Treinta y pico inviernos cavando la tumba del fascismo. Paseo antiturístico por escenarios del Madrid antifascista

Por docenas se cuentan lxs revolucionarixs caídxs en madrileñas calles de enrojecido asfalto, entre 1977 y 1980, a manos de fundamentalistas nacional católicos fuerzanovistas, Guerrilleros de Cristo Rey, centurias del falangista Frente de Juventudes o parapoliciales grupúsculos armados con la complicidad de aparatos tardofranquistas como el Batallón Vasco Español.

Desde que en 1978 el anarcosindicato C.N.T comenzará a sacar mesas propagandísticas las matinales de Rastro en la plaza de Tirso de Molina, antigua plaza del Progreso, presidida por el decimonónico inmueble que alberga la madrileña sede histórica cenetista, proliferan hostigamientos y ataques ultras con especial intensidad cada 20 de noviembre y fechas cercanas. El de 1989 asiste a la autoorganización de la primera concentración de autodefensa de dominicales tenderetes políticos instalados en la plaza, que repele un primer ataque basista. Un año después son casi medio millar lxs antifascistas que integran dicha concentración en defensa de un lugar común por antonomasia y sin parangón aún del antagonismo madrileño. Coyunturalmente reapropiado espacio urbano paulatino escenario de interacción, intercambio, replanteamiento, fomento y propagación de disidencia vecinal.

Ámbitos de coordinación, formas de actuación, estrategias, campañas u objetivos materializan desde inicios de los noventa del pasado siglo una sinergia que vinculará a un revolucionario antifascismo la transformación global de la sociedad. La propia lucha contra el capitalismo. Autoorganizada acción directa que definirá en la capital dinámicas, producciones, devenir, tácticas y carencias de un reconocible enemigo que comienza a fines de los rememorados ochenta a nutrirse de un xenófobo revolucionario nacionalismo vinculado a la conocida como “tercera vía”, al que, tras no pocas vicisitudes y, en ocasiones, de modo incluso no poco heroico, se ganan buena parte de los barrios en disputa la última década del pasado milenio, como por el que pasearemos el próximo 18 de noviembre a las 19 horas, deteniéndonos en cuatro escenarios principales que repasan casi medio siglo de antifascismo madrileño homenajeando a caídxs luchando por futuros diferentes del presente. Memoria afianzadora del compromiso contra el olvido cómplice que hace necesaria una divulgación teórico práctica alejada de sectarios adoctrinamientos que engrose un acervo político trasgeneracional fortaleciendo un discurso necesariamente integrador de sectores a menudo alejados de la militancia en éste sentido.

El fascismo no se para demandando efectivos policiales, acudiendo a las urnas o recogiendo redito político cuando otrxs han hecho el trabajo sucio, se para día a día, enterándose, formándose, aportando recursos de toda índole o la cara en la calle. Medidas de choque que han de combinar lucha vecinal, manis, seguimientos para recabar información sobre elementos facciosos, actos divulgativos o de apoyo, propaganda masiva, en forma de carteles, pegatinas, pintadas o murales, y, sobre todo, presencia callejera con una, más que necesaria, clandestina fuerza de choque entregada al continuado hostigamiento y sabotaje de eventos, marchas, establecimientos o fuentes de financiación de organizaciones, partidos o grupos facciosos y racistas. Labores, éstas últimas, que habrá de desempeñar un bloque hermético a la masa social coordinada, cuya acción directa hizo tiempo atrás hincapié en zonas habituales de reunión parándoles los pies en parques o institutos, asegurando el control de barrios, gradas o municipios.

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