Autora: Angela Nagle. Orciny Press, 2019. EEUU, 2017. 160 páginas
Durante los últimos años se ha producido una vuelta a las acaloradas guerras culturales de los años noventa, pero esta vez el campo de batalla es internet. Estos enfrentamientos explican el ascenso de la alt-right (compuesta por movimientos neorreaccionarios y supremacistas, antaño relegados a los rincones más oscuros de la red, pero cada vez más mainstream) y a la victoria electoral de Trump.
Angela Nagle recorre ciertas partes de internet (foros como 4chan, canales de Youtube, memes de Facebook, etc) y encuentra en esos espacios una cultura de la transgresión, eminentemente masculina, que hace alarde de su falta de empatía. Su análisis traza un hilo de continuidad entre esa cultura cruel de las redes sociales y una cierta filosofía de la transgresión social. Existe una épica misógina e incel, que convierte al transgresor moral en un héroe, una contracultura que es capaz de referenciarse en la Familia Manson, que habita en la cultura del videojuego o en los foros de internet y que cala entre la población joven, porque se viste de revolucionaria.
Avisamos que ni la autora, ni esta obra, están exentas de polémicas. El portal anarquista angloparlante libcom.org (una de nuestras webs favoritas) publicó en 2018 un artículo titulado “5 big problems with ‘Kill all Normies’” en el que, pese a reconocer que había partes del libro con las que estaba de acuerdo, criticaba su falta de rigor en algunos puntos, su caricaturización de grupos de izquierdas, el no rebatir los discursos de algunos grupos de derechas al reproducirlos acríticamente y que había plagiado algunos pasajes. Daily Beast coincidió en este último punto, analizando minuciosamente los errores que comete a la hora de citar sus fuentes, lo cual dificulta enormemente la verificación de lo que sostiene. Por su parte, el medio Jacobin, aunque valora de forma más positiva el ensayo, coincide en que la autora yerra a la hora de darle demasiado protagonismo a la cultura de la cancelación promovida por grupos de «corrección política» woke y progresista.
Al margen de este libro, unos meses después de su publicación, Nagle publicó un artículo en American Affairs contra las políticas migratorias de puertas abiertas desde “una perspectiva de izquierdas”, que fue aplaudido por personas como Slavoj Žižek. Varios medios de izquierdas y/o anarquistas criticaron su postura, considerándola étnico-nacionalista y poniendo la nación y la colaboración entre clases sociales por encima de la defensa de la clase trabajadora internacional. Y es que su discurso nos recuerda al de algunos reaccionarios de izquierdas que anhelan volver a un pasado, que imaginan mejor, de homogeneidad nacional. Como explicaba Miquel Ramos en Público hace un par de meses, «no miren solo a la extrema derecha, porque aquí, aunque también está y aprovecha las mareas para navegar, el racismo, como el machismo y otros males, no son solo patrimonio de los ultras. Su mejor logro será normalizar el racismo entre aquellos que no creen serlo, y que los problemas estructurales, aquellos que genera el propio sistema para mantener el orden, su orden, también de clase, pasen a un segundo plano y consigan entretenernos señalando a nuestros vecinos”
Pese a estas advertencias, existen algunos aprendizajes que podemos sacar de Muerte a los Normies y aconsejamos su lectura crítica y prudente.
En un Mundo de leyenda, en un país de leyenda, yo me declaro anarquista.
No entiendo muy bien lo que quiere decir «normie» pero difiero.
No voy a poner aquí una crítica exhaustiva de nada pero no me creo los castillos.
Un castillo sirve para la defensa, y no me creo que lo que haya que hacer todo el rato sea defenderse.
Según posturas que he leído existen grupos organizativos como los «organicistas» y los «rupturistas».
Sigo sin comprender lo que pasa: 1: organización, 2: ruptura.
Para mí, un movimiento tiene que ser transversal. O sea: partir en dos.
La parte rupturista más interna que llevo dentro es la subversión.
La subversión no es «organicista», es crítica.
A mí, lo que parece pasarme es que he pasado de un mundo subversivo a otro. Y no veo el porqué del asunto.
Qué, a mí, me digan que vamos a llamar a una cosa de una forma u otra, me da igual. Y me dan igual los nombres de las cosas.
No es pensar que El Mundo vaya de una forma u otra. Es pensar que al poner el cuerpo te califican de una cosa u otra.
Las ideas… Las ideas están bien en cuanto a principios y valores pero no cuando se las defrauda.
Por lo demás… Dejo bonitos recuerdos por ahí y pienso que no soy perfecto y lo que podréis hacer es llamarme soñador, utópico, loco pero nunca traidor a mis ideas.
Gato Negro.