La sanidad no se vende, se defiende

En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario” – George Orwell

Son unos presupuestos solidarios, responsables y adaptados a la realidad”. De esta forma describía Ignacio González, el presidente de la Comunidad de Madrid, los nuevos presupuestos autonómicos aprobados por su gobierno. Cinismo a cucharadas, vamos. “Los madrileños pueden sentirse tranquilos”, “mejoran la gestión y no suben los impuestos”, son frases que adornaban la presentación de unos presupuestos y de un paquete de medidas para el próximo año que va a transformar por completo la red de servicios de nuestra comunidad, en especial el área de sanidad. “De máxima calidad, universal y gratuito”, así se apresuraba a describir el nuevo panorama sanitario madrileño. Tres mentiras descaradas que cualquier persona con cierta vergüenza no sería capaz de pronunciarlas. ¿Máxima calidad? ¿Cuándo están vendido el sistema sanitario al sector privado? Aunque no vamos a ser nosotros/as quienes defiendan el ya antiguo modelo de gestión pública, no podemos obviar este hecho, pues el verdadero y único motor y lógica del sector privado es la obtención de beneficios a cualquier precio (ahorro de costes, empobrecimiento de las condiciones laborales, etc.). ¿Universal? ¿Cuándo las personas migrantes que carecen de papeles y parte de la población desempleada no pueden acceder a ella? ¿Gratuita? Malditos/as bastardos/as, ¿quiénes se creen que abastecen las arcas públicas? Para rematar la faena, aseguró que “nadie va a tener que pagar nada”, antes de anunciar la entrada en vigor de la tasa de un euro por receta. Goebbels se equivocó, no es necesario repetir una mentira mil veces.

Mientras que para muchas/os de nosotras/os, el actual contexto de crisis económica está siendo sinónimo de paro, miedo, facturas acumuladas, impotencia, proyectos frustrados, etc., para otros/as se ha convertido en una bendición. Con la excusa de la necesidad de realizar profundos cambios en un modelo político, social, laboral y económico, roto y en apuros, el gobierno central y los diferentes gobiernos autonómicos están aprobando una serie de medidas que evidencian cada vez más la estafa en la que nosotras/os somos las/os pardillas/os. Por un lado, gracias a las reformas en las relaciones laborales, en el Código Penal, etc., se está agravando la situación de desventaja e indefensión de la clase trabajadora, y por otro, a base de recortes, desmantelamiento de empresas públicas, privatizaciones, etc., se están creando oportunidades únicas de negocio para las grandes compañías. Servicios esenciales que siempre contarán con un buen número de clientes, como la sanidad o la educación, se están subastando al mejor postor. La calaña política como fiel representante de su clase social en las instituciones, la clase capitalista, con la excusa de la crisis, se está construyendo una realidad futura tremendamente favorable.

Pero la entrada en el Sistema Nacional de Salud (SNS) de empresas privadas no es consecuencia del actual contexto de reajuste del Capital, pues, concretamente, el pistoletazo de salida lo da la aprobación en el Parlamento de la Ley 15/97, tanto por el PP como por el PSOE, así como por otros tantos partidos. Es decir, este proceso privatizador no se debe a la necesidad de tomar medidas de urgencia condicionadas por un contexto difícil, sino a un plan premeditado donde hay en juego múltiples intereses.

En Madrid, en el año 2003, Esperanza Aguirre llega al gobierno de la Comunidad encontrándose con una veintena de hospitales de gestión exclusivamente pública. Tras nueve años en la presidencia, se toman una serie de decisiones encaminadas a la privatización del sector, entre las que destaca la construcción de diez hospitales de titularidad privada, de los cuales siete son propiedad, principalmente, de empresas de construcción, las cuales se hacen responsables de la gestión de todo lo no sanitario, mientras que los otros tres hospitales si nacen, desde un principio, con la actividad sanitaria externalizada, es decir, gestionados por una empresa privada bajo concesión administrativa. Otras medidas que salpican al sistema sanitario durante este período son: aprobación del Área Única, cesión de centros, cierre de laboratorios, venta del servicio de citas médicas, etc. Pero, en este proceso privatizador, el gran salto se produce con el anuncio del nuevo gobierno regional de un paquete de acciones que incluye: la privatización completa de seis de los siete hospitales de gestión mixta; el desmantelamiento de los hospitales La Princesa y Carlos III; la privatización de los servicios no sanitarios de toda la red de hospitales de la Comunidad de Madrid; la privatización de un 10% de los ambulatorios y centros de salud; la aplicación de una tasa de un euro por receta.

Esta reforma abre un negocio de como mínimo unos 500 millones de euros anuales, donde compañías como Capio Sanidad, Sanitas, Ribera Salud, etc., tratarán de repartirse el pastel. Por cosas del azar, o no, por ejemplo, Capio cuenta en su dirección con personajes como Rodrigo Rato, Ignacio López, marido de Cospedal, o Teresa Echániz, hermana del Consejero de Sanidad de Castilla La Mancha, y entre sus accionistas encontramos a las familias Aznar, Aguirre, Cospedal, Camps y Feijoo. Ellos/as se lo guisan, ellos/as se lo comen.

Tras las últimas medidas, la respuesta de los/as trabajadores/as del sector sanitario no se ha hecho esperar, materializándose en forma de encierros, manifestaciones, cortes de carretera, actos informativos, etc., y en una convocatoria de huelga indefinida aprobada en una multitudinaria asamblea y saboteada por las centrales sindicales de siempre con un paro de cuatro días no consecutivos.

Desde estas páginas os animamos a buscar información sobre este proceso de liquidación del sistema sanitario autonómico y a plantarle cara, trazando lazos sinérgicos entre usuarios/as y trabajadores/as, para no sólo defender una atención sanitaria realmente universal y gratuita, sino también, los puestos y condiciones de miles de trabajadores/as que se encuentran, ahora mismo, en el aire. Construyamos organización popular, al margen de sindicatos y partidos políticos, desde la base, donde realmente sean nuestros intereses y motivaciones los que marquen nuestro camino y, sobre todo, actuemos con determinación y valentía, o esta gente nos come.

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