Entrevista a Jorge Dioni López: “Los modelos urbanísticos desarrollan el individualismo competitivo”

Jorge Dioni López es un zamorano que en la actualidad reside en el PAU –Programa de Actuación Urbanística– de Alcorcón. Es, por tanto, lo que él mismo denomina un pauer, uno de los miles de habitantes de estas amplias zonas desarrolladas durante los gobiernos de Aznar y Zapatero, es decir, durante los años de la burbuja inmobiliaria. La fiebre por construir casas con piscinas y llenarlas de propietarios antes de que llegaran los servicios públicos –como hospitales y colegios públicos– marcó a una clase media que aspiraba a convertirse en una suerte de Matt Damon en bermudas en el jardín de su casa del suburbio, lavando su lujoso coche, mientras los hijos se bañan en la piscina, su golden retriever juega en su cuidado césped y su mujer hornea galletas en la cocina. Es indiferente que el PAU en el que reside Jorge sea socialista –se nota en el nombre de las calles, como Martin Luther King o José Saramago–; todos ellos siguen un modelo de poca densidad de población, poco urbanismo y pocos servicios.

Jorge acaba de publicar La España de las Piscinas (Arpa Editorial, mayo 2021), un ensayo, que está teniendo un gran éxito, sobre cómo el esquema pauer exporta el pensamiento neoliberal al resto del país, encarnizado en la competición de las ideas individuales. Los PAUs generan una población homogénea muy dependiente del coche, que han conseguido introducir sus demandas sociales en la agenda política y realinean las preferencias del público general: peticiones de aumentar la seguridad, proteger el transporte privado y privatizar los servicios públicos son cada día más populares.

Hace unos días escribimos a Jorge para preguntarle si nos concedería una breve entrevista y tuvo la amabilidad de acceder. Reproducimos a continuación las preguntas que le formulamos y las respuestas que nos dio.

En La España de las Piscinas te adentras en el mundo de las urbanizaciones de chalets y los PAUs. Son barrios cerrados sobre sí mismos, con poca densidad de población, con mucho coche, pocos servicios públicos, muchas rotondas y centros comerciales. ¿Es la importación del suburbio estadounidense? ¿Profundizan en la segregación territorial?

Podríamos decir que sí. No podemos importar el modelo estadounidense porque no tenemos espacio y, sobre todo, porque las ciudades europeas aún tienen un peso psicológico. El modelo encaja con la urbanización dispersa: islas urbanas donde la conexión con la ciudad es complicada. Por eso, profundizan en la segregación. Se establecen desarrollos separados por carreteras, otras infraestructuras o, directamente, terreno sin urbanizar. Esa separación, junto con el precio o los problemas en la construcción, es un tamiz que provoca que esas islas tengan poblaciones homogéneas. En general, la segregación es un producto de un enorme éxito. El modelo pide que seas único, diferente. Por eso, un sistema que permite eliminar competidores, como poner un muro o cualquier otra raya, funciona bien.

Se tratan de espacios con pocos lugares públicos, pocos comercios y, en definitiva, poca socialización. ¿Qué consecuencias tiene la formación de estos barrios en la mentalidad y la ideología de sus habitantes?

Como dice el urbanista italiano Bernardo Secchi, «los modelos urbanísticos no solo son producto de una política, sino que crean política; no tanto en el sentido de afinidad con una opción concreta, sino en el desarrollo de una visión del mundo, de un modo de estar y ser. No solo en la relación, de integración o exclusión, entre las diversas clases sociales, sino en cómo los habitantes de esos espacios consideran conceptos como la libertad, la seguridad, la democracia o la cultura». Es decir, si esas islas tienen poblaciones homogéneas, influye en lo que consideran diversidad o heterogeneidad. Y, por tanto, afecta a su forma de considerar el conflicto y el consenso. También, si esos lugares no tienen servicios públicos, favorecen las soluciones individuales, que encajan en el modelo social del neoliberalismo donde todo tiene que ser una competición. La idea de comunidad se sustituye por individuos y el progreso por oportunidades. Si no las aprovechas, es porque no estás atento.

Está claro que la política de planificación urbanística tiene una enorme responsabilidad en moldear la opinión de los habitantes de los PAUs. Pero, ¿existen otros factores que influyan? Se nos ocurre la política del IVIMA que ha reducido el parque de vivienda pública o la dependencia del coche y otros desastres medioambientales, que provoca que se demonicen políticas ecologistas.

Aquí hay una cuestión importante: huir de la responsabilidad individual. O, al menos, huir de la responsabilidad individual como único factor. Hace décadas que existen informes sobre la insostenibilidad del urbanismo disperso por diversos factores, además del uso del coche. Hay que plantear alternativas que huyan del enfrentamiento en el último eslabón de la cadena: coche sí o no. Hay que recorrer todos los pasos que van hasta la decisión final de una persona que, probablemente, no tenga más alternativa que el vehículo privado para estructurar su rutina. Una de las cuestiones centrales del libro es evitar el juicio sobre el comportamiento personal y analizar el contexto en el que este se produce. Si se usa el coche es que hay un modelo urbanístico, social y económico que lo promueve.

¿La ideología de estos barrios se consigue exportar con éxito al resto de las ciudades? ¿Se contagia a personas que no tienen nada que ver con los PAUs? ¿O es algo que se queda en su mundo y que no entra en el mainstream?

Más bien creo que estas zonas desarrollan el modelo hegemónico: el individualismo competitivo. Los problemas de carencia de los servicios públicos se articulaban a través de organizaciones colectivas que tenían una cierta comunicación: partidos, sindicato, parroquia, asociación de vecinos, de padres y madres, culturales, etc. Me interesa que la Iglesia haya considerado más interesante fundar colegios que parroquias en estos barrios. Se ha adaptado al modelo.

Estos barrios se suelen encontrar desprovistos de servicios y comercios de proximidad, lo cual puede llevar a sus habitantes a abrazar el individualismo y el sector privado y pensar que pagan demasiados impuestos por unos bienes públicos que no reciben. No es de extrañar que el neoliberalismo arrase en estos lugares. En el libro te refieres a los PAUs madrileños como el Cinturón Naranja, pero en las últimas elecciones Ciudadanos ha desaparecido. ¿Cómo se ha transformado su voto? ¿Han contribuido a la victoria de la derecha en las elecciones madrileñas?

Ciudadanos ha desaparecido precisamente por no hacer caso a su propio análisis de estos barrios: lugares donde vive gente que no espera mucho de la política, que sólo quiere que se forme gobierno, etc. Ciudadanos encajaba bien cuando era una versión local del Partido Demócrata de Estados Unidos: gente preparada, sin contacto previo con la política, con una visión económica de derechas, pero sin la mochila social de la derecha en cuestiones como el matrimonio igualitario. En cuanto aceleraron, se quedaron en tierra. Las últimas elecciones madrileñas no creo que sean una guía fiable para nada. Fueron excepcionales. En general, no es un votante que pueda ser captado por la izquierda por esas cuestiones sociales, ya que el programa económico es más interesante. Además, los partidos de izquierda suelen ser presentados como amenazantes para la principal inversión: la propiedad inmobiliaria.

Un temor que expresas en el libro es el de que se valore más lo privado que lo público. Tras vivir una pandemia en la que la sanidad pública se ha puesto en valor y las ayudas del Estado a las empresas han descargado la responsabilidad económica al sector privado, ¿estamos más lejos de que el credo liberal triunfe?

Para nada. El neoliberalismo vive su momento hegemónico. La sanidad pública se puso en valor, pero cualquier shock puede servir para desarrollar un modelo privado. En Madrid, desde hace un año, la atención primaria funciona con muchas dificultades. Eso hace que las personas que estén en disposición de permitírselo, busquen otras soluciones individuales, como los seguros privados. Es probable que se aplique el mismo modelo que en la educación. Cuando se llega a una masa crítica de usuarios de la vía privada, la vuelta atrás es complicada. Cuando hay un número de personas tan elevado que utilizan un modelo segregado de servicios (sanidad, educación, transporte, etc.), cualquier propuesta política que haga hincapié en la igualdad es complicada de articular, ya que estamos en un modelo económico y social profundamente competitivo. ¿Por qué voy a perder mi ventaja?  

Por último, ¿crees que existe un riesgo de que estalle otra burbuja inmobiliaria como la que sucedió hace más de una década?

No creo que se pueda llamar riesgo. El modelo de construcción en España es la burbuja. Se aprueban proyectos y proyectos sin tener claro a qué demanda responden o cómo se van a financiar y, lógicamente, acaban quedándose en la estacada. En la actualidad, se están reactivando proyectos que ya se quedaron colgados a principios de siglo y su magnitud es tan grande que es lógico pensar que no se llevarán a cabo. Si juntamos todos los proyectos que están en marcha sólo en la Comunidad de Madrid, desde el sureste a la Operación Chamartín, hablamos de casi 150.000 viviendas. No existe demanda, salvo que haya un rescate del sector con el mensaje de ofrecer vivienda asequible. Además, existe un problema de materias primas e incluso, con los trabajadores especializados. Nadie quiere meterse en un sector que periódicamente expulsa fuerza de trabajo. No llegaremos a los niveles de principio de siglo, pero tenemos todos los ingredientes para una burbuja, comenzando por el dinero líquido.  

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