Un mundo sin policía

Vivimos en una sociedad donde casi cualquier problema social – desde vecinos/as ruidosos/as a un faro trasero roto- se ha convertido en un asunto de intervención policial. El resultado es una epidemia de acoso y violencia. Pero, ¿y si encontráramos otras formas de resolver nuestros problemas? ¿Y si hiciéramos retroceder al poder policial y aboliéramos la institución por completo? Aquí te invitamos a pensar y actuar junto a otras visionarias y encontrar maneras de lograr un mundo libre de policía.

Así se presenta el proyecto colectivo estadounidense A World Without Police (un mundo sin policía) que trata de buscar acciones concretas que nos acerquen a ese objetivo de un mundo en el que no exista esta institución. Con este fin, en su página web recopilan una interesante guía de estudio sobre el tema (ver el apartado Study Guide), así como noticias de actualidad relacionadas. Aunque sus textos principales están basados en el contexto estadounidense, nos parecen un material muy útil también en nuestro contexto, por eso hemos traducido algunos de ellos al castellano a continuación.

El problema

Los/as activistas contra la brutalidad policial suelen decir que la policía está ahí para proteger y servir, y se quejan de que no lo hacen. Pero esta suposición acerca de la finalidad de la policía es errónea. Desde su creación hasta el presente, las fuerzas policiales han protegido y servido a la minoría rica contra la mayoría, a la gente blanca contra el resto. La aplicación desigual de la ley y la violencia no son aberraciones, son una parte necesaria de su trabajo.

Históricamente, las fuerzas policiales fueron creadas para proteger la propiedad de empresas y ricos y mantener la supremacía blanca. En las ciudades, se formaron para reprimir al creciente número de gente pobre que trajo consigo el capitalismo industrial, mientras que en las plantaciones y colonias agrícolas se formaron en respuesta a la amenaza de las revueltas de esclavos/as.

En Inglaterra, la primera policía fue fundada por comerciantes ricos para prevenir el robo en los puertos comerciales de Londres. Este primer intento sentó las bases para el establecimiento de la Policía Metropolitana de Londres, la primera fuerza policial moderna del mundo, en 1829. En Estados Unidos, los primeros departamentos policiales se formaron a mediados del siglo XIX en las ciudades del noreste para controlar los disturbios y la cultura urbana problemática de las personas migrantes pobres, para proteger la propiedad de las clases medias y hacer cumplir las leyes contra la huida de esclavos/as. En el sur, la policía evolucionó a partir de las patrullas de control de esclavos/as, y se centró en evitar las huidas o insurrecciones esclavas.

Oficiales de policía detienen a un manifestante durante la marcha tras la vigilia por Kimani «Kiki» Gray en el barrio de East Flatbush de Brooklyn el miercoles 13 de marzo de 2013. El chaval de 16 años murió el sabado anterior debido a los disparos de policias de paisano que alegan que el joven les apuntó con un revolver de 38mm (AP Photo/John Minchillo)

En todos los casos, la policía se inventó para defender la propiedad y los intereses de la clase blanca dominante. Para evitar que las explotadas perturbaran la sociedad capitalista, sea mediante comportamientos antisociales o mediante rebeliones conscientes.

Hoy, a pesar la diversificación de los servicios policiales, la principal actividad de la policía continúa siendo el patrullaje de las calles. Las patrullas callejeras velan por el cumplimiento de todo un rango de normativas para controlar a los/as pobres y otras capas de población vistas como insubordinadas o turbulentas. Utilizan la raza –especialmente la negra- como una seña de identificación de objetivos potenciales. La policía rara vez se fija en los abusos laborales por parte de los/as jefes, o en delitos de cuello blanco. Al contrario: protegen áreas comerciales y, en menor medida, la propiedad de las clases medias. Fundamentalmente, la forma más extendida de opresión en la sociedad capitalista no es la policía, sino nuestra explotación en el puesto de trabajo, donde se nos roba el valor que creamos para los empleadores en forma de beneficios. Este tipo de explotación se considera totalmente normal y legal, un crimen escondido a plena vista.

Hoy como ayer, la policía protege los arreglos comerciales, laborales y habitacionales que mantienen el capitalismo en marcha, y a aquellos/as que se benefician de ellos.

Precisamente porque el objetivo fundamental de la policía es defender un sistema injusto, es imposible que la policía proteja y sirva a todas las personas por igual. Los cuerpos policiales dirigen su atención a las personas pobres racializadas y la apartan de la gente rica, dejando la explotación capitalista diaria intacta. Mientras continúa la explotación, los/as ricos/as se vuelven más ricos/as y las élites adquieren cada vez más poder para dirigir la atención policial a donde quieran. “La igualdad ante la ley” es una expresión vacía en este tipo de sociedad, igual que lo es la “libertad de expresión” cuando la emisión de los medios de comunicación es comprada y vendida por empresas.

Dado que la policía trabaja para el gobierno en vez de para algún capitalista privado, da la impresión de que sirven a la población en general y que las personas contra las que se dirige la policía son enemigos públicos. El trabajo policial cotidiano vilipendia a los/as pobres y no-blancos/as e invita a los/as trabajadores/es con mejores condiciones a buscar protección en la policía al igual que hace la clase dominante. En la policía estadounidense este proceso de división siempre ha sido racista. Las patrullas de control de esclavos/as unían a vasallos/as blancos/as pobres con ricos dueños de esclavos para mantener la subyugación de los/as esclavos/as negros/as. De la misma forma, la policía contemporánea divide entre ciudadanos/as de primera y de segunda, en nombre de los derechos universales.

Para mantener la desigualdad capitalista, el trabajo policial siempre va a requerir la amenaza y uso de la violencia. Esto es lo que distingue a la policía del resto de instituciones públicas. A diferencia de otros cuerpos estatales, la policía tiene la autoridad para quitar derechos individuales por la fuerza, incluso quitar la vida. Independientemente de los límites legales que se les impongan, el papel de la policía les otorga el poder de detener, golpear, encerrar y asesinar en servicio de la ley y el orden.

La policía también es violenta en un segundo sentido: mientras sigan haciendo su trabajo, continuará la explotación cotidiana. Mientras mantienen la “igualdad ante la ley”, a los/as pobres se les paga salarios de hambre y se les desahucia y los/as jefes se quedan los beneficios. No importa lo no-violenta que se haga la policía, la violencia sistémica siempre permanecerá. No hay entrenamiento, supervisión legal o reforma que pueda alterar la violencia fundamental de la institución policial.

La única forma de acabar con la violencia policial es mediante una transformación revolucionaria de la sociedad que haga que la riqueza y los recursos sean libremente accesibles a todos/as. En vez de reformar la policía manteniendo su papel actual, esto requiere abolirla por completo.

La estrategia

La policía no solo asesina. Patrullan escuelas, hospitales y vías públicas. En muchas ciudades, recorren las aceras de complejos de vivienda pública, aparcan en las oficinas del paro, en centros comerciales o parques. En todos estos espacios, mantienen la supremacía blanca y protegen la propiedad por encima de la vida humana. De hecho, llevan a cabo una labor esencial para el capitalismo: disciplinar la pobreza, la población negra, queer, indígena, trans, no-blanca y con diversidad funcional para que acepten unas condiciones de vida deterioradas, reproduzcan las diferencias sociales y el aislamiento y castiguen cualquier disidencia contra el status quo de alienación y explotación.

No se puede reformar una mina antipersona, pero sí se puede desmantelar, destruir las fábricas que las construyen y disolver los gobiernos y empresas que se benefician de su existencia. Del mismo modo, no luchamos por una nueva policía más amable, más diversa, mejor entrenada que sus predecesores, ni siquiera por un nuevo sistema judicial. Luchamos por un mundo sin policía. Estamos trabajando para desempoderar, desarmar y disolver los cuerpos policiales dondequiera que operan y por revolucionar la sociedad en su conjunto.

Desempoderar

Si, como demuestra el caso del policía violador de Oklahoma Daniel Holtzclaw, nuestros cuerpos no nos pertenecen; si, como demuestran los casos de Eric Garner y Alton Sterling, la supervivencia diaria en un mundo capitalista se castiga con humillación, ataques y muerte, entonces la lucha no puede ser por una policía más “blanda”, diversa o basada en la comunidad. El poder absoluto e indiscutible que tiene la policía sobre nuestras vidas es directamente proporcional a nuestra falta de poder. Esta realidad solo puede comenzar a cambiar si le quitamos a la policía ese poder en todos los espacios en los que operan.

¿Cómo podemos desempoderar a la policía y empoderarnos nosotros/as mismos/as? Esto es un proyecto a largo plazo que conllevará reconstruir las relaciones de comunidad para resolver los problemas sociales y oponerse a la violencia policial, y sustituir la fragmentación capitalista con la libre asociación.

Primero, podemos confiar los/as unos/as en los/as otros/as en vez de en la policía. Cada vez que llamamos a la policía para pedir su ayuda, nos arriesgamos a que alguien salga herido/a o muerto/a. Pero si desarrollamos líneas de comunicación, oportunidades para la autoformación y la resolución colectiva de conflictos en diferentes escenarios, podemos empezar a excluir a la policía de nuestras vidas. En vez de que la policía medie en nuestros conflictos, podemos empezar a resolverlos por nuestra cuenta.

En segundo lugar, podemos construir organizaciones de lucha contra la violencia policial. Éstas podrían incluir grupos específicos para controlar la conducta policial o para cuestionar su legitimidad en nuestros barrios. Al mismo tiempo, grupos de todo tipo en el barrio, el colegio o el lugar de trabajo podrían oponerse a la expansión del poder policial y responder a su violencia cuando ésta tenga lugar.

En tercer lugar, podemos desarrollar “zonas libres de policía” en nuestros barrios, una vez que tengamos suficiente fuerza para resolver problemas sociales por nuestra cuenta y para enfrentarnos a la impunidad policial. Esto implicará reclamar espacios públicos para manifestar nuestras quejas, imaginar alternativas y socializar, al tiempo que desafiamos la fragmentación que produce el capitalismo y sostiene la policía. Podrían empezar siendo zonas temporalmente libres de policía y expandirse hasta ser ocupaciones semi-permanentes mantenidas y defendidas por la comunidad.

Aquí tenéis algunas ideas concretas para empezar a desempoderar a la policía:

En casa:

– Desarrollar árboles telefónicos y redes de respuesta rápida para compartir información importante, alertar de controles o redadas policiales y responder a amenazas policiales a tiempo real. Registrar conductas policiales y tomar acciones colectivas para parar la violencia policial en el acto y cuidar a los/as afectados/as por ella.

– Estudiar y compartir habilidades de mediación en conflictos, de forma que pequeños desacuerdos como quejas por ruidos puedan solucionarse entre vecinos/as sin involucrar a la policía. Comenzar a construir estas habilidades en asociaciones o colectivos vecinales.

– Construir grupos de defensa contra la violencia de género y el acoso sexual, liderados por supervivientes. La gente recurre a la policía cuando no tiene otra forma de abordar la violencia en el espacio privado, pero si hay alternativas como redes de apoyo, centros de crisis o grupos de autodefensa, se puede comenzar a dejar de lado la intervención policial.

– Luchar contra los desalojos. La policía existe para proteger la propiedad y hacer pagar a la clase trabajadora por su acceso a ella. Construir sindicatos de inquilinos/as, redes de solidaridad, grupos de defensa contra los desahucios u otro tipo de organizaciones que puedan defender el acceso de los/as vecinos/as a un techo sobre sus cabezas, sin importar su capacidad de pagarlo. Cuando la policía acuda a un desahucio, hay que estar ahí para echarles y mantener a los/as vecinos/as en sus casas.

En las calles:

– Animar a los/as vecinos/as a negarse a hablar con la policía cuando vienen a fisgonear por el barrio. Desacreditar y protestar contra las campañas que incentivan el chivateo y que contribuyen a la criminalización y encarcelamiento de unos/as a otros/as.

– Construir redes vecinales que interfieran en la actividad policial. Ya se están dando luchas de este tipo en Estados Unidos y se pueden activar mediante líneas de comunicación existentes entre organizaciones vecinales, laborales o de vivienda. Controlar y monitorear a la policía, pero no sólo eso: crear una cultura colectiva de resistencia que interfiera e impida a la policía usar la fuerza y detener a personas vulnerables.

– Constituir grupos de mujeres, personas queer y trans para defenderse contra el acoso callejero y las palizas. Si somos capaces de defendernos, no tendremos que confiar en la misma policía que nos acosa en momentos de crisis.

– Organizar campañas para derogar políticas represivas, como el Stop-and-Frisk en Nueva York o Civil Gang Injunctions en Houston.

– Evitar la construcción de nuevas comisarías o instalaciones policiales mediante la protesta popular, mesas informativas, etc.

– Apoyar una cultura militante de protesta contra el control policial en manifestaciones, evitar las detenciones en estos actos.

En el colegio:

– Desarrollar campañas para sacar a la policía de los colegios de todos los niveles. Esto puede impulsarse desde asociaciones estudiantiles, sindicatos de profesores/as o asociaciones de padres.

– Manifestarse en contra de las campañas de recrutamiento policial, por ejemplo en ferias de empleo o colegios.

– Oponerse a que la policía utilice las instituciones de enseñanza para sus propósitos, como los acuerdos de investigación que “reforman” la policía mientras refuerzan su legitimidad, o los intentos de traer a policía antidisturbios en las movilizaciones.

En el trabajo:

– Únete con tus compañeros/as para evitar el apoyo material a la policía, como los/as trabajadores/as de UPS que llevaron a cabo la acción “Hads Up, Don’t Ship” en Minneapolis. Coordínate con los/as demás para minimizar las represalias de la empresa por este tipo de acciones.

– Dentro de organizaciones existentes en el ámbito laboral, desarrolla la capacidad colectiva de defensa contra la represión policial. Estudia y desarrolla estrategias para defender piquetes, ocupaciones o manifestaciones de protesta. Los/as jefes y la policía trabajan codo a codo para evitar que los/as trabajadores/as conquisten cualquier tipo de poder en el trabajo.

– Organiza talleres de “conoce tus derechos” para minimizar el impacto legal de las interveciones policiales, sea durante una huelga o en cualquier otra situación.

Desarmar

El movimiento Black Lives Mater (las vidas negras importan) nació de la violencia. La lista de gente negra que ha sido asesinada por la policía en Estados Unidos es más larga de lo que nos gustaría reconocer: en 2015, la policía asesinó a 1.146 personas, y 2016 va por el mismo camino con 611 asesinados/as de enero a julio.

De todas las víctimas del terror policial, sólo un puñado de ellas llegan a los titulares o se convierten en mártires de la lucha. Eslóganes como el “no puedo respirar” o el “manos arriba, no dispare” son recordatorios de la violencia que padecemos. Y la violencia continúa cuando nos levantamos y respondemos: millones de personas observaron cómo los/as manifestantes desde Baltimore hasta Baton Rouge fueron brutalmente apaleados por la policía.

La policía dispone de una enorme variedad de armas que muchos/as hemos sufrido de primera mano. La rebelión de Ferguson fue un ejemplo perfecto: en Ferguson, la policía desplegó toda su fuerza con vehículos blindados, dispositivos acústicos de largo alcance, granadas de aturdimiento, rifles de asalto de cañón corto y equipamiento militar de camuflaje. Como si no fuera suficiente, también llevaban consigo armas habituales como pistolas, tasers, porras, esposas y esprays de pimienta, y estaban entrenados en combate cuerpo a cuerpo para reducir a civiles.

La vigilancia y la cibertecnología son también importantes armas en sus manos. La policía se sirve de dispositivos de control de teléfonos móviles, escáneres de matrículas, software de reconocimiento facial y de análisis de comportamiento, etc., para monitorear nuestras acciones y anticipar nuestros movimientos. Vigilan a la población y detienen a la gente que se atreve a expresar sentimientos antipoliciales. Ya ha habido casos documentados de activistas del Black Lives Matter que han sido espiados por el Departamento de Seguridad Nacional.

El armamento policial es utilizado cada día para herir y matar a gente pobre y de color, además de para reprimir protestas y resistencia. El único modo de terminar con la brutalidad y asesinatos policiales es desarmar a la policía por completo. Para esto, no basta con quitarles sus armas mortales. Implica quitarles también otras armas “no letales”, herramientas de vigilancia, etc., que utilizan para reprimirnos. En último término requiere una transformación revolucionaria de la sociedad en su conjunto, ya que si se quita a la policía su capacidad de infligir violencia, se evita su función de mantenimiento de la opresión y explotación capitalista. No obstante, cualquier esfuerzo de desarme policial nos da algo de espacio vital para sobrevivir, crecer como movimiento y trabajar hacia este objetivo final.

Estas son algunas de las formas para empezar a desarmar a la policía:

– Eliminar el vínculo entre ejército y policía, abandonando los programas de venta de equipamiento militar y de entrenamiento a departamentos policiales, o que ofrecen empleo en los cuerpos policiales a veteranos del ejército.

– Exponer y denunciar la represión política que incluye el uso de informantes pagados, agentes de incógnito y vigilancia de movimientos sociales.

– Estudiar y compartir técnicas de seguridad entre los/as activistas, como métodos de prevención de vigilancia informática y para reducir la posibilidad y efectividad de la infiltración policial.

– Lanzar campañas por el desarme de la policía en contextos concretos como escuelas, hospitales y, a largo plazo, en las patrullas callejeras.

– Protestar contra la asignación de presupuestos públicos a la policía, luchar por eliminar su financiación, lo cual mermará su capacidad de adquisición de armamento y de contratación.

Disolver

Disolver la policía significa algo más que crear grupos de “pacificadores vecinales” que continuarán salvaguardando la explotación, opresión y desigualdad capitalistas por otros medios. Además de desempoderar y desarmar, disolver los cuerpos policiales tiene un objetivo más amplio: la abolición total de la policía.

Mientras continúan los asesinatos policiales y las reformas superficiales demuestran ser insuficientes para detenerlos, cada vez más gente reconoce que el problema no está dentro de las instituciones policiales, sino que es la institución policial en sí.

Estos son algunos pasos a seguir hacia la disolución de la policía:

– Transformar nuestra manera de pensar acerca del delito, el conflicto y la identidad. Es posible romper la asociación entre delito-castigo violento, justicia-cárcel, y criminalidad-determinados tipos de personas. Se puede poner en evidencia cómo el discurso del “delito” se utiliza para deshumanizar a la gente negra, indígena, racializada, pobre, queer o rebelde. Si no pensamos en términos de castigo, control y división, podemos empezar a imaginar lo que la justicia verdadera puede significar.

– Luchar por eliminar determinadas unidades policiales que se hayan visto envueltas en escándalos o que sean políticamente vulnerables, como ocurrió con la unidad de delitos callejeros de la Policía de Nueva York, que asesinó en 1999 a Amadou Diallo.

– Desmantelar comisarías aprovechando falta de financiación, cambios demográficos o protestas populares.

– Organizarse para sacar a la policía de determinadas instituciones, como los colegios u hospitales. No sustituyéndola por seguridad privada, sino desarrollando equipos de seguridad vecinales elegidos democráticamente y dirigidos por aquellos/as a quienes protegen.

– Acabar con el poder político de los sindicatos policiales, disminuyendo su influencia en gobiernos locales y en último término eliminándolos.

– Una vez que nuestro movimiento cobre suficiente fuerza, desmantelar las fuerzas policiales en zonas de autogobierno democrático, reemplazándolas por sistemas de seguridad comunitaria y resolución de conflictos.

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