Hoja de ruta a ninguna parte

A principios del mes de noviembre, el 86% de las bases de Podemos aprobó su nueva hoja de ruta, que diseña una estrategia en la que pone distancia con Sumar y refuerza su autonomía respecto de ésta. Parece improbable que vuelvan a concurrir juntos en las próximas elecciones europeas.

 “Teníamos que frenar en seco la operación que tenía por objetivo sustituir a Podemos por una izquierda servil al régimen. No somos ese tipo de proyecto político y, ante todo, no lo queremos ser”, anunció la Secretaria General de la formación morada, Ione Belarra, que además expresó su “preocupación” por el hecho de que el Gobierno de coalición conformado por Pedro Sánchez con Yolanda Díaz será un Ejecutivo “en el que sólo manda el PSOE, en el que Sánchez hace y deshace a su antojo”.

Compartimos absolutamente todas las críticas que Belarra le hace a Sumar. Hasta el último punto y coma. Yolanda Díaz representa a una izquierda complaciente, que defiende una socialdemocracia poco beligerante que no aprieta las tuercas al empresariado, que se pasea por los platós de televisión de manera cómoda y que nunca va a cuestionar al sistema, ni a promover un cambio profundo y estructural.

Ahora bien, sonroja escuchar a nada más y nada menos que una señora ministra de un gobierno de coalición con Pedro Sánchez definirse como la izquierda “valiente” que no es “servil al régimen” e insinuar que aquí y ahora no “sólo manda el PSOE”.

Seamos serias y hagamos memoria. En los últimos cuatro años Podemos ha sostenido a un gobierno del PSOE con Marlaska de Ministro del Interior que ha subido el sueldo a la policía y se dedica a expulsar por motivos políticos y con acusaciones peregrinas a destacados líderes musulmanes. Un gobierno con la siniestra Margarita Robles de Ministra de Defensa. Podemos no rompió la baraja tras la Masacre de Melilla, ni cuando el PSOE se negó a cumplir la promesa electoral de derogar la Ley Mordaza, ni cuando se negó a derogar la Reforma Laboral (limitándose a maquillarla un poco y no tocar sus aspectos más lesivos), ni cuando el Gobierno dejó vendido al Sáhara a Marruecos, ni cuando Sánchez se negó a cumplir su promesa de reconocer el Estado palestino, ni cuando el Gobierno siguió vendiendo armas a Israel, Ucrania y Arabia Saudí, ni cuando se acordó aumentar el presupuesto en Defensa en plena inflación de alimentos, ni cuando se aprobó una Ley de Vivienda descafeinada muy distinta de la que pedían los movimientos sociales, ni cuando se destaparon varias infiltraciones policiales en movimientos sociales, por citar algunos ejemplos de pagafantismo.

Compramos las críticas a Díaz, pero no la hipocresía de quienes nos siguen vendiendo la moto de que el cambio lo van a generar ellos a través de la política institucional y nos piden su voto para seguir gobernándonos.

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