Reflexiones ante el Gran Apagón

Cada vez va a ser más importante crear movimientos en defensa de espacios analógicos” – Belén Gopegui, en una entrevista en El Salto, el 4 de abril de 2025

El lunes 28 de abril, cuando nos encontrábamos en el curro, a las 12:33 se apagaron repentinamente las luces. Al principio parecía una avería local que no tardaría en arreglarse, pero al poco tiempo empezaron a llegar mensajes que informaban que un gran apagón se había producido en toda la península. Millones de personas perdimos el acceso a la electricidad, a internet y a la telefonía móvil. La vida moderna, tan dependiente de esos flujos invisibles, se paralizó de golpe. No hubo transporte público efectivo, las comunicaciones colapsaron, los hospitales pasaron a depender de generadores, los supermercados dejaron de recibir mercancías y no sabían cómo cobrar sin tarjetas, las gasolineras cerraron y la información fiable se limitó a las emisoras de radio de batería. La vulnerabilidad de nuestra estructura social y económica, basada en la inmediatez del flujo de información y en la eficiencia, quedó expuesta en cuestión de segundos.

El día en el que el mundo se paró

Ese día se vivieron momentos dramáticos. Desde los tres muertos en Ourense por respirar gases de un generador que habían encendido porque uno de ellos requería respiración asistida, a los cientos de personas atrapadas en ascensores, o a las personas que se encontraban al otro lado de la ciudad y no llegaban a tiempo a coger a sus hijas del cole.

Pero al margen de esos incidentes trágicos, por lo general, presenciamos escenas de alegría. Nadie podía trabajar, ni quedarse en casa viendo la tele y hacía un día buenísimo. Los parques estaban llenos de niños jugando, las calles abarrotadas de vecinas bebiendo cervezas (había que hacerlo antes de que se calentaran), la gente bajando sillas a la acera y charlando, comentando sus teorías acerca de lo que había ocurrido y escuchando juntas la radio. Los semáforos estaban apagados, pero las peatonas hicieron de agentes de circulación improvisadas. Por la noche en algunos barrios se improvisaron hogueras para poder cocinar.

Los parques estaban llenos de niños jugando, las calles abarrotadas de vecinas bebiendo cervezas (había que hacerlo antes de que se calentaran), la gente bajando sillas a la acera y charlando, comentando sus teorías acerca de lo que había ocurrido y escuchando juntas la radio. Los semáforos estaban apagados, pero las peatonas hicieron de agentes de circulación improvisadas. Por la noche en algunos barrios se improvisaron hogueras para poder cocinar.

El Centro Social Okupado La Rosa se convirtió en un espacio de referencia para el barrio, donde se puso a disposición de todas las vecinas radio para informarse, energía para cargar dispositivos y comida. “Los centros sociales okupados cuidan, apoyan y dan cobijo. La Rosa nació con la voluntad de ser un espacio de utilidad para las vecinas y los movimientos sociales de Madrid”, explicaron. Apoyo mutuo en acción.

Si llega el fin del mundo, que nos pille siendo parte de algo más grande que nuestro miedo”, escribió Silvia Nanclares en una columna acerca de la energía colectiva que se activa cuando nos hacemos conscientes de nuestra interdependencia.

En conclusión, cuando no nos vemos forzadas a trabajar y hacemos vida en comunidad, nos vemos más felices y el ambiente es festivo. “Me parece que al menos ayer, cuando aún quedaba cerveza tibia, la posibilidad del apocalipsis no era tan fuerte con la feliz certeza de no estar en el trabajo”, escribió al día siguiente Nerea Pérez de las Heras.

Ahora bien, lo evidente es que el sistema estuvo caído unas horas y lo abordamos con optimismo y en comunidad, pero de manera improvisada, sin saber nada de nuestras compañeras que viven en otros barrios. Ahora, con la lección aprendida, tenemos que organizarnos para ver cómo responder ante una catástrofe más grande. Una vez que volvió la luz, una amiga nos escribió “igual tenemos que hacer un día una asamblea de cómo afrontar mierdas de este tipo en el futuro, porque me hubiera encantado tener algún tipo de plan”. Una buena idea.

Las causas del apagón

En el momento en el que escribimos estas líneas todavía se desconoce la explicación oficial del apagón. En las horas previas se han escuchado toda clase de teorías: ha sido Putin para desestabilizar (más aún) a Europa, o Trump como venganza del acercamiento de Sánchez a China y Vietnam, o el Mossad como respuesta a que Sánchez cancelara un pedido de armamento a una empresa israelí, o Marruecos, o Corea del Norte, o quien sea.

Red Eléctrica ya ha descartado que se tratara de un ciberataque, pero el Gobierno no. “Ojalá, espero que ese sea el diagnóstico, el de Red Eléctrica”, dijo al día siguiente Pedro Sánchez, quien ha puesto en marcha una comisión técnica para “cerciorarnos o descartar cualquier posibilidad de que haya contribuido un ciberataque a esta situación”. Varios artículos explican que el CNI y la Audiencia Nacional están investigando “una gran actividad inusual en el norte de África”. Y es que en un momento en el que llevamos meses escuchando discursos bélicos y tan solo una semana después de que Sánchez anunciara que aumentaría el gasto militar en 10.500 euros, parece interesante dejar que repose la tesis de que el apagón pudo ser obra de un ataque de una potencia extranjera.

¿Fue un ciberataque? ¿O un evento climático extraño? ¿Fue un corte completamente accidental? ¿O es que Homer Simpson tocó el botón que no debía la ha liado parda? No lo sabemos, pero la incertidumbre juega a favor del discurso belicista. Porque a ver quién es el guapo que se opone al rearme y a las exigencias de la Comisión Europea y de la OTAN si cabe la posibilidad de que hayan sido los rusos o los chinos.

La extrema derecha y la instrumentalización de bulos

Por otro lado, la extrema derecha ya se encuentra difundiendo bulos y conspiraciones acerca del origen del apagón, todo con vistas a avanzar políticamente. Por ejemplo, Vox ya está culpando a las políticas climáticas socialdemócratas (“los locos del cambio climático”, dicen) y a las energías renovables como debilitadores del sistema.

Por otro lado, el lobby nuclear no ha tardado en achacar el apagón al cierre programado de las centrales atómicas y la falta de planes para abrir más. El influencer Operador Nuclear, con 245.000 seguidores en Twitter, apuntaba en esa dirección al afirmar que la falta de generación eléctrica síncrona “ha dificultado estabilizar la red y evitar el apagón”. La generación síncrona es aquella que proporciona electricidad a la red alimentada por las turbinas de las centrales nucleares, de carbón, de gas, pero también de algunas energías renovables como las hidroeléctricas o la térmica renovable entre otras. “Como ha quedado patente y se ha advertido muchas veces, cerrar las centrales nucleares es un suicido energético”, soltaba. Esta hipótesis es rechazada de raíz por el movimiento ecologista y antinuclear, que recuerda que a diferencia de otras energías estables, que no dependen del viento o el sol, la energía nuclear no puede aumentar o disminuir su aportación a la red de forma rápida para recuperar el equilibrio del sistema, algo que sí puede hacer de forma más efectiva la energía hidroeléctrica, mucho más limpia y barata. “Las nucleares han sido de las primeras en desconectar, las centrales tardan bastante tiempo en poder incrementar o reducir su producción. Señalar la continuidad de las nucleares como medida para enfrentar crisis de este tipo es falaz, oportunista e interesado”, dijo Ecologistas en Acción en un comunicado al día siguiente del apagón.

Por su parte, el agitador y eurodiputado ultraderechista, Alvise Pérez, se encuentra difundiendo a todo trapo la teoría del ciberataque, aunque tampoco descarta el ataque de falsa bandera. Y estos ataques, asegura, fueron facilitados por el “exceso de renovables” y “la falta de centrales térmicas”.

No cabe duda que el fascismo tratará de sacar rédito político de este desastre, como lo hizo durante el Covid, el estallido del volcán en la Palma y la tormenta de nieve de Filomena, por citar algunos ejemplos. Debemos estar atentas para rebatir, siempre que podamos, sus miserables argumentos.

El oligopolio eléctrico que permanecerá intacto

A quienes no culpará nunca la extrema derecha será a los oligopolios y los fondos que gestionan las eléctricas. Y es que tanto la generación (en manos de empresas como Endesa, Iberdrola o Naturgy) como la distribución (gestionada principalmente por la Corporación Redeia) de luz están en manos de un puñado de grandes inversores y fondos (como Blackrock, Norges Bank, Vanguard, Qatar Investment Authority y Pontegadea, por citar algunos), quienes priorizan los beneficios sobre la calidad del servicio.

De forma un tanto tibia, Pedro Sánchez, en su comparecencia del 29 de abril, hizo mención hasta en tres ocasiones diferentes a las “responsabilidades” que deberán asumir “los operadores privados” por el apagón. Y hasta ahí. Nacionalizar las eléctricas y quitárselas de las manos a los fondos buitres (los mismos que han contribuido a la subida del precio de la vivienda) queda completamente descartado.

El apagón crónico

Para la mayoría de la población, el apagón fue un momento de tensión (valga la redundancia), un susto que vivimos y una oportunidad para afrontar en común un momento de adversidad que duró unas once horas. Pero, tal y como explica Aurora Báez en El Salto, existen lugares donde el suministro eléctrico no volvió, ni volverá. “Lugares como Cañada Real en Madrid donde más de 4.500 personas, entre ellas 1.800 menores, viven con cortes de luz diarios desde que el 2 de octubre de 2020, cuando la compañía Naturgy decidió cesar con el suministro”. Una situación que se repite en la zona norte de Granada, “que desde 2019 se enfrenta a este tipo de intermitencias en el suministro que pueden durar hasta día”. Lugares como estos son completamente ignorados por las administraciones locales, regionales y estatales, de todo color y signo político, que hacen oídos sordos a los dictámenes de la ONU que dicen que la falta de acceso a la electricidad es una violación de derechos humanos. Y no son los únicos sitios donde ocurre. “En Sevilla, los cortes de electricidad pueden llegar a afectar a más de 40.000 personas de barrios como Amate, Palmete o Torreblanca. Una situación especialmente crítica durante las olas de calor, que llevó a que durante el verano de 2023 los vecinos organizados ocuparan distintos espacios institucionales que sirvieron de refugio climático ante la imposibilidad de poder refrigerar sus hogares a temperaturas de más de 40 grados. […] Más de 11.000 personas en Almería y Huelva viven sin luz en los asentamientos de trabajadoras del sector agrícola de ambas provincias; además, tampoco tienen acceso a agua potable. Miles de personas que viven en infraviviendas construidas con plásticos y que se exponen a las inclemencias del tiempo y a posibles accidentes”.

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