Aún está todo por hacer

El viernes, tras salir tarde del curro porque había que echar horas, te comiste un atasco en la M-30. El domingo, recuento de papeletas, porcentajes, siglas, discursos victoriosos o ligeramente derrotistas, promesas de cambio. El lunes, metro abarrotado, hay que ahorrar en gasolina porque no sabes cuánto te puede durar ese trabajo precario. El resto de la se­mana, y del año, será igual, porque con la participación electoral nunca lograremos ningún cambio.

Aunque algo sí ha cambiado. Conceptos como autonomía y autoorganización, y formas de participación política asamblearias al margen de las instituciones, que desde la eclosión del 15-M habían vivido un gran auge, han salido heridas. Su utilización en el juego electoral por personas que necesitaban llenar su ego, y por organizaciones políticas que llevan en su ADN la apropiación de las luchas en beneficio propio, ha dado un barniz de legitimidad y de renovación a aquello que creíamos ya superado por lo movimientos sociales.

Nos equivocábamos quienes pensábamos que las ideas de que la lucha está en la calle y no en el parlamento y que todo el poder a las asambleas habían calado fuerte. Todavía nos queda todo por hacer, porque, como ya hemos dicho en miles de ocasiones, desde las instituciones, ni Podemos ni queremos. No nos representan.

asambleas

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