La fractura hidráulica

No es una novedad que los pozos petrolíferos y de gas natural se estén agotando y, con ellos, la influencia, poder y escandalosos beneficios económicos de las multinacionales que los gestionan. Para evitar esto, desde hace algunos años se han lanzado a una carrera desenfrenada para localizar y explotar hasta la última gota de los combustibles fósiles a los que tan adictos/as nos han convertido.

El nuevo maná parecen ser los llamados gases no convencionales, es decir, gas natural que no se encuentra en bolsas y por tanto no puede extraerse mediante las técnicas tradicionales. De ellos, el más común es el gas pizarra, que se encuentra atrapado, como su nombre indica, en estratos de pizarra a mucha profundidad, distribuido en pequeños poros no conectados entre sí, lo que hace necesaria una técnica de extracción muy costosa y compleja: la fractura hidráulica o fracking. Ésta consiste en realizar una perforación vertical hasta la capa de pizarra, y una vez ahí una perforación horizontal (de 1,5 km de media, aunque puede llegar hasta los 3) a través de ella. A continuación se utilizan explosivos para provocar pequeñas fracturas, y se inyectan miles de toneladas de agua a muy alta presión, mezcladas con arena y aditivos químicos. Este agua a presión fractura la roca liberando el gas que luego, junto con el agua, el arena y los aditivos retorna a la superficie (retorna entre un 15 y un 80% del fluido inyectado).

Impactos de la fractura hidráulica

Los impactos que lleva consigo esta técnica, como se puede suponer, son brutales. Además del consumo de agua masivo que requiere (entre 4.000 y 28.000 toneladas por fracking, y hasta 18 frackings por pozo) y las grandes infraestructuras (desmontes que modifican el paisaje, pozos, balsas de almacenamiento, gasoductos, pistas para camiones, etc.), genera continuos ruidos y un gran impacto visual para la población local. A esto se añade el altísimo riesgo de contaminación en muchísimos aspectos, como se ha podido comprobar en los lugares en los que ya se ha puesto en marcha en Estados Unidos (EEUU)[1]:

– El conducto sufre unos cambios de presión muy grandes, con el consiguiente peligro de quiebra del revestimiento de cemento y de que se produzca la contaminación con metano y el fluido de retorno de los acuíferos y el suelo que atraviesa. Aun cuando no fuera así, la gestión del fluido una vez recuperado conlleva gran peligro de contaminación: habitualmente en EEUU suelen inyectarlo en balsas en el subsuelo o incluso superficiales, y cuando no es posible se pasa a plantas depuradoras de la zona que no suelen estar preparadas para ese tipo de contaminaciones. En algunos casos se pulveriza el fluido para acelerar su evaporación, sin que se tenga en cuenta que junto con el agua se evaporan numerosos contaminantes volátiles. Además, existe el riesgo añadido de ruptura de conductos para la evacuación de las aguas residuales, accidentes de camiones cisterna llenos de productos químicos, desbordamiento de balsas residuales con motivo inundaciones, etc.

– Entre los aditivos químicos utilizados se encuentran benzenos, xilenos, cianuros, hasta llegar a cientos de sustancias químicas que incluyen elementos cancerígenos y mutagénicos. Además, el fluido de retorno trae a la superficie otras sustancias que pueden contener estas capas de pizarra, como son frecuentemente metales pesados y elementos radiactivos. Se han observado casos de migrañas continuadas, náuseas, alergias, problemas en el sistema respiratorio, incluso lesiones cerebrales, etc., en gentes que viven en zonas cercanas a explotaciones de gas natural.

– Durante el proceso de extracción se producen inevitablemente fugas de gas natural a la atmósfera, formado principalmente por metano, que es 20 veces más potente que el CO2 como gas de efecto invernadero. A esto hay que añadir los contaminantes que se volatilizan durante la separación del gas obtenido (hirviendo la mezcla de agua-gas) y en otras fases del proceso.

– En mayo de 2011, en la ciudad de Blackpool en el noroeste de Inglaterra, se produjeron dos pequeños terremotos. Los resultados de la investigación del Servicio Geológico Británico admitían que el epicentro se encontraba en las cercanías de los pozos de fractura hidráulica. Estos pequeños terremotos no son muy graves, pero ponen en peligro la correcta cementación del pozo pudiendo conducir a graves contaminaciones.

Dónde se ha puesto en práctica, dónde no y dónde va a ponerse

La extracción de este tipo de gas comenzó a practicarse hace un par de décadas en Estados Unidos. Las grandes empresas petroleras pronto comenzaron a invertir miles de millones de dólares en este negocio, y las prospecciones para hallar nuevos yacimientos se multiplicaron rápidamente, “alquilando” terrenos a particulares para instalar nuevos pozos, hasta llegar a más de 450.000 pozos en 34 estados en la actualidad.

En Europa, el proceso está siendo más lento debido a que el subsuelo no es de propiedad privada sino competencia de la Administración. Aunque aún no existe legislación específica (ni a nivel europeo ni en cada país), Polonia ya ha comenzado a explotar yacimientos, mientras que Francia ha paralizado los proyectos hasta conocer mejor las consecuencias medioambientales y se han aprobado moratorias en Suiza, Holanda y otros países.

En España no se ha utilizado todavía la técnica, pero se están concediendo numerosos permisos para explorar yacimientos y determinar su capacidad. El último caso se conoció el pasado mes de octubre, con la firma de un consorcio entre el Ente Vasco de Energía (EVE) y dos empresas estadounidenses (Heyco y Cambria), con la intención de iniciar los trabajos de prospección de dos pozos en la provincia de Araba (Álava), en lo que han denominado proyecto Gran Enara. El acuerdo se anunciaba como la solución para la autosuficiencia energética de Euskadi, llegándose a afirmar que el yacimiento puede contener gas suficiente para abastecer la demanda durante 60 años. Con estas afirmaciones tan optimistas pretenden justificar la inversión de 100 millones de euros necesaria «para confirmar definitivamente el hallazgo«[2].

Es difícil saber con exactitud la cantidad de permisos concedidos, ya que la información al respecto es muy limitada e imprecisa, pero la mayoría de ellos corresponden sobre todo a la zona norte de la península (Cantábrico, Pirineos, Aragón, Burgos…). En Cantabria y, más recientemente, en Burgos, ya se han constituido asambleas populares contra la fractura hidráulica, que tratan de recopilar y difundir información acerca de esta técnica y de los permisos de investigación que afectan a su territorio, y de actuar como sea posible para paralizar los proyectos.

Por su parte, el Ministerio de Industria declaró el pasado 14 de noviembre su apoyo a este combustible, en una jornada sobre seguridad energética en Europa (auspiciada por la Presidencia polaca de la UE), a la que asistieron directivos de grandes petroleras y altos cargos políticos del Parlamento Europeo.

Conclusión

Queda claro que nos encontramos ante una nueva amenaza directa al hábitat y la salud de quienes (humanos o no humanos) en nada se benefician de los intereses de grandes multinacionales ávidas de nuevas formas de exprimir hasta la última gota el medio en el que vivimos.

Por un lado, tenemos la hipocresía de quienes tratan de vendernos un futuro de “capitalismo verde”, de consumo responsable y sustentado por energías renovables y no contaminantes, y por otro, nos encontramos con la realidad de la huida hacia adelante del progreso, del consumo desenfrenado, y la consecuente búsqueda de formas de alimentar a la máquina al precio (medioambiental) que sea. Queda patente que la búsqueda de nuevas fuentes de energía nunca estará basada en el tan clamado “desarrollo sostenible”, sino pura y llanamente en la obtención del mayor beneficio económico posible.

Más información en www.fracturahidraulicano.wordpress.com

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[1] En EEUU los pozos de fractura hidráulica están exentos de atenerse a la Ley de Aguas y otras leyes de protección medioambiental, y la información, mediciones, medidas de seguridad, etc., son, en el mejor de los casos, insuficientes. Hasta 2010 no comenzó a plantearse la necesidad de regulación de esta industria. La contaminación local del agua y el aire es prácticamente la norma. Para información sobre casos concretos se puede consultar el documental Gasland, de Josh Fox (http://fracturahidraulicano.wordpress.com/materiales-difusion/).

[2] Cabe destacar que, según documentos de la Administración de Información de la Energía de EEUU publicados en el New York Times, existen importantes dudas acerca de las estimaciones que realizan las empresas sobre la cantidad de gas que se puede extraer de manera rentable económicamente, lo que apuntaría a una posible “burbuja energética”. Hay que tener en cuenta la cantidad de recursos que requiere esta técnica: miles de toneladas de agua, grandes infraestructuras, miles de viajes de camiones cisterna, productos químicos, y un largo etcétera, lo que hace plantearse si, a fin de cuentas, realmente se produce más energía de la que se consume.

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