interioricemos el lenguaje que culpa las personas vulnerabilizadas (las migrantes) y que pongamos el foco en quién tiene la culpa de la crisis. En eldiario.es, por ejemplo, se publicó lo siguiente: «El campamento de migrantes en el muelle de Arguineguín se ha convertido en el símbolo de la gestión del Gobierno al aumento de las entradas de pateras a Canarias. Los recién llegados, exhaustos después de haber transitado una de las rutas más peligrosas para llegar a Europa, son alojados en el llamado campamento de la «vergüenza». Sus carpas no son suficientes para resguardarlos a todos. Duermen sobre mantas extendidas en el suelo irregular del puerto, donde se ha documentado la presencia de ratas. Este campamento que, decían, era «de emergencia» cumple cuatro meses operativo a pesar de los anuncios de su inminente cierre. La falta de previsión, la descoordinación entre ministerios y las reticencias de Interior a trasladar a inmigrantes a la península, sumado a una crisis sanitaria que lo dificulta todo, han desencadenado en una crisis de acogida de la que las ONG y autoridades locales llevaban meses advirtiendo«.

La llegada de personas huyendo de situaciones dramáticas (la guerra civil de Mali es un ejemplo claro) era previsible. Todo el mundo sabía que iba a suceder. «Las previsiones acerca de la reactivación del flujo migratorio hacia Canarias se remonta a dos años atrás, ante el cierre de la ruta entre Libia e Italia. Las llegadas a través del trayecto atlántico, surgida tras la llegada de la primera patera a Fuerteventura en 1995, comenzaron a aumentar progresivamente desde 2018, cuando se superaron las 1.000 personas que alcanzaron las costas isleñas (algo que no ocurría desde 2009). En el segundo semestre de 2019, la tendencia se confirmaba, pero el fenómeno pasó desapercibido para las administraciones competentes, que se han demorado hasta este verano para habilitar espacios donde alojar migrantes«, explica el artículo de eldiario.es.

La UE avala la mano dura contra la migración

No es la primera vez que la UE avala la mano dura de Grecia en la frontera. Recordemos que así lo hizo, con semántica bélica incluida, en marzo de este año, cuando la policía griega se empleó con violencia en la frontera para impedir la llegada de personas desde Turquía (lo cual causó la muerte de al menos dos refugiados y decenas de heridas). “Agradezco a Grecia que sea el escudo de Europa” dijo entonces la presidenta de la Comisión Europea en el paso de Kastaniés.

Las fronteras impermeables, móviles y sofisticadas de la UE

La metáfora de la Fortaleza Europa representa una construcción muy sofisticada, mucho más que el continente fortificado de la Segunda Guerra Mundial. Como explica el artículo «Grecia y la cuestión meridional de la Unión Europea» (elsaltodiario.com), «sus líneas de fortificación son móviles y están repletas de dispositivos de vigilancia electrónica, que refuerzan un arsenal represivo centrado en las armas de la burocracia y el miedo. Sus muros son semipermeables, diseñados no solo para excluir sino para filtrar la entrada de un modo muy restrictivo, fabricando y modificando constantemente los sistemas de categorización jerárquica, de los cuales es solo un ejemplo la distinción entre los “refugiados” —aceptables, pero solo en cantidades limitadas— y los “inmigrantes económicos”, ilegítimos y, por lo tanto, inaceptables. Opera estableciendo pactos con otros Estados o agencias, subcontratando las funciones de coerción, detención, vigilancia y control. Con esos medios, buen número de Estados no miembros a lo largo del litoral mediterráneo y más allá se han transformado en zonas de amortiguación, como anillo externo de las defensas fronterizas de la UE. […]

La “frontera” de la UE es, pues, mucho más compleja que una simple línea de separación entre los poderes territoriales soberanos. Implica relaciones de poder híbridas y desiguales, obligaciones asimétricas, regímenes solapados cuyos límites no coinciden. Como primera aproximación, podemos decir que la relajación del control interno sobre las fronteras nacionales de los Estados miembros se ha visto compensada por el fortalecimiento externo del perímetro de la UE”. Y la creación de estos campamentos son una muestra más de que las autoridades europeas nunca se cansan de pensar en nuevas formas de reprimir la llegada de migrantes que huyen de la miseria.

Estos campamentos deben cerrarse ya, empezando por el de Arguineguín. Exigimos la inmediata libertad de sus habitantes y el reconocimiento del derecho a la libre circulación de las personas.

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