
Escrito por Julia Cañero Ruiz. Extraído de Píkara Magazine
En el cocktail de bienvenida del Encuentro Internacional Feminista del año 2023 en Madrid sonó la canción Ay Mamá de Rigoberta Bandini. Cuando llegó “no sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas, sin ellas no habría humanidad ni habría belleza y lo sabes bien” todas comenzaron a saltar alzando los puños y muchas se levantaron las camisetas para visibilizar sus pechos, en un grito de guerra (o de paz) y de libertad. Como también lo es para las feministas de Femen o para las activistas lactantes en sus tetadas.
La historiadora Marilyn Yalom en Historia del pecho muestra cómo, a lo largo de la historia, las tetas de las mujeres han estado rodeadas de diversos simbolismos que van desde la mera supervivencia de la especie; la divinidad y lo sagrado, donde encontramos numerosas estatuillas con pechos grandes como símbolo de fertilidad y de poder; hasta, en la actualidad, como elemento fetiche para el erotismo. La autora también muestra cómo se ha utilizado para fines políticos, o bien fomentando el amamantamiento para el crecimiento de la nación o la pureza de la raza o castrando su función nutricia a través del negocio de las fórmulas comerciales y para mantener una sexualidad heteropatriarcal y adultocéntrica.
Se utilizó, además, como propaganda política o reclamo para los soldados en guerras y símbolo de revoluciones, como podemos ver en el mítico cuadro de La libertad guiando al pueblo de Eugène Delacroix. En el arte también encontramos las clásicas vírgenes lactantes, un motivo religioso que, aunque mantiene la asociación madre-santa, obvió que el amamantamiento es un proceso sexual que puede tener más relación con el placer que con el sacrificio. Sin embargo, no les hizo falta darse cuenta, porque tras el Concilio de Trento estos cuadros se empezaron a considerar indecorosos por mostrar senos. Además de eliminar obras y dejar de pintar este motivo, algunos autores comenzaron a tapar los pechos casi al completo, como Francisco de Zurbarán. En definitiva, las instituciones patriarcales gubernamentales, económicas, religiosas y sanitarias han ejercido durante siglos un control moral, físico, fisiológico y estético del pecho de las mujeres.
El simbolismo de los pechos femeninos también está directamente asociado a la cultura. Según la antropóloga Katherine Dettwyler, no en todas las sociedades existe una atracción sexual hacia esta parte del cuerpo y en muchas ni siquiera existe tabú y necesidad de cubrirse. Su finalidad suele ser exclusivamente el amamantamiento, como mostró una investigación a mediados del siglo pasado sobre 191 culturas, de las cuales solo 13 de ellas relacionaban los pechos con el erotismo adulto. También el simbolismo del pecho en occidente ha recorrido diferentes periodos históricos y ha estado muy relacionado con la clase social. Las mujeres de clase alta debían cumplir ciertas normas físicas y de comportamiento que desterraban la práctica de la lactancia materna, asociada a mujeres pobres.
Como ha estudiado la antropóloga Elena Soler, en España las nodrizas pasiegas eran muy codiciadas, relacionándose un físico rollizo y de pechos grandes con la calidad de la leche, en contraposición al cuerpo considerado frágil y lánguido de las mujeres de clase alta y su dificultad para la lactancia y el parto. También influía la asociación con la naturaleza y una identificación con las vacas lecheras de la zona para definir su carácter exclusivamente nutricio. Otras autoras han relacionado la aparición de las nodrizas con la prohibición moral y religiosa de mantener relaciones sexuales con una mujer lactante, donde se sitúa la consumación del matrimonio por encima del derecho de madre y bebé. Esto incluye la idea de incompatibilidad del pecho lactante con el deseo sexual masculino y, como menciona Mary Wollstonecraft en su obra Vindicación de los derechos de la mujer (1792), muchos maridos prohibían a sus mujeres el amamantamiento para terminar con ese “cariño voluptuoso” hacia el bebé y estar así disponibles sexualmente para ellos.
Los pechos también han sido con frecuencia motivo de censura. En muchos países existen leyes contra el desnudo y la decencia que establecen una clara diferenciación entre los torsos femeninos y masculinos, pudiendo estos últimos mostrarse libremente en público. El movimiento Free The Nipple surgió para cuestionar estas incoherencias. Sin embargo, hoy ni siquiera hacen falta leyes estatales para discriminar a las mujeres: las redes sociales ejercen una clara censura a los pechos femeninos, principalmente a los pezones, incluso en acto de amamantamiento, siendo eliminadas muchas imágenes por incumplir las normas. También numerosas madres son expulsadas cada año de piscinas públicas y de otros espacios si deciden sacar su pecho para amamantar. Si bien no está regulado a nivel estatal, hay ayuntamientos que decidieron incorporar a su normativa la posibilidad de hacer topless en las piscinas municipales.
El caso más sonado fue en Barcelona, cuando la plataforma Mugrons Lliures denunció la discriminación que sufrían muchas mujeres, siendo incluso multadas. La Oficina para la No Discriminación les dio la razón argumentando que era discriminación por motivos de género. En otras ciudades también se ha debatido e incorporado. Por ejemplo, en Córdoba desde 2024 existe una norma que permite el topless en las piscinas, pero no en zonas de tránsito común ni de restauración. Aunque nos parezca increíble, el principal motivo que alegan los detractores de esta medida es que los niños y las niñas no tienen por qué ver pechos. A parte de ser un planteamiento adultocéntrico, que pone la mirada sexualizada adulta en los ojos de la infancia, es triste su disociación actual con el pecho femenino. Efectivamente, hay niños y niñas que apenas conocen torsos desnudos de mujeres. Quienes han tomado teta hasta edades avanzadas o bien han visto amamantar en su entorno suelen tener una relación totalmente normalizada con el pecho femenino.
En los años 60 y 70, unido a los movimientos de contracultura y la idea de libertad sexual de los cuerpos, muchas feministas declararon la guerra al sostén, incluso con quemas simbólicas de los mismos, para denunciar el machismo y racismo imperante, por ejemplo, en los concursos de belleza. Fueron varias las autoras que, además de considerar los sostenes un elemento de represión patriarcal, predijeron su extinción. Lejos de ello, la moda actual incluye toda una amalgama de sujetadores push up que aplastan los pechos hacia arriba como corsé antiguo, pero con doble relleno a modo de prótesis. Diseño que se vende incluso en biquinis, con un acolchado que mantiene una desagradable humedad constante. La imagen corporal estándar y uniforme queda bien definida por empresas de moda, de estética, de fitness y de todo lo light y se difunde como reclamo publicitario y a través de las redes sociales. Aunque el modelo de belleza occidental es una mujer joven y delgada (generalmente con poco pecho y terso), en el ámbito sexual y erótico triunfan las curvas y los volúmenes de mujeres fragmentadas (pues solo se acepta el volumen en tetas y culo). Por ese motivo, el complejo de pecho pequeño o grande pero caído es de los más frecuentes en nuestra sociedad. Además, constituye un aspecto clave en el ideal de feminidad occidental que ya poco tiene que ver con la maternidad y cada vez más con la erótica heteropatriarcal. Esto es algo que viven de forma extrema las mujeres que han sufrido masectomías por cáncer de mama y deben enfrentar su autoestima a una nueva imagen corporal muy alejada de los estándares normativos.
Algo que me llamó la atención de las entrevistas que realicé para mi tesis doctoral fue la reconciliación que las mujeres lactantes habían tenido con sus pechos. A pesar de que siguen existiendo mitos que relacionan su tamaño y forma con la cantidad y calidad de la leche, muchas de estas madres habían pasado de tener complejo y cubrirse con vergüenza a mostrarlos abiertamente en público, incluso en campañas de visibilización. ¿Qué madre lactante no se ha visto abriéndole la puerta al repartidor con una teta fuera o estar en un bar con amistades y seguir charlando con la camiseta aún bajada ya sin bebé que la cubra? Pero, ¿qué sucede tras el destete? Si el paso del tiempo nos recorre a todas, el paso por un embarazo y una lactancia transforma aún más los pechos, que cambian su forma voluptuosa y se desinflan cual pasa arrugada o bien se caen hasta tocar el ombligo. Una realidad fisiológica a la que han atribuido un nombre que suena a enfermedad, ptosis de mama, para que las clínicas tengan argumentos biomédicos a la hora de ofrecer sus implantes. La cirugía estética ha aumentado en los últimos años más de un 200 por ciento, siendo la más frecuente el aumento de mamas, sobre todo en las operaciones de mujeres menores de 35 años. Esta tecnología ha desarrollado una fuerte experimentación con nuestros cuerpos, con numerosas prótesis retiradas del mercado tras años de utilización, problemas de salud derivados, resultados estéticos no deseados, etcétera. Las empresas hacen, nunca mejor dicho, su agosto y venden sus productos usando reclamos publicitarios como “Otro verano más cambiando el panorama de las playas”.
Mientras se dedican a modificar el panorama costero con nuestras tetas, como quien construye hoteles en primera línea de playa, aquellas que hemos hecho topless desde jóvenes comenzamos a ser conscientes de que nuestros pechos ya no cumplen los estándares socialmente deseables. Nos hacen saber que ya ha llegado la hora de cubrirnos con esa parte del biquini que aún conserva su color intacto. La insatisfacción corporal vuelve a llamar a nuestra puerta. Desnuda ante el espejo, me pregunto quién ha decidido que mis tetas pequeñas y flácidas no son hermosas. Miles de historias corren hacia un pezón que abandonó el centro de la carne: los botones o pellizcos de la adolescencia; la turgencia de la juventud; la voluptuosidad del embarazo e inicio de lactancia; la llamada a tierra tras el destete. Fue zona erógena para el sexo adulto que pasó a prohibida durante el gozo de la sexualidad materna y a una transición ambivalente posterior hasta volver a reconocerse. Han sido pechos acomplejados, encorsetados en aros y rellenos; orgullosos y libres, marcando las temperaturas externas e internas con su dureza; chorreantes y oxitocínicos; sabios y experimentados. Pechos vivos. Dejadnos experimentar la belleza de una vida sin estándares, sin represión y sin censuras.