Cementerio norte, frontera sur

“El hambre no tiene fronteras. Por mucho que les pegues 20 pelotazos no les paras”Un Guar­dia Civil, en declaraciones a El País (21 de septiembre de 2013).

Marruecos

Decenas de zapatos desparejados riegan las pendientes de ascenso al Gurugú. La estam­pa desprende olor a quemado. El monte, co­lindante con Melilla, advierte de una masacre. Los “Ali”, las fuerzas auxiliares marroquíes, compuestas por trescientos agentes de la élite militar marroquí se emplean a fondo en limpiar la zona. Balas expansivas, barras metálicas, pie­dras, etc. Todo vale a la hora de arrasar los cam­pamentos de los africanos que quieren saltar la valla o se encuentran a la espera de solicitar el asilo para entrar en Europa. La semana del 22 de julio de este año se salda con cuatrocientas personas expulsadas al desierto, 40 gravemente heridas, al menos ocho muertos (uno de ellos con residencia legal en Marruecos) y una menor violada, seis ojos fuera de órbita, hernias sangrantes, mandíbulas destrozadas, piernas rotas, brazos dislocados, dientes sin propietario, dos incendios fores­tales, niños/as separados/as de sus madres y documentación conver­tida en cenizas (tarjetas de refugiado y solicitudes de asilo incluidas).

España

Unos días más tarde, doscientos subsaharianos/as alcanzaron Espa­ña: cien lograron entrar en Melilla en un salto coordinado a la valla y otros tantos pusieron pie en distintas costas (Lanzarote, Almería, Gra­nada, Cádiz y Ceuta) después de una travesía que muchos hubieron de hacer a nado en su parte final. El coste humano fue elevado: un muerto y al menos doce desaparecidos. El total de muertos contabilizados en lo que va de 2013 es de 23. En 2012 al menos 225 personas perdieron la vida de esta manera. 20.000 personas en los últimos diez años. Un re­cuento a la baja, por las dificultades para investigar la suerte de quienes desaparecen en esta doble alambrada cortante de seis metros de altura y 12 kilómetros de longitud, uno de los catorce muros del mundo. Para África, un cementerio en el norte; para Europa, una de sus fronteras a proteger. Ninguna entidad conoce el total de muertos por el fenómeno migratorio hacia Europa, mucho menos siendo el desierto del Sahara un tragadero con una gran interrogante por todo dato.

“Los militares matan; la Guardia Civil pega con esas porras que se hacen dobles, dispara con balas blancas [pelotas de goma] que te sacan los ojos y nos devuelve a los Ali por alguna de las pequeñas puertas de la barrera, a veces la Guardia Civil también entrega un sobre blanco a los Ali”, cuenta Eraniços Kone a El Diario, camerunés de 28 años, las dos rótulas dislocadas y tres años de residencia en el monte. Lo que está ocurriendo aquí, en pocas palabras, es que Marruecos actúa con dureza contra la inmigración de subsaharianos atrapados en dicho país sin dinero, ni papeles, para mos­trarse como buena defensora de la fortaleza europea y agradar a Euro­pa, que hace la vista gorda o directamente colabora con sus autoridades. No hay que olvidar que hace un año, en octubre de 2012, España y Ma­rruecos ratificaron el acuerdo de readmisión a inmigrantes a Marruecos de 1992, convirtiéndose ambos países en la policía de Europa.

La propia Asociación Unificada de la Guardia Civil de Melilla reconoció la práctica de las devoluciones en caliente, “una práctica amparada por la Delegación del Gobierno, pero contraria a la Ley de Ex­tranjería que exime de identificar al inmigrante en comisaría”. La De­legación de Gobierno en Melilla niega las devoluciones en caliente, asegura que la fuerza empleada en la valla es “la necesaria y comedida para conseguir el objetivo de vigilancia y custodia de nuestras fronteras” y la impunidad sella ataúdes a ambos lados de la frontera.

“Los guardias están por todas partes, del lado español pero también entre las dos vallas”, cuenta un chaval de 16 años de Sierra Leona. “Si te pillan, vas directo al Toyota, te muelen a palos y vuelta a Marruecos”, ad­vierte. “No les importa donde pegan y tú, arrodillado en el suelo, solo puedes protegerte la cabeza entre los brazos”, prosigue. “Nos rodean entre cuatro o más, golpean con porras, dan patadas, puñetazos también y nos esposan con una cuerda a la espalda antes de entregarnos a los Ali; es su turno, los ma­rroquíes masacran con brutalidad, nos tratan como animales”, denuncia.

Argelia

¿Dónde van a parar los/as expulsados/as? A Oujda, una ciudad argelina. A pesar de que la frontera entre Argelia y Marruecos está teóricamente cerrada desde un atentado de 1994 atribuido la inteli­gencia argelina, los/as subsaharianos/as son abandonados/as clandes­tinamente en tierra de nadie, en una zona minada a ocho kilómetros del campamento, al cual tienen que llegar, heridos/as, a pie, en una caminata de cinco horas. Se han contabilizado 6.806 expulsiones en 2013 por una ONG.

La Universidad de Oujda, su Fac, es conocida como el campamen­to de los lisiados. Por cuestiones humanitarias, sus estudiantes cedie­ron este espacio a los heridos en 2008. El poblado ha ido ganando terreno y, aunque el rector prohibió la entrada a la policía, hay redadas ocasionales, guardias que custodian las salidas y una red de mafias que trafica con miseria y sexo. Las migrantes son controladas durante toda la ruta, con el objeto final de entregárselas a madames europeas, pero mientras cruzan son explotadas sexualmente, obligadas a acostarse con más de 20 hombres por noche en Oujda y con más de 30 en Maghnia, según un estudio del portal www.l’emigrant.net. La violencia, las vio­laciones y la muerte están a la orden del día. Tanto, que Médicos Sin Fronteras abandonó el espacio en marzo de 2013 como protesta por el recrudecimiento de la violencia y la pasividad de Madrid y Rabat.

Vuelta a Marruecos

Quienes mantienen las fuerzas cruzan la frontera y vuelven al Gu­rugú, principio y final de todo. Aquí viven los más pobres, también los más fuertes y los más desesperados, empujados a la valla por la violencia de la que son víctimas. Buscan saltar la valla o subirse a una patera, mientras un helicóptero de la Guardia Civil se aproxima al Gurugú para visibilizarles ante los “Ali”.

Este artículo es un resumen de una gran labor investigativa reali­zada por El Diario (www.eldiario.es)

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