Xarxa de Grups de Suport Mutu per psiquiatritzadxs

Hace ya más de dos años hablamos por primera vez en esta publicación acerca de una poderosa herramienta colectiva para afrontar el sufrimiento psíquico, entre iguales y alejada de las instituciones médicas y la industria farmacéutica: los grupos de apoyo mutuo en salud mental. Más o menos por esas fechas se gestaba en la ciudad de Barcelona un proyecto de estas características, la Xarxa de Grups de Suport Mutu per psiquiatritzadxs (Red de Grupos de Apoyo Mutuo -GAM- para psiquiatrizados/as). Queremos dedicarle un par de páginas a presentar la trayectoria y el trabajo de estos grupos, en primer lugar a través de su propio texto de presentación (puedes leerlo al completo en www.xarxagam.org), y continuando con algunos extractos del artículo “La Xarxa GAM: un ejemplo de autogestión de la salud mental” publicado recientemente en el periódico Diagonal (www.diagonalperiodico.net).

Desde hace ya casi dos años nos hemos ido juntando personas disidentes y fugadxs del sistema psiquiátrico con el propósito de cuidarnos mutuamente y politizar nuestros malestares. Creamos un grupo de apoyo mutuo, sin jerarquías, ni profesionales, un grupo de afectadxs que querían y queremos hablar en primera persona (del plural) de la salud y de cómo nos desquiciamos y, también, de cómo autogestionarla y combatir por nuestras vidas.

Aunque teníamos claros estos propósitos no sabíamos muy bien, sin embargo, cómo se podía hacer eso ya que no conocíamos experiencias en este sentido. Nos parecían interesantes algunos proyectos internacionales, pero nuestras necesidades nos llevaron a iniciar un camino propio (aunque nos encantaría comprobar que no tiene nada de original, sería un indicador de que estamos haciendo las cosas bien).

Teníamos y tenemos no sólo la necesidad de politizar nuestros malestares, sino de hacerlo sobre la base del compromiso en el cuidado. Lxs compañerxs venían cada unx con su propio proceso y lucha: unxs aspiraban a abandonar el psiquiátrico, otrxs a no entrar en el mismo a la fuerza, otrxs a bajar las dosis de drogas psiquiátricas (medicinas legales), otrxs a abandonarlas definitivamente, otrxs a no caer en la cronicidad y el encierro permanente, otrxs buscaban apoyo para acompañar su proceso de adaptación a una nueva identidad sexual, otrxs para superar el estigma de la locura… pero todxs caminábamos con el horizonte común de abolir el patriarcado, el capitalismo y el sistema psiquiátrico de la farmaindustria.

Somos varios grupos que nos reunimos en centros sociales autogestionados del territorio, por el momento, de Barcelona. Cada grupo es un aparato de cuidados y, a través de éstos de politización de los malestares. Cada grupo es una unidad política autónoma, sin embargo es en la asamblea, de la que formamos parte todxs lxs compas de todos los grupos, en la que decidimos, por consenso, los objetivos y la forma de alcanzarlos. También tenemos aliadxs, un anillo externo de apoyo que lo forman personas afines a nuestra lucha. En este anillo hay también algunxs profesionales de la llamada salud mental, pero no dirigen ni mandan sobre nadie de la red de apoyo mutuo, ni siquiera en base a su saber experto, comparten nuestros objetivos parcial o totalmente y encontramos con ellxs ocasiones para colaborar en común.

Partimos de la base de que el patriarcado y el capitalismo enferman y quiebran a las personas. Nosotrxs oponemos al individualismo capitalista y al machismo, que transforma todo en mercancía y sojuzga, el apoyo mutuo, la solidaridad de los iguales, la alegría de luchar juntxs, compartir y cuidarnos. (…)

Xarxa G.A.M.

Cuidado entre iguales

«Estamos hartos de asistencialismo, porque ya hemos tenido bastante. No es una cuestión de hablar una vez a la semana y sentirnos bien y ya está. Eso no es lo que queremos hacer», relata Germán.

Un pilar importante de los grupos, junto a la escucha, es el cuidado entre sus miembros. «Si a alguien lo ingresan, vamos e intentamos hablar con los psiquiatras que lo atienden».

Muchos integrantes del grupo han establecido qué quieren hacer si tienen una crisis. «Si yo me pongo mal, llaman a los compas y yo he establecido a quién quiero ver, con quién quiero hablar, de qué manera quiero que se me trate», nos cuenta Germán, indicaciones que previamente ha dado en base a sus propias experiencias. Esa resistencia desde el día a día ya ha dado sus frutos. «La gente ingresa mucho menos que antes», y eso es todo un logro para el colectivo.

Las personas que integran la Xarxa son muy distintas. «Acaba de entrar una mujer que tendrá 70 años», ponen como ejemplo. «Incluso políticamente también. No queremos ser dogmáticos con lo que hacemos. Hay gente que sí tenemos un compromiso más político, de teorizar, y hay gente que va más a su aire. Para mí, uno de los problemas de los movimientos sociales es el de encajonar la lucha. En nuestro caso, luchamos por nuestra salud, y eso es lo más importante», apunta.

Compartiendo saberes, generando autonomía

Con el objetivo de adquirir un conocimiento teórico de lo que les está sucediendo y que éste no siempre dependa de un profesional, la Xarxa ha puesto en marcha dos grupos de estudio: uno sobre medicación y otro sobre corrientes de la psiquiatría.

«Incluso inten­tamos desa­rrollar estrategias para hablar con los psiquiatras, que vean que tenemos un conocimiento, poder decirles ‘lo que me estoy tomando me hace esto y lo otro, y lo he leído, vamos a probar a bajar la dosis’, pero esa estrategia a veces funciona y a veces no. La gran mayoría de los psiquiatras va con la medicación por delante. No se plantean ni que haya alternativas».

Dentro del grupo muchas personas tienen un conocimiento enorme de la medicación, pues llevan tomándola más de 20 años. «Y es increíble el poco caso que se le hace a la persona usuaria y el conocimiento que tiene de sus procesos, y de lo que le ha hecho la medicación en cada momento».

La postura de la Xarxa es claramente crítica con las corrientes psiquiátricas mayoritarias y con la sobremedicalización. «El problema es que te encajan en el sistema para que funciones con él, no te hacen cuestionártelo. Se limitan a decir que esto te pasa porque tu cerebro está mal, y van a regulártelo», dice Germán.

Aprender sobre estas cuestiones les otorga herramientas para tratar su propio malestar y negociar con su psiquiatra: «Cuando vas allí igual estás hecho una mierda. Te agarras a un clavo ardiendo y te crees lo que te están diciendo. Pero dentro de lo susceptible que estás hay que analizar cómo te ayuda lo que te dicen y cómo creas una autonomía en la que tú decidas tu proceso», explica.

Los integrantes del grupo reconocen que su relación con sus psiquiatras es complicada. «Hay una jerarquía muy grande, en la que tú le cuentas todo lo que te pasa y él no te cuenta nada. Y eso ya es una relación de poder de él sobre ti. Además, hay algunos que critican al grupo de apoyo mutuo y le han dicho a gente que no venga. Creen que los estamos convenciendo para dejar la medicación, como si fuera una secta o algo», explican. Y pone el ejemplo de un compañero que asistía a las reuniones con un permiso del psiquiátrico donde estaba ingresado y al que ahora ya no dejan asistir.

Lo mismo ocurre con las familias, en las que encuentran reacciones de todo tipo. «Hay familias a las que no les gusta nada lo que hacemos. Y otras que nos animan a venir». «Si los patrones que tenga la familia te acrecientan el sufrimiento, el estar con ella a veces no ayuda», se lamenta Ger­mán.

Lucha contra el estigma

Como parte de la estrategia de politizar el malestar, una de las principales actividades de la Xarxa es visibilizar su forma de trabajar, aunque esta tarea se haga difícil. «Es duro cuando das una charla, cuando hablas con la gente, cuando vas a reuniones todas las semanas y vuelves a remover lo que estás pasando». Pero tienen claro que cuanto más se hable de ello, mejor, y que naturalizarlo ayuda a combatir el estigma social que acarrea.

La Xarxa ha dado charlas sobre todo en centros sociales y espacios okupados. «Algunos venimos de experiencias muy dolorosas en el activismo. Y sí que faltan cuidados en general en estos espacios, porque no hay recursos. Cuando una persona se emparanoia mucho con la policía, o por un acoso, o por cualquier cosa, normalmente no hay herramientas. Es muy importante el tema de cómo nos sentimos, es muy importante para hacer lo que hacemos», reconoce Germán.

«En los centros sociales no hablamos de cómo nos sentimos, cómo hacemos las cosas, si estamos a gusto, si alguien tiene una crisis… Cuando damos una charla sí que estamos abriendo un poco eso. Y es ahí cuando la gente te ve, cuando te empieza a contar», concluye.

Sobre las contenciones mecánicas y los ingresos forzosos

“Tantas correas como razones para

no dejar de luchar…

Quien no quiera mirar, que no lo haga.

Apelar a que las cosas estuvieron aún peor en un pasado no muy remoto es un argumento de una fragilidad extrema. Y además es peligroso, ya que legitima la opresión y nos vende a un futuro habitado exclusivamente por la resignación y el miedo.

Se pueden rastrear los ecos del horror en cada hebilla. Asusta pensar en ello.

Hay que desmantelar la psiquiatría hasta sus cimientos, desnudarla para que todos puedan ver el espantajo decadente que la habita, hacerla retroceder hasta el basurero de la Historia.

Hay que construir un mundo en cuyos hospitales no haga falta una habitación específica destinada al almacenaje de este tipo de herramientas. Una obviedad, si se piensa detenidamente. Son muchos ya los locos que se han dado cuenta de ello, y mientras recorren la ciudad de parte a parte se preguntan a sí mismos entre murmullos: ¿a qué estarán esperando los cuerdos?”

Con la publicación de estas palabras junto con esta imagen de las instalaciones del Hospital Gregorio Marañón de Madrid (imagen de 2015), comenzaba la web Primera Vocal (www.primeravocal.org – Archivo de textos sobre salud mental y revuelta) una serie de entradas acerca de las llamadas “contenciones mecánicas” (eufemismo de “atar a una persona”) practicadas en los servicios psiquiátricos. Una práctica de la que poco se oye hablar pero que se realiza de forma habitual, y cuyas consecuencias sobre la persona atada no pueden estar más alejadas de lo “terapéutico”. Ante la publicación de esa imagen hace ya un año, Primera Vocal comenzó a recibir respuestas de todo tipo a través del correo electrónico y las redes sociales, y decidieron publicar algunos de estos comentarios tanto de personas que trabajan en el mundo de la salud mental como testimonios de personas que han sufrido las contenciones en su piel. Aunque el espacio aquí no nos dé para reproducirlas, recomendamos encarecidamente su lectura en los siguientes enlaces:

https://primeravocal.org/la-contencion-fisica-o-la-miseria-y-fracaso-de-la-psiquiatria/

https://primeravocal.org/mas-testimonios-sobre-contenciones-mecanicas/

Por otra parte, recomendamos igualmente la lectura del fanzine “Ingresos forzosos”, editado por la Xarxa de Grups de Suport Mutu, que recopila testimonios de personas que han sido internadas en centros psiquiátricos en contra de su voluntad. Otra práctica extendida e invisibilizada que supone una muestra más del fracaso de una psiquiatría basada en la deshumanización de las personas. Esperamos poder dedicarle algunas páginas en el futuro a profundizar en este tema.

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