Red de Compras Colectivas: herramienta de consumo combativo

El pasado 31 de marzo finalizaba el plazo que se habían marcado desde la Red de Compras Colectivas para uno de sus primeros pedidos en común, una gran compra de packs de limpieza a la fábrica recuperada griega Vio. Me. Tras varios meses desde que tuvimos la primera noticia de la RCC, vemos que el proyecto va echando a andar con fuerza. Y que mejor forma de acercarnos a esta nueva herramienta que a través de sus propias palabras, de modo que pasamos a reproducir parte del texto que publicó el colectivo La Canica a modo de presentación bajo el título “La compra colectiva como arma del consumo colectivo” (podéis encontrar el texto completo en el siguiente enlace.

Cada vez hay más personas para quienes comprar es como votar, una elección política. No está mal. La compra alevosa pone en primer plano una cuestión que aterroriza al Estado: el ejercicio de nuestra capacidad de decisión. Nos referimos a un ejercicio diario y real, no cuatrienal ni simbólico. Pero la imagen “comprar es votar” se queda demasiado estrecha desde una perspectiva autogestionaria. La compra es sólo la mitad de un tipo de intercambio de mercado muy concreto, la compraventa, el intercambio capitalista por excelencia. En otras palabras, la compra no es más que la reducción capitalista del consumo, del mismo modo que el voto no es más que la reducción estatal de la acción política. La percepción de la compra como voto es sutilmente restrictiva, no induce a pensar en tipos de intercambio no mercantiles ni en procesos políticos que impliquen el libre ejercicio de nuestra capacidad de decisión sin intermediarios.

En contraposición a un llamado “consumo responsable” que sostiene que comprar es votar, está apareciendo últimamente un consumo rebelde, amotinado, que defiende que comprar es luchar. Lo que propone La Granada es llevar la guerra de guerrillas a un terreno muy incómodo para el Estado, pero transitado cotidianamente por nosotras: la jungla del consumo. El Estado tiene muchos recursos para perseguir a una masa organizada que decida entrar en un Carrefour y arrasarlo, pero apenas tiene recursos para perseguir a una masa organizada que decida arrasar un Carrefour por el procedimiento contrario, no entrando nunca en él, ignorándolo. Esta es una de las grandes ventajas del boicot, que puede hacer un daño enorme al capitalismo con una exposición mínima a la represión. Eso sí, nos referimos a un boicot “bien entendido”, tal y como lo describen las compañeras de Debate Anarquista:

Una acción coordinada para no comprar en una empresa capitalista concreta no daña al capitalismo si nos vamos a comprar descoordinadamente a otras empresas capitalistas. El boicot, bien entendido, es una coordinación del consumo, es decir, la planificación de dónde no vamos a consumir tanto como la coordinación de dónde sí vamos a hacerlo.

La simple orquestación de una “no compra” es un boicot a medias, inconcluso, quizá efectivo en campañas reivindicativas puntuales pero carente de profundidad revolucionaria. De aquí surge la idea de la “compra colectiva” como culminación de la “no compra colectiva”, un perfeccionamiento del boicot.

La compra colectiva como arma del consumo combativo

[…] no nos contentamos con organizar nuestro consumo de alimentos. Queremos organizar el consumo de toda clase de productos y servicios básicos, de todo lo necesario para la vida. De hecho, aspiramos a una sociedad en que la producción esté determinada por el consumo y no al revés, como sucede bajo el capitalismo. Entendemos la compra colectiva como una forma de continuar desarrollando nuestra cada vez más desarrollada organización del consumo. Las compras colectivas tendrían dos objetivos:

El prioritario, crear “círculos virtuosos autogestionarios”. Se trata de desviar el consumo de todos los productos que podamos a proveedores que no exploten a trabajadores, que se organicen de forma asamblearia como nosotras y respeten nuestros criterios ecológicos. Esta demanda concentrada fortalece a los productores autogestionados, que son entonces capaces de mejorar su oferta a los consumidores autogestionados (ampliando la variedad, mejorando la calidad, ajustando precios, etc.) Y vuelta a empezar en ciclos cada vez más potentes. De esta manera nuestras compras estarían sirviendo directamente para fomentar la economía alternativa que perseguimos.

El secundario, romper “círculos viciosos capitalistas”. Hay multitud de productos de uso cotidiano que todavía no podemos encontrar en la Autogestión y tenemos que comprar al capitalismo (pilas, bombillas, papel, menaje, herramientas, etc.) Nuestra demanda desorganizada de estos productos potencia la lógica productivista capitalista que, regida por la máxima obtención de beneficio al menor costo posible, agrava la explotación laboral, el ecocidio (o destrucción de la naturaleza transformada en recurso mercantil), el control monopolístico de los precios, etc. Cada ciclo, cada rotación de stocks en las estanterías del supermercado, empeora la situación. Con la compra colectiva podemos romper estos círculos viciosos (por ejemplo, mediante la promoción de proyectos autogestionados con el dinero obtenido en los descuentos).

El texto recién citado está sacado de una ponencia tratada el 24 de septiembre pasado en la Asamblea de Karakolas, integrada actualmente por más de 40 grupos de consumo.

En junio de 2015, la RCA acordó impulsar una Red de Compras Colectivas. Paralelamente, por las mismas fechas, Faircoop inició un proyecto muy similar en el marco de su mercado virtual Fairmarket. En julio de 2016, compañeros de la RCA y Faircoop descubren que están trabajando en proyectos convergentes e inician una colaboración que acelera el proceso de constitución de una RCC de dimensión internacional. En Madrid, animadas por el impulso, las Asambleas de La Canica y Karakolas acordaron unirse a la RCC.

Las compañeras informáticas están ultimando la adaptación del software de Karakolas y Fairmarket a una aplicación que tendrá un funcionamiento muy parecido al de una plataforma de crowdfunding. Los colectivos adscritos a la Red podrán realizar propuestas de compras colectivas de un producto a través de la RCC, fijando una cantidad mínima de unidades y un plazo de tiempo para alcanzarla. Si el total de los pedidos no llega a la cantidad mínima en el plazo fijado, la propuesta de compra se considerará rechazada y el dinero adelantado se retornará. Las comunidades usuarias de monedas alternativas podrán establecer intercambios en faircoins, canicas, ecos, etc.

Los contactos con proveedores se han iniciado ya. La RCA ha aprobado una primera compra de 600 kilos de café Rebeldía, producido por cooperativas zapatistas y distribuido por una Asociación solidaria de Barcelona adherida a Fairmarket. También se está mirando la posibilidad de abrir un canal de importaciones con ERT argentinas (Empresas Recuperadas por los Trabajadores) y con cooperativas textiles de la Rojava kurda, otra de esas regiones del mundo donde se está ensayando la autonomía libre asociacionista, sin Estado ni patrones ni patriarcas. Ya dentro del espacio europeo, las compañeras griegas de la fábrica okupada VIO.ME nos han enviado su catálogo de productos de limpieza.

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