#FreePablo

Ya han pasado más de dos meses desde que comenzara la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso. Desde finales de febrero, a diario, nos llegan noticias, fotos y vídeos de esta guerra, de los horrores que acompañan a cualquier conflicto bélico. Cuando todo esto empezó, uno de los reporteros que se trasladaron hasta allí fue Pablo González, periodista y politólogo especializado en Europa del Este que ya ha había cubierto conflictos armados como el de Ucrania (2014) o el de Nagorno Karabaj. Durante cuatro días, Pablo informó desde la frontera polaca de la huida masiva de ucranianos ante los primeros compases de la guerra. Artículos en Público, conexiones en directo para La Sexta o una gran producción de contenido en Twitter dejan constancia de este trabajo.

Pero todo esto acabó la mañana del 28 de febrero, cuando las autoridades polacas le detuvieron en la localidad de Przemysl. Durante varios días, no estaba muy claro ni donde estaba ni de que le acusaban. Finalmente, tras tres días, el gobierno polaco informó de su detención y de los cargos que pesaban sobre él: ser miembro de la inteligencia militar rusa y “actuar contra los intereses de Polonia”. Desde entonces, Pablo ha permanecido en prisión preventiva (se supone que así seguirá hasta el 29 de mayo), incomunicado sin poder hablar con su mujer e hijos o recibir cartas. Su abogado tampoco ha podido hablar con él y se le ha asignado un abogado de oficio polaco. Sólo el cónsul español en Polonia ha conseguido visitarle en dos ocasiones, manifestando que Pablo ha perdido 10 kilos en estos meses y que se sigue declarando inocente.

Las pruebas aportadas por el gobierno polaco hasta ahora se basan en el origen de Pablo, nacido en Rusia, de padres rusos. Su madre es hija de un “niño de la guerra” español, de los muchos que fueron enviados a la URSS ante el avance franquista durante la Guerra Civil. Tras la separación de sus padres, Pablo pasó a residir en el País Vasco, obteniendo la nacionalidad española. De este modo, Pablo tiene dos pasaportes, el ruso con su nombre de nacimiento, y el español, con su nombre castellanizado y los apellidos de su abuelo paterno. Y hasta ahí todo…

Ante esta situación, lo que ahora preocupa, además de la situación física y psicológica de Pablo, es la poca fiabilidad en que reciba un juicio justo por parte de las instituciones polacas. A todo lo visto en este caso, se suma que hablamos de un país sancionado por la Comisión Europea por la falta de independencia de su judicatura respecto al gobierno ultraconservador de Ley y Justicia. Por otro lado, también es de destacar la inacción del gobierno español, que ha tratado en todo momento de escurrir el bulto y hacer lo mínimo por reclamar que se respeten los derechos básicos de Pablo González (y que decir de las connotaciones de este caso en lo que se refiere al ataque a la libertad de información). Un suma y sigue en la política exterior del gobierno más progresista de la historia.

Por nuestra parte, sólo nos queda enviar todo nuestro apoyo y cariño a los allegados de Pablo y reclamar su libertad.

Para más información sobre este caso, os recomendamos buscar el hashtag de Twitter #FreePabloGonzález y la cuenta @FreePabloGonz

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