
«La independencia no es una palabra que deba exorcizarse, sino una condición indispensable para la existencia de los hombres y mujeres realmente liberados, es decir, dueños de todos los medios materiales que hacen posible la transformación radical de la sociedad» – Frantz Fanón, Los condenados de la Tierra
El 22 de marzo pasado se celebró una jornada en la que se rescató la figura revolucionaria de Frantz Fanon en su centenario. Es la séptima de lo que en un principio fue un encuentro realizado en 2020 por la editorial Enclave y la Asociación Átopos, salud mental, comunidad y cultura.

Estábamos a principios de 2020, sufriendo las consecuencias de la gestión de la crisis financiera de 2008, el exponencial crecimiento de la desigualdad, de la precarización del empleo y, sobre todo, del desasosiego ante la incertidumbre del futuro que se entreveía, cuando la violenta irrupción de la pandemia de Covid descubrió la absoluta fragilidad de los servicios sanitarios, la total desprotección sociosanitaria y la nefasta gestión de unas administraciones donde primaba la lógica del beneficio empresarial en los servicios públicos. Nos descubrió la fragilidad y precariedad de nuestra existencia toda, en una relación social donde la vida queda subordinada a la acumulación capitalista. De ahí surgió la idea de una jornada sobre capitalismo y sufrimiento psíquico y, en sus conclusiones, lo oportuno de continuarlas. Surgió la necesidad de reflexionar en busca de respuestas, planteando un debate sobre capitalismo y sufrimiento psíquico, no solo para profesionales, sino abierto a quien quisiera acudir, en la idea de que, si hay un futuro para la salud, para la habitabilidad de este planeta, se encuentra como señala Fanon en la subversión del orden existente, y esto requiere una toma de conciencia colectiva.
Y el hecho ahora es que el grito revolucionario que es la obra de Fanon asalta de nuevo a la conciencia del mundo, cuando se está reproduciendo la forma más brutal del colonialismo en el genocidio de Gaza con el apoyo directo o indirecto de las democracias occidentales; nos reclama no solo a luchar por parar ese exterminio, sino hacerlo por derribar los valores que lo hacen posible, que hacen posible la colonización de pueblos y de gentes.
Fanon reúne una triple condición: ser negro, psiquiatra y militante del Frente de Liberación Nacional argelino (FLN) en plena guerra de independencia de Francia, una vida y una obra en las que pensamiento y acción van de la mano. Nacido en 1925 en Martinica, abraza desde muy joven el movimiento cultural, político e ideológico de la Negritud, escribiendo sobre la alienación del negro en la sociedad blanca a través de observaciones clínicas en las que diagnostica los síntomas patológicos del racismo en la vida cotidiana, relaciones neuróticas donde el concepto de raza se reproduce y se naturaliza.
Fanon estudia medicina en Lyon con una beca por haber combatido con las fuerzas aliadas contra los nazis siendo aún adolescente. Especializado como psiquiatra irá a trabajar, tras un par de años en Francia, con Francesc Tosquelles, psiquiatra catalán (fundador del POUM y precursor de la psicoterapia institucional) exiliado a tras la Guerra Civil, a Argelia de director médico del hospital psiquiátrico de Blida-Joinville, con más de dos mil pacientes en condiciones inhumanas y un escaso personal sanitario.
Llega a Argelia en plenas las revueltas que darán lugar a la insurgencia frente a la colonización francesa, donde su pronta afiliación en FLN le obligará compaginar su labor de terapeuta con la militancia clandestina, utilizando el hospital como refugio y clínica de asistencia a los insurgentes. En su consulta atiende a victimas y victimarios de la colonización, casos clínicos de pacientes afectados por la guerra, colonos y colonizados, torturadores y torturados. Torturadores que van a su consulta a la salida de las sesiones de tortura, quejándose de diversos malestares que no vinculan con su actividad, digamos, laboral. Al tiempo que como militante clandestino ejerce como estratega y teórico de la revolución, llegando a ser portavoz en toda el África negra del Gobierno Provisional de la República de Argelia.
Será su último libro, Los condenados de la tierra, escrito ya enfermo de leucemia. Morirá a los 36 años en 1961, por el que será mundialmente reconocido, formando parte de la mochila de los revolucionarios de los años 60 y 70, como Ernesto “Che” Guevara, Patricio Lumumba o Nelson Mandela. Su texto contribuyó a forjar la filosofía política de las luchas descolonizadoras del Sur Global.
Hoy el colonialismo perdura en formas de racismo y xenofobia o en su modo de radical ocupación en Palestina, donde el gobierno israelí está practicando un genocidio en Gaza, mientras la UE le pide “contención en las masacres” y le mantiene como socio comercial, incluyendo el suministro de las armas con las que asesina a mujeres y niños.
Sesenta y cuatro años después de la muerte de Fanon muchos estaríamos de acuerdo con él cuando reniega de Europa, de una Europa tramposa con sus valores, aquellos que él fue a defender en las trincheras de la Segunda Guerra Mundial siendo adolescente. Una “Europa que ha justificado sus crímenes y ha legitimado la esclavitud”.
Y estaríamos con Fanon cuando plantea en el último párrafo de Los Condenados de la Tierra: “Por Europa, por nosotros mismos y por la humanidad, compañeros, hay que cambiar de piel, desarrollar un pensamiento nuevo, tratar de crear un hombre nuevo”.
Es necesario que comience una nueva Historia.
Por Manuel Desviat