Redes de Solidaridad, una posible herramienta de acción colectiva

El mes pasado, en la sección de reseñas, publicamos una pequeña invitación a la lectura del libro “Red de Solidaridad de Seattle. Una experiencia de apoyo mutuo y acción directa”, editado por Klinamen. Pues bien, una vez seguida nuestra propia propuesta y teniendo en cuenta debates de estos últimos meses, vemos de interés sacar a relucir en un texto nuestro parecer acerca de estos espacios de lucha que representan las redes de solidaridad. La idea es hacer un pequeño análisis de qué posibilidades y obstáculos presenta esta forma de organización, para luego hacer una pequeña radiografía de nuestro entorno más cercano en busca de experiencias similares.

Primero, y antes de nada, creemos de vital importancia ponernos en contexto. Nuestra realidad cotidiana se transforma a pasos agigantados en estos años de “crisis”, en todos los ámbitos de nuestra vida sale a relucir lo que muchos/as habían olvidado durante estos años, que somos explotados/as, que en el actual sistema nuestra vida depende de ellos/as, de los/as de arriba, y ello se refleja en un mercado laboral híper-precarizado, en las cada vez mayores colas del paro, en el aumento de los desahucios, en la presión constante sobre los/as inmigrantes… Hasta hace poco, los solucinadores propios del sistema (sus instituciones, su legislación laboral, sus ONGs y sindicatos…) han podido llegar a ser “útiles” para parchear nuestros problemas, pero cada vez se hace más patente que esto se ha acabado, que ahora nos van a apretar en serio. ¿Y ante esto qué? Este contexto específico, que es en muchos aspectos similar aquí en Europa y en Estados Unidos, es sobre el que se apoyan este tipo de experiencias de redes de solidaridad, nada especialmente novedoso bajo el sol del imaginario anti-autoritario, simplemente una forma más de asumir esta realidad con la intención de romper con ella.

Teoría y práctica de las redes de solidaridad

El objetivo final de una red de solidaridad no es quedarse sólo en eso, que nos es más que una herramienta, sino extender unas prácticas y, sobre todo, una actitud y una cultura de lucha y de apoyo mutuo entre trabajadores, tanto dentro como fuera del ámbito laboral. Se trata de romper con la cultura del pedir, con la tendencia a buscar mediadores que solucionen los problemas, se trata de empezar a luchar… y a ganar.” – Extracto del prólogo al libro “Red de Solidaridad de Seattle”.

Para empezar, hay que definir, aunque sea vagamente, qué es una red de solidaridad, o al menos qué entendemos nosotros/as por una red de solidaridad. La idea es sencilla, es una herramienta de apoyo mutuo, una forma de abordar nuestros conflictos cotidianos de manera colectiva y a través de la acción directa. Juntarse con nuestros/as iguales para abordar despidos, impagos de nómina, desahucios, problemas con alquileres, discriminaciones por razón de raza… Pequeñas luchas con un objetivo claro y un enemigo palpable, por tanto, luchas “fáciles” de abordar entre un grupo no muy grande de personas. Una vez visto para qué, ahora vendría el cómo. Y nuestro cómo es de lo más natural, muchos de estos conflictos nos suelen desbordar si los afrontamos solos/as, así que no hay mejor remedio que unirnos entre varios/as, hacer de los problemas individuales conflictos colectivos, estar ahí para darnos fuerzas unas a otras. Y este sentimiento de fuerza sólo lo encontramos cuando afrontamos los obstáculos en colectivo, sin imposiciones de unas sobre otras.

A fin de cuentas, la intención está clara, generar una defensa práctica para nosotros/as, los/as explotados/as, y hacerlo al margen de los mamoneos típicos de la izquierda. Crear un espacio al que cualquier igual pueda venir a plantear sus conflictos, y entre todas tratemos de afrontarlos, para luego pasar a apoyar los de los demás, sin más, a lo que llamamos solidaridad. Y para empezar, nada mejor que conflictos no muy grandes, que se puedan ganar, con esfuerzo, pero con objetivos claros y concisos, una reclamación concreta que deba cumplir el/la empresario/a, el/la casero/a, la sucursal bancaria… Y es en este punto en el que ponen especial hincapié los/as compañeros/as de la Red de Seattle, en la estrategia necesaria para afrontar estos conflictos. En este sentido, a la hora de aceptar el comienzo de una lucha, valoran realmente si es posible ganarla, cómo hacerlo, qué reclamar, cuánto va a costar obtener lo requerido, cuánto daño podemos hacer y cuánto nos pueden hacer a nosotros/as, tratando de planear las campañas según las fuerzas disponibles, haciéndolas sostenibles y que vayan de menos a más. Del mismo modo, intentan no caer en la mera repetición de las dinámicas típicas que tenemos de afrontar luchas (panfleto, cartel, concentración), abriendo el abanico a todo tipo de acciones (desde piquetes a la puerta de una sucursal bancaria, entablar conversaciones con los distribuidores de una tienda, blogs en internet poniendo a caldo a una empresa o hablar con los/as vecinos/as o compañeros/as de trabajo del/a casero/a con el que tenemos el conflicto).

En cuanto a la organización misma, a un nivel técnico, nos parecen interesantes las conclusiones que se sacan del libro. Puesto que se parte de un colectivo pequeño, con la intención de ir anunciándose e ir asumiendo luchas poco a poco, confiamos en los niveles de organización más básicos, sin generar estructuras que aún no necesitamos. Esto se irá creciendo con el tiempo y según se vayan sucediendo nuestras necesidades.

¿Y todo esto que os acabamos de contar, a dónde nos lleva, cómo repercute sobre nosotros/as y nuestro día a día? La primera respuesta obvia que nos viene a la cabeza es que nos permite solucionar esos pequeños conflictos, tanto propios como ajenos, que cada vez son más comunes y se nos ponen más cuesta arriba en estos días de reformas y recortes. Igualmente, cuanto mayor sea nuestra experiencia en este tipo de prácticas, mayor será nuestra formación de cara a afrontar luchas mayores, más complicadas y diversas, que irán surgiendo según crezcamos.

Yendo un poco más allá, lo que se vislumbra tras estas prácticas no es otro objetivo que el de irnos dotando (e ir dotando a nuestros/as compañeros/as de viaje) de la noción básica de que las cosas se consiguen luchando, que hay que romper con las taras mentales impuestas por esta sociedad que nos hacen caer siempre en el pedir, en buscar quien nos saque las castañas del fuego. Y no hay otra forma mejor de convencer que a través de la experiencia, de ver en la práctica estas formas de actuar. Al final, estos pequeños conflictos van generando una comunidad de lucha, un ejemplo de otra forma de hacer que queda ahí aunque no se mantenga nuestra actividad dentro de la red.

Del mismo modo, esta forma de afrontar diversas problemáticas desde una misma forma organizativa nos ayuda a romper la parcelación de las luchas, a entender (y hacer entender) el capitalismo como un problema que se extiende más allá de nuestra situación particular, de nuestro despido, nuestro desahucio o lo cabrón/a que sea nuestro/a jefe/a. Al final se pone de manifiesto nuestra condición de explotados/as, y que ante ella no nos queda otra que apoyarnos como tal en nuestros diversos marrones. En las propias palaras de los/as compañeros/as de Seattle, “esto quiere decir que en lugar de desarrollar identidades como inquilino, vecino del barrio o activista laboral, estamos construyendo un sentido de amplia solidaridad de clase”.

Por ir terminando con los aspectos positivos de estas redes, y ya desde un punto de vista interno, es decir, como anarquistas, vemos la posibilidad de poner en práctica nuestros valores y formas de afrontar los problemas. Nos permite experimentar sobre la realidad cotidiana nuestra teoría, romper con el gueto e ir generando complicidades más allá de nuestros círculos militantes.

Los obstáculos siempre aparecen en el camino

Pero si de verdad pretendemos que estas cosas funcionen en la realidad, tendremos que ver también los posibles fallos que puedan tener, al menos los más visibles. Puesto que el espacio es limitado, sólo destacaremos un posible obstáculo: el caer en el asistencialismo. Ya sea por nuestras dinámicas militantes y nuestras ganas de ir a por todas o por esta cultura, de la que ya hemos hablado, del pedir y esperar a que nos lo den todo hecho, o por el individualismo del que no es fácil salirse ni aun pretendiéndolo, no es difícil que terminemos acercándonos a los parámetros de actuación de la ONG. Los/as habrá que vengan a reclamarnos ayuda como si acudieran a la sede de CCOO, otros/as que desaparezcan una vez solucionado su conflicto y otras veces que nuestras propias velocidades acaben dejando a la persona afectada a rebufo de nuestro actos. El caso es que muchas veces caeremos en lo que tanto criticamos, en la ayuda al pobre y en la verticalidad frente al apoyo entre iguales, un aspecto peligroso que habrá que evaluar cada cierto tiempo para tratar de subsanarlo en la medida de lo posible, pero teniendo claro que hoy por hoy es algo irremediable, que mucho debemos aprender todos/as para evitarlo, y eso sólo lo conseguiremos con la práctica. Sin más, habrá que hacer ver a los/as afectados/as que la lucha es ante todo suya, que deben llevar la iniciativa y que en los/as demás encontrarán un apoyo, y sobre este ejemplo poner de relieve la necesidad de hacer lo mismo cuando el conflicto no sea el propio. Igualmente, habrá que determinar una forma de organización que permita distintos niveles de implicación, pues estos siempre existirán, que den capacidad de hacer y asumir responsabilidades a todos/as dependiendo de sus capacidades y de su tiempo, de modo que la gente nueva pueda ir encontrando su espacio.

Echando un vistazo a nuestro entorno

Está claro que lo que recomendamos encarecidamente es leer este libro de primera mano, darle unas vueltas en la cabeza, y si se ve interesante, ver cómo ponerse manos a la obra. Este es un debate que abrimos con intención enteramente práctica. Y para hacerlo más cercano, tenemos que decir que existen varios ejemplos similares a esta Red de Seattle en nuestro entorno; ya sean las diversas Xarxas de Suport Mutu (redes de apoyo mutuo) que han ido creciendo en estos últimos tiempos en varios barrios barceloneses como Poble Sec, el Clot o Sant Antoni, derivadas en gran medida de grupos de trabajo sobre la problemática de la vivienda; o en el caso de nuestra ciudad, la Oficina de Apoyo Mutuo de Manoteras (OFIAM), de muy reciente creación.

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3 comentarios en «Redes de Solidaridad, una posible herramienta de acción colectiva»

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