El gasoducto Midcat entre España y Europa: Una victoria para la industria de la energía fósil y un agravamiento de la crisis climática

El verano del año 2022 ha sido el más caluroso jamás registrado en nuestra esquina del mundo y se ha traducido en una terrible sequía en toda Europa y una epidemia de incendios en los bosques mediterráneos. Sin embargo, pese a la crisis climática, los Gobiernos europeos parece que no aprenden y siguen apostando por los combustibles fósiles.

El pasado 11 de agosto, el canciller alemán, Olaf Scholz, apostó por recuperar el proyecto Midcat (el gasoducto jamás terminado entre España y Francia que pretendía duplicar la interconexión gasística entre la península y Europa), afirmando que “sería una gran contribución para aliviar la situación y el suministro de forma masiva ahora mismo”. Esta petición hay que integrarla en el contexto de crisis energética resultante del alza de los precios de los combustibles fósiles, a la que se suman las consecuencias de la Guerra de Ucrania. Si bien la mitad del gas que consume Europa provenía directamente de Rusia antes del conflicto, Alemania había apostado específicamente por esta vía de abastecimiento energético, lo que aumentó su dependencia de Rusia y la ha dejado en una situación difícil en lo que a abastecimiento energético se refiere.

Por ello, el Gobierno alemán ha apostado por abrir nuevas vías de abastecimiento, incluida España, que tiene conexión directa con el gas del Magreb y que, además, importa gas extraído con la técnica altamente contaminante del fracking, llegado de Estados Unidos vía buques metaneros. De hecho, la capacidad de regasificación vía buques metaneros lleva años considerándose sobredimensionada: España es el país que más plantas tiene para convertir el gas licuado en estado gaseoso, siete en total.

¿Qué es el Midcat?

El proyecto del gaseoducto Midcat, que podría transportar 7.5 bcm de gas cada año, requiere de la instalación de aproximadamente 1.250 km de tuberías, incluyendo 800 km en Francia y 450 km en España. Se trataría de una inversión astronómica de 3.100 millones de euros.

El Midcat forma parte de la lista de “Proyectos de Interés Común” energéticos de la UE, supuestamente por razones de seguridad energética y climáticas. Es crucial para promotores como Enagás (el operador español de la red gasística) y Teréga (su homólogo francés) contar con proyectos en esta lista, no sólo porque así se benefician de la obtención de licencias de manera acelerada, sino también (y sobre todo) porque así son candidatos a recibir ayudas públicas significativas y atraen con mayor facilidad a inversores privados.

El Midcat fue abandonado definitivamente en 2019, debido a su elevado coste, el desinterés francés y múltiples protestas ciudadanas. La vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica y Reto Demográfico del Gobierno más progresista de la historia, Teresa Ribera, calificó el proyecto de “error” y “ruinoso” aquél año.

Por su parte, Enagás nunca ha dejado de presionar para que se reanude.

El gas no contribuye a la lucha contra el cambio climático

A menudo se presenta al gas natural como un combustible fósil limpio, ya que es incoloro e inoloro y emite poco CO2. Sin embargo, tal y como explica el informe Los Mitos del Midcat (2018)[1], no deja de ser un gas de efecto invernadero extremadamente potente, compuesto en su mayor parte por metano. Según el informe de evaluación del IPCC, el metano tiene un potencial de calentamiento global 86 veces superior al del CO2 en una escala temporal de 20 años.

Un estudio científico revisado por pares publicado en Nature en diciembre de 2017 y dirigido por científicos de la NASA, constataba un incremento significativo de las emisiones de metano globales desde 2006, con un incremento de 25 teragramos cada año (el equivalente al consumo anual de Holanda, el quinto mayor consumidor de gas de Europa). El estudio contesta a la cuestión largamente debatida sobre el origen de estas emisiones, ya que la industria gasística había argumentado desde hacía tiempo que la mayor parte de estas emisiones provenían de los humedales. Sin embargo, el estudio muestra que el 60% (17 teragramos anuales) del incremento se debe a combustibles fósiles (gas en su mayor parte). Se ha comprobado que en algunos campos de producción de gas de EEUU, hasta el 9% de la producción de gas – y, con él, una cantidad notable de metano – se fuga directamente a la atmósfera.

La respuesta española y la hipocresía de Francia

Apenas unas horas después de la declaración de Scholz, Teresa Ribera (quien, recordemos, en el pasado se opuso al Midcat) señalaba que el gasoducto “podría estar operativo en ocho o nueve meses una vez comiencen los trabajos, entusiasmo al que se sumaba la ministra de Industria Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto. Por su parte, la Generalitat catalana se ha sumado al plan, si bien señalando que el plazo de construcción señalado por la ministra “no es realista, ni responsable”. De ser cierto esto, el Midcat no serviría para resolver la crisis del gas ruso, que comenzará este frío invierno cuando diversos gobiernos europeos se puedan ver obligando a la población a racionar la energía.

Durante semanas, como único obstáculo al plan, se ha encontrado el Gobierno francés. Alegando distintas explicaciones de tipo variopinto, incluso ecologistas –un ejemplo descarado de greenwashing– el Ejecutivo galo ha ocultado su verdadero motivo: se encuentra produciendo energía proveniente de quemar carbón, así como de sus múltiples centrales nucleares, y su intención es vendérsela a Alemania.

Sin embargo, el pasado 30 de agosto, el ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, dijo que estudiaría la petición de reabrir el proyecto, formulada por sus “amigos” –España y Alemania– lo cual parece indicar que el Midcat se puede convertir en una realidad.

No se puede ceder ante el lobby de la industria fósil

Desde Ecologistas en Acción tachaban de “inaceptables” las declaraciones de Ribera y Maroto a favor del Midcat. “Ecologistas en Acción continúa mostrando su rechazo rotundo a que una respuesta ‘solidaria’ tenga que ser resucitar un gasoducto e invertir miles de millones en infraestructura fósil en lugar de apostar por una urgente transición energética hacia un modelo renovable y democrático”, denunciaba.

Por su parte, la coordinadora de la campaña La verdad del gas recordaba que Alemania es de los países con más emisiones per cápita a nivel global y europeo y el sexto país que más ha contribuido históricamente al cambio climático. “Por ello, tiene que afrontar su particular crisis energética realizando grandes cambios en su modelo de producción y consumo, hasta alcanzar la descarbonización, y dejar de imponer medidas al resto de países europeos en su propio beneficio. Lo contrario sería ir en contra de la justicia climática”, señalaba.

Teniendo en cuenta que los gasoductos como Midcat están diseñados para funcionar al menos 50 años, o a veces incluso más, cualquier proyecto nuevo de gas construido hoy tiene la expectativa de seguir siendo utilizado más allá de la fecha en la que supuestamente habremos dejado de consumir gas. Construir el Midcat ahora en el peor de los casos contribuiría a generar una nueva dependencia de combustibles fósiles que no nos podemos permitir desde una perspectiva climática y en el mejor de los casos sería una carísima instalación rápidamente abandonada debido a políticas de eficiencia energética que reducirían la demanda de gas, y por el cambio a fuentes de energía renovable.

Más información

Este artículo se ha escrito con información obtenida de «El fantasma fósil del Midcat ataca de nuevo» (Pablo Rivas, El Salto), «Tachan de inaceptables las declaraciones de las ministras Ribera y Maroto sobre el gasoducto Midcat» (Ecologistas en Acción) y el informe Los Mitos del Midcat (Ecologistas en Acción)


[1] Este informe ha sido extraído de la web de Ecologistas en Acción y se puede descargar a continuación:

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