De hueso y polvo. El valle de la memoria antifranquista

El Valle de Cuelgamuros, en el extremo sur de la sierra de Guadarrama junto a San Lorenzo del Escorial, podría ser un accidente geográfico más que pasara inadvertido, sin embargo es el espacio con mayor potencial de memoria colectiva de la historia reciente española y que aún sigue latiendo en la actualidad. Entre las repoblaciones de pinares y una diversa fauna de mamíferos y aves, encontramos la construcción monumental más infame ordenada por la dictadura franquista y símbolo de homenaje a esta aún a día de hoy.

La idea original de esta obra surge del mismísimo Francisco Franco que mediante dos decretos gubernamentales a fechas de 1 de abril de 1939 y 1 de abril de 1940 se decidía construir un monumento conmemorativo para honrar la memoria de los caídos por Dios y por España. Los trabajos comenzaron en 1940 y concluyeron en 1958, siendo inaugurado oficialmente el 1 de abril de 1959, coincidiendo con la fecha en la que el Franquismo celebraba la conclusión de la Guerra Civil española. Es un monumento de exaltación de la ideología franquista y todos sus crímenes, y a partir de los años 50 la propaganda franquista se apropiaría del término “Reconciliación nacional” para modificar la publicidad sobre el conjunto monumental. Inmediatamente se convirtió en el mausoleo funerario de José Antonio Primo de Rivera, líder del falangismo español, y posteriormente en la tumba también de Franco a su muerte en 1975, estando aún enterrados bajo lápidas con honores en el centro del templo religioso.

El complejo monumental lo constituyen una basílica, una abadía de monjes benedictinos, una hospedería para el turismo, y una escolanía para niños cantores, dominado todo ello por la cruz más alta del mundo cristiano, de 150 metros de altura. En la basílica gestionada por los monjes en diferentes pisos y galerías hay un total de 33.847 personas enterradas, de las que 12.419 no están identificadas, siendo la fosa común más grande del Estado español. Si bien la idea inicial era convertirlo en un inmenso camposanto de los vencedores en la contienda, muchos familiares de combatientes sublevados no autorizaron exhumar a sus muertos de los cementerios municipales o de los lugares de batalla, por lo que varios cientos fueron extraídos ilegalmente por el régimen franquista. No contentos con esto, y también sin el consentimiento de las familias, llevaron allí numerosos restos de combatientes antifascistas recogidos de fosas comunes de Brunete, Gandesa, Tarragona, Badajoz o Teruel entre otras, hasta el último traslado en el año 1983.

La construcción de este monumento franquista fue en gran parte realizada con mano de obra esclava de presos políticos antifascistas, se calculan unos 20 mil, a los que se les prometía aplicar una redención de pena por trabajos, buena conducta y voluntad de expiar sus delitos en el imaginario ideológico nacional-católico del régimen. Fueron miles los presos que muertos de inanición, enfermedades, cansancio extremo, accidentes, torturas etc. también sería enterrados allí mismo en el complejo monunental. Empresas como Agroman, OHL o Dragados iniciaron sus negocios en el Franquismo, y concretamente con la construcción de este complejo monumental, aprovecharon la mano de obra esclava para enriquecerse, y ya durante el régimen monárquico saltaron al Ibex35, un negocio redondo.

Actualmente se están dando pasos institucionales para exhumar los restos de Franco y José Antonio Primo de Rivera, proceso que esperamos que concluya prontamente. Sin embargo, las asociaciones de memoria histórica reclaman que esto no es suficiente. Se reclama que la actuación sobre un espacio de exaltación al Franquismo, construido con el sudor y la sangre de millares de presos antifascistas, merece ser mucho mayor y más profunda. A este proceso le deberían seguir la desacralización de la basílica y todo el complejo monumental religioso, y convertir ese espacio en un lugar de reconocimiento y homenaje a la memoria colectiva antifascista. Lejos de las tesis reconciliacionistas, las cuales ya solo algunos franquistas que no se reconocen como tal cosa, y algunos individuos desfasados de la vieja guardia del PCE reclaman, el ejemplo a seguir deberían ser los campos de concentración nazis en Alemania. En estos lugares la información objetiva y los datos, apartados del victimismo que siempre siente el antifascismo, no enturbian un claro discurso antinazi, no por ello menos histórico y fiel a una argumentación científica.

El Franquismo debe ser condenado socialmente, algo que parece difícil desde unas instituciones en cuyas cloacas aún se perpetúa la herencia de este régimen y su potencial ideológico, sin embargo, el fascismo no tendría ninguna cabida en la reconversión de este espacio en un encuentro de memoria, no es posible ninguna reconciliación ni en el pasado, ni en el presente, ni en el futuro; y no se trata de rencor, se trata de asumir calmadamente la necesidad de construir desde el pueblo trabajador una dignidad y una paz efectiva practicando el más contundente rechazo al fascismo, cualquier otro escenario será un lavado de cara del régimen perpetuado en la monarquía y los gobiernos de turno actuales.

Ángel Malatesta

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