
“La historia no es algo que una mire hacia atrás y diga que era inevitable. Ocurre porque las personas toman decisiones que, a veces, son muy impulsivas y del momento, pero esos momentos son realidades que se acumulan” – Marsha P. Johnson (Revolucionaroas Activistas Travestidas Callejeras)
La manifestación del Orgullo LGTBIQ+ se lleva celebrando desde hace 29 años en Budapest, Hungría. Sin embargo, el primer ministro, el ultraderechista Víktor Orbán, impulsó hace unos meses una reforma de su famosa Ley de Propaganda anti-LGTBIQ de 2021, por la cual se prohibió esta marcha, así como hablar de diversidad en centros educativos y en medios de comunicación o “propagar o retratar una divergencia de la autoidentidad correspondiente al sexo al nacer, el cambio de sexo o la homosexualidad”.
El Gobierno de Orbán es el espejo en el que se mira la ultraderecha mundial, la cual ha convertido a Hungría en su meca por sus incesantes ataques contra la inmigración, las personas LGTBIQ+, las mujeres y el mundo académico. Trump ha copiado su modelo para enfrentarse a la universidad de Harvard e intentar controlarla. Steve Bannon ha afirmado de Orbán que “es un Trump antes de Trump” y Santiago Abascal le dijo el pasado mes de febrero, en la Cumbre de Patriotas Europeos, “Querido Viktor, eres un ejemplo para todos”.
Pese a la prohibición de la marcha, al anuncio de grupos nazis de que la impedirían con violencia y a que Orbán amenazara con “consecuencias” para quien participara de la misma, el pasado 28 de junio entre 150.000 y 200.000 personas desafiaron su veto y salieron a las calles de Budapest. Acudieron a la manifestación porque nuestros derechos no se conceden, sino que se conquistan. Y si no los defendemos, nos los arrebatan. Eso sí, defendiéndolos para todas porque, como dijo Marsha P. Johnson, “no habrá Orgullo para algunas de nosotras sin liberación para todas”.

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