Sequía y capitalismo

El 2024 lo estrenamos con el mes de enero más caluroso jamás registrado en la historia de nuestro planeta, tras un otoño veraniego y un mes de diciembre muy templado. La temperatura media en la península superó en más de 2,5ºC la media. En consecuencia, el régimen de la nieve ha cambiado en zonas como el Pirineo: cae menos, llega más tarde (entrado diciembre) y deja de acumularse antes, con el pico que a principios de siglo se daba entre marzo y abril trasladado a finales de enero o comienzos de febrero. Este año, el pico de nieve ha comenzado a descender tras haber superado escasamente los 600 hectómetros cúbicos. Una cifra muy por debajo de la mitad de la media de 1.580 de los 18 años anteriores y supone apenas la quinta parte del pico de 3.000 de finales de febrero de 2018.

La nieve como termómetro del sistema

Los glaciares y la nieve son muy buenos indicadores de cómo está el sistema, son la aguja que te dice cómo vamos de reservas. Sirven como indicadores de la situación del sistema hidrológico. Y este año, destacado por su escasez, va a ser malo. La nieve es un embalse de agua en superficie que refuerza los ríos en primavera. Pero su menor cantidad, unida al régimen de lluvias en pleno proceso de concentración hacia el otoño y de aumento de la torrencialidad como consecuencia de un fenómeno de subtropicalización del clima, con las temperaturas disparadas, apunta a que el grueso de ese volumen acabará sublimándose sin llegar a licuarse, con lo que los ríos se quedarán, de nuevo, sin los mayencos, el refuerzo de caudal que su fusión generaba en primavera.

El panorama resulta más que inquietante: no hay nieve en la cabecera del Ebro, en Cantabria y en Burgos, ni prácticamente en Navarra. En Huesca y Lleida las reservas son las mínimas desde que se miden. Y los caudales de varios ríos pirenaicos se encuentran por debajo de los “mínimos de seguridad ecológica”, afectando a toda la Cuenca del Ebro.

¿Y a qué puede deberse que las aportaciones de agua en los ríos se estén reduciendo mucho más que las precipitaciones? «La razón está en el aumento de las temperaturas, que está provocando un incremento de la evapotranspiración de las plantas, la evaporación de los pantanos y la sublimación de la nieve. Esos fenómenos se ven intensificados por la ampliación de las épocas cálidas del año, con inviernos primaverales como el actual, primaveras veraniegas como las últimas, veranos que no se van hasta entrado octubre y olas de calor cada vez más frecuentes e intensas.

Cambio climático provocado por el capitalismo

Es muy importante tener en cuenta que la principal causa de la sequía es el cambio climático, pero igual de fundamental es entender que éste viene provocado a su vez por el modelo de desarrollo capitalista. Sin la política de consumo desenfrenado y de crecimiento ilimitado del capitalismo, no existiría el cambio climático. De hecho, la historia del desarrollo económico y de la acumulación de capital desde la revolución industrial es la historia del cambio climático; puesto que el carbono que se emite a la atmósfera tarda siglos en diluirse, actualmente estamos sufriendo los efectos de las emisiones de combustibles fósiles que se llevan produciendo desde finales del siglo XVIII.

Por ello, autores como Andreas Malm (Capital Fósil: El auge del vapor y las raíces del calentamiento global, editado por Capitán Swing) prefieren sustituir el término “antropoceno” (la constatación de la humanidad misma como fuerza autodestructiva del entorno geológico) por capitaloceno”. Para Malm la disponibilidad de combustibles fósiles fue un factor esencial en la configuración del capitalismo histórico, no tanto por las posibilidades tecnológicas que abría, sino a causa de sus efectos políticos. Según Malm, inicialmente la máquina de vapor no era más eficiente o barata que los molinos de agua. Su generalización fue la consecuencia de una estrategia capitalista dirigida a concentrar los recursos productivos para, de ese modo, dominar las reglas del juego en los mercados de trabajo emergentes y controlar a la clase trabajadora.

Veamos la relación que tiene el voraz sistema de producción capitalista con el cambio climático: el transporte es el primer factor que contribuye al calentamiento global, aportando el 29% de las emisiones totales a nivel del Estado español. Le sigue la industria, con el 21% de las emisiones. El actual modelo de agricultura y ganadería intensiva contribuyen con un 13% adicional a las emisiones de CO2. Por último, la generación eléctrica aporta un 11% de las emisiones totales de CO2 españolas. No hay duda, pues, que las emisiones se deben al mantenimiento de un nivel de producción voraz y salvaje que no es sostenible y que debe ser destruido, si no queremos que nos destruya a nosotras antes.

Emergencia por sequía en Catalunya

Así las cosas, el pasado 1 de febrero la Generalitat de Catalunya declaró la emergencia por la sequía “más dura y profunda que ha sufrido este país desde que hay datos, desde hace 110 años”, según informó el President Pere Aragonés. 202 municipios, en los que viven más de seis millones de personas (un 79% de la población catalana) se encuentran en situación de emergencia y se han aprobado importantes restricciones al consumo de agua.

La Presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, con su dosis habitual de mala leche y oportunismo político, vinculó la sequía con una suerte de castigo divino contra la política antiespañola del Govern, diciendo que “tras el cierre de las plazas de toros han llegado la sequía y el control político. No conozco un lugar donde la prosperidad y la libertad se hayan abierto camino tras cerrarse una plaza de toros”.

Sequía en otras regiones

El caso de Catalunya – donde se sopesa transportar barcos cargados de agua desde València – es el más sangrante en la actualidad, pero no el único. Por ejemplo Cantabria está sufriendo colateralmente las consecuencias de la sequía en la Cuenca del Ebro: la región tiene sus reservas por debajo de un tercio de su capacidad de almacenamiento, dado que a finales de octubre tuvo que activar el trasvase del Ebro conocido como “la autovía del agua” para garantizar el suministro (lo cual ha generado un importante sentimiento anticatalán en la región).

Otro caso claro de emergencia es el de Andalucía, donde la cifra de agua disponible lleva tres años cayendo en picado: en 2022, los embalses andaluces estaban al 31% de su capacidad y dos años después están al 20%, con 2.394 hectómetros cúbicos (1.123 hectómetros cúbicos menos que un año antes). Todo apunta a que nos espera un verano extremo.

De donde no hay, no se puede sacar: No es solo falta de lluvia, es mala gestión”

Organizaciones vecinales, sociales y ambientales de Catalunya, agrupadas en la campaña De donde no hay, no se puede sacar, denunciaron el 1 de febrero en Montjuïc que la emergencia por “sequía no es solo falta de lluvia, es mala gestión”.

La campaña destaca que los datos de consumo de las actividades económicas con concesión de agua otorgada por la Agencia Catalana del Augua no son públicos, por lo que no hay forma de saber si el Plan Especial se está cumpliendo. También acusan a los ayuntamientos, los cuales tienen las competencias sobre el abastecimiento de agua potables y el alcantarillado, “por lo que tienen la responsabilidad sobre todo lo que pasa en la red, como la reparación de fugas y el control de los consumos de agua urbanos”, cosa que no hacen.

El consumo de agua en Catalunya es una de las zonas del mundo con mayor gestión privada: el 78%”, agregan. “Todos los contratos con operadores privados contienen inversiones para la mejora del rendimiento de las redes que se imputan a la tarifa del agua. Ahora, con dinero público, pagamos la mala gestión de los Ayuntamientos, quienes no han fiscalizado a los operadores privados que durante décadas se han embolsado millones de euros a costa de un servicio esencial”, concluyen sobre este punto.

La ganadería industrial, una de las grandes culpables

El modelo agrícola y ganadero intensivo e industrializado, las organizaciones apuntan a que causan la contaminación del 57% de las aguas subterráneas, dejándolas inservibles: los nitratos y los compuestos orgánicos de nitrógeno de los fertilizantes de la agricultura y el estiércol del ganado se introducen en las aguas subterráneas a través de la lixiviación y llegan a las superficiales a través de la escorrentía de los campos agrícolas. El nitrógeno es un nutriente crucial que ayuda a las plantas y cultivos a crecer, pero en altas concentraciones resulta dañino para el ser humano y para el medio ambiente. Si llega a los 50 miligramos por litro, el agua ya no se considera potable. Esto, a día de hoy, afecta al 22% de las masas de aguas superficiales y al 23% de las subterráneas en España. Una contaminación que, aumentó un 51,5% entre los años 2014 y 2019.

No es casualidad que precisamente en Catalunya, la zona más afectada actualmente por la sequía, hay más cerdos (7,9 millones) que personas (7,6 millones) y que hay un total de 856 macrogranjas.

Situación similar se vive en Andalucía, cuyo modelo se basa en el extractivismo y la desigualdad, con un gran peso de la agricultura, superior al de otras zonas del Estado (casi el 10% del empleo se dedica al sector primario en Andalucía, cifra que ronda el 6% en el resto del Estado). El informe de Medio Ambiente de 2023 de la Junta de Andalucía revela que en las cuencas del Guadiana, mediterráneas andaluzas y Guadalquivir aumentaron en 2022 las concentraciones de nitratos superiores a los 50 miligramos por litro. La Junta destaca el caso de la del Guadiana (norte de Córdoba y parte de Huelva), donde en 2021 no se había medido ningún punto con mala calidad del agua y un año después registró un 6,67% de alta presencia de nitratos.

Decrecimiento y anticapitalismo

Está claro que, debido al cambio climático y al aumento de temperaturas, la Península ibérica está sufriendo un proceso de desertización y que tenemos menos agua que antes. Pero, además, la poca agua que tenemos se está derrochando en sectores muy alejados de las necesidades vitales de la gente, como lo son las piscinas privadas, los campos de golf, el consumo exacerbado de carne, etc. Por ello, resulta imperativo cambiar el paradigma actual de la gestión del agua (basado en suministrar agua a todos los sectores que la demandan, como si fuera infinita), producir únicamente productos de temporada y adecuados para el entorno que los cultiva (aunque sean menos lucrativos que otros bienes de secano) y desterrar para siempre el mito del crecimiento infinito que nos promete la farsa del capitalismo.

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