De Eric Garner a Malcolm X

Gordon parks 03

Hace unas semanas que nos encontramos frente a frente con esta fotografía de Gordon Parks. En ella, Malcolm X, activista norteamericano por la liberación de la población negra, sostiene varios ejemplares de un periódico. En la portada destaca la noticia de la muerte a manos de la policía de Los Ángeles de siete personas afroamericanas desarmadas. Con la que está cayendo en estos días, con el asesinato casi semanal de jóvenes (y no tan jóvenes) negros a manos de agentes de la ley, la fotografía nos resulta de lo más actual. Y eso que ya tiene sus años, retrotrayéndonos hasta los comienzos de la década de los 60. Una época dura para los afroamericanos, una época de lucha que con los años desembocaría en un ilusionante movimiento revolucionario, el de los Panteras Negras. Un movimiento que salió derrotado, como tantos, pero que fue afianzando pequeñas victorias que se manifiestan aún hoy en día.

Tantos años después nadie puede negar que las cosas han cambiado desde los años de Malcolm X, a mejor en muchos casos. Sin embargo, tampoco debe olvidarse que la situación de gran parte de la población afroamericana de los EEUU no es para tirar cohetes, por mucho que el nuevo sheriff del país también sea negro. Ya sea en forma de menores sueldos y posibilidades laborales, mayores niveles de paro o de fracaso escolar, porcentajes relativos más altos de ingreso en el sistema penitenciario o, lo más crudo aún, mayores probabilidades de acabar tus días muerto en la calle a manos de la policía. La razón de todo esto está marcada por los claros tintes xenófobos de una parte de la sociedad americana. Eso está claro, pero hay más, pues nos negamos a obviar lo que los medios de comunicación no relatan. Todos los muertos durante estos días, son negros, pero negros pobres. Un pequeño detalle que muchos obvian. Entonces, ¿esta discriminación es resultado de su condición de clase trabajadora (más aún, clase trabajadora especialmente pobre) o de su condición de negros? ¿Hasta dónde estas peores perspectivas laborales o educativas no se corresponden más con su lugar en el seno de la pirámide social que con su color de piel? ¿Y ello no acrecienta el círculo de su miseria y nos devuelve al punto de partida? Al final, ¿hablamos de racismo o de clasismo? ¿O de ambas cosas a la vez? ¿Y a quién beneficia este racismo que golpea ante todo a los más pobres?

Hace ya también bastantes años que Howard Fast nos legó, a través de su novela “Espartaco”, que retrata el contexto de la Antigua Roma en el momento en que se sucedió una de las más recordadas revueltas de esclavos, unas aclaratorias palabras del político Léntelo Graco que vienen muy al caso. Más o menos, Graco venía a decir que al ciudadano romano, al pobre paria pero orgulloso romano, la existencia misma de los esclavos le reportaba en gran parte ese orgullo de ser romano, pues le permitía ver la miseria en los ojos de otros, le recordaban que había quienes estaban por debajo suyo, que pesar de la mierda que rodeaba su vida había quienes estaban aún más hundidos en ella. Y era el trabajo del político hacer tangible esta ilusión, convencer al ciudadano romano de su superioridad, pero ante todo, impedir que valorara la opción de unirse al esclavo en contra de los ricos patricios, que no se le ocurriera que sus sueños de tierras que trabajar y de las que vivir morían con cada apoyo (o más bien trabajo sucio) que daba para aplastar los levantamientos de unos esclavos en busca de un sueño similar. Está claro que la clase poderosa y su comparsa de políticos siempre han sabido hacer uso de esta sensación, de esta estratificación entre los explotados. Lo han hecho, lo hacen y lo seguirán haciendo, al menos hasta que nosotros, los pobres parias romanos nos veamos reflejados en el resto de esclavos como iguales, cada uno con su historia y su realidad cotidiana, pero a fin de cuentas, todos jodidos y de rodillas ante esa lacra que nos domina política y económicamente.

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