
A finales de junio del 2015 el Daesh desarrolló un ataque vengativo y muy cruel contra la ciudad kurda de Kobane que había resistido durante meses su ofensiva. Una vez liberado el cantón del norte sirio en Rojava, mercenarios de Daesh accedieron a la ciudad y detonaron un coche bomba, además de disparar indiscriminadamente desde tres posiciones distintas en el interior de la urbe. Esto provocó la muerte de 223 civiles, y 35 combatientes kurdos, mientras que 92 miembros de Estado Islámico fueron eliminados. Todas las miradas internacionales y de las resistencias antifascistas estaban puestas sobre el pueblo kurdo, y la fuerza que había conseguido a través de su autonomía en el contexto de la Guerra de Siria.
Se marcaba otra fecha triste pero heroica en el calendario de la revolución kurda, un pueblo organizado que llevaba décadas resistiendo y que desde hacía tres años había dado un paso adelante en su compromiso histórico por una transformación basada en el confederalismo democrático. Hace diez años igualmente se había completado una de las mejores hazañas internacionalistas de lucha contra el fascismo a la altura de otras revoluciones y movimientos guerrilleros del siglo anterior: La batalla de Kobane.
Sin embargo, la autonomía kurda se sostenía sobre un hilo muy fino de los, siempre contradictorios, equilibrios coyunturales de la geopolítica y los posicionamientos de potencias mundiales. Situación que desde finales del año pasado ha cambiado con el fin del conflicto sirio y el nuevo gobierno de Damasco dirigido por Hay’at Tharir al-Sham (HTS), facción islamista autoritaria que derrocó al régimen de Bashar Al-Assad, aliado del gobierno turco, y beligerante contra las SDF de mayoría kurda y su administración autónoma.
Resuena el «No Pasarán» en Rojava. La resistencia frente a Daesh en Kobane
Entre los años 2011-2012 se habían conformado las Unidades de Protección Popular Kurdas (YPG) en Siria, junto con las YPJ (Yekîneyên Parastina Jin) que eran unas unidades de protección integradas por mujeres. En el contexto de la Guerra de Siria, estas eran las fuerzas kurdas que defendían a su pueblo, y que enfrentaron a Daesh, en una guerra que partía muy desigual, y en la que participaban 60 mil milicianos y milicianas de Rojava. El avance del Estado Islámico no había encontrado resistencia, incluso Al-Qaeda tenía una rama siria conocida como Al-Nusra, integrada entre los rebeldes sirios que luchaban contra el régimen oficial de Bashar Al-Assad. Las potencias como EE.UU., Rusia o Turquía, todavía no habían desplegado toda la capacidad armamentística y geoestratégica que comenzarían a desarrollar poco después aunque ya se operaba sobre la región a través de la Coalición Internacional contra el Estado Islámico que, posteriormente sí que tendría una participación muy activa.
En julio del año 2012, la ciudad de Kobane había quedado bajo control de entidades kurdas que iniciaron un proceso de autonomía al norte sirio. Sin embargo, desde enero de 2014 quedó maltrecho el suministro de agua potable al tomar el Daesh la ciudad fronteriza de Yarabulus, mientras que en julio de ese mismo año el cerco se estrechó quedando completamente sitiado gran parte del territorio por el Daesh. En ese contexto se inició a mediados de septiembre de 2014 el avance de Daesh capturando decenas de localidades en el cantón de Kobane y desplazando a miles de civiles kurdos hacia la frontera turca en una situación de vida o muerte. El 20 de septiembre el Daesh se encontraba a tan solo 15 kilómetros de la ciudad de Kobane, y 45 mil refugiados cruzaron la frontera con Turquía. En los siguientes días el avance del Daesh se sostuvo, mientras comenzaron a bombardear con artillería de tanques la zona este y sur de la ciudad de Kobane, iniciándose los primeros enfrentamientos urbanos. El 24 de septiembre la cifra de refugiados que cruzaron la frontera turca ya alcanzaba los 130 mil civiles. Las resistencias de las YPG / YPJ recibieron a principios de octubre refuerzos que cruzaron desde la frontera turca, e igualmente también combatieron milicianos del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), Peshmerga del gobierno regional kurdo en Iraq, y batallones de la Brigada Internacional de Liberación, es decir, brigadistas integrados por anarco-comunistas, marxistas, sindicalistas e incluso un grupo LGTBIQ+.
El 4 de octubre se había conseguido evacuar toda la ciudad, y estaba vacía salvo por las fuerzas defensoras que presentarían resistencia. Estas fuerzas ante el avance del Daesh se habían replegado de los barrios exteriores hacia el centro de la ciudad, dispuestos a combatir casa a casa. En unos cinco días más del 40% de la ciudad había sido tomado por Daesh, sin embargo a mediados de octubre se iniciaría la contraofensiva kurda. Los bombardeos de la Coalición Internacional rompió algunas líneas de suministro de convoys y tanques a las afueras de la ciudad de Kobane, mientras las fuerzas kurdas recibieron materiales, munición y armas pesadas para contraatacar desde las colinas al oeste de la ciudad. Esta correlación de fuerzas cambiante fue clave a principios de noviembre que comenzó a ganarse terreno urbano en luchas callejeras contra el Daesh, cientos de combatientes de los 10 mil que aproximadamente utilizó Daesh fueron eliminados. Las fuerzas kurdas contaban con unos 2.500 combatientes y perdieron más de medio millar.
El avance ese otoño de 2014 fue imparable, y aunque se expulsaba lentamente al Daesh de la ciudad de Kobane, este objetivo fue logrado a finales de enero de 2015, cuando se iniciaría la segunda fase de la ofensiva para recuperar en tan solo tres meses centenares de localidades del cantón de Kobane en su empuje hacia el sur de las fuerzas kurdas y liberando toda la margen oriental del río Eúfrates.





La venganza del Daesh y el ataque terrorista contra Kobane
En el amanecer del jueves 25 de junio de 2015, un grupo de casi un centenar de mercenarios de Daesh consiguieron infiltrarse en la ciudad de Kobane disfrazados de milicianos kurdos y del Ejército Libre de Siria. El escenario de la masacre estaba preparado para los ataques que tendrían lugar durante ese día. Estos mercenarios de Daesh hicieron explotar un coche bomba en el interior de la urbe en una intersección muy concurrida cerca del paso fronterizo turco, y se atrincheraron en tres posiciones destacadas abriendo fuego contra la población civil y secuestrando a decenas de rehenes durante día y medio. Rápidamente las fuerzas kurdas protegieron a esa población recomendando la permanencia en sus casas, mientras se comenzaba una rápida respuesta para repeler el ataque.
Este ataque de Daesh estuvo bien organizado y evidenciaba tener información relevante de trasfondo, ya que se produjo en una semana en que había un menor contingente de fuerzas kurdas en la ciudad. Respondía a una situación que se había tornado insoportable para Daesh con el retroceso continuado de sus posiciones y el riesgo de perder por completo el contacto con la frontera turca que le daba acceso a recursos, material y mercenarios entrenados en Turquía. Daesh quería aterrorizar a la población local kurda para vaciar la ciudad y hacer una ofensiva mayor que la reconquistase, para controlar el territorio fronterizo hacia Yarabulus y también frenar la ofensiva al sur contra la ciudad de Raqqa, cortando las bases de la retaguardia.
La semana anterior a estos ataques el Daesh había sufrido relevantes reveses porque se había logrado liberar la ciudad fronteriza de Tell Abyad, en el noreste sirio. Y también las fuerzas kurdas habían tomado Ain Issa, a unos cincuenta kilómetros de Raqqa, bastión de Daesh en ese momento. Fueron esas derrotas las que les hicieron urdir este plan vengativo pero estratégicamente pensado para minar la posición kurda en lo que había sido el corazón de su resistencia.
Sin embargo, el Daesh se encontró nuevamente contra la determinación kurda y de sus fuerzas de autodefensa. Durante todo el día del 25 de junio y hasta la jornada siguiente hubo enfrentamientos otra vez en las calles de Kobane para eliminar a los mercenarios que habían accedido a la ciudad a causar terror. Incluso se tuvo que hacer estallar una escuela donde se habían atrincherado un último contingente de mercenarios de Daesh, una vez que se había asegurado que no quedaban rehenes secuestrados. Las YPG kurdas retomaron el control de Kobane rastreando calle tras calle para asegurarse de que no quedase escondido ningún mercenario de Daesh. El balance global fue de más de doscientos civiles muertos en sus propias casas o a corta distancia en las calles de Kobane, y además una veintena encontrados posteriormente muertos en una localidad cercana en el inicio del asalto. En el cantón de Cizîrê el Daesh atacó igualmente la ciudad de Hasaka, donde tomó el control de dos barrios pero rápidamente el ataque fue respondido favorablemente por las fuerzas kurdas en combate.

Pocos días después el presidente turco, Recep Erdogan, trataba de lavar su imagen significándose contra Daesh y rechazando las voces que claramente lo acusaban de fortalecerlo frente a la administración kurda. Pues, por otro lado, y hace diez años ya Turquía estaba amenazando directamente con una invasión terrestre del Kurdistán sirio como se produciría finalmente en 2018. Una consecuencia de estos ataques de Daesh en Kobane y de la contraofensiva que se organizaría en otoño del siguiente año fue la creación de las SDF (Fuerzas Democráticas Sirias), una alianza de milicias principalmente kurdas, pero con integrantes árabes, sirios, turcomanos, asirios o armenios. Fueron desde entonces y hasta la actualidad las fuerzas militares que luchan por una Siria secular, democrática y federal, que recoge los principios del confederalismo democrático kurdo. Un territorio donde vienen meses moviéndose piezas del tablero de la geopolítica y en donde los kurdos tratan de reubicarse defendiendo su proyecto de autonomía política.