Caretas fuera: La ultraderecha nos considera basura

Sin duda, las elecciones del 23-J serán recordadas por muchas cosas. Fueron las elecciones más calurosas de la historia. Fueron las elecciones en las que Pedro Sánchez se paseó por todos los platós de televisión del universo, humilló a Ana Rosa y Pablo Motos, fue a ‘La Pija y la Quinqui’ a que le llamaran guapo y difundió un meme en el Día Internacional del Perro. Las elecciones del “Que te vote Txapote”. El debate a dos entre el PP y el PSOE lo ganaron Vox y Bildu. Feijóo se sacó un máster en difusión de bulos –imitando a Trump, sembró dudas sobre el voto por correo– pero, pese a ello, fue habitualmente eclipsado por Abascal, salvo a la hora de explicar, sin mucho éxito, su relación con el narco Marcial Dorado. Yolanda Díaz rebajó el ya de por sí diluido discurso de la izquierda institucional y, por si fuera poco, abogó por un “feminismo conciliador” –quizás estaría bien que alguien le recuerde que, si no es incómodo, no es feminismo–. Pero, probablemente, por lo que más serán recordadas estas elecciones se deberá a la guerra de las lonas del odio.

Basura humana

Todo empezó con una lona de Vox, situada en la esquina de Goya con Alcalá, en la que una mano –por supuesto de piel blanca y con la bandera de España de pulsera– tira a una papelera un símbolo feminista, la bandera trans y arcoiris, una hoz y martillo, el símbolo okupa, la bandera independentista catalana y el logo de la Agenda 2030. Por si a estas alturas todavía existía algún despistado, se quitaron la careta y dejaron claro lo que opinan de las personas LGTBIQ, las feministas, las personas pobres que no se pueden permitir pagar una vivienda, los catalanes que sueñan con la autodeterminación, los comunistas e, incluso, los inofensivos socialdemócratas: todas son basura humana.

Al rebajarnos a la categoría de basura, nos deshumanizan, como ya hicieron los nazis en la década de los 30, que compararon a judíos, gitanos y comunistas con ratas y les llamaron “tuberculosis racial”. Y no hace falta recordar lo que se hace con la basura: se destruye, se quema y se entierra. Esto es lo que opina esta gente, que aspira a gobernar junto a la derecha cristiana liberal (PP), de nosotras. Una postura que recuerda a las palabras del general retirado del Ejército del Aire, Francisco Beca Casanova, que en un grupo de WhatsApp escribió que “las palabras ya no sirven de nada” y que “no queda más remedio que fusilar a 26 millones de […] hijos de puta”. Por cierto, Vox dijo que las personas que participaban en ese chat eran “su gente”.

Por eso, no nos pueden extrañar cuáles han sido las primeras decisiones que han adoptado los gobiernos regionales de PP y Vox allá donde han alcanzado el poder: censurar obras de memoria histórica, acabar con consejerías de igualdad, vetar las concentraciones institucionales contra la violencia machista, marginar el catalán y bable, prohibir banderas LGTBIQ en edificios oficiales, crear un observatorio de violencia animalista contra cazadores, etc. Incluso censurar la peli de Lightyear porque aparecen dos lesbianas durante un segundo. En definitiva, convierten a nuestros verdugos en supuestas víctimas y regarles con dinero.

Vox, Desokupa y el Frente Obrero

Unos días después, la empresa Desokupa y un despacho de abogados especializado en desahucios desplegaron otra lona, esta vez enviando a Pedro Sánchez a Marruecos, con el lema “Desokupa a La Moncloa”. Por si fuera poco, Vox sacó otra, anunciando que Sánchez había liberado a cientos de violadores (por la aprobación de la Ley del Sólo Sí es Sí). Porque el fascismo siempre se ha servido del miedo –al extranjero, a la conspiración judía, al movimiento obrero, etc.– para alcanzar el poder.

Lona de Desokupa

A mediados de julio, el Frente Obrero –un partido que se dice de izquierdas que, en los últimos días ha sido aplaudido por Jiménez Losantos, Pérez-Reverte y miembros de Vox, por su defensa de la unidad de España, su transfobia y su rechazo a la inmigración– se unió a la fiesta y desplegó una lona con el lema “que te vote Mohamed VI”.

La lucha es el único camino

En total, cuatro lonas del odio en Madrid, colocadas por organizaciones de derechas para mostrar su rechazo a la inmigración y al transfeminismo y fomentar la exclusión. Y las quejas de la izquierda institucional ante la Junta Electoral no han hecho nada por acabar con ellas.

Han sido las activistas las que, una vez más, nos han mostrado el camino. Las cuatro lonas fueron saboteadas por diferentes colectivos de base: a la primera le echó pintura el colectivo Futuro Vegetal; a la de Desokupa la tapó el movimiento de vivienda con lemas contra los desahucios (con consignas como “el problema no es la okupación” o “482.549 desahucios”); la del Frente Obrero fue sustituida por otra denunciando el racismo, machismo y fascismo por parte de colectivos antifascistas; y la última de Vox fue tapada por pancartas que sustituyeron el lema “Sánchez ha puesto a cientos de estos monstruos en la calle” por “Abascal ha puesto a cientos de estos monstruos en sus filas”.

Al cierre de esta edición, la derecha y ultraderecha suman menos de 176 escaños. No parece que podrán gobernar a nivel estatal. Al menos, por ahora. Quizás esto cambie, porque el objetivo del fascismo es servirse de la democracia liberal representativa mercantilista para destruirla; pero el objetivo de ésta es servirse del fascismo cuando no existe otra forma de sostener un orden social injusto. Nosotras tenemos más claro que nunca que, si queremos evitar que esta gente nos tire a la basura como ya han dejado claro que quieren hacer, la solución no está en depositar nuestra confianza en el Perro Sánchez, en Yolanda Díaz, ni en nadie más. La solución está en imitar a las activistas, en actuar de manera directa y no en el Parlamento, en organizarnos en nuestros barrios y pueblos y plantarles cara.

No pasarán.

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