Si no tú, ¿quién? Si no ahora, ¿cuándo?

Por David Martínez. Miembro del Ateneu Llibertari de Castelló (1995-2002)

Hace tiempo que varias ideas me hierven la cabeza, como en un cajón de sastre. Diversas ideas y sentimientos rebotan dentro de mi cerebro con una mezcla de nostalgia, de frustración y de ansiedad, pero, sobre todo, de sentido de responsabilidad. Voy a ver si soy capaz de plasmarlo de alguna manera.

Somos un grupo de personas que vivimos de forma militante el final de siglo pasado y/o el principio de este. En nuestro “currículum activista” podemos destacar que fuimos capaces de crear numerosos centros sociales muy politizados por todo el Estado. En todas las ciudades existían uno o varios centros sociales, algunos ocupados y otros no, la mayoría con un cierto nivel de coordinación entre ellos. Incluso había bastante interacción entre centros sociales de diferentes ciudades. En estos centros, durante décadas, fuimos capaces de acercar las ideas antiautoritarias a las más jóvenes, con limitaciones, pero no hemos de infravalorar lo que supusieron. Las pocas personas con inquietudes políticas al margen del sistema, tuvieron referentes de horizontalidad y antiautoritarismo, donde buscar información, relacionarse con personas con inquietudes semejantes y formarse ideológicamente.

Supimos llevar adelante proyectos de edición y distribución de material cultural, artístico y literario. Numerosas distribuidoras alternativas crearon y difundieron música y literatura con la máxima de “haztelo tú mism@”. En este contexto, numerosos grupos de música militante entraron en las casas de jóvenes, acercando nuestras ideas, al mismo tiempo que ayudaban a la financiación de muchos proyectos.

En definitiva, creamos entre todas unas estructuras que supusieron un tejido asociativo, aunque insuficiente para el cambio social que anhelábamos, sí fueron el germen de muchas luchas contemporáneas y futuras.

Las más veteranas vivimos de cerca lo mas parecido a una victoria social: el movimiento antimilitarista llevó una lucha incansable contra el servicio militar obligatorio. El movimiento de objeción de conciencia también se nutrió de las ideas libertarias. El asamblearismo se convierte en la forma natural de organizarse, los objetores son capaces de dar con sus huesos en la cárcel por sus convicciones. Cuando se normaliza la Prestación Social Sustitutoria se da un paso más, la insumisión. Los insumisos son juzgados y en muchos casos pisan la cárcel. Muchos libertarios deciden dar un paso más no reconociendo al Estado, la Insumisión Total, donde no se reconoce al Estado y muchos jóvenes anarquistas pasan a la clandestinidad. Esta lucha toca de cerca a los jóvenes y, en ese momento, es conocida por todo el mundo.

En la medida de nuestras posibilidades, creamos cientos de colectivos de muchos ámbitos: feminismo, ecologismo, antimilitarismo, anarquismo, etc. Nos hemos curtido en muchas luchas, muchas derrotas y alguna victoria, pero siempre conscientes de que este movimiento no era un fin, si no un medio que pretendía vertebrar estructuras y crear tejido social para acercarnos al verdadero objetivo: un cambio social profundo.

Fuimos parte de multitudinarias movilizaciones antiglobalización que, como mínimo, resonaron en los oídos del poder. Hicimos saltar a la palestra que había muchas personas que sabíamos qué era y qué buscaba el neoliberalismo y que, como mínimo, íbamos a hacer pública nuestra oposición. Nunca tuvimos a los medios de comunicación de nuestro lado pero, aún así, personas de todo el mundo nos hicimos oír y muchas sufrieron la represión.

Tomamos las plazas, fuimos indignadas, aportamos nuestra experiencia y nuestro análisis a este movimiento, que fue popular y horizontal y que supuso que muchas de nuestras ideas llegaran a las calles y, por primera vez, se hicieran eco en la sociedad. Convirtiéndose, posiblemente, en el movimiento con más posibilidad de suponer un cambio real que hemos vivido.

Pero ahora hay un sentimiento de derrota permanente, sentimos que no existe un horizonte emancipador ni se espera que llegue. Pero, sobre todo, esperamos que sean otras personas quienes busquen un cambio, porque eso parece que ya no es cosa nuestra. Cuando éramos jóvenes defendíamos ser dueñas de nuestra vida, vivirla en primera persona, ahora esperamos que otras personas sean las que luchen por un cambio social. ¿Qué ha cambiado? Ahora que saltan las costuras del sistema, que cada vez se hacen más evidentes sus contradicciones, cuando nos estamos viendo abocados a una crisis climática, energética y, en definitiva, sistémica, ahora que vemos al fascismos salir de la cueva donde ha estado esperando tanto tiempo, ahora cuando más sentido tiene crear y vertebrar estructuras horizontales, es cuando más nos sentimos vencidas por el sistema, justo cuando este más se tambalea.

Ahora es la ultima oportunidad para intentar cambiar algo, porque la inacción y la pasividad solo nos llevan al desastre.

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