
Tras unos días de retórica belicista, amenazas y escalada de la violencia, finalmente el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha decidido bombardear Irán. Lo ha hecho durante la madrugada del sábado 21 de junio al domingo 22 de junio, hora española, según informa El Salto.
Los ataques se han producido después de una campaña de ocho días de intensos bombardeos de Israel contra Irán, los cuales habían provocado importantes bajas civiles pero, a su vez, habían evidenciado que el arsenal del ejército sionista no era suficiente, por sí solo, para acabar con las instalaciones subterráneas del Estado persa.
Israel inició esos ataques contra el territorio iraní violando la ley internacional, ya que no había provocación previa de Teherán que justificara una agresión militar. Y lo hizo interrumpiendo las negociaciones entre Washington y Teherán sobre el programa nuclear iraní, bombardeando el país 48 horas antes del inicio de una nueva ronda de conversaciones, con el objetivo de paralizarlas.

Ante la escalada israelí y la respuesta iraní (que lanzó varios misiles contra el país sionista), Washington proporcionó apoyo de inteligencia y militar a Israel, haciendo uso de sus escudos, con los que ha interceptado misiles iraníes. Además, envió aviones cisterna a algunas de sus bases militares en Europa, incluidas las españolas de Rota y Morón. Todo parecía allanado para que EEUU pudiera entrar en la guerra, tal y como reclamaba Netanyahu.
«Como en un llamativo déjà vu -con una narrativa similar a la de 2003 para justificar la invasión estadounidense de Irak- volvemos a escuchar declaraciones públicas de gobiernos y medios de comunicación que difunden argumentos para justificar no solo esta escalada, sino la posibilidad de una guerra mayor«, explica Olga Rodríguez en eldiario.es. «En esta ocasión ni siquiera ha habido gobiernos europeos que mencionaran públicamente la necesidad de una resolución previa en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, como sí exigieron varios países de Europa en 2003, que también condenaron la ilegalidad de aquella invasión por no contar con la aprobación de la ONU.
El Gobierno israelí busca derrocar el régimen iraní escudándose en el argumento del arsenal nuclear, pese a que no hay ninguna prueba de que Irán posea ese armamento, con el que sí cuenta Israel desde hace décadas. Es más, tanto la directora de la CIA el pasado mes de marzo como el Organismo Internacional para la Energía Atómica han subrayado que no tienen ningún indicio de que Teherán disponga de armamento nuclear.
Esta nueva agresión, con la que se vuelve a pisotear el derecho internacional, forma parte del plan de Netanyahu para “cambiar el mapa de Oriente Próximo” -esta es la expresión que usa él mismo- una idea que lleva años fraguando y que ha expuesto en varias ocasiones«.

Trump, el matón que culpa a Irán de los bombardeos que sufre
Según ha confirmado el propio Trump en redes sociales, el ejército estadounidense ha bombardeado las infraestructuras nucleares de Natanz, Fordo e Isfahan. En una comparecencia en la Casa Blanca después del ataque, Trump (flanqueado por Vance, Rubio y Hegseth) ha calificado la operación de “éxito militar”, ha asegurado que las tres centrales han quedado «completamente destruidas» y ha amenazado con nuevas acciones si Irán no se rinde. “Paz o tragedia”, ha dicho en su tono habitual. «Irán, el matón de Oriente Medio, debe apostar por la paz. Si no lo hacen, nuestros próximos ataques serán más fuertes y más fáciles de lograr«. Por supuesto, ha obviado que los primeros bombardeos de este conflicto bélico los inició Israel.

También ha pasado por alto que en los últimos 20 meses el Gobierno israelí ha impulsado otros ataques directos contra cinco países, ha matado a más de 55.908 personas en Gaza, aplica el apartheid en Cisjordania y bombardeó la embajada iraní en Damasco hace 15 meses y está empeñado en transformar la región a base de violencia. Pero «el matón» en la región, según Trump, es Irán.
Irán: «Ahora nos toca responder»
Por su parte, Irán ya ha anunciado que este ataque tendrá consecuencias y que esta intervención se ha llevado a cabo “al margen de la ley internacional”. “De conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y sus disposiciones que permiten una respuesta legítima en defensa propia, Irán se reserva todas las opciones para defender su soberanía, sus intereses y su pueblo”, ha dicho el ministro de Seyed Abbas Araghch, ministro de Asuntos Exteriores de Irán, quien se encuentra en la complicada posición de decidir si cumple con sus amenazas – lo cual, sin duda, generaría una brutal respuesta de Trump y pondría en peligro a su pueblo – o si se la envaina, lo cual sería una muestra de debilidad
Es la primera vez desde la Revolución Islámica de 1979 que Estados Unidos ataca con fuerzas aéreas instalaciones dentro del país, lo que ha sido considerado un acto de guerra. Según fuentes iraníes, desde que empezó la ofensiva israelí, el pasado viernes 13 de junio, unos 400 iraníes habría muerto a causa de los ataques.
Según medios estadounidenses, los bombarderos estadounidenses que atacaron las instalaciones nucleares iraníes lanzaron, por primera vez en una guerra, bombas antibúnker diseñadas para destruir objetivos subterráneos reforzados. Una docena de las bombas se lanzaron contra la planta de enriquecimiento de Fordow, que está enterrada bajo una montaña, y otras dos se utilizaron contra la planta de enriquecimiento de Natanz, según informó un funcionario de Defensa. Se sabe que EEUU ha producido alrededor de 20 de estas municiones gigantes.
Décadas de ataques no bélicos contra Irán (e Irak)
Por supuesto, el hecho de que se trate del primer ataque militar de EEUU contra Irán, no quiere decir que se trata de la primera vez que el país anglosajón agrede al país persa, o amenaza su soberanía. Como nos recuerda un análisis de The New York Times, «a lo largo de las últimas dos décadas, EEUU ha usado sanciones, sabotajes, ciberataques y negociaciones diplomáticas para ralentizar la larga marcha de Irán hacia la construcción de la bomba nuclear«.
Tal y como explicamos en nuestro artículo «Las sanciones como muerte encubierta» (julio 2017), las sanciones económicas también generan muerte y ruina a la población de los países que las sufren. «Las víctimas de una guerra parecen serlo sólo cuando sufren un bombardeo o reciben un disparo«, decíamos. «La única guerra que se reconoce es la militar; no la económica. La muerte por embargos no es espectacular, es lenta, dolorosa y carente de sangre, por lo que se acaba normalizando y no despierta ningún interés. Nuestro mundo se configura a través de la imagen y las que se generan por este tipo de guerras no llegan hasta nosotras«. Así es cómo Occidente ha ido desgastando a sus enemigos políticos durante décadas, sin indignar a nadie.
Un ejemplo sobre cómo las sanciones afectaron al régimen iraquí de Saddam Hussein lo podemos leer en libro La Era de la Yihad, escrito por el periodista irlandés Patrick Cockburn (una recopilación de artículos periodísticos editado por Capitán Swing), que describe cómo se vivía en Iraq bajo las sanciones de la ONU en los trece años que precedieron a la guerra que inició Bush en 2003:
«Las Naciones Unidas devastaron Iraq en los trece años que van entre 1990 y 2003. Los iraquíes vieron cómo su nivel social y económico pasaba de ser similar al de Grecia a estar a la altura del de Mali. La Organización Mundial de la Salud declaró que en 1996 “la inmensa mayoría de la población del país llevaba años con un dieta de semiinanición”. Naciones Unidas estimaba que entre seis y siete mil niños estaban muriendo al mes a consecuencia de las sanciones. Millones de iraquíes que habían tenido buenos trabajos y habían vivido cómodamente se vieron sumidos en la pobreza y abocados incluso a la delincuencia. La enseñanza y la sanidad pública del país, servicios que habían llegado a ser de gran calidad, se derrumbaron. Un equipo médico extranjero de visita en el país fue “testigo de cómo un cirujano trataba de practicar una operación con tijeras demasiado desafiladas como para rasgar la piel del paciente”. Había cortes de electricidad y agua potable porque las centrales eléctricas y las plantas potabilizadoras fueron el blanco de la campaña de bombardeos de 1991 y se reconstruyeron solo parcialmente. Sin dinero para pagar el sueldo a los funcionarios, la Administración se volvió irremediablemente corrupta y no ha dejado de serlo desde entonces. La invasión liderada por Estados Unidos en 2003 destruyó el Estado y ejército iraquíes, pero el régimen de sanciones ya había hecho añicos la sociedad y la economía del país. Puede que las sanciones de la ONU mataran a más iraquíes que cualquiera de las guerras posteriores. Aplicadas a partir de 1990, tras la invasión de Kuwait ordenada por Sadam Husein, impusieron un riguroso cerco sobre todo un país, que se suavizó solo levemente a partir de 1996, con el programa “petróleo por alimentos”. El supuesto objetivo de las sanciones era debilitar a Sadam Husein privando al régimen de dinero y de todo tipo de bienes que pudieran permitirle reconstruir su maquinaria militar. Se prohibieron productos tan inofensivos como los lápices de grafito, porque las minas podían utilizarse para fabricar armas nucleares; no podía importarse cloro para potabilizar aguas contaminadas porque podía transformarse en gas tóxico; las ambulancias escaseaban porque podían utilizarse para transportar tropas. Ninguna de estas medidas sirvió para debilitar el poder de Sadam Husein, pero tuvieron un efecto catastrófico sobre el pueblo iraquí. […] Los desastres que siguieron a la invasión estadounidense de 2003 han generado grandes controversias con respecto a la responsabilidad por lo ocurrido. Pero apenas se tiene presente hasta qué punto las sanciones ya habían arruinado Iraq y habían creado las condiciones para que los iraquíes estuvieran dispuestos a empuñar las armas o adherirse al extremismo religioso. Y no es algo que solo se haya sabido después. […] En 1998, Denis Halliday, coordinador de la oficina de ayuda humanitaria de la ONU en Iraq, dimitió en protesta por las sanciones y advirtió sobre sus consecuencias para los iraquíes más jóvenes: “Lo que debería preocuparnos es la posibilidad de que se siga desarrollando el pensamiento fundamentalista islámico – declaró de manera profética –. Lo que no se acaba de entender es que se trata de una consecuencia derivada del régimen de sanciones”. Nadie le hizo caso en su momento, pero la verdad de sus palabras salta hoy a la vista, cuando los extremistas suníes del Estado Islámico gobiernan un tercio de Iraq y los partidarios religiosos chiíes controlan el gobierno de Bagdad. […] La gente es mucho más consciente de las víctimas de la acción militar directa, como, por ejemplo, los niños muertos o heridos por lo ataques aéreos. Un embargo económico puede multiplicar el número de muertes por cien, pero lo hace en silencio y a puerta cerrada. Sus primeras víctimas son los más jóvenes, los más viejos y los más enfermos. El número de niños fallecidos antes de cumplir el primer año de vida pasó de uno de cada treinta en el momento en que se impusieron las sanciones a uno de cada ocho siete años más tardes. Muchos iraquíes no comían lo suficiente. Así de sencillo«.
Motivos para el «no a la guerra»: del legalismo a las muertes masivas
Las reacciones a los bombardeos de Trump no se han hecho esperar en Estados Unidos. “Es groseramente inconstitucional“, ha dicho el senador demócrata Bernie Sanders, que ha recordado que “el único que puede declarar la guerra es el Congreso” y que Trump no tiene legitimidad para atacar a un país extranjero sin pasar por la Cámara.
Además, más allá del marco legal estadounidense, desde el punto de vista del Derecho Internacional, también se trata de una agresión ilegal, sin provocación previa, que no ha contado con la aprobación ni del Congreso de EEUU, ni del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Además, el artículo 56 del Protocolo Adicional de las Convenciones de Ginebra prohíbe ataques selectivos contra instalaciones nucleares.
Frente a la normalización de la impunidad, más de una veintena de relatores independientes de Naciones Unidas ya habían condenado los ataques de Israel contra Irán, calificándolos de “violación flagrante de los principios del derecho internacional” y han advertido de que “la inacción” de la comunidad internacional “arrastrará a toda la región y más allá al abismo”. El paso dado por EEUU contribuye a ello y ha sido censurado por el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, quien alerta de que se trata de “una peligrosa escalada”, “una amenaza directa a la paz y la seguridad internacionales” y “un riesgo creciente” de “consecuencias catastróficas”.
Más allá del argumento legalista, que es el que menos nos importa, Sanders también ha explicado que sería un error seguirle la corriente a Netanyahu en su guerra con Irán, como ya ocurrió en 2002 cuando el entonces ministro israelí (perteneciente al gobierno de Ariel Sharon) compareció en el Congreso de EEUU y defendió la invasión de Irak y el asesinato de Saddam Hussein (lo cual ocurrió en 2003). «Netanyahu se equivocó. La guerra en Irak causó 4,492 muertes de militares estadounidenses, más de 32,000 heridos y un coste aproximado de tres billones de dólares. Cientos de miles de iraquíes murieron como resultado de esa trágica guerra. Netanyahu se equivocó con respecto a la guerra en Irak. Y se equivoca ahora. No debemos involucrarnos en la guerra de Netanyahu contra Irán«, ha advertido.
Sin duda, Sanders se queda corto. No estamos ante un error, o una estrategia fallida con terribles consecuencias. Estamos ante un intento de un genocida, como lo es Netanyahu, de eliminar a todos los países que lo rodean e imponer un modelo occidental en la región.
Una nueva Cumbre de la OTAN para reclamar un aumento del gasto militar
En unos días se va a celebrar en La Haya la Cumbre de la OTAN, en la que EEUU va a pedir de nuevo a sus aliados europeos un aumento del gasto militar de hasta un 5% del Producto Interior Bruto anual. Para lograrlo, Washington y su hombre en la Alianza Atlántica, el secretario general Mark Rutte, van a agitar el fantasma de la amenaza global con un enfoque en el que el peligro siempre son “los otros”, mientras el genocidio contra Gaza lo comete un aliado, con la facilitación de EEUU.

«El objetivo es imponer un marco de guerra que dará fuelle a la industria armamentística y al uso de la vía militar como medio para acceder a nuevos recursos y clientes -a los que vender gas estadounidense, por ejemplo- pero también como fin en sí mismo, como motor de un modelo económico que no quiere -ni sabe- poner el freno a la idea de crecimiento ilimitado para enriquecimiento de las élites«, explica Olga Rodríguez en eldiario.es. «La Cumbre de la OTAN se produce en medio del genocidio israelí contra Gaza y de la agresión contra Irán. La narrativa israelí estará representada en el encuentro atlantista por algunos de los máximos aliados de Tel Aviv: EEUU, Reino Unido, Alemania o Francia. Los dirigentes de estos países insisten en el “derecho a defenderse” de Israel, al igual que Ursula von der Leyen, a pesar de que a estas alturas nadie puede esconder que esa expresión es empleada para excusar crímenes masivos y permitir que sigan perpetrándose«.
En otras palabras, Trump pretende introducir a la OTAN en una guerra contra Irán, iniciada a petición de Israel, y justificar que aumentemos el gasto en Defensa en detrimento de prestaciones en Educación o Sanidad para defendernos de sus posibles respuestas. La guerra, por tanto, sembrará muerte y destrucción en Oriente Medio y recortes sociales, precariedad y militarización en los países occidentales. Sólo lo podremos evitar con una salida de la OTAN y una apuesta por la paz.