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Defender la ZAD. Contra el aeropuerto y su mundo

Hace ya cuatro años, desde estas páginas hablábamos de la ZAD, Zona a Defender, en la que desde hace más de 40 años se planea la construcción de un aeropuerto internacional sobre territorio del municipio de Notre-Dame-des-Landes, a unos 20 km al norte de Nantes. Desde que llegaron las primeras noticias a la zona, los campesinos afectados se organizaron para rechazar este aeropuerto como proyecto de desarrollo, pero también porque se les imponía sin ser consultados y porque amenazaba su fuente de trabajo, la tierra. A pesar de que en 1974 se publicó un decreto transformando campos y casas en Zona de Ordenación Diferida (ZAD en francés), lxs sindicalistas persiguieron tres objetivos: colocar el derecho a la explotación antes que el derecho a la propiedad, instalar a jóvenes campesinos en la zona y la gestión colectiva de las tierras.

Hoy, un nuevo texto editado por Descontrol, nos da la oportunidad de ceder unas líneas a las compañeras que en 2012 resistieron un violento intento de desalojo y que hoy viven empeñadas en habitar y defender la ZAD.

[Ensayo] Defender la ZAD

Colectivo Mauvaise Troup. Editorial Descontrol. Barcelona, 2016. 49 págs.

Decenas de recién llegadxs pueblan el boscaje. Para algunxs la ZAD es un refugio, porque no hay controles de identidad: desde lxs menores en fuga hasta lxs refugiadxs de Calais que llegan para descansar algún tiempo luego de no haber podido alcanzar Inglaterra… Están aquellxs para quienes, degradadxs por los esfuerzos y la calle, la ZAD es una ribera. Están todxs aquellxs que desembarcan y se instalan atraídos por cuanto este lugar porta de utopía.

(…)

El resultado, en la actualidad, es la ocupación colectiva y progresiva de 220 ha. Un encuentro semanal que se parece mucho a un mercado —si no fuera porque, es a precio libre: cada uno da lo que puede y quiere— permite compartir una parte de la producción agrícola. El resto sirve principalmente para el aprovisionamiento de otras luchas, comedores populares u ocupaciones de migrantes en la metrópoli de Nantes.

Innumerables experiencias más de autonomía florecen, fuera de las lógicas mercantiles y de gestión. Lo que ya estaba en germen antes del período de las expulsiones ha adquirido una nueva dimensión. Van surgiendo un taller de costura o de reparación de bicicletas, una conservería, una cervecería, una nueva panadería, un restaurante-móvil, un molino, un espacio de escritura y grabación de rap, una sala de danza y cursos de autodefensa… Trabajamos en la reapropiación del cuidado con jardines de plantas medicinales y formaciones médicas, principalmente en primeros auxilios hacia los heridos por las armas de la policía. Buscamos construir nuestras propias redes de comunicación, desde el sitio web hasta la radio FM. Un boletín, que agrupa encuentros, relatorías de asambleas, relatos y broncas es confeccionado y distribuido cada semana en los sesenta lugares de vida de la zona por «carteros» a pie o en bicicleta. Exploramos maneras de hacer la fiesta lejos de los clubes hipster y de la industria del entretenimiento: un fest-nost para inaugurar un hangar escoltado, a pesar de la prohibición formal de las autoridades, desde los confines del Finisterre bretón; un banquete de 60 metros lineales en medio de la polvareda de las bolas de trigo durante una cellebración de la cosecha; trances nocturnos en una granja llena de grafitis, con música experimental o seducidos por la voz de una cantante de ópera…

(…)

Me he acostumbrado a este caldo, porque hay una gran cazuela aquí, aunque hayan varios fuegos debajo, que no calientan todos a la vez… Me molestaría mucho que se parara de golpe. Todos tenemos ganas de ver surgir algo de todo esto. Me gustaría que esto permaneciera aquí como un criadero para pensar y vivir de otra manera, que hubiera una zona experimental que quedara abierta, sin control, sin búsqueda de rendimiento, algo que estuviera libre de policías, un espacio donde consigamos reconocernos, decirnos los buenos días, y que esto encuentre un equilibrio. Yo habré ganado mi lucha personal cuando se haya ganado todo esto. La lucha tiene que dejar un espacio abierto, lo más grande posible. Dominique, portavoz de la ACIPA, nativo de Notre-Dame-des-Landes

Entre lo que se trama en la ZAD hay algo de la comuna. Algo de la Comuna de 1871, cuando una irreprimible emoción colectiva invadía a los habitantes de París, que se convirtieron, tras las barricadas, en los amos de su vida cotidiana y de su historia, levantando una inmensa esperanza revolucionaria y animando a su paso levantamientos en numerosas ciudades más. Algo de las comunas de la Edad Media, que consiguieron liberarse del control del poder feudal y defender los comunales, esas tierras, herramientas y recursos para el uso compartido. Algo también, de la efímera comuna de Nantes en 1968, durante la cual obreros y estudiantes ocuparon el ayuntamiento de la ciudad, bloquearon la región y organizaron el abastecimiento de los huelguistas con los campesinos«.

En estos momentos, en la ZAD se sigue resistiendo. Puedes seguir la actualidad en www.zad.nadir.org

Puedes hacerte con este libro en Madrid en las librerías La Rosa Negra y La Malatesta

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