Stuart Christie, in memoriam

No esta siendo fácil este año 2020. Estamos asistiendo, por distintas razones, a la desaparición de una generación que marcó la historia reciente de nuestro país. Ya sea por las consecuencias de la pandemia del coronavirus o por terribles enfermedades hemos perdido a una parte de la historia que nos podían contar en primera persona acontecimientos de trascendencia.

Uno de esos personajes que nos ha dejado recientemente ha sido Stuart Christie. El pasado 15 de agosto el corazón de Stuart dejaba de latir tras una terrible enfermedad que acabó con él en poco tiempo. Su muerte generó una escalada de condolencias y de recuerdos, lo que indica de la importancia del personaje que se nos ha ido. Agradecemos este pequeño espacio para poder recordar a Stuart en su justa dimensión, por la importancia del trabajo que realizó y por lo que significó para nuestra historia reciente.

En todos los obituarios que han aparecido de Stuart, ya fuese en prensa generalista o en periódicos más militantes, ha habido un hecho que se ha destacado por encima de otros: Stuart Christie fue el anarquista británico que en 1964 intentó asesinar al dictador Franco en el palco del Santiago Bernabéu. Y ciertamente, Stuart, que llevaba conociendo el anarquismo desde tiempo antes, había entrado en contacto con círculos de exiliados españoles en Francia y había ofrecido la posibilidad de participar en un atentado que pusiese fin a la vida de un dictador que llevaba dominando el país bajo una fuerte represión desde 1939. Todos estos pormenores, Stuart los explicó en un libro autobiográfico de dicho acontecimiento bajo el título de General Franco made me a terrorist, que fue publicado en España con idéntico título (Franco me hizo terrorista. Memorias de un anarquista que intentó matar a un dictador). No merece la pena, por lo tanto, insistir en este aspecto que tanta tinta ha suscitado. Para eso nos remitimos al propio trabajo de Stuart.

Stuart Christie fue mucho más que alguien que intentó matar a Franco. Nacido en el seno de una familia obrera en Glasgow, tuvo una muy temprana vinculación, en su juventud, a los grupos anarquistas locales, y entusiasmado por el estudio del anarquismo, no dudó en tomar contacto con distintos libertarios del mundo. Siempre reclamaba la tradición proletaria del anarquismo. Con los españoles, ya hemos reseñado, que lo hizo en la década de los sesenta, impresionado también por la ejecución que en España se había llevado a cabo contra los anarquistas de las Juventudes Libertarias Francisco Granado y Joaquín Delgado (asesinados por garrote vil en agosto de 1963).

La acción fallida de su intento de liquidar al dictador no le impidió pasar por las prisiones españoles, eludiendo la pena de muerte. En Carabanchel, donde vio muchos anarquistas y comunistas, pero ningún socialista (como a él le gustaba remarcar), trabajaba en la imprenta de la cárcel, aprendió el castellano y estudió para poder entrar en la Universidad británica. A pesar de todo, consiguió la libertad en 1967 merced a la presión internacional que pedía su liberación, en la que se implicaron personajes de primer orden del campo intelectual como Bertrand Russell o Jean-Paul Sartre.

A su regreso a Reino Unido, Stuart no dejó de seguir trabajando en el campo anarquista y estaba en el punto de mira de la policía británica, quienes falsificaban pruebas de su pertenencia a la famosa The Angry Brigade. Aunque no se pudo demostrar nada y resultó absuelto, pasó 18 meses detenido en lo que era uno de los juicios más largos de la historia inglesa.

La dimensión de Stuart no solo se ciñe a una comprometida militancia anarquista, que le llevó a refundar también la Cruz Negra Anarquista para la defensa de los presos libertarios en todo el mundo. Consciente de que el mejor camino para la expansión de las ideas libertarias es el desarrollo de la cultura, y coincidiendo en ello con los valores más clásicos del anarquismo, se dedicó de lleno al estudio de la historia del anarquismo, fundado una de las editoriales más importantes en ese campo: Cienfuegos Press, publicando desde las Islas Orcadas, las más remotas de Escocia, debido al acoso policial persistente en Londres. No solo fueron libros, también proyectos periodísticos para poder vehicular las ideas que le defendía.

De Stuart podemos destacar muchas cosas. Fue el primero de su entorno familiar en pisar las aulas universitarias: a principios de los 80 hizo la carrera en Queen Mary College (Universidad de Londres), donde estudiaba Historia y Ciencias Políticas – esa decisión también fue influido por su contacto con los exiliados anarquistas españoles de Londres: en el Centro ibérico conoció a Paul Preston, profesor en aquel entonces en aquella Universidad. Luego tenemos su preocupación por conocer la historia del anarquismo, centrándose en muchas ocasiones en la historia del anarquismo español. Producto de ello dio origen a uno de los pocos libros que existen actualmente y que habla de la historia de la Federación Anarquista Ibérica: Nosotros, los anarquistas. Un estudio de la Federación Anarquista Ibérica (1927-1937), que en España se publicó en las ediciones de la Universidad de Valencia. Junto a muchos otros escritos, Stuart se preocupó desde muy temprano por el resurgir de los grupos de la ultraderecha en Europa y las estrategias que los mismos llevaron a cabo en la década de 1970 y 1980. Unas visiones que hoy siguen vigentes viendo el panorama europeo y mundial con el ascenso de dichos grupos.

Del mismo modo, a aquella primigenia Cienfuegos Press le siguió Christie Books, una editorial que ha mantenido hasta el mismo momento de muerte. Era un hombre muy culto, un editor incansable y, a la vez, paciente, un gran amante de las palabras con una fe enorme en su capacidad de transformar el ser humano. Y no es una editorial cualquiera, pues Christie Books, anticipándose en mucho al modelo de libro electrónico, puso en línea a bajo coste clásicos de la historia del anarquismo que Christie tradujo al inglés, apoyándose en conocedores de la historia del anarquismo español. Gracias a Stuart Christie conocidemos ediciones en inglés de libros como La CNT en la Revolución española, las obras completas de Antonio Téllez, el mejor conocedor hasta la fecha del maquis anarquista, u obras menos conocidos pero no por ellos menos importantes como ¡Teníamos que perder! de García Pradas. Aquí hay que destacar la gran labor llevada a cabo también por su buen amigo Paul Sharkey, gran traductor.

Era un hombre fiel, leal a un ideal, una causa y a los amigos y los compañeros. Pero vamos a destacar una última cuestión a todo este currículum de Stuart. Ante todo, este convencido anarquista escocés, era una buena persona, con un gran sentido de humor. Alguien afable y cercano, que gustaba de oír y escuchar. Que no dudaba en preguntar cuando no sabía algo y del que siempre aprendías cosas.

El movimiento anarquista internacional ha perdido un gran baluarte. Y ese valor humano, militante e intelectual se va a echar mucho en falta.

Que la tierra te sea leve, Stuart.

Chris Ealham y Julián Vadillo Muñoz (historiadores)

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