Aplausos y derechos laborales

Si algo sacamos en claro de este momento pandémico que vivimos, es la importancia que tiene la existencia de un sistema de salud universal. Un sistema que no discrimine a quien necesite hacer uso de él y que no te mande una factura cuando vuelvas a tu casa. La mayor protección individual en caso de emergencia sanitaria es el cuidado de la salud colectiva. El virus no hace distinción entre colores de piel, nóminas, géneros o papeles, las medidas que se tomen para hacerle frente sí.

Un sistema sanitario capaz de hacer frente a las necesidades de la población en todo tipo de escenarios necesita de una planificación estratégica y suficientes recursos económicos para desarrollarla. En medicina, si no se previene, se puede llegar tarde. A nivel individual podemos pensar en la rápida detección de un cáncer para poder mitigarlo, en el plano colectivo podemos ver la situación actual como ejemplo.

Para que este sistema sanitario pueda funcionar necesita de profesionales médicos que atiendan, diagnostiquen, cuiden y curen. Nadie llega a ser profesional por su cuenta, la carrera de medicina es una de las más duras y largas. Acabar la carrera no implica acabar tu formación. Las estudiantes que se inician laboralmente lo hacen a través de las llamadas residencias, un formato en el que profesionales titulados se forman como especialistas, estas son las conocidas como MIR. Ellas son el futuro de nuestro sistema sanitario y son ellas quienes hoy están en huelga indefinida exigiendo los derechos laborales más básicos mediante un convenio colectivo.

Las residentes no son solo médicas, son también enfermeras, farmacéuticas, biólogas, químicas, radiofísicas o psicólogas. Oficialmente son personal en formación y, por lo tanto, no forman parte del personal estructural de un hospital. Esto quiere decir que un hospital debería funcionar sin ningún tipo de problema en caso de ausencia generalizada del personal en formación. Nada más lejos de la realidad. La realidad es que se cubren servicios estructurales con personal en formación. Así las MIR tienen las garantías laborales de una becaria y las obligaciones profesionales de una doctora.

La degradación de la sanidad pública es múltiple y de forma generalizada la reflejamos en la falta de presupuesto. Pero esta degradación toma múltiples formas, algunas de las más conocidas son las privatizaciones de servicios esenciales como las lavanderías, cafeterías o cáterings. Las menos conocidas son las que el colectivo MIR trata de poner sobre la mesa con esta huelga.

Menos aplausos, más derechos laborales

Estamos seguros de que la infame Isabel Díaz Ayuso y todo su equipo de gobierno salían a sus balcones a aplaudir a las sanitarias en los momentos más duros del confinamiento. Esos aplausos se transforman en bofetadas cuando se reclaman derechos laborales esenciales. Tras años de trabajo colectivo de las MIR, en mayo de este año presentan a la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid un borrador de convenio colectivo. ¿La respuesta de la CAM? “Las propuestas las hacemos nosotros”. El objetivo es regularizar una situación cada vez más precaria. Cuestiones como no realizar turnos de más de 30 horas seguidas, librar un día entero tras guardias de 24 horas o unos de los salarios más bajos de médicos residentes de toda España. Demandas calificadas como inasumibles por la CAM.

Un MIR puede llegar a trabajar entre 200 y 300 horas mensuales, cuando el límite está en 160. De esas cientos de horas todas las de guardia son sin cotizar y sin respetar las 36 horas de descanso ininterrumpidas.

Personal estructural

Las MIR representan el 37% de la plantilla de los hospitales públicos de la CAM. Hay más MIR que interinas. En las unidades de medicina familiar y comunitaria representan el 99% de la plantilla. En medicina interna son el 30%. Es decir, el papel que juegan las MIR en el sistema sanitario de la CAM no es de carácter meramente formativo, si no plenamente estructural. Otro dato más que certifica que, oficiosamente, son personal estructural es que la CAM ha impuesto unos servicios mínimos del 100% ¿Si no son indispensables por qué unos servicios “mínimos” abusivos?

Esta situación se puede ver en otras estructuras de los sistemas públicos como en la enseñanza donde el personal interino representa el 25% de las plazas o en la investigación donde con contratos de becarios se cubren puestos laborales. Al final el Estado se comporta como un empresario más, buscando la reducción de costes allá donde puede sin afectar a la producción. El personal en formación sostiene de forma estructural pilares fundamentales en universidades, centros de investigación y hospitales.

Represión

Como en toda lucha, la represión y la coacción sobre quienes se niegan a aceptar determinadas condiciones laborales juega un papel fundamental. Si bien era de esperar la actitud de la CAM, resulta sorprendente que las quejas de las huelguistas referencien a quienes son sus compañeros de trabajo. Se ha tratado de infundir miedo sobre la plantilla con emails negando permisos voluntarios, días libres o vacaciones. Cirujanos que amenazan con no permitir operar o bajadas de nota en la evaluación entre otras amenazas cotidianas entre los distintos estamentos hospitalarios. Aun así, el seguimiento de la huelga es del 100%.

La Covid-19 no cambia nada

Decenas de miles de muertos y la comprobación de que el sistema sanitario puede colapsar fácilmente no ha provocado ningún tipo de cambio en el gobierno fanáticamente neoliberal de la Comunidad de Madrid. Isabel Díaz Ayuso ha proyectado la construcción de un nuevo (e innecesario) hospital de emergencias de 50 millones de euros mientras se mantienen plantas enteras de hospitales cerradas. Para lo que servirá es para hinchar los bolsillos de los amantes del ladrillo de este país. También ha contratado más curas que rastreadores y, además, ha privatizado el servicio de rastreo. Que nadie se quede sin hacer negocio de la pandemia.

La “era pos-covid” se parece bastante a la vieja normalidad. Las MIR y su lucha autoorganizada por los derechos laborales y colectivos señalan, de forma certera, el camino a una nueva normalidad que merezca la pena.

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