Escalada de violencia de la Junta Militar en Myanmar y la primera línea de resistencia popular

Desde el 1 de febrero, cuando tuvo lugar un golpe de estado militar en Myanmar, (ver www.todoporhacer.org/golpe-estado-myanmar/), ha habido una escalada de violencia por parte de la Junta Militar gobernante que ha dejado cientos de muertos entre el pueblo birmano. Queremos hacer un seguimiento de lo que ha sucedido en Myanmar durante estos meses, porque está pasando desapercibido en los grandes medios comunicativos, potenciado por el desconocido contexto político del sureste asiático que nos lleva a sentirlo como unos sucesos ajenos.

En la noche del 1 de febrero, el día en que se convocó al parlamento para la proclamación del gobierno de la Liga Nacional para la Democracia (LND), partido de tendencia liberal y que había ganado las elecciones el año pasado, las fuerzas armadas de Myanmar arrestaron a la Consejera de Estado Aung San Suu Kyi y a otros miembros del partido gobernante. Los militares entregaron el poder al jefe militar Min Aung Hlaing y declararon el estado de emergencia por un año. Esta estrategia política no sorprende en un país gobernado con mano de hierro por los militares desde hace décadas, y que tan solo en la pasada década permitieron tibiamente un gobierno parlamentario manteniéndose ellos mismos en la sombra.

Día de la Resistencia Antifascista birmana, la juventud toma las calles

Durante los tres primeros meses tras el golpe de estado y la imposición de una Junta Militar gobernante, la violencia ha ido escalando hasta el punto de asesinar a más de 400 personas en distintas protestas a lo largo de todo el país. Sin embargo, la fecha que marcó un punto de inflexión en esta represión y crímenes por parte de los militares birmanos fue el pasado 27 de marzo. Ese día se celebra oficialmente el Día del Tatmadaw (Fuerzas Armadas birmanas), y sin embargo, el resto del país lo denominó el Día de la Resistencia Antifascista, con multitudinarias manifestaciones en las principales ciudades del país. La juventud birmana tiene en común algo muy importante junto a otros jóvenes en distintas latitudes del mundo bajo el sistema capitalista, y es que se sienten una generación sin ninguna clase de futuro. Una juventud nihilista pero concienciada y organizada a fuerza de la situación de conflicto que se les genera, son la resistencia más efectiva.

Esa fecha se pudieron ver escenas en muchos distritos de Yangon (antigua capital birmana hasta el 2005, y ciudad más poblada del país) de cómo miles de manifestantes levantaban barricadas frente a los soldados del ejército, y cómo se producían emboscadas y tiroteos por parte del ejército que dejó un reguero de sangre y muertos. Se estima que un total de 130 personas, entre ellos también siete menores, fueron asesinadas tan solo en esa fecha, y que solamente ocupó algún titular secundario en las plataformas de medios digitales españoles. Posiblemente en la mentalidad de la Junta Militar no estaba imaginada una respuesta social tan amplia y contundente en contra de su gobierno. Más bien pensaban en un paseo triunfal donde continuar actuando en favor de la pequeña clase empresarial controlada por ellos mismos, porque las Fuerzas Armadas birmanas son los principales protagonistas de la red económica que el capitalismo tiene extendida en el país.

Sin embargo, los actores, el escenario y la obra siguen los mismos derroteros que en otras situaciones donde militares emplean la violencia contra el pueblo, y es que la fuerza autoritaria aplasta y genera una sufrimiento irreparable entre una población en continuada guerra. Son demasiados años padeciendo la violencia militar en el país birmano, si bien la resistencia popular presentada en esta ocasión está teniendo un nivel de organización bastante amplio, donde habría que destacar la labor sindical y de coordinación de las trabajadoras del textil en Myanmar.

Un conflicto social con origen en el colonialismo territorial y el actual capitalismo financiero

Los hechos sucedidos a finales de marzo, forzaron que más de 3.000 personas cruzaran la frontera hacia Tailandia, tras los bombardeos en la región de la etnia Karen. También otras 10.000 personas debieron huir hacia las regiones de la jungla para evitar represalias por parte de los militares en el gobierno. Recordemos que Myanmar, además, arrastra un conflicto étnico-nacionalista clásico desde su independencia en 1948 con numerosos conflictos y persecuciones étnicas internas. Representa un escenario típico de descolonización marcada por las graves huellas dejadas por el colonialismo europeo, y sobre todo, por su devenir en un mundo que geoestratégicamente categoriza los territorios en base a intereses comerciales y financieros.

Las detenciones selectivas por parte de soldados, desapariciones de civiles o las muertes bajo custodia militar y el toque de queda en las principales ciudades, son algunas de las situaciones que viven los birmanos día tras día. Salir simplemente a las calles con el temor de ser acribillado por militares es la cotidianidad de la población birmana. Las protestas han ido en incremento, la solidaridad y organización frente a esta violencia militar también, hasta el punto de canjear la liberación de civiles a cambio de policías capturados por el pueblo. La situación bélica desatada en Myanmar se asienta en un peligroso abismo internacional, donde esta clase de conflictos suelen ser el espectáculo preferido en la cultura occidental. Solamente la unión de diversos grupos armados y de resistencia popular junto al movimiento de protesta en el presente podría alterar el actual desequilibrio de fuerzas ante el brutal ejército birmano en el gobierno.

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