Macrofestivales de verano, entre huelgas y movilizaciones

En todo verano, la sección de cultura de cada periódico y televisión nos informa del gran éxito de los distintos festivales que se celebran en nuestro país, del aumento de turistas vinculados a estos macroeventos y de las cifras récord de recaudación tras la actuación del artista de moda.

Pero a veces, la noticia salta a las primeras páginas y abandona el tono desenfadado típico de esta época. En 2017, la muerte del acróbata Pedro Aunión mientras realizaba su trabajo en el MadCool, nos obligaba a preguntarnos sobre las condiciones de seguridad del personal de los macrofestivales y, en estos días, la huelga de los riggers o montadores/as de escenarios que amenazaba la celebración del Sónar ponían en el foco mediático sus precarias condiciones laborales y nos evidenciaba la colaboración entre las instituciones para legalizar el esquirolaje para que el espectáculo pudiera continuar.

La huelga de montadores/as de escenarios en Barcelona que ha estado a punto de cancelar el festival Sónar, al que acuden más de cien mil personas venidas de todos los rincones del mundo, se desencadenó por un nuevo pliego de contratación entre Fira de Barcelona, lugar donde se desarrolla el evento, gestionado por el Ayuntamiento de la ciudad y la Generalitat, que no contemplaban la subrogación obligatoria del personal. Este colectivo de trabajadores/as goza de unas condiciones laborales muy superiores a las habituales en el sector, por lo que el riesgo de que éstas no fueran respetadas por las nuevas empresas, era demasiado evidente.

Un vistazo al trabajo detrás de los escenarios

Para conocer las condiciones habituales de trabajo de los/as montadores de escenarios les cedemos unas líneas a los/as compañeros/as de Detrás del escenario, que en Madrid se están organizando para denunciar la precariedad y los riesgos de accidente que se sufren en este sector.

Si definimos precariedad como una palabra que usamos para referirnos a aquellos puestos de trabajo que acumulan una serie de condiciones que lo hacen precario en cuanto a condiciones de trabajo del estilo: tipo de contrato (si es que lo hay), peligrosidad, bajo salario, cansancio, despidos, cesión ilegal de trabajadores, nula formación en seguridad o incluso falta de equipo de seguridad (algunas empresas no ponen ni el EPI), jornadas extenuantes, estar dado de alta en la seguridad social por menos horas de las que trabajas, indefensión y estafa por parte de empresa y mutua en caso de accidente, cobro por horas, opacas y aleatorias listas de llamada para trabajar, incertidumbre de cuánto dura tu jornada de trabajo, trabajar en condiciones de extremo calor… el curro de carga y descarga- se lleva la palma. No en vano es uno de los sectores que más siniestrabilidad laboral registra.

El personal de carga y descarga es normalmente puesto por empresas cárnicas que funcionan como falsas ETT´s a la llamada de las productoras (auténtica cúspide de esta pirámide empresarial). Aquí encontramos a multitud de empresas como, BEHIND, SPECTRA, PASE, PENNY, SHOW CO, WORK OUT, ORDAX CREW , VIDEOENLACE EVENTOS, JVC-, entre otras encargadas de poner el personal de carga y descarga. Las productoras, tales como MADRID DESTINO (contrata del ayuntamiento de Madrid), PLANET EVENTS, GRUPO PRISA, DISORDER, FLUGE, LIVENATION, WE Party Group S.L., las productoras específicas de algunos festivales –el MAD COOL tiene la suya propia-, los propios Ayuntamientos, salas de teatro privadas y, toda aquella empresa que organice algún tipo de evento, subcontratan, en muchas ocasiones incumpliendo SU propia ley a través de subcontrataciones ilegales, los servicios de otras empresas para las diversas tareas necesarias para llevar adelante el evento. Los multimillonarios beneficios (dependiendo de la envergadura o la finalidad del evento) obtenidos a través de la publicidad, patrocinadoras, venta de entradas… se reparten a través de la pirámide los beneficios (o los chanchullos y contactos, tan propios del capitalismo) a costa del robo y la explotación de los y las trabajadoras.

Las personas que trabajan suelen ser avisadas con días u horas antes para ir a preparar el montaje. Se dirigen al puesto de trabajo sin ningún tipo de horario ni jornada estipulada, es decir, saben cuándo entran pero no cuando salen. Se ponen a trabajar sin haber firmado un contrato y sin saber qué tipo de convenio, si es que existe, les corresponde. No reciben instrucciones de seguridad ni de cómo desarrollar su trabajo. Muchas veces, la empresa no les facilita los E.P.I. (Equipos de Protección Individual) por lo tanto, el/la trabajador/a, tiene que poner sus propios equipos y, en algunas ocasiones, trabajar sin ellos. En cualquier caso, son obligados a firmar una hoja diciendo que los han recibido junto con un cursillo de prevención (que nunca existió), así como también una hoja en la que tienen que rechazar “de forma voluntaria” no realizarse el reconocimiento médico. Esto, al más puro estilo del chantaje: si no firmas esos papeles no curras y, de hecho, son los únicos papeles que firmas porque el contrato ni aparece ni aparecerá durante la jornada.

Tras el absurdo trámite de papeles el látigo no tarda en aparecer porque los productores del evento necesitan que esté montado en un tiempo concreto y, evidentemente, no han convocado al personal con la holgura suficiente como para poder ir a un ritmo “normal”, “decente” o “humano” (todo muy entrecomillas. Lo decente y humano sería no tener que soportar eso). A parte, los trabajadores cobran por horas, es decir, al patrón le interesa que cuanto menos se tarde, mejor.

Evidentemente, con el personal que han contratado y el tiempo del que disponen para preparar todo, las jornadas de 8 horas son impensables. Las horas trabajadas suelen ser record, desde las 10 o las 12 horas incluso hasta llegar a las 19 horas seguidas sin parar. No se podrían permitir (tal y como estipulan el presupuesto destinado para personal) contratar a gente que descansara e hiciera jornadas de 8 horas. Y 8 horas, ya son. Desde aquí tampoco vamos a defender esa barbaridad que nos obliga a vivir más tiempo trabajando que disfrutando de nuestra vida, ya sean 8, 12 o 16 horas. Ni siquiera a defender una jornada más reducida que haga posible que el chantaje del trabajo siga siendo lo que hace posible que unos pocos se enriquezcan a costa de la mayoría (a costa de vidas también, no sólo de esfuerzo físico y mental).

Tras la paliza del montaje y entre medias habiendo ocurrido algún accidente laboral, como es habitual (y silenciado por la compañía, evidentemente, porque ya sabemos que “Show must go on”), los currelas se van a su casa a la espera de la siguiente llamada para realizar el desmontaje. La llamada llega con horas de antelación y este proceso es aún más temido que el montaje: ahí el tiempo sí que corre rápido porque las agendas del mundo de la farándula son muy apretadas y necesitan terminar cuanto antes para continuar con su gira. El látigo, de nuevo, no tarda en aparecer y con ello, más accidentes laborales derivados de las nulas medidas de seguridad, de las prisas y del cansancio acumulado. Accidentes que encima se pueden provocar de un trabajador a otro simplemente por la falta de sueño. La dinámica que genera este tipo de empleos es totalmente nociva y abusiva y, en muchas ocasiones, las drogas son un elemento muy presente en este mundo para poder soportar dicha carga de trabajo (y muchas veces son promocionadas por los propios jefes) lo que genera un ambiente más peligroso y desagradable. De hecho, el porcentaje de personal que consume sustancias, es elevado y esto es aprovechado por la propia empresa como chantaje o como forma de lavarse las manos.

Termina el desmontaje y con suerte no te has llevado ninguna ostia. Te vas a casa sin cobrar, porque algunas empresas pagan a meses vista. Decides echarle un ojo a tu vida laboral, así por curiosidad, y te das cuenta que has estado dado de alta 3 horas.

Descansas y esperas la siguiente llamada de curro para otro festival.

La huelga de Barcelona

Viendo lo anterior, no es de extrañar que los/as riggers de Barcelona hayan tratado de defender sus mejores condiciones laborales con uñas y dientes. Pero, como es lógico, estos derechos no surgen de la nada, sino que son consecuencias de su organización y lucha en años anteirores y que no estaban dispuestos/as a perder. Como explica Isaac Flix, del Sindicato de Riggers, en un artículo en Cuarto Poder , “Cada 4 años sale a concurso el trabajo de montaje. Los concursos tienen un baremo basado en personal y capacidades, en material y, por supuesto, en la oferta económica. “Como todos sabemos, la económica muchas veces es la que más peso tiene”, apunta Flix. Según explica, cada 4 años ganaba una empresa y renegociaba según el acuerdo económico del servicio con los trabajadores, incluidas sus condiciones laborales. Pero algo diferente ocurrió con el último. Se intentó sustituir parte de nuestros trabajos con personal no cualificado para economizar el servicio. A partir de ahí nos unimos, fue un momento clave hace 3 años. Creamos el primer sindicato, nos reunimos con la empresa y al cabo de año y medio pusimos en marcha el primer convenio. No fue fácil, hicimos dos avisos de huelga que no tiraron para adelante porque la empresa se sentó a hablar”, explica. Entre sus logros, destaca Flix aspectos como tener descanso cada dos horas, tener precio estipulado o un orden de llamada (porque antes el jefe decidía quién trabajaba). Flix destaca que la prioridad de los trabajadores siempre es la seguridad, debido al alto riesgo que tienen las tareas que realizan. Llegado este año, en febrero se reunión con la Fira para, como se había hecho hasta el momento, negociar condiciones. “No sólo no se sentaron, sino que salió el pliego un 28 de junio, dos meses más tarde de lo habitual. Nos movilizamos rápido y enviamos la carta oficial de huelga que coincidía con Sónar”, explica Flix.

El nuevo pliego de contratación elaborado por la Fira, no contemplaba la subrogación obligatoria del personal, porque existía el riesgo de que las nuevas adjudicatarias de la concesión no respetaran los contratos vigentes y procedieran a contratar a nuevos trabajadores con menores derechos laborales y salarios inferiores. Por ello, los/as riggers convocan una huelga que coincide con el montaje del macrofestival de Sónar. La reacción de la Fira fue inmediata: al ver que la empresa contratada no podía cumplir el encargo del montaje del festival, contrató a una empresa de Portugal para que llevara a cargo los trabajos, lo que evidentemente dejaba sin efecto la huelga convocada.

Ante esto, los/as huelguistas presentaron una demanda ante el Juzgado de lo Social solicitando como medidas cautelares que se evitara la contratación con la nueva empresa, al considerar que era un caso claro de esquirolaje, al sustituir a los/as huelguistas por otros/as trabajadores/as. Rápidamente, el juez Santiago Vidal, exsenador por ERC y redactor de la llamada Constitución catalana, demostró que por encima de las identidades nacionales estará siempre el mercado y desestimó las medidas cautelares.

La argumentación dada es un paso más en la limitación del derecho a la huelga: el esquirolaje es válido porque de lo contrario se perderían puestos de trabajo.

Y mientras tanto, en Madrid

Los/as organizadores/as de una concentración en Ciudad Universitaria a las puertas del evento Las noches del botánico nos mandan una crónica de su acción:

Un grupo de compañeros y compañeras se concentró al comienzo del comentado evento, dando comienzo a la primera puesta en escena de un conflicto abierto con la empresa “Videoenlace Eventos”. Esta empresa suministra personal de carga y descarga para distintas productoras de conciertos, festivales…etc.

Tras colgar varias pancartas por la zona y desplegar otra al lado del acceso principal, se repartieron entre el público asistente centenares de panfletos dando parte de las prácticas explotadoras de esta empresa. Todo esto puso nervioso a la seguridad del campus, a la seguridad del evento y, por supuesto, a uno de los jefes de la productora encargada de la organización del evento, e incluso, al propietario de “Videoenlace Eventos”, “Joaquín”, que furtivamente miraba con miedo como algunas trabajadoras habían decidido plantar cara a la explotación en el sector de los festivales y conciertos en general, y en su empresa en particular. Tras la llegada de la policía y un tras un rato de forzar nuestra presencia ahí –ni teníamos, ni queríamos permiso- nos fuimos satisfechas por el revuelo y el nerviosismo que provoca a jefes y patrones que las explotadas por los engranajes del trabajo y su mundo empecemos a movernos.

Y lo hacemos desde la autoorganización y la autonomía frente a sindicatos y partidos; lo hacemos desde la acción directa y la solidaridad. Eso solo acaba de empezar.

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