Lo que el racismo esconde. Incendio en la nave de Badalona, precariedad y exclusión social

El pasado 10 de diciembre se incendiaba la Nave Gorg en Badalona, municipio de Barcelona, donde vivían precariamente más de un centenar de personas migrantes en su mayoría subsaharianas. Este suceso originado por una estufa eléctrica que propagó el fuego rápidamente le costó la vida a cuatro personas, y si bien puede llenar por un par de días las páginas del sensacionalismo mediático, se enmarca entre la lista negra de hechos sociales nada fortuitos. En un contexto de racismo institucional y precariedad socioeconómica, esto nos sitúa mucho más cerca de la criminalidad estructural que de una simple tragedia.

Racismo institucional y culpabilización de las víctimas: migrante bueno vs migrante malo

El Ayuntamiento de la localidad, gobernado por el conocido alcalde racista Xavier García Albiol, no le tembló la voz para acusar deliberadamente a las personas migrantes de su propio destino como si de una fatídica tragedia se tratase sin más culpables que ellos mismos. No sin perder la oportunidad de declarar tres días de luto oficial con el buenismo y la hipocresía que suele caracterizar a las instituciones estatales y municipales en estos casos. Por un lado se culpabiliza a las víctimas de su propia desgracia, pero se tiende la mano como un padre redentor, no esperando más respuesta que la connivencia social e individualizar las problemáticas comunitarias como un mal menor, evitando un análisis crítico más profundo que sitúe en la palestra a todo un sistema racista desde las cloacas del Estado.

Este incendio de la nave habitada por más de un centenar de personas migrantes pone de manifiesto la exclusión laboral, residencial y social de la migración, atenazadas por una imposible Ley de Extranjería. También aflora la ideología común en torno al racismo, que bien se sitúa entre el binomio migrante malo y migrante bueno; o que se instala en la denuncia del racismo como solamente un conjunto de actitudes reprochables, pero no todo un sistema social de explotación.

El racismo está atravesado por el rechazo a la pobreza, o más camufladamente, aquello que no aporte un interés material y económico al capital. No será la primera vez que tratamos de buscarle la cara amable a la migración, desgajarla del hecho social desigualitario y situarla en el terreno de lo reciclable en valores del capitalismo. Poner en valor el migrante preparado con estudios universitarios, voluntarioso, formalito y exclavizable; o afirmar que la migración es buena porque ayuda a aumentar el índice de natalidad en los países del norte global; no son tendencias menos racistas. Se sitúan en el utilitarismo y la rentabilidad de unos intereses de explotación en el primer mundo; se construye un sistema extractivista de recursos primarios, se deslocalizan industrias utilizando mano de obra barata, y cuando comunidades sociales asfixiadas se desplazan por el mundo, deben desmostrarle continuadamente a la sociedad que seguirán siendo explotables, nada problemáticas y estarán calladitas.

Movilizaciones antirracistas en las calles de Badalona

Algunos centenares de personas, entre ellas algunos de los supervivientes del incendio en la nave donde vivían, se manifestaron al día siguiente en la Plaça de la Vila de Badalona, ante el consistorio municipal, y convocados por diversas organizaciones sociales como TopManta, el Sindicato de Manteros de Barcelona o Tras La Manta. El incendio, que se produjo el Día Internacional de los Derechos Humanos, puso en evidencia que racismo institucional es, por ejemplo, negarles el padrón, la regularización de papeles o el acceso a la vivienda. En la misma localidad existen otros setenta espacios ocupados por un total de unas cuatrocientas personas migrantes, que viven tanto en naves como locales abandonados, completamente excluidos por las autoridades municipales. Por lo tanto, como veníamos apuntando, no se trata de una tragedia sin más, sino que los gobiernos y administraciones públicas en sus engranajes burocráticos contribuyen a esta discriminación y precariedad de las personas migradas.

Cuatro días después del incendio de la Nave Gorg, muchos de sus convivientes continuaban sin soluciones, y durmiendo en un campamento improvisado en plena calle a tan solo medio kilómetro del edificio derruido; sobrellevaban los fríos días y noches a las puertas del invierno gracias a la solidaridad de la gente del municipio. Su modo de supervivencia era la fabricación artesanal de muebles con palés de madera y otros elementos, los migrantes estaban organizados en una comunidad donde encontraban el apoyo mutuo necesario para subsistir precariamente. Además, su situación de irregularización ha llevado a decenas de migrantes a rechazar su contacto con autoridades, por miedo a acabar en el CIE de Barcelona, reabierto a finales del mes de septiembre.

La indignación acumulada y la exclusión cotidiana llevaron la rabia migrante a las calles del municipio de Badalona como un grito que se da en muchas otras geografías del Estado español. El racismo es mucho más que una línea que separe una diversidad cromática de la piel, es un sistema de explotación legitimado en creencias y valores sociales que nada tienen que ver con la ignorancia individual como se afirma en muchas ocasiones. Viajar no cura mágicamente el racismo como si de una patología se tratase; la formación e información crítica y profunda, aporta herramientas de análisis, pero no solo la teorización o la evolución de las categorías del lenguaje nos sacudirá lo racista de nuestra sociedad mamado durante siglos de colonialismo.

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