Melé en las gradas. Una entrevista

A finales del pasado año, la editorial Piedra Papel Libros publicaba este pequeño ensayo sobre historia y presente de dos deportes, el futbol y el rugby, y su relación con el mundo obrero. Para acercarnos un poco más al libro, hemos realizado la siguiente entrevista a su autor, Alberto Luque, activista libertario aficionado y jugador de fútbol y rugby, y fundador de la UGEL (Unió de Grups Excursionistas Libertaris).

Todo por Hacer (TxH): Comienzas tu libro con una declaración de intenciones que rompe con todo lo que se nos vende mediáticamente sobre el fútbol (y el deporte en general), y es que éste es político por definición. ¿Qué implica esta afirmación?

Intento romper un dogma. Romper con un discurso impuesto a la sociedad para su alienación. Desde el mismo momento que el deporte (competitivo) se convierte en un atractivo para la población, la clase política ha querido controlarlo, para así controlar al pueblo. Desde hacerse con las direcciones de clubes hasta manipular mundiales de fútbol como el de Italia34, Argentina78 y muchos otros ejemplos más. Siempre donde hay una clase política intentando hacerse con el control de algo ha habido una respuesta desde la clase obrera, a veces con más éxito, otras veces con menos. De ese modo se crea inevitablemente una batalla entre partidarios o detractores de uno u otro bando.

TxH: Tu libro pone el foco sobre dos deportes de equipo, de nacimiento más o menos simultáneo, pero con un recorrido totalmente diferente. El fútbol como el deporte popular por excelencia, totalmente omnipresente, frente a un deporte que durante muchos años se mantuvo bastante cerrado. Uno de los aspectos que comentas sobre el desarrollo del fútbol, factor clave en lo que difiere del rugby y que posibilitó su enorme expansión, fue su «rápida» profesionalización. ¿Qué supuso esto desde una mirada de clase?

Yo entiendo la profesionalización como el pago por unos servicios prestados, no como el crear multimillonarios que es lo que estamos acostumbrados a que nos enseñen del fútbol. Por eso opino que el que la clase trabajadora pudiera cobrar una remuneración por practicar un deporte, librándose de las jornadas agotadoras en las fábricas fue una victoria permitiendo a demás el poder competir contra los equipos de la burguesía en igualdad de condiciones (refiriéndome al descanso). Por ese motivo hago la comparativa con el rugby, éste se mantuvo amateur porque la IRB (International Rugby Board, organismo que reguló el rugby a nivel internacional hasta 1998) sabía que si no se profesionalizaba el rugby podían levantar un muro que los separara con la clase trabajadora, motivo por el cual hubo la escisión en el rugby en 1890 surgiendo la Rugby League, o como se conoce ahora, el rugby a 13.

TxH: El rugby, sin embargo, se mantuvo como deporte de las élites, algo que ha dejado una impronta que se mantiene hasta la actualidad, ya no sólo en muchos de quienes lo practican sino en la alta concepción que tiene de sí mismo (para los que no lo conozcáis de cerca, el rugby presume de sus grandes valores, entre ellos el respeto máximo por los compañeros, los rivales y el árbitro, ensalza el trabajo en equipo, el sacrificio, la disciplina…). Sin embargo, en Gales nos encontramos con equipos/clubs de mineros y en Francia con un deporte con mucho arraigo en las zonas rurales del sur del país. ¿Qué nos cuentas de estos casos extraños dentro del mundo del rugby?

En realidad, el rugby lo han jugado burguesía y clase trabajadora desde siempre, lo que pasa que se aplicó una especie de apartheid clasista. En Sudáfrica los negros también jugaban a rugby, pero no podían mezclarse con los blancos. Eso mismo pasaba en las Home Nations (países originales del rugby), pero cada país tuvo su propio recorrido. En Inglaterra, con la escisión del rugby a 13 solucionaron todos sus problemas, pero en Gales, debido a su orografía y a su población tan diseminada en valles, surgió una cultura de club que servía para unir a los vecinos de un pueblo. Familias enteras acababan jugando a rugby, padres, hijos hermanos, nietos… que tenían trabajos en el mismo pueblo y que a la hora de jugar partidos o entrenar tenían más permisividad para faltar al trabajo. En Francia ocurrió exactamente lo mismo solo que en las zonas rurales del sur, donde la gente disfrutaba de la rivalidad entre los pueblos. Al final esa naturalización entre deporte y trabajo dio como resultado algunos de los mejores jugadores de rugby en esos países y que inevitablemente acabaran jugando en sus respectivas selecciones nacionales dando casos tan significativos como Garin Jenkins, el minero-talonador de la selección de Gales, activo hasta 1998.

TxH: En los últimos años se han multiplicado las iniciativas de clubes deportivos planteados desde una perspectiva más o menos militante, con formas diferentes a la hora de ver y hacer las cosas. ¿Qué posibilidades le ves a estos proyectos y su capacidad de conectar los barrios con las luchas sociales? ¿Destacarías algunos ejemplos?

Creo sinceramente que, si tienen posibilidades, el primer escollo a superar es la titulitis con la que está asociado el fútbol o el deporte en general y volver a recuperar la esencia de club de pueblo o de barrio con el que la gente se sienta orgullosa. Una vez hecho eso, hay que evitar que el fascismo o actitudes totalitarias se adueñen del proyecto. Si se consiguen esos dos objetivos, el resto es un trabajo que poco a poco va calando. No sabría destacar un solo ejemplo en concreto porque muchos proyectos de estos no buscan publicidad sino pragmatismo, pero si tuviera que escoger me quedaría con la creación de los clubes de accionariado popular, por el esfuerzo que supone el tiempo y dedicación y que representan ese pequeño David luchando contra Goliat.

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