En defensa de la huelga

Me dirán que la situación política de entonces y ahora ha cambiado sustancialmente […], me explicarán también cuestiones controvertidas referentes a la coyuntura económica y muchas cosas. Pero lo que el obrero no debe perder de vista es que nuestra sociedad está dividida en clases sociales, con intereses históricamente contrarios y que estas clases sociales generan enfrentamientos que yo y mis compañeros caracterizamos como lucha de clases, y que ni las clases sociales ni la lucha de clases las hemos inventados nosotros” – Huelguista en Sabadell. 1976.

Tras la reciente victoria de los/as trabajadores/as de la limpieza viaria y de parques y jardines de Madrid, quienes con una huelga indefinida que duró trece días logró que las empresas concesionarias retiraran un Expediente de Regulación de Empleo con mil trescientos despidos, hemos escuchado hasta la saciedad la urgente necesidad de aprobar una Ley de huelga. Las excusas que tratan de vendernos van desde que los ciudadanos no debemos sufrir las consecuencias de las huelgas que algunos/as trabajadores/as privilegiados/as se pueden permitir, hasta que el marco legal que regula el derecho a la huelga es muy antiguo y no se ha reformado desde 1977. Acerca del primer argumento, ya hemos repetido en múltiples ocasiones que antes que usuarios/as, consumidores/as, o la calificación que quieran imponernos para dividirnos, somos trabajadores/as y que la lucha de otros/as trabajadores/as en defensa de sus curros o por mejorar o mantener sus condiciones laborales es algo que nos fortalece y beneficia como clase y que pone más difícil a la patronal su siguiente ataque, aunque durante algunos días nos pueda hacer la vida algo más incómoda de lo que ya es.

Respondiendo a la antigüedad de la Ley de Huelga, es algo que, además de asombrarnos en boca de quienes acaban de hacernos regresar al franquismo con la eliminación del aborto como derecho, no es cierto. Es verdad que la vigente Ley se aprobó en 1977, pero es una ley que se puede considerar viva al estar en continua reinterpretación y perfeccionamiento por medio de los tribunales. A pesar de que nos quieren colocar que la presente Ley es la causa de todos los males y que da grandes libertades a los/as huelguistas, la realidad es bastante distinta, el derecho de huelga se encuentra enormemente limitado. Primero, por el tipo de huelgas que no están permitidas legalmente; se prohíben expresamente las huelgas llamadas de solidaridad (huelgas convocadas en apoyo a trabajadores/as de otros sectores o empresas), las políticas en las que las reivindicaciones no tengan un contenido estrictamente profesional, las novatorias que pretenden modificar lo pactado en un convenio colectivo vigente y las rotatorias y estratégicas con las que a través de paros parciales o al paro de algunos sectores estratégicos de la empresa se consigue la paralización de la actividad en toda ella. Además, el ejercicio de la huelga está limitado desde el momento en el que hay que dar un preaviso de cinco días, o diez si se tratan de servicios públicos, o si no, que se lo cuenten a los/as trabajadores/as de la Lavandería Hospitalaria de Madrid a los/as que les impidieron ejercer su derecho a huelga en el momento más propicio, cuando se realizaba el cambio de titularidad de la lavandería y el efecto del paro hubiera sido mayor, por no haber cumplido el preaviso de diez días.

Eso en cuanto al contenido legal del derecho de huelga, pero cualquiera que haya tenido un curro sabrá que la realidad es bastante más cruda: amenazas de despido (a veces llevadas a efecto),  esquirolaje disimulado o más directo como el del uso de los empleados/as de la empresa pública Tragsa en la reciente huelga de limpieza, fijación de servicios mínimos posteriormente declarados ilegales o abusivos por los tribunales… y demás artimañas que consiguen que consiguen limitar el ejercicio de la huelga. Algo nos hace pensar que la nueva regulación que van a tratar de colarnos no va evitar esto.

Huelga en Lavandería Hospitalaria y en buses de Alicante

“La unidad entre trabajadores de todas las categorías y entre estos y los usuarios ha logrado frenar el proceso privatizador de hospitales. Por ello tal unidad debe continuar aunque los ataques sean escalonados: cuando tocan a unos debemos responder todos”. Movimiento Asambleario de Trabajadores/as de Sanidad

Con todo lo dicho hasta ahora no queremos reflejar que sea muy complicado convocar una huelga en un centro de trabajo, sólo intentar contestar a todas esas voces interesadas que buscan crear una corriente de opinión que les permita imponer mayores restricciones a un derecho que en estos momentos se está empleando con menos miedo y mayor decisión.

Y es que no somos tan tontos/as, sabemos que la realidad de esta urgente necesidad de crear una opinión pública tendente a criticar una de las herramientas básicas de los/as trabajadores/as en lucha es porque últimamente, a consecuencia de los cada vez menos disimulados ataques de la patronal, ésta se está extendiendo y cada día tenemos nuevos ejemplos de recortes salariales, despidos, suspensiones de contratos… echados para atrás gracias a la sencilla idea de no acudir a tu puesto de trabajo.

Por eso, con este artículo además de intentar hacer de contrapeso del bombardeo mediático que se nos avecina contrario a las huelgas, queremos servir de altavoz de alguna de las huelgas que se han desarrollado en nuestro Estado en el último mes, de las cuales alguna continúa.

Por cercanía geográfica, y porque a la hora de escribir estas líneas siguen manteniendo el desafío de un paro indefinido desde hace veinte días, destacamos el conflicto desatado en la Lavandería Central Hospitalaria, cuando la Comunidad de Madrid privatiza el servicio y se lo cede a Flisa, empresa perteneciente al grupo empresarial ONCE, quien les rebaja los sueldos al salario mínimo interprofesional al aplicarles el convenio colectivo de tintorerías y lavanderías, lo que supone una rebaja del 46% de media. Eso sí, viene bien echar la vista atrás para saber quiénes son nuestros/as compañeros/as de viaje, el convenio colectivo de nueva aplicación, fue firmado por CC.OO. y UGT en 2007; Tomás Gómez, líder del PSOE madrileño que dice apoyar la huelga, en sus tiempos de alcalde de Parla, firmó con el entonces consejero de Sanidad, Manuel Lamela, un acuerdo para que los servicios no sanitarios, incluido el de lavandería, se llevase a cabo de forma externa.

Otro conflicto importante, por la forma de enfrentarlo y el resultado que se ha logrado, es el de los/as trabajadores/as de la empresa privada que gestiona el servicio de autobús interurbano de Alicante que anunció un ERE que se iba a saldar con sesenta y cinco despidos en una plantilla de ciento ochenta trabajadores/as y que además iba a suponer la eliminación de algunas líneas y una subida de tarifas. Ante esto, convocaron una huelga indefinida, pero sólo hicieron dos de ellos para que la empresa reculara, no habría despidos y no se modificarían tarifas ni servicios. Un punto a resaltar es que, conscientes de lo que se avecinaba, desde hace tiempo habían realizado una labor de difusión entre los/as viajeros/as de las consecuencias de los recortes y durante los días de huelga acudieron a las paradas de bus para informar de porqué el autobús de ese día iba a tardar un poco más en llegar, por lo que el apoyo obtenido en su lucha fue mayor.

A todo esto se podrá oponer que eran trabajadores/as municipales, o de empresas muy grandes, o con gran presencia de sindicatos…, excusas para no querer ver la realidad: que sí se pelea se puede ganar. Un pequeño ejemplo vivido en Madrid hace unos días: en una empresa de autobuses de unos/as quince empleados/as se produjo un despido. La plantilla, sin mediación de ningún sindicato, se organiza y comunica al empresario la convocatoria para el puente de diciembre de una huelga solicitando la readmisión del despedido. El paro no llegó a realizarse, el despedido fue readmitido a las pocas horas.

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