Tres años de crisis…

Han pasado ya tres años desde que empezó esta crisis y la situación no tiene pinta de mejorar. No para nosotros los trabajadores, claro. Para otros hace tiempo que las cosas empezaron a cambiar de tercio. A muchos, de hecho, nunca les ha dejado de ir bien. A los responsables de condenarnos a trabajar 40 años para pagar la hipoteca de un piso miserable, a los que, llegada la hora, nos despidieron para que sus beneficios o sus bonus no bajasen, etc. Todos ellos, empresarios, banqueros, especuladores, políticos… todos ellos se frotan las manos viendo como las cifras macroeconómicas y los beneficios empiezan a repuntar. Pero aquí abajo, en el mundo real, lo único que vemos repuntar es la cuesta de cada fin de mes, o el tiempo que perdemos en las colas del INEM, o el miedo a que mañana el jefe nos diga que no seguimos pero, sobre todo, la sensación de que mucha gente nos está tomando por imbéciles….

Estaba claro quién iba a pagar los platos rotos de años de burbuja, derroche y dinero fácil (para algunos, se entiende). Cuando el tinglado que habían montado empezó a derrumbarse, no era muy difícil imaginar que al final acabaría aplastándonos a nosotros. Y así ha sido. Así que, después de los despidos, de la subida de precios, de los desahucios… llegan, para rematar, los recortes sociales y la reforma laboral. Por no hablar de lo que llegará en los próximos años: retraso de la edad de jubilación, más flexibilidad, más inseguridad laboral… Ya nos lo avisó la Comisión Europea:

“Tras casi dos meses de debates (…) el comisario de Economía, Olli Rehn presenta el análisis “profundo” sobre el plan de ajuste español: considera adecuados los objetivos (…) pero duda que los recortes previstos hasta ahora sean suficientes para los próximos ejercicios.” 15/06/2010. Elmundo.es

Refoma y recortes

Las crisis siempre han sido la oportunidad perfecta para aplicar unas reformas diseñadas para beneficiar a los de siempre. La crisis de los 70 vio nacer los pactos de la Moncloa, con la crisis de principios de los 90 llegaron las ETT’s y los contratos-basura, en los próximos meses veremos qué nos va a caer encima con esta. La cuestión es que, crisis tras crisis, unos ven aumentar sus beneficios y otros empeorar sus condiciones laborales y sociales. No olvidemos que entre tanto paquete y recorte se está hablando de implantar el copago en la sanidad pública, por no hablar de los procesos de privatización encubierta que se están llevando en algunas comunidades autónomas, el abandono de la escuela pública y las generosas subvenciones a la privada y concertada, muchas de ellas religiosas. Tampoco hay que olvidar que todos estos recortes no sólo nos afectan a los que estamos trabajando, en el curro o en casa, también nos afectan a los que estamos en el paro o a los que estamos estudiando.

Más allá de todos los problemas económicos evidentes que la crisis, los recortes y la reforma nos acarrean a todos los trabajadores, mucho más importantes a medio y largo plazo son las consecuencias que tendrán para nuestra capacidad de defendernos de este tipo de agresiones en un futuro. Con unos niveles de paro como los actuales, con un despido por causas económicas más barato o con el retraso de la edad necesaria para poder jubilarnos  ¿quién es el listo que le planta cara al jefe cuando diga que “las horas extras no pagadas es la política de la empresa” o “García, este mes habrá que apretarse el cinturón” (que uno piensa, “al cuello te lo apretaba yo a ti, cabrón”)? Las “políticas de ajuste” buscan una masa trabajadora dócil y obediente: cada uno a su rollo y que nadie levante la cabeza. Así nos quieren y así nos tienen: individualizados, aislados, indefensos, a su merced…

Se vende, se vende… Se vende sindicato…

“Este país causa admiración por ahí fuera no sólo por las constructoras. Cuando viajamos constatamos el entusiasmo que se produce por España porque lo que se ha hecho en los últimos años es espectacular. (…). ¿Y por qué?, porque la clase política ha estado a la altura de las circunstancias, y también la sociedad, los empresarios y, sobre todo, los sindicatos. Destaco el papel que han tenido los sindicatos desde la restauración de la democracia. El mérito es de todos, pero si tuviera que poner un acento especial lo pongo en los sindicatos, sin ningún tipo de duda.

Florentino Pérez. Presidente de ACS.

El Pais 24/12/2006

¿Y frente a todo esto, qué? A los sindicatos sólo se les ocurre esperar dos meses para convocar una huelga general, con unas vacaciones entre medias, para oponerse a una reforma laboral que se aprobó el 9 de septiembre. A nadie se le escapa que desde hace mucho tiempo, en realidad desde su legalización en la transición, CC.OO y UGT no han sido más que la comparsa (a veces gritona) de los empresarios y los políticos. A pesar de la desaparición durante los ochenta y noventa de algunos de los sectores donde se encontraban la mayoría de sus afiliados, a los sindicatos mayoritarios se les ha adjudicado el papel de representantes de unos trabajadores que, en su mayoría, no les reconoce como tales (España tiene uno de los índices de afiliación sindical más bajos de Europa). Esta representación se traduce en la negociación de los convenios colectivos, que es precisamente lo que les otorga su butaca junto a gobierno y patronal,  y su presencia en el sector público o grandes empresas. Para el resto de los trabajadores los sindicatos no son más que una especie de “gestoría de servicios sindicales” a donde puedes acudir a que te arreglen el finiquito, que te vendan una copia de tu convenio, que te proporcionen (si el caso les conviene) algún abogado laboralista que sería la primera vez que acaba defendiendo los intereses de la empresa y no los tuyos. Por supuesto, todo esto a un “módico” precio o por hacerte afiliado. Para esto casi compensa poner pasta y pillarse un abogado entre varios, la verdad.

A todo esto había que sumar todos los chanchullos en los que están metidos los sindicatos: dentro y fuera de las empresas.[1] En las empresas grandes, todo se resume en captar más y más afiliados, reunirse con la dirección y hacerse liberado. En las pequeñas empresas, en las que curramos la mayoría, el sindicalismo (cuando existe) es un chiringuito donde abundan los trepas que sólo quieren pillar horas sindicales y un puesto cerca de los jefes. Por otro lado, sería estúpido negar que existan militantes honrados que con toda su buena voluntad pretenden luchar dentro de estos sindicatos. Pero los sindicatos son lo que son y están para lo que están, y pretender cambiar esas enormes máquinas burocráticas es poco realista. Los chanchullos no sólo se deben a los trepas que se meten dentro de los sindicatos para pillar cacho, ya que también el propio sindicalismo crea a sus trepas. La mayoría de estos sindicalistas honrados acaban haciendo grandes esfuerzos para negarse a ver lo que pasa dentro de sus sindicatos, tragan y tragan por una extraña fidelidad al carnet para acabar quemados o en algún sindicato minoritario…

Visto lo visto, lo poco que hacen no compensa todo lo que perjudican a los trabajadores.

¿Qué hace un trabajador como yo en una huelga como esta?

Si durante todo este tiempo los sindicatos no han sido más que una broma pesada para los trabajadores, no es de extrañar que la huelga general del 29 de septiembre se presente como un circo mediático. Los grandes capitales amenazan con cerrar el grifo de la deuda pública, los empresarios se quejan en Moncloa, el gobierno y la oposición hacen un paripé parlamentario para que la reforma se apruebe, aunque parezca que nadie está de acuerdo, y, al final, después de todo esto, los sindicatos aportan su granito de oposición haciendo una huelga después de que la reforma y buena parte de los recortes estén aprobados. Una huelga, por general que sea, de un día y avisada con meses de antelación es una pantomima que sólo sirve para que los popes de Comisiones y UGT puedan aparecer, pancarta en mano, en la foto de familia de la reforma laboral. Simplemente lamentable. No deja de ser significativo que hayan decidido retrasar la huelga todo este tiempo para hacerla coincidir con una movilización a nivel europeo, aún a costa de hacerla tarde y mal. Sólo es otra muestra de que los intereses de los sindicatos van por un lado: mantener su chiringuito en las altas esferas nacionales o europeas, y los de los trabajadores por otro. Pero el colmo del ridículo es que la única forma de presión planteada contra la política de recortes sociales sea una huelga mediática, que queda en manos de lo que los medios de comunicación (es decir: empresas, y no precisamente de las que mejor tratan a sus trabajadores, como podrá contar cualquier becario) quieran informar o no.

Lo que está claro es que el 30 de septiembre, las cosas volverán a la normalidad: titulares a gusto del consumidor, baile de cifras (lo típico: 90% de seguimiento según los sindicatos, 20% según el gobierno), algunas declaraciones y ruedas de prensa, y después ¿qué?…  Pensar que el parlamento va a modificar la ley de la reforma laboral por una la huelga del 29-S es o muy inocente o muy estúpido. Un ejemplo:

“En el arranque del curso político el primer escollo para el Gobierno es la protesta convocada para el 29 de septiembre. (…) Y entretanto está ya en vigor desde hace dos meses el decreto de reforma laboral y está a punto de salir de las Cortes la ley para su entrada en vigor, semanas antes de la huelga general. Ya no habrá presión posible para que en el trámite parlamentario se suavice el texto y es imposible que se modifique como consecuencia de la protesta.”

ElPais.com 5/09/2010

Por una huelga de los trabajadores, no de los sindicatos…

¿Qué podemos hacer frente a este panorama? Por un lado, está claro que la mayoría no queremos hacerle el juego a los sindicatos para que encima se cuelguen la medallita a costa de los trabajadores, a nuestra costa. Por otro lado, no salir a protestar por los recortes o dejar la protesta en manos de los sindicatos, sería hacerles el juego a sus amiguitos los empresarios. Como se suele decir: entre la espada y la pared.  Entre este chantaje, el carácter simbólico de la huelga, el sentimiento bastante extendido de que será un fracaso y las dificultades que muchos tendremos, tal y como están las cosas, de secundar la huelga aunque quisiéramos, todo indica que la huelga general oscilará entre el chiste y el paripé…

La única forma de aprovechar la convocatoria de huelga general del 29-S es convertirla en un punto de partida para empezar a cambiar la situación a la que nos han llevado todos estos años de conformismo, comodidad y dejar hacer a los sindicatos. En nuestra opinión, en primer lugar deberíamos arrebatarles a los sindicatos la huelga del 29-S y recuperarla para los trabajadores, los parados, los estudiantes, etc.

¿Cómo? Es difícil, y desde luego no será de la noche a la mañana, pero o nos ponemos con ello o estaremos jodidos mucho, mucho tiempo. Un primer paso podría ser utilizar la convocatoria de huelga para, además de comentar nuestros problemas laborales y sociales, recuperar la sana costumbre de pensar qué podemos hacer para solucionarlos, en vez de quedarnos en la queja, cagarnos en los sindicatos y terminar con el clásico “no hay nada que hacer”. Aunque parezca que no se puede hacer nada, siempre hay algo que hacer, aunque sean pequeñas cosas. Se puede convencer a la gente de que haga huelga a pesar de los sindicatos. Montar piquetes informativos al margen de los sindicatos no es muy difícil. Decirles a la cara a los sindicalistas lo que piensas de ellos, tampoco. En realidad se les necesita menos de lo que parece, y nosotros podemos tener más fuerza de la que nos creemos. Puede que luego se pongan la medalla en la tele, pero desaprovechar este día por orgullo o hastío sólo nos perjudicaría aún más.

Por nuestra parte, los que editamos este periódico hemos decidido convocar un Bloque Anarquista en la mani de los sindicatos el 29 de septiembre, para mostrar nuestro rechazo a la reforma laboral y al papel cómplice de los sindicatos en todo este tinglado pero, sobre todo, para mostrar nuestro compromiso con una lucha que tenga como objetivo la defensa de nuestros intereses como trabajadores, desempleados o estudiantes a punto de serlo, y que se base en la solidaridad, la acción directa y la autoorganización. No hace falta ser anarquista para ir al bloque, es un bloque abierto al que está invitado todo el que quiera mostrar su compromiso con esta lucha.

Más allá del 29 de Septiembre: autoorganización y acción directa

Teniendo en cuenta como están las cosas, y cómo van a estar, en el curro, en el paro y a nivel social… algunos creemos que lo que hay que hacer es empezar a cambiar las cosas a nivel de base. Que estén haciendo leyes que empeoran nuestras condiciones sociales y laborales y, por tanto, mejoran las de los capitalistas, es un reflejo del aislamiento, la insolidaridad y el cada-uno-a-lo-suyo que reinan hoy por hoy a pie de calle. Hasta que no cambiemos esta situación aquí abajo, lo único que podemos esperar es que los de arriba nos sigan jodiendo.  Sólo la defensa  de nuestras condiciones de vida mediante la solidaridad, la autoorganización y la acción directa puede empezar a revertir la situación.

En el fondo, el capitalismo es muy simple. En una esquina del ring, nuestras condiciones de vida: lo que cobramos, las vacaciones, el tiempo para estar con la familia y amigos, un sitio donde poder vivir tranquilos, poder acceder a una sanidad y una educación decente, cobrar una pensión cuando seamos viejitos, etc. En la otra esquina del ring, los beneficios de empresarios, banqueros, especuladores y sus amiguitos los políticos: seguir acumulando pasta a nuestra costa, más subvenciones que gastarse en cenas y coches oficiales, bonus y primas millonarias, pensiones vitalicias y fondos de inversión… En el capitalismo, especialmente en épocas de crisis como la actual, para engordar el lado de los capitalistas hay que pinchar el de los trabajadores, así de simple, así de duro.

En esta pelea nuestra principal arma es la solidaridad, pero no esa caridad disfrazada con la que se llenan la boca políticos y curas. La verdadera solidaridad es reconocerse en las luchas de los demás y asumirlas como propias, es “hoy por ti, mañana por mí”, es no dejarse engañar por el discurso que nos enfrenta, como usuarios, a los trabajadores en conflicto. Es no dejar que chuleen al compañero en el curro, ni que la policía pare impunemente a la gente en las bocas de los metros por su color de piel. Es no cerrar la puerta cuando quieren desahuciar a tu vecino y no esconder la cabeza cuando ves a un cerdo pegando a su mujer. Porque mañana algunos de nosotros podríamos estar en la misma situación. Y somos nosotros los que tenemos que empezar a poner en práctica esta solidaridad desde ya, porque nadie más se va a preocupar por nuestros intereses: ni gobierno, ni oposición, ni sindicatos, ni patronales…

A través de la educación, del trabajo, de los medios de comunicación se nos inculca la idea de dejar nuestros asuntos en manos de “profesionales” a sueldo: mediadores vecinales, políticos, sindicalistas, educadores… lo que sea con tal de que no intentemos resolver nuestros problemas por nosotros mismos, con nuestros amigos y compañeros. Estos mediadores profesionales acaban teniendo unos intereses diferentes e incluso contrarios a los que dicen representar, por lo que a medio y largo plazo acaban siendo inútiles. Pero además, la verdadera solidaridad, la que es realmente eficaz, solo tiene sentido cuando se práctica en común, entre iguales y sin intermediarios: desde la acción directa.

También nos inculcan la idea de que somos incapaces de organizarnos nosotros solos, intentando hacernos creer que somos tontitos y que siempre necesitaremos a alguien que nos dijese qué hacer y qué no hacer. No hay más que ver el estado del mundo para ver el nivel que manejan los supuestos profesionales de la organización. No podemos dejar que nos tomen por idiotas, organizarse  y decidir entre todos puede parecer complicado al principio, pero es la mejor forma de que todos nos impliquemos al máximo en lo que hacemos y, por tanto, es la mejor forma de hacer las cosas bien. Sin autoorganización no hay solidaridad ni acción sin intermediarios, sólo hay desidia y capullos que se creen superiores al resto.

Algunos creemos que hay que utilizar la huelga del 29 de septiembre como un punto de partida para retomar la lucha. La lucha de los trabajadores y la de los parados, la de las amas de casa y la de los estudiantes, la de los precarios y la de los fijos, la de los temporales y  la de los indefinidos… porque al final descubriremos que es la misma lucha. Aquí no se venden motos: luchar es un camino largo y duro, pero qué hostias… es el único camino.

 

Fuente: huelgageneral29s.org

 

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