Ecologismos, diferentes planteamientos frente a la problemática ambiental

Autor: Miguel Barrio García-Agulló. Libros en Acción. 2024. 204 páginas

Reseña escrita por el autor

El libro está disponible en la web de Ecologistas en Acción

En este libro he tratado de clarificar el extenso y cambiante panorama ecologista para conocer lo que ya existe, lo que ya se ha hecho y para así poder imaginar lo que todavía nos queda por hacer. A través de un análisis histórico y discursivo he analizado las diferencias y similitudes de las distintas corrientes ecologistas alertando sobre las posibles derivas y tratando de aportar claves de reflexión para el debate. Para ello he realizado un estudio bibliográfico no exento de una subjetividad asumida, marcada por mi experiencia de vida, mi trabajo de biólogo, mis experiencias militantes, mis encuentros y relaciones personales. Parto de la base de que la objetividad no existe, todavía menos cuando se tratan cuestiones sociales e ideológicas.

Como explica Alessandro Pignocchi en su libro Petit traité d’écologie sauvage (Steinkis éditions 2017): “En la cosmogonía Jivaro, todos los seres vivos – humanos, animales y vegetales – poseen un espíritu similar. Los detalles de su vida intelectual y sentimental están determinados por sus especificidades corporales. Un tucán, porque tiene un cuerpo de tucán, percibe un mundo de tucán y desarrolla por lo tanto pensamientos y deseos muy diferentes de los que pueda tener una planta de mandioca, o un ser humano (…). No obstante, al igual que los tucanes o las plantas de mandioca tienen la ilusión de percibir el mundo de forma objetiva – mientras que lo perciben respectivamente como un mundo de tucán y un mundo de mandioca – nuestras herramientas personales para componer el mundo nos son transparentes. Pensamos percibir el mundo tal como es, y cuando constatamos que una persona entiende el mundo de una forma distinta a la nuestra, espontáneamente tenemos la impresión de que esta se equivoca”.

Volviendo al tema que aquí nos incumbe, el principal punto divergente de las distintas corrientes ecologistas es la relación que tienen con el concepto de naturaleza. Así, podríamos diferenciar una primera corriente1 autoproclamada como la precursora del ecologismo que tiene una visión romántica de la naturaleza a la que otorgan un valor intrínseco. Rechazan el antropocentrismo y desarrollan éticas biocentristas o ecocentristas.

Se inscriben en ella el preservacionismo con autores autores como Aldo Leopold o John Muir, la ecología profunda con organizaciones como el antiguo Earth Liberation Front o el más reciente The Sea Shepherd Conservation Society, y el primitivismo con autores como John Zerzan o Theodore Kaczynski (Unabomber).

Con esta corriente suelen simpatizar muchas anarquistas por su aparente oposición a la sociedad moderna y su visión incondicional y militante del ecologismo. Sin embargo, la sacralización de la naturaleza les ha llevado en muchos casos a promover áreas protegidas sin humanes, previamente expulsados de dichas áreas, a atribuir los impactos ambientales a la humanidad en su conjunto, sin discernir clases, razas, geografías o género, y en ciertos casos a tener derivas antiinmigrantes e incluso ecofascistas.

La segunda gran corriente reuniría a aquellos movimientos que tienen una visión más utilitarista de la naturaleza. Proponen un uso racional de la naturaleza percibida únicamente como una fuente de recursos. Ya no se habla de naturaleza sino de capital natural, de recursos naturales, de servicios ecosistémicos. Las problemáticas ambientales serían desajustes del sistema que podrían resolverse a través de los mecanismos de mercado y a través de la plenipotencia de la ciencia y la técnica. Por un lado tenemos un discurso extremadamente cientista, la ecomodernización que nos propone un mundo bajo control, mejorado y perfeccionado para evitar la degradación ambiental y permitir el desarrollo del capital. Sus herramientas serían, entre otras, la geoingeniería, el uso de biotecnologías, el secuestro de carbono o la reconstrucción y reintroducción de especies extintas. Por otro lado tenemos un discurso mucho más neutro y moderado, el desarrollo sostenible y el conservacionismo. El primero pretende añadir una pizca de equidad a la gestión racional del medio ambiente. El segundo es la repuesta de la comunidad científica a la sexta gran extinción.

La tercera y última corriente, la ecología popular, es un concepto integrador, concebido para unir una multitud de corrientes que no forman un discurso unitario, pero que comparten las preocupaciones sociales y medioambientales y las compatibilizan en sus luchas y reivindicaciones. Su denominador común es crítica a la modernidad, al progreso y en muchos casos al crecimiento. En ellas se inscriben entre otros, el socioambientalismo, el ecofeminismo, el decrecentismo, el antidesarrollismo o el movimiento por la justicia climática.

En definitiva, el ecologismo es diverso y heterogéneo, es político, y las diferencias no son solo de orden teórico. Los discursos se traducen en hechos, en megaproyectos o en resistencias, de nosotras depende de hacia que lado se incline la balanza.

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1La división de corrientes propuesta no es una invención mía, es una clasificación ampliamente aceptada y utilizada a nivel académico, véase por ejemplo: Martínez Alier, 2011; Diegues, 2000 y Gerber, 2015.

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