La ciudad turistificada. Entrevista a Jorge Sequera

Madrid, como Barcelona y muchas otras ciudades europeas, está inmersa en procesos de transformación urbana y gentrificación en los que el turismo tiene un papel cada vez más importante.

Hablamos sobre ello con Jorge Sequera, doctor en sociología y autor, entre otras publicaciones en torno a la gentrificación y turistificación, del libro “Gentrificación. Capitalismo cool, turismo y control del espacio urbano”, editado en 2020 por Los Libros de la Catarata.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de turistificación urbana? ¿En qué consiste este proceso y qué efectos tiene sobre las habitantes de la ciudad?

La turistificación urbana es la manifestación material e intangible de la hiperpresencia de la economía del turismo, que desemboca en transformaciones urbanas y sociales en un territorio determinado. Por un lado, la gran expansión espacial de los servicios orientados al turismo que colonizan las zonas del centro de la ciudad está provocando la destrucción del tejido social y económico de los barrios centrales de la ciudad turística. A su vez, las calles principales de las «Ciudades Turísticas» también eran colonizadas por grandes tiendas de ropa y marcas multinacionales, afectando gravemente al paisaje comercial tradicional y haciéndolo residual en el centro de la ciudad. Junto a esto, la expansión de las franquicias (incluyendo locales de comida rápida y bares low cost) que ha supuesto el cierre de un gran número de locales de hostelería, cultura y entretenimiento, homogeneizando gustos y lugares.

En Europa, en particular, la reciente ola de turistificación de sus grandes ciudades ha tenido como protagonistas a empresas emblemáticas como Airbnb, Uber o Glovo, a menudo alimentadas (y apoyadas) por fondos de inversión que habían entrado rápidamente en este sector, que, junto con la expansión de las compañías aéreas de bajo coste desde mediados de los años noventa ha provocado un aumento significativo de la presión sobre los vecinos que residen en los barrios del centro de las ciudades en particular, con fuertes repercusiones sociales, espaciales y económicas. Como consecuencias inmediatas, la hotelización de la vivienda, el aumento del transporte urbano privado no regulado (por ejemplo, Uber) y de formas privadas de micromovilidad (Segways, alquiler de bicicletas, tuk-tuks, etc.) son parte del nuevo paisaje urbano de muchas ciudades del mundo.

Pero también- y esto hay que recalcarlo, porque es fácil perderle la pista- los cambios en las formas cotidianas de habitar el espacio, el lugar. Son las formas de relacionarse en la vida cotidiana con estas economías del turismo urbano -como trabajador, como vecino, como turista o como porqué no, como especulador, y en ocasiones como combinación de varias- las que producen verdaderos cambios en las subjetividades que viven en la metrópoli. Se articulan por tanto diferentes imaginarios alrededor de cómo habitar el barrio/la y lo urbano: resistentes, especuladores o desplazados, conformados a su vez -y no siempre necesariamente en el orden que imaginamos- por los vecinos/as de los barrios turistificados, los trabajadores/as dependientes de la economía Airbnb, los anfitriones y los huéspedes.

¿Cómo se ha materializado este proceso de turistificación en Madrid? ¿Qué políticas concretas lo han facilitado o promovido?

El turismo inmobiliario español y su modelo turístico de «sol y playa», sostenido los últimos 50 años sobre una geografía del blanqueo de capitales, la prevaricación y los delitos sobre la ordenación del territorio y el urbanismo, encontraba en el centro de las ciudades nuevos nichos de mercado sin explorar. Las políticas urbanas se rendían ante este capitalismo de plataformas y utilizaba el turismo urbano como salvavidas de la anterior Gran Recesión (2008-2016). Así, las nuevas operaciones especulativas del sector financiero del turismo se fijaron en las grandes ciudades como estrategia-refugio. Este era el caso de las grandes ciudades del Sur de Europa: de Roma a Atenas, de Madrid a Lisboa. Esto hizo que durante el último lustro el turismo urbano se convirtiera más que nunca en un elemento central de la transformación espacial, económica, social y cultural de los territorios metropolitanos de todo el mundo. Como resultado de un movimiento de «la playa» a «la ciudad», los inversores y sus operaciones especulativas favorecieron un intenso proceso de turistificación urbana en las mayores ciudades españolas y portuguesas a través de la compra de vivienda y su reconversión en alojamiento turístico.

Sin ir más lejos, el capitalismo digital y de plataforma (y no sólo el icónico y manido Airbnb) es uno de los sectores aparentemente victoriosos de esta crisis y parte fundamental de esos cambios que se han acelerado en plena pandemia. Mediante nuevos patrones de consumo y una globalización asimétrica de la cultura digital, nos situamos ante un amplio cambio social y urbano, donde los GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple), los NATU (Netflix, Airbnb, Tesla, Uber), los BATX (Baidu, Alibaba, Tencent, Xiaomi) o las empresas del `capitalismo de app´ como Deliveroo, Glovo (o las recientes “dark kitchen”) están siendo uno de los principales actores de este nuevo escenario urbano tecnosocial. Estos cada vez tienen más fuerza para configurar la vida en las ciudades, y el contexto de pandemia no ha hecho más que extender su consumo y dominio sobre ciertas esferas laborales y sociales, tanto en términos de usos como de estilos de vida o nuevas formas de trabajo emergente.

En “Resistencias contra la ciudad turística. Airbnb en Madrid”, Javier Gil y tú hacéis un repaso por el movimiento de lucha contra este fenómeno en el barrio de Lavapiés, donde colectivos como Lavapiés ¿dónde vas? , la PAH o el Sindicato de Inquilinas, entre otros, elaboraron en 2018 una propuesta de desarrollo de un Plan Especial de Ordenación Turística (PEOT) acompañado de una moratoria a la concesión de licencias para cualquier tipo de plazas turísticas hasta la aprobación de dicho plan. Otro ejemplo interesante es la ciudad de Lisboa, donde muchos colectivos por el derecho a la vivienda han puesto el foco desde hace años en el turismo. ¿Podrías hablarnos brevemente de ellos?

La turistificación de las áreas urbanas centrales, especialmente (pero no exclusivamente) en las ciudades del sur de Europa, consiguió lo que otros movimientos sociales urbanos antiespeculación (antigentrificación, entre otros) no habían conseguido aunar: un consenso alrededor de los impactos negativos más visibles de la ciudad turística (masificación, ruidos, saturación de transportes públicos, reconversión de barrios en parques temáticos, uso de vivienda para terciarizarla y convertirla en pisos turísticos o en los impactos sobre la segregación y elitización del ocio nocturno). Como ejemplos de acción colectiva de resistencia contra la turistificación en España y Portugal, grupos como Lavapiés Donde Vas en Madrid, la Assemblea de Barris pel Decreixement Turístic en Barcelona, Ciutat Per A Qui L’Habita en Palma, Islas Baleares; CACTUS Colectivo-Asamblea Contra la Turistización en Sevilla, o Habita! Associação pelo direito à habitação e à cidade, Morar em Lisboa o Stop Despejos en la ciudad de Lisboa, ponían el foco en estas voraces dinámicas de extracción de valor urbano.

Sin embargo, y esto puede que no guste a algunos, estas luchas son en algunos casos dispares y no las componen ni mucho menos, los mismos actores sociales. En esta amalgama de asociaciones vecinales que hacen frente a la turistificación, podemos encontrar paradójicas alianzas, donde propietarios de clase media-alta que habrían llegado con las primeras olas de la gentrificación y que tras haber cogido posición en el lugar, estas nuevas dinámicas que vendrían a degradar y contaminar su espacio colonizado hace que levanten su voz junto a clases populares y colectivos con fuerte presión para la expulsión de sus barrios. Esto ha ocurrido con algunas asociaciones vecinales de Centro, en el caso de Madrid, que manifestaban su interés por la moratoria de pisos turísticos pero circunscrita sólo al Centro de Madrid, olvidando a los barrios periféricos (mientras que otros colectivos antituristificación de índole más autonomista sí los incluían como parte de la moratoria). En el caso de Lisboa pasa algo parecido. Si bien algunos de los colectivos mencionados tienen una labor fundamental, aunque compuestos en su mayoría por intelectuales y académicos que orbitan alrededor de partidos de izquierda portugués, existen otros, de claro tinte reaccionario, fundados por clases medias-altas locales. En barrios portuarios como Cais Do Sodré que comenzó un proceso de gentrificación “al uso”, fue posteriormente tomado por el ocio nocturno turistificado, y aquellos que compraron sus lofts rehabilitados en edificios fabriles y portuarios descubren que ya no son cobijo para la vida urbana central que esperaban.

Para terminar, ¿qué crees que nos espera los próximos años? La pandemia ha dado una tregua temporal a este crecimiento turístico incontrolado, pero la excusa de la crisis económica puede convertirse en un nuevo pretexto de las administraciones para continuar favoreciendo al sector, retrocediendo en el debate de la regulación/limitación que había conseguido ponerse sobre la mesa. ¿Debemos prepararnos para una nueva ofensiva turística?

La debilidad estructural de la economía del turismo en España y Portugal, sus altas tasas de temporalidad laboral (estacionalidad) y sus bajos salarios (precariedad), han terminado por trastocar el tablero de juego de un sector que hasta ahora se sentía plenamente legitimado, incuestionable. Lo cierto es que el sector del turismo tiene un salario medio un 17% más bajo (19.000 € al año) que la media de España, un 30% más bajo que el de la industria (27.000 al año), con una tasa de temporalidad laboral desorbitada y en un 60% con contratos a tiempo parcial, según la propia patronal. Para el caso de Portugal, se estima en un 30% más bajo del salario medio de 2017. De hecho, este verano aún pandémico se están sucediendo las noticias de la falta de personal para la hostelería en lugares playeros y la preocupación de la patronal al respeto. Y recordemos la oferta de trabajo publicada en twitter de 12-15 horas diarias y un día libre por 800 euros al mes y pensemos en la cantidad de abusos que existen en el sector.

Así, por un lado el turismo ha sido tocado pero ni mucho menos hundido. Es cierto que ha perdido la legitimidad que tenía en nuestra dependiente economía nacional. Perder legitimidad, sin embargo, no parece ser sinónimo de cambio. Los distintos gobiernos, tanto nacional como regionales, ya han destinado ingentes cantidades de recursos para reflotar un sector que nos volverá a posicionar como “el bar” de Europa. Era un buen momento para que se diversificara nuestra economía, dependiente del ladrillo (al que irán destinadas grandes partidas del Plan Marshall postcovid para rehabilitación) y del turismo (al que se le está asistiendo artificialmente), mientras las grandes cadenas hoteleras, en su día firmes detractoras de los pisos turísticos, se posicionan ahora en el mercado que, con titubeos y ambigüedad, están poniendo un pie en estructuras como Airbnb. Además, también estamos viendo nuevas formas de hibridación que podrían hacer indistinguibles con el tiempo a modelos como Idealista o Airbnb, en tanto se solapan mercados, en busca de una mayor fragilidad y volatilidad de las biografías urbanas de sus habitantes. En paralelo, mercadotecnia propia de estrategias de atracción público-privadas que ya hemos visto en otras ocasiones, llaman ahora “nómadas digitales” a los que un día fueron “las clases creativas”, ayudando con la asunción de la existencia de tal subjetividad-fantasma a empujar este tipo de procesos. Detrás, entre bambalinas, la realidad trágica del capitalismo urbano persiste, con una serie de trabajos precarios y en muchos casos de vuelta al destajo, profundamente feminizados y racializados, que sostienen la ciudad sobre la desigualdad urbana.

Gentrificación. Capitalismo cool, turismo y control del espacio urbano
Jorge Sequera

Editorial Catarata, Madrid 2020. 96 págs.

Que la gentrificación constituye la única solución viable para los barrios abandonados es un argumento que desde algunos sectores involucrados se repite como un mantra, legitimando así uno de los principales mecanismos contemporáneos de gestión urbana neoliberal, enmascarada bajo conceptos ambiguos como regeneración, revitalización o renacimiento. La industria cultural y la creatividad, de la mano de políticas de control sobre el espacio público, son el perfecto anzuelo para el turismo, la atracción de inversiones y el negocio de lucrativos mercados inmobiliarios. Las nuevas clases medias, atraídas por fenómenos como la mezcla social, la escena alternativa o el imaginario de la cultura popular, eligen estos barrios previamente desvalorizados convirtiendo rápidamente el deterioro urbano en un producto chic. Su cara oculta es la expulsión, la segregación y el desplazamiento de aquellos que ya no se consideran rentables. En los últimos años, la turistificación, alimentada por el crecimiento del capitalismo de plataforma que convierte viviendas en hoteles, es uno de los mayores desafíos actuales a la hora de repensar la ciudad. Complemento o antítesis de la gentrificación, este “turismo depredador” hace que la ciudad se convierta en un gran museo, donde el paisaje comercial tradicional de algunas zonas urbanas tiende a disneyficarse y franquiciarse, provocando profundos cambios socioculturales, desigualdad urbana y nuevas precariedades.

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