Cajas de resistencia, una herramienta más para afrontar conflictos (o al menos intentarlo)

Ya hace un par de meses que venimos dándole vueltas a cómo tratar el tema de las cajas de resistencia. La idea nos surgió leyendo una serie de artículos sobre el conflicto laboral-social de la minería, concretamente al hilo de una reseña en la que se le otorgaba un punto de vista distinto del habitual. No sólo se trataba esta lucha desde su cara más espectacular, a través de los cortes de carreteras, los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad o las masivas manifestaciones, ni se paraba a analizar las posibles contradicciones en cuestiones como lo sindical o lo ambiental; únicamente hacía un pequeño repaso (y porque no decirlo, petición) a las necesidades económicas de la huelga. Pues nos guste más o menos, el dinero es una necesidad y de alguna manera hay que mantener en marcha una huelga de esta duración, afrontar las necesidades de familias que dependen en una importante (o incluso única) medida de un sueldo que ya no llega, pagar abogados/as y multas… en definitiva, mantener viva la lucha. Cierto es que determinadas necesidades se pueden abastecer al margen de estas dinámicas, con el simple apoyo entre vecinos/as, amigos/as y familias, con comedores solidarios, con asaltos a supermercados… pero no siempre se conseguirá, y es en estos casos que se requiere de mecanismos de solidaridad entre los/as implicados/as en el conflicto así como desde fuera del mismo.

El objetivo de abordar este tema no es otro que realizar un pequeño análisis sobre las cajas de resistencia cómo herramientas de las que podemos dotarnos de cara a afrontar las posibles luchas en materia laboral o social. No se pretende sentar cátedra sobre la cuestión, sino simplemente presentar las dudas que nos surgen, los pros y contras que encontramos, a fin de cuentas, seguir trabajando desde un punto de vista teórico-práctico para hacernos más fuertes.

No pedimos limosnas para los pobres, solicitamos solidaridad económica para los que luchan, para poder continuar luchando y para combatir la represión que ya preparan desde las oficinas ministeriales contra todos los identificados y detenidos” – Extracto de un comunicado emitido por la Caja Obrera de Resistencia al respecto de la reciente huelga minera.

La intención de una caja de resistencia la define esta corta frase, se basa ante todo en la solidaridad entre iguales, en un apoyo entre quienes generan directamente una lucha y quienes sienten la necesidad de participar de la misma, esquivando el asilamiento que nos suele rodear. No hablamos de caridad cristiana, la intención no es salvar al pobrecito hambriento y limpiar nuestra conciencia, sino participar de la solución del conflicto.

Su extensión puede ir desde una empresa concreta, un barrio o territorio, un sindicato o colectivo de trabajadores… y su temporalidad puede ser permanente o para un determinado conflicto. No es más que una herramienta que admite mil variantes a la hora de organizarla y gestionarla, y que puede tener distintas utilidades. En nuestra opinión, siempre deberán ser los/as propios/as trabajadores/as (en este caso de cuestiones laborales) quienes deciden horizontalmente cómo y para qué se usa ese dinero, quiénes se encarguen de recolectarlo, gestionarlo y hacer valer su autonomía para utilizarlo en difundir la lucha, asumir sanciones, pagar “nóminas” en casos de huelgas o despidos, cubrir multas y abogados/as…

Pero no es oro todo lo que reluce, y ya hemos mencionado que las cajas de resistencia no son más que meras herramientas, que también vienen acompañadas de sus taras. Por ese lado, en muchas ocasiones la existencia de las mismas ha supuesto una dejadez de las acciones que un conflicto importante requiere, la idea de que se mantiene un sueldo lleva a relajarse, a pensar que todo está hecho con no ir al curro y por tanto se dejan de lado otras formas de presión que ayuden a resolver el conflicto del lado de nuestros intereses; o ha conseguido que determinadas estrategias no se acometan pues se cree no tener suficientes fondos económicos para soportarlas. Las cajas no son más que un apoyo para situaciones difíciles, pero no un pozo sin fondo del que tirar largamente.

Echando la vista atrás

Más allá de la huelga minera, los ejemplos del uso de cajas de resistencia son numerosos y cercanos. Encontramos el caso de varios centros de educación madrileños en los que, durante las diversas movilizaciones que han vivido en los últimos años, los/as trabajadores/as han optado por crear cajas con los que apoyarse en las huelgas, en parte financiadas con los sueldos de aquellos/as trabajadores/as que se ven obligados a asistir a su puesto de trabajo como personal de servicios mínimos. Otro ejemplo sería la última huelga del suburbano madrileño de hace un par de veranos, en la que se gestó una caja abierta a contribuciones de personas externas a Metro. Y si retrocedemos un poco más en el historial de lucha de nuestros/as padres, madres y abuelos/as nos podemos detener en las huelgas que sacudieron el puerto de Barcelona (y los del resto del estado) entre mediados de los 70 y durante toda la década de los 80, en los estertores de la autonomía obrera. En el seno de este conflicto, la creación de cajas de resistencias por parte de la asamblea de estibadores del puerto permitió hacer frente a largas huelgas y despidos masivos, y, lo que nos parece aún más interesante, contribuyó a aumentar la capacidad organizativa y el apoyo entre los/as trabajadores/as, llegando incluso a plantearse situaciones como la socialización de sueldos.

Contra esto hubo cosas realmente interesantes que yo creo que vale la pena reseñar, como ver a 2.300 trabajadores socializando su salario. En el puerto se da una circunstancia muy curiosa, y es que ganamos diferente cada día y podemos ganar todos diferente cantidad, algunos más y otros menos. Todos los estibadores del puerto venían a un barecito que hay en la Barceloneta todavía y ponían todo su dinero encima de la mesa, todo lo que habían ganado, por la tarde. Allí había dos compañeros que lo recogían y luego, a la mañana siguiente, repartían la misma cantidad entre todos, incluidos despedidos y sancionados; de manera que nadie, a nivel económico, sufrió más que el que estuvo trabajando. Nadie se pudo quejar en un año y medio que estuvieron despedidos porque sus condiciones, aparte de que no trabajaban, eran exactamente las mismas que los que estábamos trabajando. Claro, esto molestó terriblemente al patrón, eso de que no tuviera ninguna repercusión el hecho de ser despedido. Esa capacidad de organizarse y ser solidario entre ellos hizo que el despido no supusiera ningún desgaste económico, eso fue tremendo. Teníamos una cantidad de dinero muy grande, tanto que nos espantaba a nosotros mismos. Esto, a la patronal, también le jodía, porque ella veía que teníamos mucha capacidad de resistencia a nivel económico” – Extracto de un artículo de la revista Ekintza Zuzena que se puede encontrar íntegro en el siguiente enlace: http://www.nodo50.org/ekintza/spip.php?article35

Las cajas de resistencia más allá de lo laboral o cuando la represión golpea, en algo hay que apoyarse

Hasta ahora únicamente hemos dado vueltas en torno a los conflictos laborales (huelgas, despidos o sanciones), tocando de refilón los efectos de la represión, ya sea en forma de detenciones (con sus consecuencias a largo plazo) o simples multas administrativas. En este sentido, las cajas de resistencia también tienen gran utilidad a la hora de enfrentarse a la represión cotidiana, a la que surge de todo tipo de luchas y acciones de carácter político.

Mucho podría hablarse de las diferentes tácticas empleadas desde los gobiernos para confrontar los estallidos sociales (o simples intentos de protesta). Lo importante es darse cuenta de que siempre que demos un paso hacia delante allí los tendremos y que es imprescindible generar respuestas eficientes. Es innegable que actualmente una de sus mayores bazas pasa por la utilización de las multas, sancionando a toda persona a la que identifiquen en cualquier acción de protesta. Las detenciones y la cárcel siguen siendo una sombra que utilizarán, pero no la principal (o al menos, no en el común de los casos). De esta manera tratan de hacer frente a una imagen pública denostada a raíz de las constantes y brutales cargas policiales, más aún cuando muchas de estas protestas emplean formas de acción “pacíficas”. Al mismo tiempo consiguen ahogar económicamente a colectivos e individuos, metiéndonos en el cuerpo el miedo a embargos, a no llegar a final de mes… generando a sus vez que gran parte de nuestras energías las dediquemos a tratar de sacar dinero de debajo de las piedras para asumir estos gastos. La idea no es nueva y su utilización ya fue probada en su momento en las calles vascas, con el pretexto de la lucha contra el terrorismo.

Ante esta situación nuestra capacidad de respuesta es limitada, por un lado tratando de prevenir al máximo las identificaciones, pero una vez que la sanción se ha producido, ya no hay vuelta de hoja. La posibilidad de recurrir está ahí, al igual que la objeción al pago (aunque la viabilidad de esta opción depende del contexto social y personal de cada uno/a, de sus cargas económica, su situación legal…). Una vez  tomada la decisión de pagar, llega el momento en el que las cajas adquieren un papel fundamental. En los últimos meses, y una vez le hemos visto las orejas al lobo, muchos son los colectivos o asambleas de barrio que están comenzando a crear cajas de resistencia dedicadas a asumir multas y sanciones, el tema se está debatiendo y en muchos lugares ya es una realidad que un porcentaje de todo lo obtenido para propaganda o para proyectos autogestionados se destina a engordar estas cajas.

Algo más para afrontar el otoño que nos espera

Pues aquí estamos, con el verano tocando a su fin y con un otoño que se presenta cargado de “sorpresas y rescates”, con todo lo que ello supone. Frente a este panorama proponemos esta herramienta, que puede ser de gran utilidad, más aún teniendo en cuenta que son varias las huelgas que se anuncian (educación, transporte ferroviario…). Lógicamente no es una solución mágica, y no podemos caer en la ilusión de apostarlo todo a una carta (ni aunque esta se llame huelga indefinida), hay que tratar de ser imaginativo/a y saber ver en cada momento cual es la opción más eficiente, ya sean huelgas, ocupaciones, encierros, sabotajes… Aparte de la ayuda a nivel material que estas cajas nos aportan, también representan un espacio abierto a la autoorganización de nuestras luchas, abarcando todos los ámbitos (económico, social, organizativo, de acción…), y nos ofrece una posibilidad muy importante de reforzar nuestros lazos de solidaridad.

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