Los últimos. Voces de la Laponia española

Autor: Paco Cerdà. Edita Pepitas de Calabaza. Logroño, enero 2017. 176 págs

Que ya no son 26, sino 25. Que la cuenta atrás es irremediable. Que a nadie le importa. Que cuando Antonio dijo al despedirme una frase que jamás olvidaré – mientras estemos, aquí estaremos -, condensaba un espíritu de resistencia y dignidad que adquiere todo su sentido en el instante en que los sepultureros cubren la fosa de Feli. Pero en esta noche de jueves no sabemos todo eso ni querríamos saberlo. En esta noche solo hablamos, reímos y contamos. Solo ponemos las palabras al servicio de los recuerdos. Con el único fin de que el olvido no se haga dueño y señor de ese reino de la nada en que se convertirá Bubierca”

Los últimos no es ni pretende ser el minucioso estudio de un demógrafo sobre la región más despoblada de Europa, sino el recorrido vivencial por las pequeñas islas de resistencia ante un modelo cada vez más urbano y homogéneo, sin idealizaciones ni sublimaciones, pero bien documentado, donde el autor no se convierte en un mero narrador de lo que acontece, sino en un relator con las zapatillas llenas de barro. Los últimos es el libro de un viaje que pretende escuchar la voz que se pierde en la Serranía Celtibérica, una región de 65.000 kilómetros cuadrados (casi como Bélgica y Holanda juntas), donde sólo viven 480.000 personas, que se extiende por las provincias de Guadalajara, Teruel, La Rioja, Burgos, Valencia, Cuenca, Zaragoza, Soria, Segovia y Castelló. En su interior viven menos de ocho habitantes por kilómetro cuadrado, con zonas que no llegan ni al habitante por kilómetro cuadrado. Mientras que la media nacional es de 91,83. “No hay un lugar tan extremo y vacío en toda Europa”.

Este libro indaga en conceptos y realidades que junto a otras publicaciones o contenidos audiovisuales han conseguido romper cierto silencio sobre una realidad delicada que no solo hace referencia al punto geográfico que se habita sino al cómo se habita, es decir, a la relación entre nosotras, con el entorno y con toda una tradición histórica y cultural. Un calabobos de materiales que peligran que dicha reflexión se convierta en cierta moda, y como tal, se pierda en el tiempo, como todas las modas, cuando se trata de una realidad que es necesario abordar si deseamos construir alternativas al actual estado de las cosas.

La primera premisa que pretende zanjar el autor es que la despoblación no es resultado de un proceso natural, e inevitable, sino la consecuencia directa de toda una serie de decisiones políticas y económicas, que fueron acompañadas de un imaginario cultural que reforzaba de forma consciente, o no, este objetivo.

El éxodo de los años 50 y 60 marcó un cisma dentro de la sociedad rural. El modelo de desarrollo dictado por el franquismo necesitaba mano de obra barata para el nuevo escenario económico que se implantaba en determinados núcleos urbanos, y toda una serie de acciones, u omisión de ellas, como pudieron ser la construcción de megaproyectos de infraestructuras, determinadas políticas agrarias y forestales, desvío de inversiones públicas, etc., fueron la puntilla para la destrucción del propio tejido rural y el patadón definitivo con destino a la periferia urbana.

El libro recoge también el retorno de muchas trabajadoras al alcanzar la jubilación, tras una experiencia que no resultó ser como se esperaba. En un entrevista, el propio autor comenta: “una persona de Soria me contaba que esas ciudades prometidas luego no cumplieron esas promesas de felicidad y de comodidad, ya que con la formación campestre que normalmente tenían, se vieron abocados a jornadas de 8, 9, 10 horas en fábricas, viviendo en extrarradios urbanos, en situaciones muy complicadas. Eso fue una huida, pero posiblemente obligada”.

Otro ensayo de reciente edición sobre esta misma realidad, “La España vacía”, de Sergio del Molino, aborda como la responsabilidad de dicho proceso migratorio se ha trasladado a la propia población rural desde construcciones culturales, endosando toda una serie de clichés y lugares comunes a las habitantes de los pueblos y a su realidad. La España profunda, el hambre y la misera, el paleto, la España folclórica, la aburrida y monotona vida rural, la España tradicional y atrasada. Sergio del Molino analiza la construcción de dichos mitos a través de ciertos referentes culturales que se prolongan en el tiempo desde hace demasiado tiempo. El ejemplo en el que más incide es el de Las Hurdes, y la película documental de Buñuel, Tierra sin pan, que construyeron la imagen de una región de miseria, hambre y enfermedades. Pero la realidad es que Buñuel abusó demasiado de la ficción, y aunque las Hurdes no fuera el paraíso, tampoco era el infierno construido ya en el imaginario colectivo. Estos mitos generan una justificación del éxodo rural, como una huida sin remedio, donde el núcleo urbano se erige como triunfador y única alternativa viable.

Si bien, en esta breve reseña nos hemos centrado en la parte más teórica que presenta el libro, realmente, como indicábamos al principio, nos encontramos ante un recorrido entre aisladas velas de calor humano, separadas por kilómetros de nada, donde cada historia te envuelve y te invita a formar parte de una sobremesa a tres bandas. Tú, el autor, y Matías, Feli, Marcos, Héctor, José o Isabel. Donde tras escuchar cada historia, no puedes más que prometer, a unos y a otros, que su pueblo no morirá, que iremos para allá y haremos todo lo posible para evitar lo inevitable, sabiendo que son promesas que nunca cumpliremos. Los últimos es un libro triste, pero como decía Machado de Soria, tan triste que tiene alma.

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