En recuerdo de quienes nos han sido arrebatados por el coronavirus

Todos los días se publica la noticia de que algún famoso ha sido contagiado del CoVid-19. Parece que el virus tiene una especial predilección por políticos, sin importar su color. También nos llegan groseras historias del trato de favor que solicitan algunos pacientes VIP mientras los medios siguen su evolución sin perder detalle y nos ignoran al resto.

Mientras tanto, se han producido más de 248.000 muertes en el mundo (25.000 solo en el Estado español) y 3,5 millones de positivos (218.000 en nuestro contexto geográfico). El virus se ha llevado a familiares, amigas y compañeras, de quienes no nos hemos podido despedir en condiciones, dejando un terrible dolor a su paso.

Chato Galante

Entre las personas anónimas que nos han dejado por culpa de esta pandemia se encuentran, entre otros, Chato Galante, luchador antifranquista, ex-preso, torturado en comisaría por Billy el Niño y activista por la memoria histórica y uno de los protagonistas del documental El Silencio de Otros. Se trataba de una persona carismática y con gran sentido del humor. Chato, además, fue uno de los fundadores de Ecologistas en Acción hace más de veinte años.

Unos días después de su muerte, el 7 de mayo, fallecería por el mismo virus su torturador, Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño.

Rafael Gómez

Otro fallecido por el coronavirus es Rafael Gómez, zapatero de profesión y el último combatiente de La Nueve que quedaba con vida a sus 99 años de edad. La Nueve fue una compañía de soldados republicanos y anarquistas españoles, conocida por ser los primeros en entrar en París para liberarla de los nazis. Lo hicieron cantando «Ay, Carmela» sobre los tanques Brunete, Madrid, Guadalajara, España Cañí, Les Pingouins (bautizado así por anarquistas después de que los franceses no le dejaran llamarlo Buenaventura Durruti), etc. También asaltaron el Nido del Águila, el refugio alpino de Hitler. De los 146 combatientes de La Nueve sólo quedaban 16 vivos al finalizar la guerra. Dejaron un reguero de lápidas de París a Baviera.

Salvador Guzmán

También nos deja, a los 92 años, Salvador Guzmán, uno de los supervivientes del trágico episodio de la Guerra Civil conocido como La Desbandá (el éxodo provocado por la entrada del ejército franquista en Málaga, que movilizó hasta 150.000 personas, en su mayoría mujeres y niños) y activo colaborador de las asociaciones memorialistas para recuperar los relatos de la represión.

Roger Matthews

En el mundo del estudio de las prisiones y la lucha contra los abusos penitenciarios también se ha despedido de importantes figuras. Una es Roger Matthews, sociólogo de la prisión y representante del realismo criminólogico izquierdista, que falleció el 8 de abril.

Rafael Estévez

Otra persona a la que queremos recordar a Rafael Estévez Guerrero (@koyserx en Twitter) compañero anarquista, afiliado a CNT Sevilla y miembro de la Coordinadora Antifascista de dicha ciudad. Pese a tener tan solo 37 años de edad también ha fallecido a consecuencia del coronavirus. A Ligia María, su mujer, le dijeron en el hospital “déjelo en nuestras manos y rece” poco antes de su muerte. Rafa acababa de publicar un ensayo autoeditado sobre su pueblo natal titulado Comunismo Libertario en La Rinconada (Sevilla, 2019), donde en 1933 se produjo una insurrección que acabó con la proclamación del comunismo libertario. Lo que le motivó para escribirlo fue un recorte de periódico sobre este breve periodo de libertad que vivió la localidad que halló de adolescente entre las pertenencias de su tío abuelo cuando murió.

Lorena Borjas

Al otro lado del charco el 30 de marzo falleció Lorena Borjas. Lorena era una mujer trans de origen mexicano. Ella se hacía llama «Latinx transgender«. Con 20 años se mudó a Queens, Nueva York, en 1981, con la intención de acceder a una terapia de hormonas y poder realizar su transición a su identidad como mujer. Allí, inició una relación tóxica con un maltratador y explotador que resultó en su adicción al crack, a convertirse en víctima de trata, a sufrir múltiples detenciones a manos de la policía y terminó por contraer el VIH. Vio morir a muchas compañeras trabajadoras sexuales a causa del SIDA y las drogas.

Tras poner fin a dicha relación, Lorena se desenganchó del crack y se dedicó al activismo social. Comenzó a dar protección a mujeres víctimas de trata y prostitución forzosa, daba cobijo a mujeres que habían sido expulsadas de sus casas, proporcionaba preservativos y pruebas de VIH gratuitas a compañeras prostitutas e inició un programa de intercambio de agujas limpias para mujeres que estuvieran en tratamiento hormonal.

En 1986 fue amnistiada por sus condenas por prostitución al aprobarse la reforma de la Ley de Extranjería de EEUU, lo cual le permitió adquirir la condición de residente permanente.

En el ámbito jurídico, acudió por primera vez al Sylvia Rivera Law Project (una asesoría jurídica que toma el nombre de la conocida activista trans, miembro de Acción Travesti Callejera Revolucionaria) como clienta, cuando fue detenida, y terminó por militar en dicho colectivo, en las áreas de Extranjería y Penal. También fundó la Lorena Borjas Community Fund, un fondo destinado a pagar fianzas de personas LGTBiQ que hubieran sido detenidas y se enfrentaban a un procedimiento penal.

Durante el inicio de la pandemia del Covid-19 inició un grupo de apoyo mutuo, la Transgender Emergency Fund, para apoyar a las personas trans que sufrieran económicamente durante la crisis. Por desgracia, falleció días después.

Carlos Ernesto Escobar Mejía

En el mismo país falleció, el 6 de mayo, Carlos Ernesto Escobar Mejía, un exiliado salvadoreño que tuvo que abandonar su país en 1980 para instalarse en Los Angeles (California), huyendo de la guerra civil iniciada por Estados Unidos cuando apoyó el golpe de Estado contra Carlos Humberto Romero y financió a la Junta Militar. La financiación que las administraciones de Carter y Reagan prestaron a los golpistas para enfrentarse al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y detener la expansión del comunismo se saldaron con las muertes de 70.000 personas y el desplazamiento forzoso de un 25% de la población.

Durante 30 años Carlos Ernesto residió en EEUU como inmigrante ilegal. En enero de este año fue detenido por ICE (la policía de extranjería) e ingresado en la prisión de Otay Mesa (en San Diego), la cual es gestionada por la empresa privada CoreCivic. Cuando estalló la pandemia, varias personas presas del centro iniciaron protestas demandando mascarillas, guantes y otros equipos de protección y fueron amenazadas con gas pimienta.

El 15 de abril, Carlos Ernesto solicitó la libertad provisional, alegando que padece diabetes, hipertensión y había sufrido varias operaciones a lo largo de su vida, lo cual le convertía en una persona de riesgo. El juez de extranjería Lee O’Connor se la denegó.

Nueve días después dio positivo por coronavirus y fue ingresado en un hospital. El 6 de mayo falleció por problemas respiratorios, convirtiéndose en la primera persona bajo la custodia de ICE en fallecer por coronavirus. Otras 10 personas extranjeras habían muerto bajo custodia del gobierno de EEUU en 2020 con anterioridad, pero ninguna lo había hecho por el Covid-19. La suya es la crónica de una muerte que se podría haber evitado.

Al menos 705 personas bajo la custodia de ICE han dado positivo por coronavirus (el 48% de las presas a las que se les ha hecho el test). 132 de ellas son internas de Otay Mesa.

Arturo González

Volviendo a la península, el 4 de abril falleció Arturo González, miembro de la Aurora Intermitente, una publicación anarquista. Como publicaron sus compañeros, «nos dejó como un buen salmantino, a las cinco de la tarde«. Arturo fue uno de los refundadores del Sindicato de Artes Gráficas de CNT Madrid y una persona muy querida en el mundo editorial y del libro. La lucha contra la injusticia le hizo perder su trabajo en el Grupo de Polanco. Colaboró en la revista Bicicleta, en la editorial Campo Abierto y La Fundación Aurora y formó parte de la AIT como secretario de cultura.

Coral Pellicer

El 30 de abril falleció Coral Pellicer. Nacida en 1937, la vida de Coral siempre estuvo marcada por el fusilamiento de su padre, José Pellicer, conocido anarquista (apodado el «Durruti valenciano») y organizador de la Columna de Hierro y la cruel posguerra reservada para los familiares de los asesinados por el régimen franquista.

Con la sombra de ese fusilamiento, que la acompañaría de por vida, Coral se trasladó pronto a Madrid, donde se matricula en la Escuela de Cinematografía, para poder dedicarse a su gran pasión, el cine. Allí coincidió con Berlanga, Picazo, Olea, Erice… Y conocería a su futuro marido, Angelino Fons.

Ya actriz, debutaría en La tía Tula (1964), adaptación de la novela de Unamuno por Miguel Picazo, y poco después, en la La busca (1966), dirigida por Angelino y seleccionada para la sección oficial de Venecia. A esas primeras apariciones cinematográficas le seguirían papeles en NavajerosLa estanquera de Vallecas y, mas tarde, en multitud de series: La BarracaCuéntame cómo pasóÁguila RojaDoctor MateoAmar es para siempreHospital Central o La que se avecina.

En paralelo a su actividad profesional, Coral se dedicó incansablemente a restaurar la memoria de su padre y tío fusilados, reclamando ante los tribunales en 2006 la anulación de sus condenas a muerte. El resultado fue el esperable en una Justicia incapaz de quitarse resabios del régimen anterior y la Sala de lo Militar acabó denegando la solicitud porque el derecho que se le aplicó a José Pellicer y a su hermano Pedro Pellicer para condenarlos a muerte era “el vigente en el momento en que se celebró el consejo de guerra independientemente de la valoración que del mismo pudiera tenerse”.

Coral apoyó a la Fundación Anselmo Lorenzo de manera constante y de ella conservan su pequeño fondo personal en nuestro archivo. Son casi dos metros lineales de documentación, con libros y publicaciones periódicas, que pasarán a formar parte de su biblioteca y hemeroteca respectivamente. Dentro de ese fondo, también se conserva documentación personal, tanto de ella como de su familia, y una colección de grabaciones de audio con entrevistas en las que Coral nos habla de su trayectoria personal y de su historia familiar. Como documentación digital que forma parte de este fondo, que esperamos tener catalogado en breve, hay que añadir la digitalización del cuento Tilín, que su padre le escribió en la cárcel poco antes de ser fusilado.

Respecto de cómo encontró dicho libro, recomendamos esta entrevista que le hicieron en El Salto.

Santi

A principios del mes de mayo nos llegó la noticia del fallecimiento de Santi, compañero de CNT, cartero, y frecuente lector y distribuidor de este periódico. En un artículo de despedida publicado en la web del sindicato, le definían de la siguiente manera: «Alérgico a la burocracia no fue de los que toman cargos, salen en enciclopedias o tienen crónicas épicas. El formó parte de los imprescindibles; los de calle. Su carácter afable, don de gentes, fraternidad y solidaridad ha hecho que sea querido en todas partes por donde pasó. Trabajador de Correos ingresó en el Sindicato de Trasportes de la CNT de Madrid allá por los finales de los 70. Ya traía su adhesión a la acción directa y a la fraternidad, participando activamente en todas las iniciativas que se tomaban. Inquieto, revoltoso, gamberro… deja en todos los que le conocimos un hueco insustituible. Salud , compañero, amigo, hermano«. Echaremos de menos las conversaciones que solíamos mantener con él en el local de la CNT de Tirso de Molina y en los bares de Lavapiés.

Antonio Romero

En Hortaleza nos han dejado algunas vecinas muy vinculadas al tejido social del barrio. Uno de ellos es Antonio Romero, militante comunista y activista social.

Mantengamos vivo sus recuerdos. Que la tierra les sea leve.

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2 comentarios en «En recuerdo de quienes nos han sido arrebatados por el coronavirus»

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