Qué hablamos y qué no hablamos las que nos oponemos a la ley del aborto

En el contexto actual, bajo la amenaza del poder estatal alimentada por la iglesia, de revocar la ley de plazos, imponiendo la nueva Ley Orgánica del Protección de la Vida del Concebido y de los Derechos de la Mujer Embarazada, surgen de manera estrepitosa numerosos grupos de mujeres que movilizan a tantas otras mujeres que pareciera estar habiendo atisbo de una 4ª ola (1). Desde el lado del espectáculo con FEMEN, hasta las más igualitarias con el Tren de la Libertad, pasando por las sindicalistas y asociacionistas, así como la Asamblea Feminista y cómo no, las disidentes y más radicales, se está conformando un movimiento a gran escala.

Se sabe que feminismos hay muchos, esto lo hemos escuchado mucho a raíz de la carpa feminista de Sol que intentaba de alguna manera aglomerar lo más posible las distintas tendencias feministas, a pesar de las diferencias. Para que nos hagamos una idea enunciaremos algunos de estos feminismos: En principio están los más renombrados, el binomio feminismo de la igualdad vs feminismo de la diferencia. En el feminismo de la igualdad la propuesta política de las mujeres consiste en cambiar la subordinación de la mujer alcanzando la igualdad con la del hombre, por medio de la igualdad ante la ley, la igualdad de oportunidades, la igualdad de poder en el capital, mediante la reestructuración de la sociedad.

índiceEl feminismo de la diferencia es abanderado por aquellas que entienden la diferencia de unos cuerpos biológicos: la naturaleza única y ontológica de la mujer es la bondad, teniendo las mujeres las cualidades de la maternidad (vida), la solidaridad, sensibilidad, el don de paz. Señalando la naturaleza del hombre como la que genera y sustenta los roles de poder, negando así tener que ser “iguales” a ellos. Frente a este binomio aparece el feminismo radical. Este feminismo considera la heterosexualidad como el arquetipo de la construcción social y como la forma de dominación perfecta para estructurar el patriarcado. Proclaman al lesbianismo como la única manera de desarrollarse plenamente en la sexualidad femenina, anulando de esta forma toda relación de poder. Estos son los tres primeros grupos que se asientan fuerte en el marco de la segunda Ola y aunque poco a poco aparecen cada vez más líneas no es hasta la tercer Ola cuando se consolida un amplio abanico: feminismo marxista, feminismo individualista, feminismo filosófico, feminismo liberal, feminismo colonial y más tarde feminismo post-colonial, trans-feminismo, movimiento queer, feminismo interseccionalista, feminismo autónomo, entre tantos otros.

No es nuestra intención aquí hacer una tesis sobre los distintos feminismos que predominan. Con esta breve introducción queríamos más bien poner en perspectiva el discurso que se está generando en torno al cambio de ley del aborto, ya que es en base a este movimiento que existen numerosas mujeres que sienten es hora de luchar y empieza a extenderse una conciencia política, pero ¿qué tipo de conciencia política?

Prevalece el discurso pro derechos humanos, pareciera que este punto, incluso desde lo radical en algunos casos, nos aúna a las mujeres como algo inevitable, la sororidad (2). No existe bajo ninguna de estas prácticas tan de moda nada que nos impida luchar por nuestros derechos, y bajo este prisma tan abstracto todas vamos a una. Uno de los efectos de esta nueva configuración es que, de buenas a primeras, nos vemos luchando al lado de quienes hace apenas unos días eran nuestras enemigas declaradas.

Aquellas que nos oponemos al cambio de ley venimos, en muchos casos, de posiciones inicialmente antagónicas. Las autónomas, que no necesariamente radicales, recorremos un camino de lucha que está al margen de lo institucional, como asevera Margarita Pisano: “AFUERA, pero no del mundo no, sino un AFUERA del sistema capitalista y patriarcal”. Buscando desde este camino la posibilidad de crear un lenguaje que se independice del todo de las necesidades del poder y acercarse lo más posible a la libertad de nuestros deseos, ya que el Estado no interviene, sino que mediante la supuesta igualdad ante la ley pretende la aceptación y pre-suposición de las condiciones de explotación e injusticia propias del capitalismo. En el juego del poder la ley se convierte en la trampa, nos da y nos quita dependiendo del beneficio propio de los poderosos, unos beneficios que privilegian a unos pocos, lo que Marx definiría como la clase alta, la burguesía. Es decir, en el caso de la modificación de la ley del aborto no nos encontramos ante una simple injusticia jurídica de bases ideológicas que favorecen al conservadurismo, sino más bien ante la clara pretensión de privatización de un servicio, que si ha llegado a ser público alguna vez fue por la lucha de aquellas que hoy vuelven a salir a la calle. Pero ¿por qué se vuelve a salir a la calle con total indignación reclamando lo ya logrado antaño: “el derecho al aborto”?

aborto-1983-2Los derechos, como por lo general todo fenómeno jurídico y político, están fundados en intereses ideológicos y no pueden ser entendidos al margen de su trasfondo político, económico y cultural. Hablar de derechos no es hablar de distribuciones más o menos justas, sino más bien hablar de relaciones de poder que funcionan oprimiendo, explotando y excluyendo.

La lucha del aborto no debería estar supeditada a la reclamación de un derecho como cuando en el 85 (3). Queda claro que los derechos son un juego de teje y maneje del poder, que otorgó derechos en 1985, que los reforzó en 2010 y que nos tuvo bien calladitas hasta que pasó lo inevitable en lo que al juego del poder se refiere.

Cuando en conjunto nos oponemos al cambio de ley luchando desde un supuesto derecho a decidir, reivindicando la propiedad sobre nuestro cuerpo y la capacidad individual de decisión, corremos el riesgo de caminar con el enemigo. Reclamar el cuerpo como propiedad es aseverar que el mismo es un objeto, un recurso de compra y venta; esta es la lógica del capital. Hecho que parecen obviar algunas feministas, como aquellas que han llevado a cabo la acción de registrar sus propios cuerpos en el Registro mercantil de bienes e inmuebles. Hemos de ser consientes de que reducir el debate a la gestión pública o privada de la necesidad de abortar, conlleva la idea de que el cuerpo es una propiedad privada, y esto no está lejos del planteamiento de quienes enuncian el cambio de ley. Con consignas como “mi cuerpo es mío, mío, mío” y “yo decido”, corremos el riesgo de plantear falsas oposiciones al sistema, dejando fuera las circunstancias que contringen la decisión de una mujer a la hora de optar por abortar.

Cualquiera que sea la decisión de una mujer embarazada siempre dependerá de su contexto: clase social, nacionalidad, cultura, raza, religión, etcétera. Nadie decide nada autónomamente, sino siempre determinado por el contexto.

El contexto que vivimos a día de hoy es el propuesto por el capitalismo, una sociedad individualista y de clase, donde las decisiones que tomamos se supeditan al sustrato social al que pertenecemos cada una separadas de las demás. No es lo mismo tomar una decisión supeditada a una existencia oprimida por el patriarcado y el capitalismo (mujeres sin recursos económicos, sin el apoyo y consentimiento de sus seres queridos, con la presión de un ideal religioso, etcétera) que elegir libremente una maternidad sustentada con todo el apoyo de los seres más queridos y el enriquecimiento de un entorno adecuado de alimento, educación, salubridad…

Aparte de esto, es curioso ver como una amenaza legal nos llena de rabia y nos impulsa a luchar a aquellas que nos estamos viendo vulneradas. Y por el contrario no hemos luchado por las que lo han estado siempre. La actual ley permite abortar en tres supuestos a cualquier mujer que tenga la nacionalidad o residencia, sin embargo aquellas mujeres que están al margen de la ley, por el simple hecho de no tener papeles, dependen en el último de los casos de la decisión de un especialista (ginecólogo), pues la ley solo contempla el servicio sanitario para inmigrantes sin papeles en caso de urgencia, y en cualquier caso un aborto no es urgente si el médico de turno así lo sugiere

Quienes queremos luchar por un cambio social justo hemos de situarnos del lado de quienes pretenden construir lazos comunitarios. Partir desde la individualidad como forma reivindicativa, es partir de la negación de la posibilidad de construir relaciones colectivas, solidarias, desde el apoyo mutuo, luchando no por “mi derecho” a decidir sino más bien por una maternidad libremente elegida, construida no a partir de mis posibilidades sino más bien partiendo de nuestros deseos.

Los movimientos autónomos no reivindican derechos e igualdades, no se trata de provocar incomodidades al sistema ni negociaciones activas, tampoco debería ser un factor de equilibrio para absorber los cambios y las desigualdades. El poder solo posibilita lo imposible dentro de un marco tradicional y a buen cuidado de sus privilegios. Si realmente queremos ser separadas del feminismo institucional hemos de construir un discurso que fortalezca esas relaciones en colectivo, tomando y no pidiendo lo que es nuestro.

índice4Hay en la actualidad numerosos ejemplos de esta forma de autonomía. Uno de estos ejemplos es Chile, uno de los tres países únicos en el mundo que prohíbe tajantemente el aborto. Existe, más allá de las conocidas luchas pro-derechos, un amplio movimiento de autonomía y autogestión en torno al aborto. El misoprostol es la pastilla abortiva más eficaz y segura, varios organismos y sociedades, incluyendo la Organización Mundial de la Salud promueve el uso del misoprostol para inducir el parto. Estos grupos se organizan no solo para conseguir el medicamento acertado sino que a su vez crean grupos de apoyo y acompañamiento en torno a la mujer que decide abortar, dándoles todo el respaldo psicológico, emocional y médico necesario para que tal acción sea lo menos molesta posible. Creando redes y generando así un entorno colectivo, comunitario, de responsabilización y dejando tajantemente al margen la individualidad en estos casos, más allá de la ley estas personas se organizan tomando y haciendo lo que es justo para todas, sin preguntar, sin exigir, con total independencia del poder.

No tenemos que convencer a nadie y menos aun a las feministas de la igualdad que son quienes en primera instancia promueven el “derecho”, tampoco hemos de desesperarnos por crear una práctica verdaderamente autónoma, pero sí creemos es importante empezar a elaborar un discurso que se sitúe al margen del sistema y proclame argumentos sustentados en la libertad y no en el derecho, en el deseo y no en la necesidad, en la comunidad y no en la individualidad, pues solo desde ahí empezaremos a generar una conciencia política verdaderamente autónoma.

Algunos enlaces de interés:

– Libro: “Todo lo que quéres saber sobre cómo hacerse un aborto con pastillas”. Autoras: Lesbianas y feministas por la despenalisación del aborto. Ediciones El Colectivo. Disponible para descargar en: http://www.editorialelcolectivo.org/ed/index.php?option=com_content&view=article&id=176:todo-lo-que-queres-saber-sobre-como-hacerse-un-aborto-con-pasillas&Itemid=1

– Texto: “Derecho al aborto, neoliberalismo, comunidad.” Por Pablo Lopez Cantó. http://arainfo.org/2014/01/derecho-al-aborto-neoliberalismo-comunidad/

1 Se denomina Ola a los periodos históricos del movimiento feminista. La primera Ola se sitúa a principios del siglo XIX con las sufragistas en lucha por el voto femenino. La segunda Ola es el periodo enmarcado en los años setenta donde la lucha se enmarca en torno a la sexualidad, el trabajo y la familia. Y la tercer Ola corresponde a los años 90 después de la caída del muro de Berlín, dando pie a los estudios de género desarrollados en el mundo académico. No existe a día de hoy la cuarta Ola.

2 Sororidad del latín soror, sororis, hermana, e-idad, relativo a, calidad de. En francés, sororité, en italiano sororitá, en español, sororidad y soridad, en inglés, sisterhood. Podría entenderse como solidaridad entre iguales (mujeres) que, cada una a su manera, experimenta la opresión patriarcal.

3 En 1979 se dio un proceso judicial por aborto en Bilbao, conocido como ’las once de Bilbao’, en el que estaban inculpadas diez mujeres y un hombre. Las penas a las que se enfrentaban podían llegar hasta los doce años de cárcel. Este caso tuvo gran trascendencia para el feminismo en todo el Estado. Las diferentes organizaciones feministas de todos los rincones se movilizarían para apoyar a estas personas. Después de varios años de proceso judicial y de lucha en la calle, la Audiencia Provincial emitió su veredicto. La sentencia valoraba que las penosas situaciones sociales, bajo las cuales estas mujeres habían interrumpido su embarazo, podrían ser consideradas como atenuantes, ya que se había recurrido a la práctica del aborto ante situaciones de extrema necesidad. Se sentaba con ello un precedente legal.

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Un comentario en «Qué hablamos y qué no hablamos las que nos oponemos a la ley del aborto»

  • el 30/07/2014 a las 23:55
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    El aborto tiene que ser legal tal y como establecía la ley de la directiva de ONU Mujeres, Bibiana Aido, pero no podemos quedarnos ahí. Tampoco podemos limitar la lucha a que podamos acceder al misoprostol (amparadas nada más y nada menos que por la Organización Mundial de la Salud) de forma colectiva, comunitaria y en apoyo mutuo. No tiene libertad quien aborta porque no puede tener un hijo porque su vida laboral es incompatible con un bebé. Tampoco la tiene una mujer sin redes sociales que la ayuden a criar a un niño en una sociedad individualista que considera que un hijo es un hobby o lujo personal y que, por tanto, ella solita debería salir adelante. ¿Qué quiere decir que hay que elaborar un discurso que se sustente en la libertad y en el deseo? ¿El deseo de abortar en lugar de hablar de la necesidad de abortar? Eso no tiene nada de revolucionario sino más bien de adaptación al sistema por la vía de un autoengañoso empoderamiento. Un discurso libertario posible, en cambio, tendría que sustentarse en los pilares de la libertad informada, la responsabilidad y la ética, (que por cierto, las anarquistas no deberíamos haber dejado huérfana monopolizado su uso por la derecha y la Iglesia). Que en todo este escrito no haya mención alguna a la ética ni a las condiciones materiales antinatalistas del momento histórico actual ni al aumento «inexplicable» del número de abortos ni a la dimensión emocional del fenómeno es muy significativo. Me despido con una cita de Silvia Federici que aunque limitada y naif es de lo poco decente que se puede escuchar sobre este tema hoy en día: «Incluso durante las luchas por el derecho al aborto, la mayor parte de las feministas tan solo luchaban por el derecho a no tener hijos, aunque este no sea más que uno de los aspectos del control sobre nuestros cuerpos y nuestras elecciones reproductivas. ¿Qué pasa si deseamos tener hijos pero no podemos permitirnos el criarlos si no es al precio de no tener tiempo alguno para nosotras mismas y de vivir agobiadas por las preocupaciones económicas?»

    Federica Montseny sobre el aborto: https://www.youtube.com/watch?v=nO_Ud6BG6wc

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