
«Nos dijeron que entrábamos por la puerta y saldríamos por la chimenea» – Un superviviente de Mauthausen.
Conocido incluso durante la contienda como el «campo de los españoles», este centro de reclusión, muerte y trabajo forzado abrió en el verano de 1938 con presos del campo de Dachau que fueron trasladados para su construcción junto a las canteras de granito en Austria. Inicialmente el campo de concentración de Mauthausen fue financiado por el Dresdner Bank alemán, el Escompte Bank checo, la Cruz Roja alemana, o el «Fondo Reinhardt», fundación que gestionaba la riqueza robada a presos en otros campos de concentración. A finales de 1939 estaba saturado de presos, por lo que iniciaron la construcción del campo de concentración de Gusen, en un emplazamiento cercano.

Concretamente Mauthausen estaba situado a unos veinte kilómetros de la ciudad austriaca de Linz, una zona poco poblada y con numerosas vetas de piedra granítica, necesaria para reconstruir las principales ciudades alemanas. Si bien en el inicio fue un campo de concentración donde enviaron a presos comunes y trabajadoras sexuales, pronto tanto este campo de concentración como Gusen I, se les otorgó la categoría de «Grado III», destinado a enemigos políticos incorregibles del Reich. En este complejo de campos acabaron muchos miembros de la denominada «Intelligentsia» o intelectuales ilustrados alemanes.
Sin embargo, desde 1940 se convirtió en un conjunto de subcampos en torno a las canteras de Wienergraben y de Kastenhofen, propiedad ambas de Deutsche Erd-und Steinwerke GmbH (conocida como Compañía DEST), una empresa de las SS nazis para explotar mano de obra esclava. Todo ello a su vez formaba parte de una amplia red de campos de concentración en Austria y el sur de Alemania que, a parte de canteras de granito, incluían otra clase de minas, fábricas de armamento y de ensamblaje de aviones. Este aumento de subcampos se mantuvo a lo largo de todo el conflicto bélico para hacinar en barracones a los miles de presos que eran capturados durante el conflicto mundial.
La paulatina y constante llega al infierno, un pacto hispano-alemán
A partir de agosto de 1940, antifascistas españoles procedentes de stalags, es decir, campos de prisioneros de guerra, comenzaron a ser transferidos paulatinamente a este campo de Mauthausen hasta 1945. Muchos de estos españoles se habían exiliado de España en 1939 tras la derrota del Ejército Popular de la República y las milicias obreras que lucharon en la Revolución y la Guerra Civil española. Tras haber pasado por campos de concentración de las autoridades francesas como Argelès-sur-Mer, Le Vernet dAriège o Barcarès en unas condiciones lamentables; con la invasión de Francia por parte de la Alemania nazi fueron encuadrados en la Legión Extranjera francesa.
Muchos de los que fueron capturados por los alemanes en los primeros momentos de la invasión del territorio francés, tras los acuerdos entre la España franquista y la Alemania del Tercer Reich, comenzaron a ser esclavizados en batallones de trabajos forzados completamente extenuantes y en condiciones deplorables. Como la dictadura de Franco había proclamado que no reconocía españoles fueran de sus fronteras nacionales; los antifascistas españoles eran obligados a llevar por las autoridades nazis un triángulo azul en señal de apátridas, con una S (en referencia a «Spanier») en la parte central. A partir del año 1943 la mayoría de los españoles capturados eran miembros voluntarios de la «Resistencia» contra la Alemania nazi en territorio francés. Se calcula que unos 40 mil españoles participaron de la Segunda Guerra Mundial en la lucha contra el nazismo, de los que 9.328 acabaron en campos de concentración alemanes.
Pasaron en total durante cinco años por Mauthausen exactamente 7.251 españoles, de los cuales morirían 4.747 en diversas circunstancias, aunque el 65% fueron asesinados en el campo de concentración de Gusen. La utilización de presos para la producción bélica alemana aumentó mucho a partir de 1942, año en que se abrió también el frente de guerra oriental contra la Unión Soviética. Las condiciones de vida eran inhumanas, con una pésima alimentación y enfermedades que no tenían en absoluto una asistencia médica conveniente. Todo ello también era origen y causa directa de muchas de las muertes que se dieron en este conjunto de campos de concentración, aunque también hubo numerosos fusilamientos, ahorcamientos, cámaras de gas móviles, o lanzamientos a gran altura.

La organización en el campo y la convicción de una victoria antifascista
Particularmente en Mauthausen una escalera de 186 peldaños de piedra distanciaba la cantera de granito de los barracones de hacinamiento, y muchos españoles eran obligados a subirla y bajarla cargados de pesadas piedras hasta una docena de ocasiones diariamente. Mientras tanto las autoridades solían empujarles o golpearles con bastones lo cual provocaba muertes por violencia o extenuación. En lo alto de la cantera había una abrupta pared, que los nazis comenzaron a denominar como el «muro de los paracaidistas», ya que muchos prisioneros eran arrojados desde arriba cayendo al vacío. A partir de 1941 algunos españoles comenzaron a desempeñar labores específicas en el campo como albañiles, administrativos, intérpretes, o sastres; esto potenció que se creara una red organizada de los españoles antifascistas que distribuían medicamentos, comida, trasladaban cartas y mensajes. En definitiva, esta red clandestina de supervivencia lograba que cuando llegaban nuevos deportados, algunos de los conocimientos adquiridos se fueran transmitiendo, construyendo un sostén de apoyo mutuo que fue vital.

Estos antifascistas españoles, además, siempre mantuvieron una plena convicción de la derrota del nazismo, la mayoría tenían unas ideas políticas que les permitía mantenerse firmes moralmente de una victoria a pesar de la barbarie que les rodeaba. Sin esa organización interna en el campo de concentración no se hubieran podido desarrollar los hechos de los últimos días antes de ser liberado el campo de concentración. Desde inicios de 1945 un gran número de deportados de otros campos evacuados llegaban a Mauthausen, y cada vez estuvo más atestado de prisioneros, muriendo muchos de ellos en los últimos meses de graves epidemias. Sin embargo, fue uno de los últimos campos que alcanzaron las tropas estadounidenses el 5 de mayo de 1945. Unos dos o tres días antes de llegar esas tropas aliadas los nazis alemanes se habían retirado, por lo que la red organizada de españoles fue la que encabezó esa autoliberación realmente.
Al llegar algunas decenas de norteamericanos, pudieron ver que los españoles supervivientes organizaban la vida del campo desde hacía dos días, y cuando la Undécima División Blindada de los Estados Unidos llegó al campo en vehículos, se habían retirado los símbolos nazis y habían elaborado una enorme pancarta en la que los españoles antifascistas saludaban a las fuerzas liberadoras. Según testimonios directos, la imagen icónica fue realizada al día siguiente de la liberación real, el 6 de mayo de 1945, que es cuando se tomaría la fotografía. Este fin de la guerra mundial no suponía la paz para esos españoles, muchos de ellos jamás pudieron regresar a España ya que la dictadura franquista continuaría hasta los años 70.



La persistencia de la memoria, un recuerdo para la lucha actual
Desde 1946 la autoridad soviética devolvió este territorio a Austria, y se erigió el primero de los memoriales de Mauthausen. Posteriormente otros países y organizaciones han realizado sus propios monumentos una vez que se destruyeron gran parte de los antiguos barracones. A principios de los años 60 ubicaron en el interior del memorial un cementerio donde serían trasladados miles de restos mortales de fosas comunes utilizadas por las SS, y de cementerios de las localidades cercanas. Finalmente en el año 2003 se inauguró el Centro de Visitantes de Mauthausen, de acceso completamente libre y gratuito a cualquier persona. Una década después sobre el antiguo edificio de la enfermería, completamente remodelado, se inauguraron dos exposiciones permanentes y la conocida como «Sala de los nombres», en memoria de todos los muertos de Mauthausen y sus subcampos. Es relevante saber que en la página web del memorial de Mauthausen se puede realizar un tour virtual disponible en inglés.
La asociación Amical de Mauthausen fue fundada en la clandestinidad en 1962, y reconocida legalmente en 1978 para custodiar el recuerdo material y moral de los españoles en los campos de concentración nazis. La han venido integrando decenas de personas supervivientes, familiares, amistades y simpatizantes tanto de Europa como en América. Cada año se organiza un acto de homenaje en el antiguo campo de concentración de Mauthausen, y este 2025 será una fecha especial al cumplirse el 80 aniversario del fin del conflicto mundial y del genocidio en territorio europeo.


En Madrid, detrás de la histórica Plaza de la Villa, se emplaza un conjunto escultórico que rinde homenaje a 449 madrileños y madrileñas antifascistas deportados en los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial. También en Almería, en el parque de las Almadrabillas, existe un monumento en recuerdo a 142 andaluces que acabaron en aquél campo de concentración. Igualmente por todo el territorio peninsular están diseminadas decenas de placas del proyecto denominado «Stolpersteine» (del alemán: piedra que te encuentras en el camino) iniciado por el artista alemán Günter Demnig. Son pequeños bloques de cemento cubiertos por una fina lámina de latón donde se graban los datos de la víctima deportada e insertados en aceras junto al domicilio o lugar de trabajo conocido del deportado. En todo el mundo hay más de 75 mil de estas placas de memoria en veinte países distintos.

La memoria debe espolear nuestras conciencias en la actualidad, estos espacios de memoria son necesarios para mantener vivo ese recuerdo, y es un recuerdo que no debe ser entendido como nostalgia, sino como aquello que nos conecta con las luchas revolucionarias que afrontamos en el presente y con la verdad de nuestra clase trabajadora. Con una verdad, una justicia y una reparación que no solamente habla de pasado, sino de la ultraderecha y sus prácticas a día de hoy que debemos confrontar. Hoy debemos recordar que somos porque fueron.