Errico Malatesta, un italiano en el corazón del comunismo anárquico

La historia del anarquismo europeo no puede comprenderse sin la figura del revolucionario Errico Malatesta, nacido en 1853 en una ciudad de la Campania italiana. Con alma de propagandista, orador público y hombre de acción, inició nuevas corrientes de pensamiento a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Abraza el anarquismo tras la Comuna de París, se inscribe en la federación napolitana de la Asociación Internacional de Trabajadores y fundará numerosos periódicos y revistas libertarias. Su vida está repleta de periplos tanto por Europa como América, sembrando la semilla en el corazón de todos los ingobernables del mundo.

Errico Malatesta sostenía la necesidad de participación en los sindicatos y otras organizaciones populares de lucha, y al mismo tiempo la organización política de los anarquistas. Además, afirmaba que es imposible la existencia del individuo fuera de la sociedad. El ser humano existe gracias a la organización social, el entorno y la historia; y entiende su existencia como resultado de incontables generaciones pasadas y también como consecuencia de la colaboración solidaria entre sus contemporáneos. Por ello que en su biografía podemos extraer lecciones en torno a dotarse la humanidad de una forma de gobierno horizontal, federativa y libertaria, abrazando el comunismo como modo de producción económica.

La banda del Matese, insurrección en la Italia de fines del siglo XIX

Carlo Cafiero y Errico Malatesta, declararon en 1876 en el Congreso de la Internacional antiautoriataria en Berna: «La Federación Italiana considera que el hecho insurreccional, destinado a afirmar con la acción el principio socialista, es el medio más eficaz de la propaganda y el único que, sin engañar y corromper a las masas puede penetrar en los estratos más profundos de la sociedad…».

En un recién nacido Estado italiano tras la unificación definitiva y la consolidación del reinado de Vittorio Emanuele II, todavía se encontraban ocupados en celebrar la unidad nacional que para las clases inferiores había sido solamente un cambio de amo, mientras los anarquistas, invitaban a los explotados a construirse ellos mismos su propio destino. Cafiero y Malatesta junto a otros compañeros fundaron la denominada Banda del Matese, una guerrilla revolucionaria que actuaba sobre una región pobre y campesina de la Campania.

A principios de abril de 1877 decidieron promover una insurrección rural que estuvo plagada de contratiempos, delaciones a la policía italiana y represión carcelaria. Malatesta y Cafiero llegaron al municipio de San Lupo, en el Benevento, haciéndose pasar por turistas británicos. Descargaron clandestinamente gran parte del material que debía servir a la guerrilla en los siguientes días, sin embargo la llegada de otros revolucionarios a la localidad, y un chivatazo inoportuno puso al corriente a los carabinieri. Los internacionalistas fueron descubiertos, hubo un intenso intercambio de tiros y debieron revocar el plan de insurrección en el municipio. Se trasladaron entonces a Letino y Gallo, dos localidades donde proclamaron el comunismo libertario, ocupando el ayuntamiento municipal, aboliendo el impuesto sobre la harina y quemando todos los papeles de propiedades privadas en terreno municipal. A pesar del entusiasmo de los campesinos por estas medidas, las tropas gubernativas les pusieron cerco en pocos días, tuvieron que buscar refugio en una casa rural donde fueron descubiertos y apresados.

Tras su detención, Malatesta y el resto de miembros de la banda fueron encarcelados en la prisión Santa Maria Capua Vetere, e inicialmente se les pensaba juzgar en un tribunal militar, por lo que podrían haber sido condenados a muerte. Finalmente fueron juzgados en agosto de 1878 por un tribunal civil en la Audiencia de Benevento y quedaron absueltos de los cargos, siendo celebraba esta absolución por cientos de campesinos de la región.

Periplo internacional como agitador social: El movimiento obrero español y el mítin de Cuba

En 1878 partió por primera vez al exilio, se instaló en Alejandría, Egipto, aunque regresó dos años después a Italia y fundó una revista social que continuó publicando después de trasladarse a Buenos Aires en 1885. Cuatro años después se marchó a Londres en 1889, y posteriormente estuvo un periodo de dos años en diversos viajes por España junto al anarquista Pere Esteve, que se exilió posteriormente a Nueva York difundiendo las ideas anarquistas entre los círculos obreros hispanos. Fueron acompañados por Vicente García, anarquista burgalés afincado en Bilbao, durante su estancia en Euskadi y Cantabria, y les presentó en los mítines en el verano de 1891 en la minera de Ortuella o en Sestao. Errico Malatesta contribuyó a la propagación del ideario anarquista español, e incluso el anuncio de su presencia en Andalucía para un mítin político, determinó el estallido de la sublevación de los campesinos de Jerez en enero de 1892.

Ese mismo año y tras la represión al anarquismo español debido a los sucesos en Jerez, Adrià del Valle, un anarquista catalán, se traslada a Nueva York, donde dirigió el periódico El Despertar y de ahí se mudó a La Habana en 1895. Tras la independencia cubana Adrià del Valle tenía especial énfasis en conectar a los trabajadores cubanos con sus compañeros en otros territorios a través de actividades diversas. Invitó a Errico Malatesta en el año 1900, y el anarquista italiano llegó a Cuba, procedente de Patterson, Nueva Jersey, a finales del mes de febrero para impartir varias conferencias en el Centro General de Obreros de La Habana y en el pueblo de Regla. A los primeros mítines que ofreció asistió un numeroso público, por lo que las autoridades decidieron advertirle que sería vigilado y que en sus discursos no podía mencionar la palabra anarquía. Malatesta hizo una exposición de las ideas anarquistas sin mencionar la palabra anarquía, sin embargo
tras dos conferencias en las mismas condiciones toma una embarcación de nuevo para Nueva York. Pocas semanas después regresaba a Londres a continuar su labor de propaganda anarquista mientras trabajaba como mecánico electricista durante trece años.

Errico Malatesta en la semana roja italiana

Tras su regreso a Italia, en junio de 1914 estallaba la Semana Roja, en la que participaría activamente Errico Malatesta. Este había llegado recientemente a Ancona, y la policía disolvió varios grupos de manifestantes a golpes y detuvo al propio Malatesta, que fue liberado horas después. La tarde del 7 de junio se efectuó un mitin en el que participó Malatesta junto a otros obreros y a la salida nuevamente hubo enfrentamientos con la policía. Esta marcha convocada contra el belicismo en escalada finalizó con el asesinato de tres anarquistas por los carabinieri italianos. La respuesta no se hizo esperar, el pueblo salió a las calles y se proclamó la huelga general.

Al día siguiente, el movimiento se generalizó y varias localidades se encontraban en poder de los trabajadores, habiendo expulsado a los carabinieri y demás autoridades del orden burgués.

Al mismo tiempo se procedió a la expropiación de alimentos, se incendió la Iglesia de Forli y se hizo prisionero a un general del ejército en Ravena. La huelga general fue proclamada en todo el país una vez que se conocieron los hechos de Ancona, y se paralizaron casi todas las ciudades importantes durante varios días. Los revolucionarios tomaron el control de numerosos municipios y se desplegaron banderas rojas en los edificios públicos. Aunque el movimiento se iba extendiendo, una orden de la Confederazione Generale del Lavoro puso fin a la huelga, traicionando al movimiento proletario. Errico Malatesta animaba a la clase trabajadora a extender la lucha desobedeciendo a la dirigencia sindical traidora, pero el gobierno ya veía que donde se obedeció la orden se iniciaba la desmovilización y comenzó a mandar grupos militares para reprimir las zonas en rebeldía, que cayeron rápidamente. El mismo 14 de junio estaba vencido el movimiento con la ocupación total de las zonas en rebeldía por el ejército italiano. Por delante quedaban cinco largos años de conflicto mundial en que Errico Malatesta mantuvo una posición antibelicista, ya que los bandos de la Primera Guerra Mundial defendían por igual valores imperialistas y burgueses.

Los últimos años acorralado por el fascismo italiano y su relación con el grupo Los Solidarios

En el año 1927 el grupo anarquista español Los Solidarios, conformado fundamentalmente por Durruti, Ascaso, Jover y García Oliver, se establecía en distintas temporadas en París y en Bruselas tras sus viajes por Latinoamérica. Vivieron clandestinamente e iniciaron reuniones para preparar nuevas actuaciones continuando con su lucha revolucionaria. A propuesta de algunos militantes antifascistas italianos, entre ellos el propio Errico Malatesta, acordaban con este grupo anarquista español atentar contra el líder fascista Benito Mussolini. Sin embargo, deciden abandonar la idea debido a la imposibilidad de los militantes italianos de financiar económicamente parte de la acción, y no podían tampoco garantizarles una huida segura.

Errico Malatesta, ya bastante avanzado de edad, fue sometido a un hostigamiento cotidiano hasta su muerte en la Italia fascista. Fue encarcelado en su propia casa, vigilado de cerca y agredidas aquellas personas que se atrevieran a saludarle. En sus últimos años solo pudo mantener correspondencia con amigos del extranjero, de quienes recibía una pequeña ayuda económica. Incluso, se conoce por fuentes orales que Los Solidarios, se propusieron liberar a Malatesta de las garras del fascismo. Sin embargo, una indiscreción debido a la férrea vigilancia que tenía el viejo anarquista echó todo el plan abajo y la suerte de Malatesta estaba definitivamente echada.

Su enfermedad se agravó debido a que no obtenía una buena atención ni medios de mejora dado el constante acoso policial. El régimen fascista no se atrevió a asesinarlo por temor a las repercusiones que esto hubiera ocasionado. El 22 de julio de 1932 muere Malatesta en Roma, y el régimen prohíbe incluso que se acerquen compañeros a la casa del difunto. Algunos compañeros burlaron la vigilancia policial y lograron congregarse. Ni siquiera fue posible a su hija llevar un ramo de flores rojas. El fascismo lo interpretaba como un desafío y, aún muerto Errico Malatesta, continuaba desafiando al régimen. Su recuerdo permanece intacto en los corazones del comunismo anárquico.

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