El aeropuerto más verde de Europa

El 9 de agosto se hacía público parte del informe del IPCC (Panel Intergubernamental de Expertos de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático) donde participan 234 expertos de 66 países. Es el informe técnico y científico más avanzado y actualizado sobre las consecuencias del Cambio Climático en la Tierra y las sociedades que habitan. El informe no dice ninguna gran novedad, nada que no vengan repitiendo ecologistas y mundo científico desde hace décadas, pero el halo de seriedad y objetividad de este informe pone en la actualidad informativa la realidad climática.

Esta realidad no es más que la acción humana tiene consecuencias drásticas sobre el clima. Aunque la “acción humana” sea en realidad la acción humana realmente existente y dominante: el uso y abuso de los combustibles fósiles para la obtención de energía y el mundo capitalista que posibilita y que sería impensable tal como lo conocemos sin dicha fuente de energía. El IPCC aún da esperanzas a la población, asegurando que si reducimos emisiones de gases de efecto invernadero de forma contundente, rápida y sostenida podríamos amortiguar las consecuencias más temidas del Cambio Climático. Contundente, rápida y sostenida no parecen las acciones de ningún gobierno, entidad supranacional o empresa multinacional.

Solo unos días antes de la publicación del informe, el Gobierno central y el de la comunidad autónoma catalana estrechaban sus manos para una inversión millonaria por la ampliación del aeropuerto de Barcelona. 1700 millones de euros, 17 millones de nuevos pasajeros, el aumento en 3 millones de toneladas de emisiones de gases de efecto invernadero (un 33% más) y la construcción afectaría a una zona protegida por la Red Natura 2000. El aumento de emisiones por la ampliación del aeropuerto equivaldría a que la ciudad de Barcelona aumentara entre un 60 – 80% sus emisiones. A todo esto, el vicepresidente de la Generalitat lo ha calificado como “el aeropuerto más verde de Europa”.

Por si no fuera suficiente, el Gobierno central también anunció la ampliación del aeropuerto de Madrid. La inversión total de ambos proyectos sería de 3300 millones de euros. Siendo el avión, junto con los cruceros, el medio de transporte más contaminante, “sorprende” que dos gobiernos que han declarado la Emergencia Climática se empeñen en seguir desarrollando proyectos que solo ahondan más en dicha emergencia.

Capitalismo Verde

La entidad que gestiona los aeropuertos españoles, AENA, privatizada en un 49%, declaró un 50% de descenso de sus ingresos el año pasado. Para los fondos de inversión que controlan ese 49% la ampliación del aeropuerto supone una entrada de dinero segura y muy jugosa. Cualquier limitación medioambiental supone una pérdida de negocio, el cuidado del medioambiente para ellos es solo una oportunidad publicitaria. Tanto es así que la propia AENA aprobó en su junta de accionistas de abril la creación de una Comisión de Sostenibilidad y Acción Climática junto con un plan para la reducción de emisiones para cumplir con el Acuerdo de París, reducir en un 94% las emisiones para 2030 y llegar a cero en 2040. En este tipo de planes existen 3 tipos de emisiones: 1- emisiones directas, 2- indirectas asociadas a generación eléctrica y 3- indirectas asociadas a la actividad pero de propiedad ajena. Este plan interno aborda las de tipo 1 y 2, omitiendo las de tipo 3 que son las relativas a, por ejemplo, la emisión de gases contaminantes de los propios aviones, propiedad de las aerolíneas y no de AENA. Lo que se llama hacerse trampas al solitario. Quizás esta sea la única forma de construir un “aeropuerto sostenible”, trampeando los datos con los que se trabaja y se enseñan al público.

¿Abolir la aviación o abolir a los ricos?

Esta es una pregunta retórica, porque realmente no existe tal dicotomía. Probablemente debamos abolir ambas y cuanto antes mejor.

Mientras que en lo que llevamos de verano los desplazamientos internacionales por avión comercial siguen muy por debajo de los tiempos prepandémicos, la aviación privada ya se ha recuperado. Es decir, las vidas de los ricos siguen siendo como lo eran antes con sus viajes, sus fiestas y sus banquetes. Los aviones privados son 10 veces más intensivos en carbono que los aviones de pasajeros por término medio, y 50 veces más contaminantes que los trenes. Las emisiones de un vuelo privado de cuatro horas equivalen al total de emisiones de una persona durante todo un año. La ruta más habitual, en Europa, se encuentra en el eje Reino Unido-Francia-Suiza-Italia, coincidente con los centros de poder y ocio de las élites europeas.

La aviación privada no está sujeta a impuestos especiales y el queroseno, el combustible de los aviones, sigue sin tener un impuesto propio. De nuevo, la contaminación y los problemas ambientales tienen responsables y distintas escalas de responsabilidad.

Periferias vaciadas

El Cambio Climático y la crisis ecológica solo suponen ciertos adornos en los discursos para grandes empresas y gobiernos. Bajo el anglicismo de “greenwashing” (lavado verde) reconocemos todas esas prácticas o discursos que usan lo verde por una cuestión estética, superficial y nunca de fondo o estructural. A Endesa o Repsol les viene muy bien hablar de los progresos que hacen por descarbonizar y reducir sus emisiones, cuando la realidad es que son empresas tremendamente contaminantes cuyo núcleo de modelo de negocio es tremendamente nocivo con el medioambiente. El ejemplo previo señalado de AENA es de manual.

El Gobierno central incurre en la misma tendencia. El PSOE ya nos tiene acostumbrados a decir una cosa y hacer la contraria. Ya sea hablando de respeto por los Derechos Humanos y realizando devoluciones en caliente de menores no acompañados, enarbolando la defensa de los derechos laborales y manteniendo la reforma laboral del PP o creando altos puestos en el organigrama del Estado para cuestiones tan importantes como el Reto Demográfico (la cuestión sobre la llamada España Vaciada) o un Ministerio propio para la cuestión de la transición ecológica. Estas dos últimas cuestiones van de la mano más de lo que a primera vista pudiera parecer y el caso de las inversiones en aeropuertos en grandes urbes no hace mas que confirmar el desprecio del Gobierno por los equilibrios territoriales y la cuestión ecológica.

El IPCC señala datos, razones y deja entrever una serie de acciones que deberían tomarse, que en gran medida encajan con las tesis de las ecologistas. Hacer frente al Cambio Climático requiere repensar el actual modelo de producción. Las actuales ciudades son sumideros de recursos, consumen y consumen sin apenas producir nada de lo que consumen, ni alimentos, ni electricidad, ni extracción de recursos. Son las periferias internas y globales las que proveen de los recursos para que la vida en las ciudades pueda darse. Todo ello a costa de forzar éxodos rurales o deslocalizar las producciones más contaminantes. Lo sensato en una situación como la actual sería usar esos 3300 millones de euros de inversión en una remodelación del actual sistema de transportes, fomentando la interconexión por tren y otros medios colectivos para, de forma progresiva, ir reduciendo los transportes por avión o medios particulares. Es algo sencillo, factible y que tampoco supone un cambio revolucionario en el modelo de producción. El capitalismo podría seguir funcionando, pero el cortoplacismo de nuestros gobernantes y élites empresariales prefieren un mundo en llamas a uno en el que sus beneficios no sean milmillonarios.

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