Derrotero

Autor: Antonio Sánchez Gómez. Editorial Sigilo. Febrero 2022, Madrid. 224 páginas

En Derrotero, unos defensores de territorio, acosados y cansados de esa impunidad corporativa emprenden una huida hacia adelante. Y se arrojan a la acción directa contra el extractivismo salvaje de una manera clásica: mediante el sabotaje. La intención era exponer las razones que llevan a los protagonistas a tomar esa decisión; de seguir una vía que ante la emergencia climática empieza a ser una opción para algunos y que inmediatamente es tachada de violenta.

Un discurso criminalizador que es como mínimo matizable. Es complicado sostener que sobre seres no sintientes, como maquinarias, se puede ejercer violencia y no fuerza en las cosas. Difícil catalogar de terrorismo acciones que no tratan de revertir los órdenes constitucionales sino defenderlos. Sin embargo, sí encajan en la definición de terrorismo y de violencia, el envenenamiento de los ecosistemas, los desplazamientos forzosos de la población, la creación de zonas de sacrificio o la eliminación física del disidente.

A parte de visibilizar esas violencias aparejadas normalmente al extractivismo, la novela propone un viaje por la Amazonía. Mientras trabajábamos en el caso mecheros, en octubre de 2019 se produjo el paro nacional por las políticas antipopulares del gobierno ecuatoriano. Fue una revolución de las nacionalidades indígenas contra el FMI, que pronto prendió también en Colombia y Chile. Como toda la actividad del país, incluida la judicial se suspendió, decidí viajar por unos días. Pero todas las carreteras estaban cortadas, así que me eché a navegar por los ríos amazónicos. Transitar la selva significa surcar sus ríos, que allá son las vías de comunicación. Siguiendo el Napo llegué hasta Iquitos en Perú. Es un viaje de logística complicada, por días te quedas varado en comunidades ribereñas esperando a la siguiente embarcación.

El Napo es una autopista caótica, surcado por todo tipo de embarcaciones, desde grandes cargueros a canoas. Y luego están los afluentes, escondidos, recovecos y llenos de actividades furtivas como el contrabando o las dragas de buscadores de oro. Su curso encierra historias oscuras y luminosas, el holocausto cauchero y la obra de Monseñor Labaka; lo pueblan madereros rampantes y pueblos con conocimientos ancestrales; recorre lugares esplendidos como el Yasuní y sórdidos como las ciudades mineras clandestinas. Para finalmente desembocar cerca de Iquitos, una ciudad presa de los ríos que a su vez encierra otras muchas. Durante la travesía tomaba notas y pensé que la cuenca del Napo era un escenario propicio para situar la acción. Por lo que la narración devino en una suerte de river trip protagonizado por cuatro defensores de diferentes orígenes pero una procedencia común del dolor.

Que los protagonistas sean de distintas nacionalidades sudamericanas invitaba también a registrar la diversidad linguística de la región. Algunos tienen lenguas originarias propias y todos en común el español aunque cada uno el de su país. Es asombroso que uno pueda entenderse con todos los habitantes de un continente entero pero traduciendo constantemente.

Antonio Sánchez Gómez (Extremadura, 1981) es jurista. En 2019 se estableció en Lago Agrio para trabajar con la Unión de afectados por Texaco en la redacción de la demanda que daría lugar a la sentencia que prohibió los mecheros petroleros en la Amazonía ecuatoriana. Desde allá pudo navegar el Napo hasta su desembocadura en el Amazonas. Actualmente colabora con el Centro de Comunicación y Desarrollo Andino. Derrotero es su primera novela.

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