8M, el feminismo es imparable

Este 8 de marzo vuelve a estar convocada una huelga general feminista. En 2018 el 8 de marzo supuso la mayor movilización desde las marchas de la dignidad, en un periodo en el que parecía que las calles y los movimientos sociales andaban más inactivos que en años anteriores, ha sido la lucha feminista la que ha revolucionado todas las esferas de la vida, desde las relaciones de pareja hasta la forma en la que hablamos.

Sería injusto circunscribir el auge de la cuestión feminista a una fecha concreta. El feminismo lleva vivo y activo décadas, consiguiendo mejorar la vida de todo el mundo, poniendo debates en la agenda pública que parecían tabú. Desde la aprobación del derecho a divorciarse hasta la última reforma de la ley del aborto tenemos tres décadas de lucha feminista. Pero sí que es cierto que esta nueva ola feminista está teniendo una fuerza social con repercusiones muchísimo mayores que los de tantos otros movimientos sociales. Quizás porque se haya logrado hacer de lo personal algo político, o porque se apela a una mitad de la población que sufre en primera persona tantas injusticias el feminismo está aquí para quedarse, para ser motivo de vida para muchas y de odio para unos pocos resentidos. En el ciclo electoral eterno que vivimos no es ya imaginable ningún partido que no entre en los debates abiertos por el feminismo, aunque sea para intentar cerrarlos. En las comidas familiares son habituales los comentarios respecto al feminismo, para lo bueno y para lo malo. Y aquí reside el gran éxito del feminismo contemporáneo, que ha conseguido colarse en todos los rincones, desde las altas esferas con Ana Botín declarándose “feminista” a los puntos morados en las fiestas populares de todos los barrios.

En el centro de esta nueva oleada feminista podemos situar la violencia sexual. En un país en el que, aparentemente, existe una igualdad fundamental en los textos legislativos y constitucionales, la crítica feminista ha conseguido mostrar que no es así. Que las leyes y pactos de Estado, aunque sean bienintencionados, son papel mojado frente a las violencias cotidianas y estructurales que sufren las mujeres de manos de los hombres. Hemos vivido un año de escándalos sexuales machistas a nivel comunicativo, con “La Manada” como ejemplo paradigmático de agresión sexual, show televisivo y carácter patriarcal del entramado jurídico. El feminismo se ha empeñado en recordarnos que estos escándalos no son una novedad, llevan ocurriendo toda la vida y es solo por el empuje del feminismo que están teniendo tanta repercusión. Recordando además que la dureza de la ley no elimina la mentalidad de dominación que tantos hombres tienen asimilada sobre las mujeres.

El 8 de marzo, día internacional de la mujer trabajadora, es la fecha seleccionada por el movimiento feminista para movilizar todas esas pasiones diarias que levanta el feminismo. En su segundo año de convocatoria de huelga parece que el movimiento solo pueda ir a más.

8M2018-8M2019

El 8 de marzo de 2018 se confirmó el feminismo como el movimiento social con mayor capacidad de movilización del momento. Este éxito de movilización reside en la articulación de un movimiento apegado a la realidad cotidiana que viven los sujetos afectados, las mujeres. Todo ello no es entendible sin una maraña de grupos feministas activos en tantos barrios, pueblos y ciudades. Esta multitud de colectivos de orígenes, experiencias y generaciones diversas ha conseguido articularse a escala estatal. En estos años post15M solo el movimiento de vivienda y el feminista han conseguido la labor de sobrepasar las dinámicas locales y ser capaces de llevar a cabo planteamientos estratégicos con una mirada larga. Este éxito se ha visibilizado en los distintos encuentros plenarios y actividades relacionadas con este movimiento.

Esta forma de organización autónoma y asamblearia ha permitido al movimiento tener grandes debates colectivos e incluir una gran cantidad de sensibilidades en torno al feminismo, las ecologistas, las antirracistas, las trabajadoras, las disidentes sexuales… todas trabajando de forma colectiva contra el patriarcado, erosionándolo desde todos los flancos en los que tiene presencia.

Esta diversidad plantea también límites. Hay debates en los que no hay acuerdo generalizado, como todo lo que rodea a la prostitución o el trabajo sexual, existen intentos de copar espacios, de organizaciones externas tratando de atraer al movimiento. Un sinfín de hechos que resultan lógicos en un movimiento de tal magnitud que además presenta críticas estructurales al modelo de vida dominante.

Feminismo cool

La diversidad del feminismo se muestra mayor cuando hablamos de los impactos que está generando el movimiento político en la sociedad. Es aquí donde estallan las mayores contradicciones del feminismo como hecho cultural. Los círculos empresariales se suman a la ola hablando de paridad en los consejos de administración, la industria cultural hace esfuerzos por visibilizar más a las mujeres en roles no normativos o se fomenta desde ciertos entornos más o menos progresistas la idea de los vientres de alquiler como una opción personal de las mujeres. Hechos que se nutren de la ola feminista para desvirtuarla, neutralizarla y asimilarla.

La idea de la mujer relegada a un segundo plano de acompañante de una figura principal masculina está cada vez más puesta en duda. Son muchas las series de televisión y películas que tratan de hacer guiños a esta creciente fuerza social de las mujeres. Aunque con grandes dosis de cinismo por parte de la gran industria, la batalla por la representación y la creación de referentes femeninos en los distintos ámbitos culturales es de gran importancia para la socialización de las nuevas generaciones. Si la educación es un proceso no restringido únicamente al ámbito escolar, lo que muestran las revistas, periódicos o productos audiovisuales tiene un gran impacto sobre la mentalidad que desarrollamos. En los años 80 la película Regreso al Futuro mostraba una violación como si fuera una forma normalizada de tener sexo, hoy muchas series de televisión y artistas de renombre normalizan las formas de relacionarse no normativas y opuestas al amor romántico.

Toda esta política de la representación tiene su contraparte. La promoción de un feminismo despolitizado es algo inevitable cuando un movimiento coge tanta fuerza y toca tantos ámbitos distintos. La gran industria siempre tratará de sacar un rédito económico de las pasiones que levanta la indignación. Tenemos como ejemplo paradigmático a las grandes marcas del textil produciendo camisetas con frases feministas vendidas en Europa y fabricadas en Bangladesh bajo condiciones laborales deplorables.

Más allá de las alegrías

Ante tal movimiento, toca hacer balance ¿En qué dirección está cambiando el feminismo nuestras vidas? ¿Cuáles son los pasos que debería seguir un movimiento así? ¿Cómo podemos articular los distintos movimientos? ¿Se vale el feminismo por si solo? ¿Es la huelga feminista de un día una herramienta válida? Algunas preguntas al azar que surgen en cualquier movimiento, pero que, entre otras muchas, deben ser respondidas cuando miramos el mundo desde un paradigma que trate de superar la sociedad patriarcal, de clases y estatal. ¿Es la cuestión del techo de cristal o la paridad en los consejos de administración una demanda en clave transformadora? ¿O es una medida que refuerza el sistema asimilando una disidencia? Lo que está claro es que dentro del feminismo también existen las contradicciones y posiciones dispares.

Igual sucede con la cuestión racial. Las vivencias, experiencias y necesidades de las personas migrantes o racializadas pueden ser distintas, aunque no enfrentadas, respecto de las mujeres blancas con una vida asentada en el lugar donde vive. Estos debates van saliendo y se va avanzando, pero como en todos lados los movimientos tienen déficits de representación. Igual que en el sindicalismo las mujeres están menos representadas y organizadas, en el movimiento feminista las miradas racializadas son una minoría activa. Lo sensacional es que, por la propia idiosincrasia del feminismo como ideología, los valores de inclusión, cuidado y consenso son mucho más frecuentes y están más trabajados.

Lo que sucede a nivel de debate o en el mundo de las ideas, también tiene su reflejo en la práctica cotidiana. Esta huelga no es una huelga habitual. No es una protesta de carácter laboral, aunque se aproveche para tal. Es una protesta de carácter político que interpela a la sociedad en su conjunto y no a la clase empresarial específicamente. Es por ello que los centros de trabajo no se movilizan tanto, la producción no se ve tan alterada y la repercusión de la protesta tiene carices más simbólicos y comunicativos que reales y concretos. Se usa el formato huelga para permitir a un movimiento político realizar una protesta de 24 horas con cantidad de actividades y acciones, que podrán repercutir más o menos en el flujo de mercancías y la paralización del trabajo. Aun así, la magnitud e importancia de este día de protesta esta fuera de toda duda.

Feminismo para rato

Con todo ello el feminismo parece que solo puede seguir creciendo. Fruto de ello surge una reacción en forma de una extrema derecha antifeminista, neoliberal, ultracatólica, neoliberal y con simpatía hacía el viejo fascismo. Este auge es un ataque directo contra las mujeres que reclaman lo que es suyo, un papel protagonista en la sociedad y el fin de todo tipo de discriminación. Los primeros pasos de este nuevo fascismo han sido precisamente contra las mujeres y la primera gran protesta contra ellos también fue de las mujeres, mostrando que si quieren guerra la darán.

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