La planificación urbanística, política de cemento y piedra

El urbanismo no es sólo una cuestión de estilo, es manifestación de la sociedad, política hecha con cemento y piedra” – Ulrich Beck

En consecuencia con esta frase de Ulrich Beck, -sociólogo alemán cuyos estudios se centran principalmente en los problemas ecológicos, la individualización y la globalización dentro de la modernidad y el capitalismo global- este texto pretende poner de relevancia cómo el urbanismo, o mejor dicho, la planificación urbanística, no es algo que solo tenga que ver con modas, estilos y formas arquitectónicas, sino que responde claramente a unos intereses relacionados con la imposición de un estilo de vida y una forma de socialización específica. El urbanismo no es neutral, el urbanismo está al servicio del capital.

El capitalismo también funciona como lógica urbana y la planificación urbanística es otro elemento más que compone el proyecto burgués de la sociedad; al igual que vivimos en una sociedad segregacional con “gente rica” y “gente pobre”, vivimos en una ciudad segregacional, donde encontramos “barrios ricos” y “barrios pobres”, y al igual que en al ámbito laboral es la esclavitud del trabajador/a la que posibilita la abundancia del/de la empresario/a, es la miseria de los “barrios pobres” la que posibilita la abundancia de los “barrios ricos”. La forma de socialización de las personas nunca ha sido igual ni en las clases ni en los barrios, mientras que en los barrios más olvidados la forma de relacionarse de las personas suele pasar por lo público, en los barrios ricos suele ser lo contrario. Por ejemplo, si vas a Vallecas es bastante probable que los parques públicos (con sus precarias infraestructuras) estén repletos de niños/as jugando, digamos que es una zona en donde siempre se ha jugado en la calle, pero si, en cambio, te das un paseo por El Viso, Arturo Soria o por los conocidos como “Ensanches” o “PAUs” es más probable que veas los parques vacíos, sin niños/as usando los toboganes, y es que no se trata de que los/as niños/as de los barrios ricos no se tiran por los toboganes, sino que los toboganes están dentro de la esfera privada, de la urbanización, bajo la atenta mirada de su cuidadora, del segurata de turno y de las 20 cámaras que velan por su seguridad. Si entendemos que por hechos como este se puede hablar de una traslación al espacio privado de formas de vida pública, también podemos hablar de un movimiento al contrario, es decir, una apropiación del espacio público por lo privado, o lo que es lo mismo, una privatización del espacio público. Por ejemplo, la Plaza de San Ildefonso en la zona de Malasaña, era no hará más de diez años una plaza totalmente desierta que servía de espacio de reunión a las personas, sin embargo, ahora mismo, es casi imposible atravesarla o sentarse en unos de sus bancos ya que las terrazas de los bares que rodean la plaza (con precios de barrio rico, por cierto) han colonizado totalmente el espacio, lo que se corresponde con la realidad de unos intereses económicos y la imposición de estilo de vida consumista.

En base a este último aspecto surge también el concepto de gentrificación. La palabra gentrificación procede del inglés “gentry” y significa, literalmente, aburguesamiento o elitización. La teoría de la gentrificación da cuenta de ciertos procesos de transformación social y planificación urbana mediante los cuales, bajo el eufemismo de “renovación”, la población originaria de la zona acaba siendo progresivamente desplazada y el terreno/suelo revalorizado, lo que supone un cambio en el tejido social y vecinal, un cambio en el uso y apropiación (tanto física como simbólica) del espacio y un nuevo nicho de mercado con el que saciar esos intereses económicos. Las fases de este proceso gentrificador se ejemplifican muy bien en tres barrios muy concretos, aunque esta idea no se lleva acabo de la noche a la mañana, sino que forma parte de una estrategia político-económica ejercida por la clase capitalista, en la que zonas céntricas de la ciudad poco rentables económicamente pasan a dar grandes beneficios, demostrando una vez más que lo importante es el capital. Por esto, dichos barrios llevan años experimentando la gentrificación en sus propias calles…

El primero de ellos es Chueca, donde la gentrificación ya ha culminado con éxito. Antes Chueca era un barrio al que se tenía asociada una visión de inseguridad y peligrosidad, donde la prostitución, las drogas y el sida estaban al alcance de la mano de cualquiera, ahora, sin embargo, Chueca es un barrio moderno, transgresor, con luces y neones y con casas que cuestan una millonada, y es que no sólo se cambia de apariencia el barrio sino también, como decíamos antes, se cambia a la gente que lo habita.

Otro ejemplo y otra fase es la que está teniendo lugar en Malasaña, donde cada vez van subiendo más los precios de los pisos, donde cada vez se ven menos ancianos/as y niños/as para ver más modernos/as y donde los bares y las tiendas de toda la vida van dejando paso a bares y a escaparates donde jóvenes con un alto nivel adquisitivo se sienten a gusto y en su rollo.

Por último, estaría el barrio Lavapiés, barrio en el que la gentrificación empieza a hacer de las suyas, basta con ver cómo las plazas se van quedando sin sitio donde sentarse o cómo los bancos para sentarse pasan a ser unipersonales (¿?) y cómo las terrazas van ganando terreno a las plazas y a las estrechas aceras, lo que hace que las personas tengamos que ir andando por la carretera. Previo al proceso gentrificador se desarrolla en el imaginario público una visión de inseguridad y peligrosidad en torno a estas zonas, la gestión del miedo es ejercida por el poder político y voceada a la población por los medios  de comunicación, generando la opinión pública y la estigmatización de la zona, lo que sirve como justificación a la actuación y “recuperación” de dichos barrios por parte de la administración municipal. Ejemplo de ello fue la “tan temida” Banda del Pegamento en el barrio de Lavapiés, en el que gracias a la actuación de los medios de comunicación, los espectaculares despliegues policiales y la verborrea de tres o cuatro políticos/as tuvieron “atemorizados” al barrio. A partir de aquí, los planes de rehabilitación de calles y edificios empiezan a aflorar generando un gran negocio a las constructoras e inmobiliarias que pasan a ser las verdaderas dueñas del barrio.

Pero, a parte de estas fórmulas de “renovación” del territorio urbano antiguo, también existen nuevas formas de ordenamiento urbano que responden básicamente a los mismos intereses capitalistas. Así nos encontramos con los mencionados anteriormente PAUs y ensanches, zonas en las que la interacción vecinal en la calle es prácticamente inexistente, las grandes aceras construidas están prácticamente desiertas y son los coches los que habitan este espacio público, y es que hasta para comprar el pan hay que coger el coche y desplazarse al centro comercial más cercano, ya que normalmente este tipo de zonas suelen carecer también de un tejido comercial de pequeña escala al ofrecer el centro comercial todos los recursos en un mismo espacio. Una vez más el pez chiquitito es devorado por el grande y una vez más el estilo de vida individualista gana la partida al estilo de vida comunitario, y para prueba de ello sólo hay que darse un paseo por Las Tablas.

Volviendo al tema de la gentrificación, es oportuno señalar también cómo estos procesos se encuentran dentro de las propias dinámicas del capitalismo global, y es que la ciudad, desde su aparición, siempre ha estado estrechamente ligada al orden capitalista; primero por el asentamiento comercial, después por el industrial y actualmente por el financiero, la ciudad es, al mismo tiempo, un instrumento de producción capitalista y un producto de la misma. Estos procesos de privatización y gentrificación de la ciudad son resultado y motor de otra de las estrategias de desarrollo del capitalismo, lo que se denomina como City-Marketing o política de marketing de la ciudad, es decir, la gestión de la ciudad como mero producto de mercado. Las ciudades deben ser diseñadas para su comercialización y venderse en el mercado internacional para atraer más turismo, más inversores, más importancia… en definitiva, más flujos de capital.

Y no se trata de que nos estemos volviendo paranoicos/as y veamos capitalismo, gentrificación y marketing donde no lo hay, ¿a qué otra cosa sino responde la Marca España?, política estatal donde priman los términos económicos y que, lejos de dirigirse a las personas que habitamos este Estado va enfocada a convencer a turistas y tiburones de negocio extranjeros de que el Estado español es la mejor zona del mundo en la que asentar sus comercios o al menos algunas de sus múltiples cuentas bancarias.

Pero este marketing no sólo ocurre en la ciudad entendida como totalidad, sino que también se reproduce a micro-escala, así por ejemplo, nos encontramos con la marca Triball (Triangulo Ballesta), marca de la moderna Malasaña. Tras Triball se esconde un conglomerado de empresas de amplio espectro del sector inmobiliario -(Desengaño S.L., San Mateo S.L., Barco S.L., La Palma S.L., Ballesta S.L., Casa Loft S.L., las Cortes S.L., Salamanca S.L., Espacio Zen Inversiones Inmobiliarias S.L., Rumbo Proyectos Inmobiliarios S.L. etc. y Rehabitar Gestión S.A., una promotora inmobiliaria especializada en la compra y rehabilitación de edificios antiguos para el mercado residencial en la zona centro de Madrid)- cuyo objetivo es la sustitución de la población existente y así provocar un cambio de clase social y poder obtener ventajosas plusvalías de la operación. En los últimos tiempos, esta zona céntrica de la ciudad ha estado sometida a un abandono y deterioro sistemáticos por parte de la administración, sin embargo, de un tiempo a esta parte, la zona trasera de Malasaña ha sido escogida por este entramado de empresas inmobiliarias como espacio en el que desarrollar un plan de explotación urbanística que han camuflado bajo un supuesto plan de “recuperación” o “revitalización” del barrio. La estrategia de partida es la creación de un barrio-marca: Triball, con un perfil de negocio que tiene como referente el Soho londinense. La justificación de esta  intervención pública que, en teoría, se dirige a mejorar las condiciones de vida de un barrio que se supone degradado, va a suponer en realidad la gentrificación de la zona. Parece obvio que esta intervención masiva no está dirigida a mejorar las condiciones de vida de sus habitantes, sino a la sustitución de éstos/as por otros/as con un nivel social en consonancia con la nueva valorización, elitización e imagen de la zona, ya que, en la práctica, este supuesto plan de recuperación urbana está provocando la expulsión del comercio tradicional y su sustitución por un comercio dirigido a un sector poblacional especifico.

Tal vez Masalaña sea el ejemplo más paradigmático de lo que supone ser un barrio-marca, pero tanto Lavapiés como Chueca son también vendidos como meros productos que podemos consumir. Por ejemplo, Lavapiés es vendido a turistas y locales como un barrio cosmopolita y multirracial en el cual podemos disfrutar de un rico arroz senegalés, un tentempié hindú e ir a la exposición de arte moderna que nos ofrece un banco e irnos a casa con la conciencia progresista del que ha disfrutado de un día “distinto”, así como Chueca es vendido al mercado internacional como un barrio tolerante y garante de libertades individuales.

Dentro de las estrategias que se desarrollan en esta gestión del City-Marketing, también encontramos un nuevo modelo de asentamiento o núcleo comercial, los Centros Comerciales Abiertos (CCA), que cumplen las mismas funciones que los grandes centros comerciales periféricos pero con la peculiaridad de que se encuentran ubicados en los centros históricos de las ciudades. Ejemplo de ello es el espacio situado entre Sol y Callao, eje comercial de la zona centro por excelencia y por el que es prácticamente imposible caminar sin chocarte con nadie. Caminar por esta zona se convierte en una carrera de obstáculos, y es que entre ir esquivando a la multitud de gente absorta en los escaparates, a los/as que salen de una tienda para meterse en la siguiente y los constantes coches de policía que peinan la zona con el objetivo de que estemos tranquilos/as mientras nos gastamos las cuatro perras que tenemos, pasear por la calle Preciados es una misión imposible, y decimos pasear por que sentarse directamente no se puede y es que para qué van a poner a bancos, si mientras que uno/a está sentado/a en un banco no consume.

Con este texto pretendemos mostrar cómo la ciudad no es un espacio habitable, una comunidad, sino un negocio; un lugar gestionado por políticas urbanísticas de la Administración que se encuentran subyugadas a los intereses de grandes empresas, las cuales obtienen copiosos beneficios con la mercantilización de la ciudad. Frente a esta política devoradora de nuestro entorno abogamos por la autoorganización en los barrios y la defensa de nuestros propios intereses, sirva como ejemplo la lucha burgalesa del barrio de Gamonal o la del barrio de El Cabanyal en Valencia, donde los/as vecinos/as se enfrentaron a las políticas urbanísticas, demostrando que la voluntad popular puede hacer frente a la voluntad del Capital.

Contra el avance del Capital, autooganización y lucha.

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